C66

Bryce no supo cómo terminó en la embarcación. Lo que le dijo a Tharion para que se acercara. Cómo se subió de la motocicleta acuática al barco.

Pero sucedió rápido. Tan rápido que Hunt sólo había dado tres pasos antes de que Bryce estuviera ahí, empapada y preguntándose si vomitaría.

Encañonaron las pistolas, apuntándole a ella. Ella no las vio.

Sólo vio a Hunt voltear a verla con los ojos muy abiertos.

Por supuesto que no lo había reconocido a la distancia. No tenía alas. Pero el cuerpo poderoso, la altura, el ángulo de su cabeza… Todo era él.

Y su colega detrás de él, la que había entregado el dinero: Viktoria. Justinian salió de entre las sombras más allá, llevaba las alas pintadas de negro para ocultarlas bajo la luz de la luna.

Bryce apenas era consciente de que Tharion estaba detrás de ella, diciéndole a la Reina Víbora que estaba arrestada en nombre de la Reina del Río. Apenas era consciente de la risa de la Reina Víbora.

Pero lo único que escuchó fue a Hunt exhalar:

—Bryce.

—¿Qué carajos es esto? —susurró ella. La lluvia le golpeaba la cara. No podía escuchar, no podía respirar, no podía pensar cuando repitió con la voz quebrada—: ¿Qué carajos es esto, Hunt?

—Es exactamente lo que parece —dijo una voz fría y grave detrás de ella.

En una tormenta de alas blancas, Micah emergió de entre la niebla y aterrizó, flanqueado por Isaiah, Naomi y otros seis ángeles, todos armados hasta los dientes y vestidos con el negro de la legión. Pero no hicieron ningún movimiento para incapacitar a la Reina Víbora ni sus secuaces.

No, todos estaban enfrentando a Hunt y sus compañeros. Les apuntaban con las pistolas.

Hunt miró al gobernador, luego a la Reina Víbora.

—Maldita perra —murmuró.

La Reina Víbora rio. Le dijo a Micah:

—Ahora me debes un favor, gobernador.

Micah movió la barbilla en confirmación.

Viktoria le gritó a la reina y el halo se arrugó en su frente.

—Nos pusiste una trampa.

La Reina Víbora se cruzó de brazos.

—Sabía que valdría la pena ver quién buscaría esta mierda cuando se corrió la voz de que había conseguido un cargamento —dijo con una señal hacia el sinte. Su sonrisa era de veneno puro cuando miró a Hunt—. Esperaba que fueras tú, Umbra Mortis.

El corazón de Bryce latía desbocado.

—¿De qué estás hablando?

Hunt giró hacia ella, su rostro lucía pálido en los reflectores.

—No se suponía que sería así, Bryce. Tal vez al principio, pero vi ese video esta noche y traté de detenerlo, de detenerlos, pero no escucharon carajo…

—Estos tres pensaron que el sinte sería una manera fácil de recuperar lo que les quitaron —dijo la Reina Víbora. Hizo una pausa viciosa—. El poder de derrocar a sus amos.

El mundo se movió debajo de sus pies. Bryce dijo:

—No te creo.

Pero el destello de dolor en los ojos de Hunt le dijo que su fe ciega y estúpida en su inocencia le partía el alma.

—Es verdad —dijo Micah con voz gélida—. Estos tres se enteraron del sinte hace días y desde entonces han buscado comprarlo y distribuirlo entre sus compañeros con proclividades rebeldes. Para aprovechar sus poderes el tiempo suficiente para romper sus halos y terminar lo que Shahar empezó en el monte Hermon —asintió hacia la Reina Víbora—. Ella tuvo la amabilidad de informarme de este plan después de que Justinian intentó reclutar a una mujer bajo su… influencia.

Bryce negó con la cabeza. Estaba temblando con tanta fuerza que Tharion la sostuvo de la cintura.

—Te dije que te llegaría al precio, Athalar —dijo la Reina Víbora.

Bryce empezó a llorar. Odió cada una de las lágrimas, cada temblor, cada jadeo estúpido. Odió el dolor en la mirada de Hunt cuando la veía, sólo a ella, y dijo:

—Lo siento.

Pero Bryce preguntó:

—¿Hace días?

Silencio.

Ella repitió:

—¿Sabías sobre el sinte desde hace días?

Su corazón, era su estúpido y tonto corazón que se cuarteaba en mil pedazos…

Hunt dijo:

—Micah me asignó a algunas víctimas. Tres narcotraficantes. Ellos me dijeron que hacía dos años, del laboratorio de Redner se había filtrado una pequeña cantidad de sinte a las calles. Pero se terminó rápido… demasiado rápido. Dijeron que después de dos años de intentar replicarlo, alguien al fin había logrado reproducir la fórmula y que ahora se estaba produciendo y que podría aumentar nuestro poder. Yo no pensé que tuviera nada que ver con el caso, hasta hace poco. No sabía la verdad sobre qué demonios podía hacer hasta que vi las grabaciones de las pruebas.

