C77

Bryce sabía que había pocas probabilidades de que esto terminara bien.

Pero Jesiba había visto sus mensajes y tal vez no sería en vano. Tal vez todos sabrían lo que le había ocurrido. Tal vez podrían salvar los libros, si los hechizos protectores resistían la ira de un arcángel. Aunque los hechizos de la galería no la habían resistido.

Bryce le dijo con tranquilidad a Micah:

—No tengo idea de dónde está el Cuerno.

No dejó de sonreír.

—Inténtalo de nuevo.

—¿No tengo idea de dónde está el Cuerno, gobernador?

Él apoyó sus potentes antebrazos sobre la mesa.

—¿Quieres saber lo que creo?

—¿No, pero me lo dirás de todas maneras?

Bryce sentía que su corazón le iba a estallar de lo rápido que latía.

Micah rio.

—Creo que ya lo averiguaste. Tal vez en el mismo momento que yo hace unos días.

—Me halaga que pienses que soy tan inteligente.

—No tú —otra risa helada—. Danika Fendyr era la inteligente. Se robó el Cuerno del templo y tú la conocías lo suficientemente bien como para inferir qué hizo con él.

—¿Por qué querría Danika el Cuerno? —preguntó Bryce con inocencia—. Está roto.

—Lo abrieron. Y creo que ya sabes qué lo podría reparar —el corazón le rugía en el pecho. Micah gruñó—: Sinte.

Ella se puso de pie y las rodillas le temblaban ligeramente.

—Gobernador o no, ésta es propiedad privada. Si quieres quemarme en la hoguera con todos estos libros, tendrás que traer una orden de cateo.

Bryce llegó a las escaleras. Syrinx y Lehabah no se habían movido.

—Dame el Cuerno.

—Te dije que no sé dónde está.

Puso un pie en los escalones y al instante Micah llegó ahí y la sostuvo del cuello de la camisa, gritó:

No mientas.


Hunt avanzó un paso hacia las escaleras pero Sandriel lo detuvo con su viento y lo empujó de regreso contra la pared. El viento entró por su garganta y se aferró a sus cuerdas vocales. Lo dejó en silencio para ver lo que sucedía en las pantallas.

Micah gruñó en la oreja de Bryce, más animal que ángel:

—¿Quieres saber cómo lo deduje?

Ella temblaba mientras el gobernador recorría la curva de su columna con una mano posesiva.

Hunt vio color rojo al presenciar el privilegio de su tacto, el miedo puro que a ella le abría los ojos.

Bryce no era tan estúpida como para intentar correr mientras Micah le recorría la espalda con los dedos, con cada roce deliberado.

Hunt apretaba tanto la mandíbula que le dolía y respiraba fuerte y profundo. Lo mataría. Encontraría la manera de liberarse de Sandriel y mataría al pendejo de Micah por tocarla…

Micah recorrió la cadena delicada de su collar con los dedos. Era una cadena nueva, se dio cuenta Hunt.

Micah ronroneó, sin saber de la cámara a poca distancia:

—Vi la grabación del vestíbulo del Comitium. Le diste tu amuleto archesiano a Sandriel. Y ella lo destrozó —apretó su gran mano alrededor de su cuello y Bryce cerró los ojos—. Así fue como me di cuenta. Como te diste cuenta tú también.

—No sé de qué estás hablando —susurró Bryce.

La mano de Micah apretó más pero bien podría tener la mano alrededor del cuello de Hunt por la dificultad que él estaba teniendo para respirar.

—Durante tres años usaste ese amuleto. Todos los días, todas las horas. Danika lo sabía. También sabía que no tenías ambición y que quizá nunca tendrías la voluntad de renunciar a este trabajo. Y por lo tanto nunca te quitarías el amuleto.

—Estás loco —logró decir Bryce.

—¿Tú crees? Entonces explícame por qué, en menos de una hora después de que te quitaste el amuleto, el demonio kristallos te atacó.

Hunt se quedó inmóvil. ¿Un demonio la había atacado ese día? Vio a Ruhn y el príncipe asintió, tenía el rostro pálido como la muerte. Llegamos a tiempo fue lo único que Danaan le dijo por telepatía.

—¿Mala suerte? —intentó Bryce.

Micah ni siquiera sonrió, aún tenía la mano del cuello de Bryce.

