C46

El kristallos chocó contra Hunt con la fuerza de una camioneta.

Bryce sabía que él sólo había tenido tiempo para sacar su arma o para empujarla y apartarla. Hunt eligió apartarla.

Ella chocó contra el asfalto a varios metros de él, sintió el dolor en sus huesos, y se quedó congelada. El ángel y el demonio cayeron al suelo. El kristallos tenía sostenido a Hunt con un rugido que hizo que todo el jardín nocturno temblara.

Era peor. Mucho peor que aquella noche.

La sangre salió volando y un cuchillo brilló cuando Hunt lo sacó de su funda y lo enterró en la piel grisácea y casi translúcida.

Las venas de relámpagos envolvían las manos de Hunt y se disolvían en la oscuridad.

La gente gritaba y corría por el camino, gritos de ¡Corran! sonaban por todas partes entre la flora luminosa. Bryce apenas alcanzó a escucharlos y se levantó sobre las rodillas.

Hunt rodó, se quitó a la criatura de encima y la lanzó hacia el sendero no sin antes sacar su cuchillo de su cuerpo. La sangre transparente goteaba por el metal y Hunt lo inclinó frente a él con el hombro destrozado estirado para proteger a Bryce. Los relámpagos se encendían y se apagaban en las puntas de sus dedos.

—Pide refuerzos —jadeó sin apartar la mirada del demonio, que se acercó un paso con su garra, de uñas cristalinas brillantes, dirigiéndose hacia la herida en su costado.

Ella nunca había visto algo así. Nada así de extraño, primitivo y furioso. Su recuerdo de aquella noche estaba nublado por la ira, el dolor y las drogas así que esto, el ser real y sin ningún filtro…

Bryce sacó su teléfono pero la criatura se lanzó hacia Hunt.

El ángel le clavó el cuchillo al demonio. No importó.

Volvieron a caer sobre el sendero y Hunt gritó cuando el demonio cerró las quijadas en su antebrazo y crujieron.

Sus relámpagos se apagaron por completo.

Moverse. Moverse, ella tenía que moverse

El puño libre de Hunt golpeó la cara de la criatura con fuerza como para romperle los huesos, pero los dientes de cristal permanecieron cerrados.

Esta cosa lo había atrapado tan fácil. ¿Le había hecho justo esto a Danika? ¿Hasta triturarla?

Hunt gruñó con el entrecejo fruncido por el dolor y la concentración. Sus relámpagos habían desparecido. No volvió a surgir ni una chispa.

A Bryce le temblaba todo el cuerpo.

Hunt golpeó la cara del demonio de nuevo.

Bryce

Ella despabiló para moverse. No por su teléfono sino por la pistola que Hunt tenía en la cadera.

El demonio ciego la percibió y sus fosas nasales se abrieron cuando Bryce tomó la pistola. Liberó el seguro, la levantó y se puso de pie.

La criatura soltó el brazo de Hunt y saltó hacia ella. Bryce disparó pero fue demasiado lenta. El demonio se hizo a un lado y esquivó la bala. Bryce cayó hacia atrás mientras la criatura rugía y saltaba de nuevo hacia ella…

Su cabeza tronó hacia un lado y empezó a caer sangre transparente como lluvia cuando un cuchillo se le clavó hasta la empuñadura encima de su boca.

Hunt estaba de nuevo sobre él, desempuñó otro cuchillo largo de un panel oculto en la parte trasera de su traje de batalla y se lo enterró justo en el cráneo y hacia la columna vertebral.

La criatura luchó intentando alcanzar a Bryce, sus dientes transparentes estaban manchados de rojo con la sangre de Hunt. Ella terminó en el pavimento de alguna manera y se arrastró hacia atrás mientras el demonio intentaba lanzarse contra ella. No lo logró porque Hunt tomó el cuchillo y lo giró.

Los árboles cubiertos de musgo amortiguaron el crujido al cortarle el cuello.

Bryce seguía apuntando con la pistola.

—Apártate.

Hunt soltó el cuchillo y dejó que la criatura se desplomara en el camino musgoso. Su lengua negra cayó inerte de su boca de colmillos transparentes.

—Por si las dudas —dijo Bryce y disparó. No falló esta vez.

Se escuchó el ruido de sirenas y alas llenar el aire. Le zumbaba la cabeza.

Hunt retiró su cuchillo del cráneo de la criatura y lo volvió a clavar con un movimiento poderoso del brazo. La cabeza cercenada cayó rodando. Hunt volvió a moverse y la cabeza se partió por la mitad. Luego en cuartos.

Otro movimiento y el odioso corazón también terminó en el cuchillo. La sangre transparente salía por todos lados, como un vial de suero derramado.

Bryce se quedó mirando fijamente la cabeza cercenada, el horrible cuerpo monstruoso.