—¿Cómo? —la palabra de Bryce atravesó la lluvia—. ¿Cómo se filtró?

Hunt sacudió la cabeza.

—No importa.

Micah dijo con frialdad:

—Danika Fendyr.

Bryce retrocedió un paso y chocó con Tharion.

—No es posible.

Hunt dijo con una suavidad que la decimó:

—Danika lo vendió, Bryce. Por eso la vieron en el barco con la caja. Lo supe desde hace casi una semana. Ella se robó la fórmula, vendió lo que tenía y… —se detuvo.

—¿Y qué? —susurró Bryce—. ¿Y qué, Hunt?

—Y Danika lo usaba. Era adicta.

Iba a vomitar.

—Danika nunca lo hubiera hecho. Nunca hubiera hecho nada de esto.

Hunt volvió a hacer un movimiento de negación con la cabeza.

—Lo hizo, Bryce.

—No.

Cuando Micah no los interrumpió, Hunt siguió:

—Mira la evidencia —su voz era aguda como cuchillos—. Mira los últimos mensajes que se mandaron. Las drogas que encontramos en tu cuerpo esa noche, eso era normal para ustedes. ¿Qué más daba otra droga? Una que en pequeñas dosis tenía un efecto más intenso; que le ayudara a sentirse mejor después de un día difícil, después de que Sabine la hubiera hecho pedazos; que le diera una probada de lo que sería ser la Premier de los lobos, que le daba ese poder, porque estaba esperando a hacer el Descenso contigo.

No.

La voz de Hunt se quebró.

—Lo consumía, Bryce. Todo apunta a que ella mató a esos dos estudiantes de UCM la noche que robaron el Cuerno. Ellos la vieron robarlo y ella los persiguió y los mató.

Bryce recordó la palidez de Danika cuando le dijo sobre las muertes de los estudiantes, su mirada atormentada.

—No es verdad.

Hunt negó con la cabeza. Como si pudiera deshacerlo, borrarlo de su mente.

—Esos narcotraficantes que maté me dijeron que habían visto a Danika por el Mercado de Carne. Hablando sobre sinte. Así fue como Danika conoció a Maximus Tertian: él era adicto como ella. La novia no tenía idea.

—No.

Pero Hunt volteó a ver a Micah.

—Asumo que ya nos iremos ahora.

Extendió las muñecas. Para que lo esposaran. Y sí, en las manos de Isaiah brillaban las piedras gorsianas, las esposas gruesas que anulaban la magia.

El arcángel dijo:

—¿No le vas a contar el resto?

Hunt se quedó inmóvil.

—No hace falta. Vámonos.

—Decirme qué —susurró Bryce. Tharion le apretó los brazos como advertencia.

—Que ya sabe la verdad sobre el asesinato de Danika —dijo el arcángel con frialdad. Aburrido. Como si hubiera hecho esto miles de veces en mil casos distintos. Como si él ya hubiera adivinado.

Bryce miró a Hunt y lo vio en sus ojos. Empezó a sacudir la cabeza llorando.

—No.

Hunt dijo:

—Danika tomó sinte la noche que murió. Tomó demasiado. La volvió loca. Mató a su propia jauría. Y luego se mató.

Lo único que la mantenía de pie era que Tharion la estaba sosteniendo.

—No, no, no…

Hunt dijo:

—Por eso nunca hubo audio del asesino, Bryce.

—Ella estaba rogando por su vida…

—Se estaba rogando a ella misma para detenerse —dijo Hunt—. Los únicos gruñidos en la grabación eran los suyos.

Danika. Danika había matado a la jauría. Había matado a Thorne. Mató a Connor.

Y luego se hizo pedazos.

—Pero el Cuerno…

—Debe haberlo robado para hacer enojar a Sabine. Y luego seguro lo vendió en el mercado negro. No tenía nada que ver con esto. El objetivo siempre fue el sinte.

Micah interrumpió.

—Sé de buena fuente que Danika robó grabaciones de las pruebas del sinte de los laboratorios Redner.

—Pero el kristallos…

—Un efecto secundario del sinte cuando se usa en dosis altas —dijo Micah—. El aumento de la magia poderosa que le da al usuario también le da la capacidad de abrir portales, gracias a la sal de obsidiana en la fórmula. Danika hizo eso e invocó al kristallos por accidente. La sal negra del sinte puede tener mente propia. Una especie de conciencia. Su medida en la fórmula del sinte es el número maldito del kristallos. Con dosis altas de sinte, el poder de la sal adquiere el control y puede invocar al kristallos. Por eso los hemos estado viendo recientemente… la droga está en las calles ahora, en dosis con frecuencia más altas de las recomendadas. Como sospechabas, el kristallos se alimenta de órganos vitales y usa el sistema de alcantarillado para depositar los cuerpos en el agua. Las dos víctimas recientes, la acolita y el guardia del templo, fueron las víctimas desafortunadas de alguien que estaba consumiendo sinte.

