La elección presidencial en el pupitre

12 de marzo de 2007

¿François Bayrou[60] encarna la síntesis ideal entre derecha e izquierda deseada por los franceses, o se beneficia del vacío que lo rodea, del nihilismo de los electores frente a los grandes partidos? Para hacernos una idea, resulta útil mirar los programas de los diferentes candidatos en materia de educación, en principio el campo que el candidato centrista privilegia. Además, porque las diferencias entre los dos contendientes principales también es particularmente marcada en este tema.

Para Nicolas Sarkozy, la cuestión es simple: que todas las escuelas compitan entre sí permitirá elevar el nivel del sistema educativo. Basta con poner fin a la asignación de escuelas a los alumnos sobre la base del mapa escolar, suprimir las ZEP (zonas de educación prioritaria) y reemplazarlas «por nada». El simple juego de la competencia entre escuelas y colegios permitirá así aumentar la calidad de todos los establecimientos, cada uno de los cuales podrá desarrollar con libertad su proyecto pedagógico y encontrar su nicho en el mercado escolar.

En el otro extremo, Ségolène Royal se contenta con evocar una «revisión del mapa escolar para suprimir los guetos y asegurar la mixtura social». Sobre todo, propone realizar por primera vez en Francia una búsqueda orientada de los medios que favorezcan a las escuelas con mayores desventajas. Su pacto presidencial anuncia así que en los primeros dos grados de primaria de las ZEP habrá un límite de 17 alumnos por clase, contra los actuales 22 (y 23 fuera de ZEP), es decir, una reducción significativa de 5 alumnos por clase, y una multiplicación por 6 de la orientación específica de los recursos. Esta medida, que beneficiaría al conjunto de las escuelas clasificadas como ZEP (cerca de un 15%, es decir, más de 250 000 alumnos por año en los primeros dos grados), y no a una ínfima fracción (como en las experiencias realizadas hasta ahora), constituye la primera tentativa por dotar a las escuelas desfavorecidas de medios suplementarios reales.

Si se las confronta con las investigaciones más recientes en economía de la educación, estas visiones opuestas son desigualmente convincentes. En particular, todo hace pensar que las virtudes de la competencia en el ámbito de la educación primaria son limitadas. En el otro extremo, las investigaciones más recientes sugieren que una política de orientación específica de los recursos en beneficio de las escuelas desfavorecidas podría tener efectos tangibles. La reducción del número de alumnos por aula en primero y segundo grado a 17 en las ZEP permitiría reducir cerca del 45% de la desigualdad entre la educación en las ZEP y fuera de las ZEP, por ejemplo en los exámenes de matemáticas en el ingreso a tercero. Si considaremos que se trata de una medida que costaría menos de 700 millones de euros, el rendimiento parece excelente.

Ahora bien, ambas visiones antagónicas son coherentes y claras. Nos permiten formular preguntas concretas que todavía no se habían planteado en el debate francés. Poner el énfasis en la competencia educativa es legítimo y útil, incluso cuando los beneficios reales de una política de este tipo sean esperables ante todo en la educación superior. Incluir explícitamente el tema de la orientación de los recursos en las escuelas constituye una innovación importante y permite abrir una nueva etapa en el marco del viejo debate entre libertad y equidad que nos ocupa en Francia desde hace unos quince años, aun cuando este debate no esté cerrado.

Frente a estas dos visiones coherentes y antagonistas, ¿qué nos propone el programa del candidato centrista François Bayrou? Los objetivos anunciados son ambiciosos: se trata de «reducir a la mitad el fracaso escolar y multiplicar por dos los recorridos exitosos». Sin embargo, cuando nos detenemos en las propuestas concretas para lograr estos resultados, como mínimo nos quedamos con las ganas. Bayrou pone el acento en cuestiones de método (ninguna reforma educativa puede ser exitosa sin el apoyo de los maestros y las organizaciones representativas, etc.), pero no se pronuncia con claridad ni sobre la competencia escolar ni sobre las ZEP. En ese campo, al igual que en lo que respecta a la mayoría de las cuestiones económicas y sociales del momento, el candidato centrista adopta una postura «ni ni», en lugar de posicionarse como el representante de una nueva síntesis.