François Hollande: ¿un nuevo Roosevelt para Europa?

8 de mayo de 2012

¿François Hollande será el equivalente de Roosevelt para Europa? La comparación puede generar una sonrisa. Sin embargo, vale la pena recordar que el peso de los acontecimientos y el peso de las ideas suelen hacer que los hombres políticos desempeñen roles que los superan. Cuando llegó a la presidencia en 1933, Roosevelt no sabía con exactitud qué política iba a llevar adelante. Pero sabía que la crisis de 1929 y las políticas de austeridad habían puesto a los Estados Unidos de rodillas, y que el sector público debía retomar el control de un capitalismo financiero que se había vuelto loco. Hoy, en 2012, cuatro años después del comienzo de la crisis financiera mundial de 2008, Hollande se encuentra exactamente en la misma situación. Cuando inició su campaña, no sabía que la cerraría proponiendo un impuesto del 75% sobre los ingresos que superasen el millón de euros. Pero llegó rápidamente a la misma conclusión que Roosevelt, a saber, que solo el arma fiscal permite detener la explosión inaudita de remuneraciones altísimas.

Evidentemente, la principal dificultad que tendrá que enfrentar Hollande es Europa. El punto central es que no saldremos realmente de la crisis actual si nos contentamos con algunos project bonds, es decir, obligaciones europeas que permitan financiar inversiones en energía e infraestructura. Una herramienta de este tipo es útil, pero no debe ocultar que la verdadera dificultad está en otra parte. Sin un compromiso claro que comprenda la mutualización de las deudas públicas europeas, la crisis volverá a comenzar una y otra vez. Una moneda única con 17 deudas públicas diferentes, sobre las que los mercados pueden especular libremente sin que los Estados puedan devaluar su moneda para disminuir la presión, no funciona. Un sistema así ya condujo a Grecia a la catástrofe, y terminará con el euro.

Debemos dejar de decir que no tiene sentido plantear esta cuestión porque Alemania se opondría a la mutualización de las deudas. Primero, siempre es preferible indicar con precisión la dirección final en la que se desea ir, aunque más no sea para comprometerse y lograr que un día este objetivo se realice. Después, y sobre todo, Alemania es mucho menos conservadora de lo que nos gusta pensar en Francia. La verdad es que varios responsables europeos —y no solo de izquierda, lejos de ello— esperan que el nuevo presidente francés realice propuestas audaces en esta dirección.

Guy Verhofstadt, presidente del grupo centrista en el Parlamento europeo, declaró recientemente que solo una mutualización de las deudas europeas permitiría reducir las tasas de interés durante un plazo considerable. Si la Reserva Federal estadounidense tuviera que elegir cada mañana entre la deuda de Wyoming y la de Texas, tendría muchos problemas para llevar adelante una política monetaria clara. Si el Banco Central Europeo se ve obligado a enfrentar una situación tan absurda como esa, nunca podrá desempeñar plenamente su rol al servicio de la estabilidad financiera. En este contexto, seguiremos fabricando bombas de tiempo, como la de prestar 1 billón de euros a los bancos privados con la esperanza de que estos les presten a los Estados, o la de prestar dinero al FMI para que este a su vez nos preste a nosotros…

Hay muchas propuestas sobre la mesa. Los «sabios» alemanes (el colegio de economistas que aconseja a la Cancillería), a quienes no se puede acusar precisamente de izquierdistas, propusieron en noviembre que toda deuda superior al 60% del PBI sea mutualizada a escala europea, incluida, claro, la deuda alemana. Otros piensan que lo más adecuado es poner las deudas públicas en común pero a corto plazo. Ahora bien, hay que decidir y avanzar.

Y, sobre todo, sacar las conclusiones que se imponen en términos de unión política. Joschka Fischer, exministro alemán de Asuntos Exteriores, propuso crear una nueva Cámara que reagrupe a diputados provenientes de las comisiones de Finanzas y de Asuntos Sociales de los países que deseen avanzar con el tema. Esta unión de Parlamentos nacionales podría manejar una agencia europea de la deuda, y fijaría los montos de los préstamos que se autoricen, resultado a su vez de una deliberación pública y democrática. Una Cámara de este tipo tendría la ventaja de ser más pequeña que el Parlamento Europeo y de reunir a aquellos que luego deberán asumir políticamente las consecuencias de sus decisiones en cada país afectado. Sería una manera original de encaminarse hacia unos Estados Unidos de Europa, a la altura de la construcción europea y basada en las soberanías nacionales.

En todos estos temas Europa espera mucho de François Hollande. Todo comienza ahora.