Se hizo el silencio de nuevo. Y Bryce volvió a voltear a ver a Hunt.

—Lo sabías.

Él la miró a los ojos.

—Lo siento.

La voz de Bryce se elevó hasta convertirse en un grito.

¡Lo sabías!

Hunt dio un paso, hacia ella.

Una pistola brilló en la oscuridad, se presionó contra su cabeza y lo detuvo en seco.

Bryce conocía esa pistola. Las alas plateadas talladas en el cañón negro.

—Te mueves, ángel, y te mueres.

Hunt levantó las manos. Pero no dejó de mirar a Bryce cuando Fury Axtar emergió de las sombras entre las cajas de sinte.

Bryce no se preguntó cómo había llegado Fury sin que siquiera Micah se diera cuenta o cómo había sabido que debía estar aquí. Fury Axtar era la noche líquida… se había vuelto famosa por conocer los secretos del mundo.

Fury pasó a un lado de Hunt y se acercó a Bryce. Guardó la pistola en la funda que tenía en el muslo, su traje negro entallado brillaba por la lluvia, llevaba el pelo negro al hombro, empapado.

—Lárgate de mi vista —le dijo a la Reina Víbora.

—Es mi barco —sonrió con ironía.

—Entonces vete a alguna parte donde no pueda ver tu cara.

Bryce no tenía ya energía para sorprenderse de que la Reina Víbora obedeciera las órdenes de Fury.

No tenía energía para hacer otra cosa que ver a Hunt.

—Lo sabías —dijo de nuevo.

Los ojos de Hunt la estudiaron.

—Nunca quise que salieras lastimada. No quería que supieras…

¡Lo sabías, lo sabías, lo sabías! —él había descifrado la verdad y durante casi una semana no le había dicho nada. La había dejado hablar y hablar sobre cuánto amaba a su amiga, lo maravillosa que había sido Danika y la había dejado dar vueltas—. Me querías convencer de que investigar el sinte era una pérdida de tiempo —apenas pudo decirlo— porque ya sabías la verdad. Porque mentiste —apuntó hacia las cajas de drogas con el brazo—. Porque supiste la verdad y luego te diste cuenta de que querías el sinte para ti. Y cuando querías ayuda de la medibruja para encontrar un antídoto… Era para ti. Todo esto para qué… ¿para rebelarte otra vez?

Hunt cayó de rodillas, como si le fuera a rogar que lo perdonara.

—Al principio sí, pero todo se basaba en el rumor de sus efectos. Luego hoy vi las grabaciones que encontraste y quise salirme del trato. Sabía que no estaba bien, nada de esto. Ni siquiera con el antídoto. Es demasiado peligroso. Me di cuenta de que es el camino equivocado. Pero tú y yo, Bryce… Quiero estar contigo. Una vida… contigo. eres mi puto camino —apuntó a Justinian y Viktoria, con sus rostros serios y esposados—. Les envié mensajes para decirles que ya había terminado todo, pero se asustaron, se pusieron en contacto con la Reina Víbora e insistieron que la compra se hiciera esta noche. Juro que vine a detenerlos, a ponerle un puto final a todo esto antes de que se volviera un desastre. Yo nunca

Ella tomó el ópalo blanco de su chamarra y se lo lanzó.

Se lo lanzó con tanta fuerza que chocó contra la cabeza de Hunt. La sangre empezó a correrle por la sien. Como si el mismo halo estuviera sangrando.

—No quiero volverte a ver nunca —susurró mientras Hunt veía el ópalo manchado de sangre sobre la cubierta.

—No será problema —dijo Micah.

Isaiah avanzó con las esposas de piedra gorsiana que relucían como fuego de amatista. Las mismas que estaban alrededor de las muñecas de Viktoria y Justinian.

Bryce no podía dejar de temblar y se apoyó en Tharion, Fury era una fuerza silenciosa a su lado.

—Bryce, lo siento —dijo Hunt cuando Isaiah le puso las esposas—. No podía soportar pensar en…

—Es suficiente —dijo Fury—. Ya dijiste e hiciste suficiente —miró a Micah—. Ella ya terminó con ustedes. Con todos ustedes —tiró de Bryce hacia la motocicleta acuática al lado de la de Tharion y el mer les cuidó las espaldas—. Si la vuelves a molestar te visitaré a ti, gobernador.

Bryce no se dio cuenta cuando la pusieron sobre la moto. Ni cuando Fury se subió frente a ella y encendió el motor. Ni cuando Tharion se subió a la suya y las siguió para irlas vigilando de regreso a la orilla.

—Bryce —intentó Hunt de nuevo cuando ella abrazó la diminuta cintura de Fury—. Tu corazón ya estaba tan roto, y lo último que quería hacer era…

Ella no volteó a verlo cuando el viento le azotó el cabello y la motocicleta arrancó hacia la lluvia y la oscuridad.

¡BRYCE! —gritó Hunt.

Ella no miró atrás.