Unas figuras poderosas aterrizaron entre ellos, esa malakh de alas negras se posó al lado de Hunt.

—Carajo, Hunt, qué…

Bryce apenas alcanzó a escuchar. Alguien la ayudó a ponerse de pie. Vio luces azules y una magibarrera que cercó el sitio y lo resguardó de las miradas de los que todavía pudieran estar en la zona. Debería estar gritando, debería estar atacando al demonio, destrozando su cadáver con sus propias manos. Pero sólo un silencio pulsante le llenaba la cabeza.

Miró alrededor del parque, con pesadez y sin sentido, como si pudiera ver a Sabine ahí.

Hunt gimió y ella giró para verlo caer de cara al piso. La ángel de alas oscuras lo atrapó. Su cuerpo poderoso pudo sostener su peso sin esfuerzo.

—¡Traigan una medibruja ahora!

La sangre le brotaba del hombro. También del antebrazo. Sangre y una especie de baba plateada.

Ella sabía cómo quemaba esa sustancia, como fuego viviente.

Una cabeza de rizos negros pasó corriendo y Bryce parpadeó al ver a una joven voluptuosa con traje azul de medibruja que se quitó el bolso que traía cruzado al pecho y se arrodilló al lado de Hunt.

Él estaba doblado hacia adelante con una mano en su antebrazo y jadeando con fuerza. Sus alas grises estaban caídas y salpicadas de sangre transparente y de sangre roja.

La medibruja le preguntó algo, la insignia de escoba y campana de su brazo derecho brillaba bajo la luz azul de las pantallas. Sus manos morenas no titubearon al utilizar un par de pinzas para extraer algo que parecía un pequeño gusano de un frasco lleno de musgo húmedo y colocarlo en el antebrazo de Hunt.

Él hizo una mueca de dolor y enseñó los dientes.

—Está extrayendo el veneno —le explicó una voz femenina a Bryce.

La ángel de alas oscuras, Naomi. Señaló con un dedo tatuado a Hunt.

—Son sanguijuelas mithridate.

El cuerpo negro de la sanguijuela se hinchó de inmediato. La bruja puso otra en la herida del hombro de Hunt. Luego otra en su antebrazo.

Bryce no dijo nada.

Hunt estaba pálido, tenía los ojos cerrados, parecía concentrado en su respiración.

—Creo que el veneno anuló mi poder. En cuanto me mordió… —siseó por la agonía que avanzaba por su cuerpo—. No pude invocar mis relámpagos.

Cayó en cuenta de algo, eso explicaba muchas cosas. Por qué el kristallos había podido capturar a Micah, para empezar. Si le había tendido una emboscada al arcángel y le había dado una buena mordida, probablemente eso lo dejó sólo con su fuerza física. Micah tal vez nunca se dio cuenta de lo que había pasado. Probablemente pensaba que había sido la impresión o la rapidez del ataque. Tal vez la mordida también había anulado la fuerza sobrenatural de Danika y la Jauría de Diablos.

—Oye —Naomi le puso el brazo a Bryce en el hombro—. ¿Estás herida?

La medibruja retiró la sanguijuela comeveneno del hombro de Hunt, la volvió a colocar en el frasco de vidrio y sacó otra. Una luz pálida le envolvía las manos mientras valoraba las demás heridas de Hunt y luego empezó el proceso de sanarlas. No se molestó con los viales de luzprístina que brillaban en su bolso, el curatodo para muchos médicos. Como si prefiriera usar la magia de sus propias venas.

—Estoy bien.

El cuerpo de Hunt tal vez podría curarse solo, pero le hubiera tomado más tiempo. Con el veneno de las heridas, Bryce sabía demasiado bien que tal vez nunca sanaría del todo.

Naomi se pasó la mano por el cabello negro como tinta.

—Deberías dejar que la medibruja te revisara.

—No.

La ángel la miró fijamente.

—Si Hunt permite que la medibruja lo cure, entonces tú…

Un poder enorme y frío hizo erupción en el sitio, el jardín, toda la zona de la ciudad. Naomi volteó cuando Micah aterrizó. Reinó el silencio. Los vanir de todo tipo empezaron a retroceder cuando el arcángel avanzó hacia el demonio caído y Hunt.

Naomi era la única con suficientes agallas para acercarse a él.

—Yo estaba de guardia justo antes de que Hunt llegara y no había ninguna señal…

Micah pasó de largo con los ojos clavados en el demonio. La medibruja, había que reconocérselo, no dejó de atender a su paciente, pero Hunt logró levantar la cabeza para ver la interrogación en la mirada de Micah.

—Qué pasó.

—Emboscada —dijo Hunt con voz áspera.