—No sólo tienes el Cuerno. Tú eres el Cuerno —volvió a recorrerle la espalda con la mano—. Te convertiste en su portadora la noche que Danika lo molió, lo hizo polvo, lo mezcló con tinta de bruja y luego te emborrachó tanto que no hiciste ninguna pregunta cuando te lo tatuó en la espalda.

¿Qué? —gritó Fury Axtar.

Santos putos dioses. Hunt enseñó los dientes aunque seguía sin poder hablar.

Pero Bryce dijo:

—Aunque suena genial todo eso, gobernador, el tatuaje dice…

—El lenguaje no es de este mundo. Es el lenguaje de los universos. Y tiene una orden directa para activar el Cuerno a través de una explosión de poder bruto directamente sobre el tatuaje. Como lo hizo alguna vez para el Príncipe Astrogénito. Es posible que no tengas los mismos dones que tu hermano, pero creo que tu linaje y el sinte lo compensarán cuando use mi poder en tu contra. Llenar el tatuaje, llenarte a ti, con poder es, en esencia, tocar el Cuerno.

Las fosas nasales de Bryce se ensancharon.

Tócame, pendejo.

Lanzó la cabeza hacia atrás, tan rápido que ni siquiera Micah pudo detener el choque de su cráneo contra su nariz. Se tambaleó y eso le dio un poco de tiempo para moverse y huir…

Pero el arcángel no la soltó.

Y con un empujón que le rompió la camisa, Micah la lanzó al suelo.

El grito de Hunt se quedó atorado en su garganta, pero el de Ruhn hizo eco en toda la sala de conferencias cuando Bryce salió volando por la alfombra.

Lehabah gritó y Syrinx rugió, y Bryce logró decir:

Escóndanse.

Pero el arcángel se detuvo y miró a la mujer tirada en el piso frente a él.

El tatuaje en su espalda. El Cuerno de Luna contenido en su tinta oscura.

Bryce se puso de pie, como si tuviera a dónde ir, un lugar donde esconderse del gobernador y su terrible poder. Logró cruzar la habitación, llegar a los escalones hacia el entrepiso…

Micah se movió tan rápido como el viento. Le tomó el tobillo con la mano y la lanzó al otro lado de la habitación.

El grito de Bryce cuando chocó con la mesa de madera que se rompió bajo su peso fue el peor sonido que Hunt había escuchado jamás.

Ruhn exhaló.

—Carajo, la va a matar.

Bryce se arrastró hacia atrás entre los restos de la mesa. La sangre le salía de la boca cuando le dijo a Micah en voz baja:

—Tú mataste a Danika y la jauría.

Micah sonrió.

—Y disfruté cada segundo.

La sala de conferencias tembló. O tal vez era solamente Hunt.

Y luego el arcángel se le fue encima ella y Hunt no podía soportarlo, verlo agarrar a Bryce del cuello y arrojarla de nuevo por la habitación, hacia los estantes.

—¿Dónde está el puto Aux? —le gritó Ruhn a Flynn. A Sabine.

Pero ella tenía los ojos abiertos como platos. Pasmada.

Así que despacio, Bryce se arrastró hacia atrás, de nuevo hacia las escaleras hacia el entrepiso, jalando libros para impulsarse. Una herida sangraba en sus mallas y se alcanzaba a ver un hueso bajo una astilla de madera. Ella jadeaba y sollozaba.

—¿Por qué?

Lehabah se había acercado a la puerta de metal del baño en la parte de atrás de la biblioteca y logró abrirla, como si le estuviera indicando a Bryce en silencio que se metiera ahí, que se encerraran hasta que llegara ayuda.

—En tus investigaciones, ¿averiguaste que soy inversionista en Industrias Redner? ¿Que tengo acceso a todos sus experimentos?

—Carajo —dijo Isaiah desde el otro lado de la sala.

—¿Y averiguaste alguna vez —continuó Micah— lo que Danika hacía para Industrias Redner?

Bryce seguía subiendo de espaldas por las escaleras. Aunque no tenía a dónde ir.

—Un trabajo de seguridad de medio tiempo.

—¿Eso te dijo? —sonrió—. Danika buscaba a la gente que Redner quería que ella encontrara. Gente que no quería ser encontrada. Incluido un grupo de rebeldes Ophion que habían estado experimentando con una fórmula para hacer magia sintética para ayudar a los humanos en su traición. Buscaron en la historia olvidada por muchos años y averiguaron que el veneno de los demonios kristallos anulaba la magia… nuestra magia. Así que estos rebeldes ingeniosos decidieron investigar por qué, aislar las proteínas que atacaba ese veneno. La fuente de la magia. Los espías humanos que tenía Redner le avisaron y Danika fue a conseguir esa investigación y a la gente responsable.