Las alas blancas de Micah parecían brillar con su poder. Y a pesar del fuerte zumbido en la cabeza de Bryce, la distancia que sentía entre su cuerpo y lo que restaba de su alma, dio un paso al frente. Por ningún motivo permitiría que esto pusiera en peligro el trato de Micah con Hunt. Bryce dijo:

—Salió de las sombras.

El arcángel la recorrió con la mirada.

—¿A quién de ustedes atacó?

Bryce señaló a Hunt.

—A él.

—¿Y quién de ustedes lo mató?

Bryce empezó a repetir «él» pero Hunt la interrumpió:

—Fue un esfuerzo conjunto.

Bryce lo miró para indicarle que se callara la boca, pero Micah ya estaba viendo el cadáver del demonio. Lo tocó con la punta de la bota y frunció el ceño.

—No podemos permitir que la prensa se entere de esto —ordenó Micah—. Ni los demás que vienen para la Cumbre.

La parte implícita de esas palabras quedó flotando en el aire. Sandriel no debe enterarse de una sola palabra.

—Lo mantendremos fuera de los periódicos —prometió Naomi.

Pero Micah movió la cabeza con un gesto de negación y extendió una mano.

Antes de que Bryce pudiera siquiera parpadear, una flama blanca estalló alrededor del demonio y su cabeza. En cuestión de un segundo, no era nada más que cenizas.

Hunt se sorprendió.

—Necesitábamos examinarlo para buscar evidencias…

—Nada de prensa —dijo Micah y luego se dirigió a un grupo de comandantes ángeles.

La medibruja empezó a retirar sus sanguijuelas y a vendar a Hunt. Cada una de las tiras de seda estaba empapada de su poder, que haría que la piel y el músculo se volvieran a entretejer y evitaría una infección. Se disolverían cuando las heridas sanaran, como si nunca hubieran existido.

El montón de cenizas seguía ahí, era irónico lo suaves que parecían considerando el verdadero terror que había causado el kristallos. ¿Este demonio habría sido el que mató a Danika o uno de los miles que esperaban al otro lado de la Fisura Septentrional?

¿El Cuerno estaría aquí, en este parque? ¿Ella, de alguna manera, se había acercado a él? O tal vez, quien fuera que lo estuviera buscando —¿Sabine?— había enviado al kristallos como otro mensaje. No estaban cerca de Moonwood, pero Sabine patrullaba toda la ciudad.

Bryce todavía sentía el golpe de la pistola en las palmas de las manos, su retroceso todavía vibraba en sus huesos.

La medibruja se quitó los guantes ensangrentados. Un tronido de relámpagos en los nudillos de Hunt demostró que su poder estaba regresando.

—Gracias —le dijo a la bruja que hizo un ademán para desestimar su trabajo.

En cuestión de unos segundos, ella ya había empacado las sanguijuelas hinchadas de veneno en sus frascos y desapareció detrás de las magibarreras.

La mirada de Hunt se cruzó con la de Bryce. Las cenizas y los oficiales ocupados y guerreros a su alrededor se confundieron y se convirtieron en ruido blanco.

Naomi se acercó, su trenza se mecía a sus espaldas.

—¿Por qué los atacó?

—Todo el mundo quiere un bocado de mí —dijo Hunt para evadir la pregunta.

Naomi los miró a ambos de tal manera que Bryce supo que ella no les creía nada, pero se alejó para hablar con la mujer hada del Aux.

Hunt intentó ponerse de pie y Bryce se acercó para ofrecerle su mano. Él negó con la cabeza e hizo una mueca de dolor al apoyarse en la rodilla y ponerse de pie.

—Supongo que hicimos enojar Sabine —dijo—. Debe haber deducido que estamos tras ella. Esto fue una advertencia como el atentado del club o un intento fallido de solucionar un problema como hizo con la acólita y el guardia.

Ella no respondió. Un viento sopló a su alrededor y movió las cenizas.

—Bryce.

Hunt dio un paso hacia ella, tenía los ojos oscuros despejados a pesar de la lesión.

—No tiene sentido —susurró ella al fin—. Tú… lo matamos demasiado rápido.

Hunt no respondió y le dio el espacio que necesitaba para pensarlo, para decirlo.

Dijo:

—Danika era tan fuerte. Connor era fuerte. Cualquiera de ellos podría haber vencido a ese demonio y salir caminando. Pero toda la Jauría de Diablos estaba ahí esa noche. Aunque su veneno anulara algunos de sus poderes, toda la jauría hubiera podido…

Sintió que se le cerraba la garganta.

—Incluso Mic… —Hunt se dio cuenta y se detuvo. Miró en dirección al arcángel que seguía hablando con sus comandantes aparte—. Él tampoco salió caminando.

—Pero yo sí. Dos veces ya.

—Tal vez tiene alguna debilidad contra las hadas.

Ella sacudió la cabeza.

—No creo. Es que… no tiene sentido.

—Lo pensaremos mañana —Hunt asintió en dirección a Micah—. Creo que esta noche nos confirmó que es momento de compartirle nuestras sospechas sobre Sabine.

Ella iba a vomitar. Pero asintió.

Esperaron a que la mayoría de los comandantes de Micah se fueran a sus diversas tareas antes de acercarse. Hunt iba haciendo muecas de dolor con cada paso.

Hunt gruñó:

—Tenemos que hablar contigo.

Micah se cruzó de brazos. Y luego Hunt, con brevedad y eficiencia, le contó todo. Sobre el Cuerno, sobre Sabine, sobre sus sospechas. Sobre el Cuerno que quizás estaba en reparación, aunque todavía no sabían por qué ella quería o necesitaba abrir un portal a otro mundo.

Los ojos de Micah pasaron de molestos a furiosos a absolutamente glaciales.

Cuando Hunt terminó de hablar, el gobernador los vio a los dos.

—Necesitan más evidencias.

—Las conseguiremos —prometió Hunt.

Micah los miró, su rostro tan oscuro como el Foso.

—Búsquenme cuando tengan alguna evidencia concreta. O si encuentran ese Cuerno. Si alguien se está esforzando tanto para conseguirlo, entonces es muy probable que haya averiguado cómo repararlo. No quiero que esta ciudad corra peligro por una perra hambrienta de poder —Bryce podría haber jurado que las espinas en la frente de Hunt oscurecieron cuando vio al arcángel a los ojos—. No eches esto a perder, Athalar.

Sin decir otra palabra, batió sus alas y salió volando por los aires.

Hunt exhaló y miró el montón de cenizas.

—Idiota.

Bryce se frotó los brazos con las manos. El frío que empezaba a recorrer su cuerpo no tenía nada que ver con la noche primaveral. Ni con la tormenta que amenazaba con empezar en cualquier momento.

—Vamos —le dijo él suavemente y rotó su brazo lastimado para probar su fuerza—. Creo que puedo lograr volar de regreso a tu casa.

Ella miró al equipo ocupado, los metamorfos rastreadores que buscaban huellas entre los árboles antes de que la lluvia las borrara.

—¿No necesitamos responder preguntas?

Él le extendió una mano.

—Saben dónde encontrarnos.


Ruhn llegó al jardín nocturno momentos después de que su hermana y Athalar se habían ido, según Naomi Boreas, la capitana de la infantería de la 33ª. Esta ángel que no se andaba con rodeos le había dicho que los dos estaban bien y volteó para recibir un informe del capitán de unidad bajo su mando.

Lo único que quedaba del kristallos era una mancha quemada y unas cuantas gotas de sangre transparente derramada, como agua de lluvia sobre las piedras y el musgo.

Ruhn se acercó a una roca tallada al lado del sendero. Se sentó junto a ella y sacó el cuchillo de su bota para tocar la sangre extraña que permanecía en el musgo antiguo.

—Yo no haría eso.

Conocía bien esa voz serena, su cadencia tranquila y constante. Miró por encima de su hombro y vio a la medibruja de la clínica de pie detrás de él, llevaba el cabello rizado suelto alrededor de su rostro hermoso. Pero ella miraba la sangre.

—El veneno está en la saliva —dijo—, pero no sabemos qué otros horrores puede contener la sangre.

—No ha afectado el musgo —dijo él.

—Sí, pero este demonio fue criado para un propósito específico. Su sangre podría ser inofensiva para la vida no-consciente pero muy peligrosa para todo lo demás.

Ruhn se sorprendió.

—¿Reconociste al demonio?

La bruja parpadeó, como si la hubiera descubierto.

—Tuve tutores muy viejos, como te dije. Ellos exigieron que estudiara los textos antiguos.

Ruhn se puso de pie.

—Podríamos haberte utilizado hace años.

—Entonces no había terminado mi entrenamiento.

Una respuesta vaga. Ruhn frunció el ceño. La bruja dio un paso atrás.

—Estaba pensando, príncipe —dijo mientras seguía retrocediendo— en lo que me preguntaste. Investigué y sí hay una… investigación potencial. Tengo que salir de la ciudad unos días por un asunto personal, pero a mi regreso lo revisaré a fondo y te lo enviaré.

—¡Ruhn! —el grito de Flynn se escuchó en medio del caos del equipo de investigación.

Ruhn miró por encima del hombro para decirle a su amigo que esperara dos malditos segundos, pero el movimiento de la bruja le llamó la atención.

No había visto la escoba que había dejado junto al árbol, pero sin duda la vio ahora cuando ella salió volando hacia el cielo nocturno, su cabello parecía una cortina oscura detrás de ella.

—¿Quién era? —preguntó Flynn mirando a la bruja que desaparecía.

—No lo sé —dijo Ruhn en voz baja y se quedó viendo en su dirección hacia la noche.