Bryce tragó aire, seguía retrocediendo hacia arriba despacio. Nadie habló en la sala de conferencias cuando ella dijo:

—Los asteri no aprueban la magia sintética. ¿Cómo logró Redner salirse con la suya para hacer esas investigaciones?

Hunt temblaba. Ella estaba haciendo tiempo.

Micah parecía más que dispuesto a responder lo que ella quería saber.

—Como Redner sabía que los asteri le pondrían un alto a cualquier investigación sobre magia sintética, que yo le pondría un alto a los experimentos, disfrazaron los experimentos con el sinte como la investigación de una droga para sanar. Redner me invitó a ser inversionista. Las primeras pruebas fueron un éxito: con eso, los humanos podrían sanar más rápido que con cualquier medibruja o poder de hadas. Pero las pruebas posteriores no salieron como se había planeado. Averiguamos que los vanir se volvían locos cuando tomaban la sustancia. Y los humanos que tomaban demasiado sinte… bueno. Con su permiso de seguridad Danika se robó algunos videos de las pruebas… y sospecho que te las dejó en alguna parte, ¿no es así?

Solas flamígero. Más y más alto, Bryce seguía arrastrándose por las escaleras, sosteniéndose de los libros antiguos e invaluables.

—¿Cómo averiguó cuáles eran sus intenciones reales?

—Siempre metió sus narices donde nadie la llamaba. Siempre quería proteger a los débiles.

—De los monstruos como —gritó Bryce que seguía subiendo. Seguía haciendo tiempo.

La sonrisa de Micah era horrible.

—Ella no ocultaba que estaba al pendiente de las pruebas del sinte porque le interesaba encontrar una manera de ayudar a su amiga medio humana débil y vulnerable. Tú, que no heredarías ningún poder, se preguntaba si te podría dar una oportunidad contra los depredadores que rigen este mundo. Y cuando vio los horrores que podía provocar el sinte, se preocupó por los que estaban haciendo las pruebas. Se preocupó sobre lo que la droga haría a los humanos si llegaba a las calles. Pero los empleados de Redner descubrieron que Danika conducía su propia investigación. Nadie sabía qué, pero ella pasaba tiempo en sus laboratorios aparte del tiempo que dedicaba a sus tareas oficiales.

Todo eso tenía que estar en la memoria que Bryce había encontrado. Hunt esperó que la hubiera dejado en un sitio seguro. Se preguntó qué otra información devastadora podría contener.

Bryce preguntó:

—¿Ella no estaba vendiendo sinte en ese barco, verdad?

—No. Para ese momento, ya sabía que necesitaba de alguien con acceso ilimitado al templo para que se robara el Cuerno. A mí me detectarían de inmediato. Así que cuando se robó las grabaciones de las pruebas del sinte, tuve mi oportunidad de usarla.

Bryce logró subir otro escalón.

—Distribuiste el sinte en las calles.

Micah seguía detrás de ella.

—Sí. Sabía que la necesidad constante de Danika de ser una heroína haría que saliera corriendo para retirarlo, para salvar a los malvivientes de Lunathion de destruirse con la droga. La recuperó casi toda, pero le faltó. Cuando le dije que la había visto en el río, cuando le dije que nadie creería que la Princesa Fiestera estaba intentando sacar las drogas de las calles, quedó atada de manos. Le dije que lo olvidaría si me hacía un favorcito, justo en el momento indicado.

—Tú provocaste el apagón la noche que ella robó el Cuerno.

—Así es. Pero subestimé a Danika. Ella sospechaba de mi interés en el sinte desde mucho antes que yo lo distribuyera y cuando la chantajeé para que robara el Cuerno, debe haber deducido la conexión entre ambas cosas. Que el Cuerno podía repararse con el sinte.

—¿Así que la mataste por eso? —otro paso, otra pregunta para hacer tiempo.

—La maté porque escondió el Cuerno antes de que lo pudiera reparar con el sinte. Y así ayudar a mi gente.

—Creo que tu poder es suficiente para eso —dijo Bryce como si intentar la adulación le fuera a servir para salvarse.

El arcángel pareció estar triste un instante.

—Ni siquiera mi poder es suficiente para ayudarles. Para mantener la guerra lejos de las costas de Valbara. Para eso, necesito ayuda de más allá de nuestro mundo. El Cuerno abrirá un portal y me permitirá invocar un ejército que diezme a los rebeldes humanos y le ponga fin a su destrucción sin sentido.

—¿Qué mundo? —preguntó Bryce palideciendo—. ¿El Averno?

—El Averno se resistiría a someterse a mí. Pero la leyenda antigua cuenta sobre otros mundos que existen y que sí cederían a un poder como el mío… y al Cuerno —sonrió, frío como un pez abismal—. Quien posea el Cuerno con su poder completo puede hacer lo que sea. Tal vez imponerse como un asteri.

—Su poder viene de nacimiento, no se obtiene —dijo Bryce, su rostro se veía pálido.

—Con el Cuerno, no necesitarías heredar el poder de una estrella para gobernar. Y los asteri lo reconocerían. Me darían la bienvenida como uno de ellos —otra risa suave.

—Tú mataste a esos dos estudiantes de UCM.

—No. Los mató un sátiro que estaba drogado con sinte, mientras Danika estaba ocupada robando el Cuerno esa noche. Estoy seguro de que la culpa por eso la carcomía.

Bryce temblaba. Hunt también.

—¿Entonces fuiste a su departamento y la mataste a ella y a la Jauría de Diablos?

—Esperé a que liberaran a Philip Briggs.

Ella murmuró:

—Él tenía sal negra en su laboratorio y eso lo incriminaría.

—Así es. Cuando salió de nuevo a la calle, fui al departamento de Danika, tu departamento, incapacité a la Jauría de Diablos con mi poder y luego la inyecté con el sinte. Y la vi hacerlos pedazos antes de hacerse pedazos ella sola.

Bryce estaba llorando.

—Pero ella no te dijo. Dónde estaba el Cuerno.

Micah se encogió de hombros.

—No me lo dijo.

—¿Y qué… invocaste al kristallos después para encubrir lo que habías hecho? ¿Le permitiste que te atacara en el callejón para que tus triarii no sospecharan de ti? ¿O sólo para darte una razón para monitorear el caso muy de cerca sin que nadie sospechara? ¿Y luego esperaste dos putos años?

Él frunció el ceño.

—He pasado los últimos dos años buscando el Cuerno, invocando demonios kristallos para que lo busquen, pero no lo he podido hallar. Hasta que me di cuenta de que yo no tenía que hacer el trabajo tedioso. Porque tú, Bryce Quinlan, eras la clave para encontrar el Cuerno. Sabía que Danika lo había ocultado en alguna parte y , si te daba la oportunidad de vengarte, me llevarías a él. Todo mi poder no podía ayudarme a encontrarlo, pero tú… tú la amabas. Y el poder de tu amor me llevaría al Cuerno. Eso alentaría tu sed de justicia y te llevaría directo a él —resopló—. Pero cabía la posibilidad de que no llegaras tan lejos, no sola. Así que planté una semilla en la mente del Rey del Otoño.

Todos en la habitación voltearon a ver al hombre hada.

Ruhn le gruñó a su padre:

—Te manipuló como un puto niño.

En los ojos ámbar del Rey del Otoño se asomó una rabia incandescente, pero Micah continuó antes de que él pudiera hablar:

—Sabía que si lo provocaba un poco y lo convencía de que el poder de las hadas estaba desapareciendo, si hablaba sobre la pérdida del Cuerno, le pegaría en el orgullo justo lo suficiente para ordenarle a su hijo Astrogénito que lo buscara.

Bryce exhaló profundo.

—Así que si yo no lo podía encontrar, entonces Ruhn tal vez sí.

Ruhn parpadeó.

—Yo… cada vez que iba a buscar el Cuerno… —palideció—. Siempre sentía la necesidad de buscar aBryce.

Volteó en su asiento y miró a Hunt. Le dijo mente-a-mente, Pensé que era la galería, alguna especie de conocimiento que albergaba, pero… carajo, era ella.

Tu conexión Astrogénita con ella y el Cuerno deben haber superado incluso el poder de ocultamiento del amuleto archesiano respondió Hunt. Es un vínculo fuerte, príncipe.

Bryce exigió saber:

—¿Y la invocación de los kristallos estos meses? ¿Los asesinatos?

Micah respondió arrastrando las palabras:

—Invoqué a los kristallos para darles un empujoncito, me aseguré de que se mantuvieran fuera de las cámaras sabiendo que su conexión con el Cuerno te llevaría a él. Inyecté a Tertian, a la acólita y al guardia del templo con sinte y dejé que se hicieran pedazos también para alentarte. Tertian como excusa para acercarme a ti con esta investigación y los otros para continuar guiándote hacia el Cuerno. Usé a dos personas del templo que habían estado de guardia la noche que Danika lo robó.

—¿Y el atentado del Cuervo Blanco, con la imagen del Cuerno en la caja? ¿Otro empujoncito?

—Sí, y para que se sospechara de los humanos. Puse bombas por toda la ciudad, en lugares donde sabía que podrías estar. Cuando la localización del teléfono de Athalar me indicó que estaban en el club, supe que los dioses me estaban ayudando. Así que la detoné remotamente.

—Podría haber muerto.

—Tal vez. Pero estaba dispuesto a apostar que Athalar te protegería. ¿Y por qué no provocar un poco de caos, provocar más resentimientos entre los humanos y los vanir? Eso facilitaría convencer a los demás de lo necesario de mi plan por terminar con este conflicto. En especial porque el precio podría parecer muy alto para la mayoría.

Hunt tenía la cabeza hecha un lío. Nadie habló en la habitación.

Bryce retrasó su movimiento e hizo una mueca de dolor:

—¿Y el edificio de departamentos? Pensé que había sido Hunt, pero no, ¿verdad? Fuiste tú.

—Sí. Tu petición al casero le llegó a todos mis triarii. Y a mí. Sabía que Danika no había dejado nada ahí. Pero para entonces, Bryce Quinlan, ya estaba disfrutando hacerte sufrir. Sabía que el plan de Athalar para adquirir sinte sería expuesto pronto y pensé que estarías dispuesta a pensar lo peor de él. Que había usado los relámpagos de sus venas para poner en peligro a gente inocente. Es un asesino. Pensé que necesitabas un recordatorio. Que eso además se sumara al sentimiento de culpa de Athalar fue una ventaja inesperada.

Hunt ignoró las miradas que voltearon a verlo. El pendejo nunca tenía planeado cumplir con su trato. Si hubiera resuelto el caso, Micah lo habría matado. Los habría matado a ambos. Lo había engañado como un tonto.

Bryce preguntó con la voz entrecortada:

—¿Cuándo empezaste a pensar que era yo?

—La noche que el kristallos atacó a Athalar en el jardín. Me di cuenta de que quizás había entrado en contacto con algunos artículos personales de Danika que a su vez debieron estar en contacto con el Cuerno.

Hunt había tocado la chamarra de Danika ese día. Tenía su olor.

—Cuando saqué a Athalar de las calles, invoqué de nuevo al kristallos y te buscó. Lo único que había cambiado era que, al fin, al fin, te habías quitado el amuleto. Y entonces… —rio—. Vi las fotografías de Hunt Athalar de cuando estuvo contigo, incluida una de tu espalda. El tatuaje que te hiciste días antes de la muerte de Danika, según la lista de los últimos lugares que visitó Danika antes de morir y que Ruhn Danaan les envió a Athalar y a ti, a cuya cuenta tengo acceso.

Bryce apretó los dedos en la alfombra, como si estuviera a punto de sacar garras.

—¿Cómo sabías que el Cuerno funcionaría ahora que está en mi espalda?

—La forma física del Cuerno no importa. Da igual si tiene forma de cuerno o de collar o si es un polvo mezclado con tinta de bruja, su poder permanece.

Hunt maldijo en silencio. Él y Bryce nunca habían visitado el salón de tatuajes. Bryce le había dicho que sabía por qué había estado ahí Danika.

Micah continuó:

—Danika sabía que el amuleto archesiano te ocultaría de cualquier detección, mágica o demoniaca. Con ese amuleto eras invisible al kristallos, criado para buscar el Cuerno. Sospecho que ella sabía que Jesiba Roga tenía encantamientos similares en esta galería y tal vez Danika también puso algunos en los departamentos, el antiguo y el que te dejó, para asegurarse de que estuvieras más oculta.

Hunt se fijó en las grabaciones de las cámaras que daban a la calle. ¿Dónde carajos estaba el Aux?

Bryce gritó.

—¿Y creíste que nadie lo averiguaría? ¿Qué hay del testimonio de Briggs?

—Briggs es un fanático que Danika capturó antes de un atentado. Nadie escucharía sus clamores de inocencia.

En especial porque su abogado lo había asignado Micah.

Bryce miró a la cámara. Como para comprobar que siguiera encendida.

Sabine susurró.

—Lo ha estado obligando a confesar todo.

A pesar del terror que le paralizaba el cuerpo, Hunt sintió orgullo.

Micah volvió a sonreír.

—Así que henos aquí.

—Eres una mierda —dijo Bryce.

Pero entonces Micah metió la mano al bolsillo de su chamarra. Sacó una jeringa. Llena de líquido transparente.

—Insultarme no va a evitar que use el Cuerno.

Hunt sentía que su respiración le atravesaba el pecho.

Micah avanzó hacia Bryce.

—Los restos del Cuerno ahora están encarnados en tus músculos. Cuando te inyecte el sinte, sus propiedades curativas se dirigirán a él y arreglarán lo que encuentren roto. Y el Cuerno quedará completo de nuevo. Listo para que al fin compruebe si funciona.

—¿Te arriesgarías a abrir un portal a otro puto mundo en medio de Ciudad Medialuna —gritó ella y se alejó un poco más— sólo para ver si funciona?

—Si tengo razón, los beneficios compensarán cualquier víctima que pueda resultar. —Micah respondió y una gota de líquido brilló en la punta de la aguja—. Es una pena que no vayas a sobrevivir los efectos del sinte para verlo por ti misma.

Bryce se estiró hacia un estante junto a las escaleras, pero Micah la detuvo con un azote de su viento.

El rostro de Bryce se contrajo y el arcángel se arrodilló frente a ella.

No.

Esto no podía suceder; Hunt no podía permitir que esto sucediera.

Pero Bryce no podía hacer nada, Hunt no podía hacer nada, y Micah le clavó la aguja en el muslo. La vació. Ella gritó, se sacudió, pero Micah dio un paso atrás.

Su poder debió soltarla un poco porque ella cayó en los escalones alfombrados.

El bastardo miró el reloj. Evaluando cuánto tiempo le quedaba antes de que ella se hiciera pedazos. Y, poco a poco, las heridas del cuerpo de Bryce empezaron a sanar. Su labio abierto sanó por completo, aunque la herida que le llegaba al hueso en el muslo estaba sanando mucho más despacio.

Sonriendo, Micah miró el tatuaje en su espalda expuesta.

—¿Procedemos?

Pero Bryce se volvió a mover y esta vez el poder de Micah no logró detenerla antes de que tomara un libro del estante y lo sostuviera entre sus manos.

El libro emitió una luz dorada, una burbuja contra la cual la mano de Micah rebotó. Él empujó. La burbuja no cedía.

Gracias a los dioses. Si esto podía darle unos minutos más hasta que llegara ayuda… Pero ¿qué podía hacer un grupo del Aux contra un arcángel? Hunt luchó contra sus ataduras invisibles. Buscó en su memoria algo que se pudiera hacer, alguien que quedara en la puta ciudad que pudiera ayudar…

—Muy bien —dijo Micah todavía con esa sonrisa y volvió a probar la barrera dorada—. Hay otras maneras de hacerte obedecer.

Bryce temblaba en su burbuja dorada. A Hunt se le detuvo el corazón al ver a Micah bajar por las escaleras del entrepiso. Y dirigirse al sitio donde Syrinx se escondía detrás del sillón.

—No —exhaló Bryce—. No

La quimera se sacudió e intentó morder al arcángel que lo tomó del cuello.

Bryce soltó el libro. La burbuja dorada desapareció. Pero cuando intentó ponerse de pie sobre la pierna que todavía estaba sanando, volvió a caerse. Ni siquiera el sinte era tan poderoso como para sanar así de rápido y permitirle soportar su peso.

Micah se llevó a Syrinx. Hacia el tanque.

POR FAVOR —gritó Bryce.

De nuevo intentó moverse. Otra y otra y otra vez.

Pero Micah ni siquiera titubeó cuando abrió la puerta a la pequeña escalera que llevaba a la parte superior del tanque del nøkk. Los gritos de Bryce no cesaban.

Declan abrió la cámara que estaba sobre el tanque justo cuando Micah abrió la compuerta de alimentación. Y lanzó a Syrinx al agua.