Impuesto a la fortuna: basta de mentiras de Estado

3 de mayo de 2011

Cuanto más grande, más desapercibida pasa. Al parecer, esta es la lógica del poder de turno. Primera mentira: durante tres años, de 2007 a 2010, Nicolas Sarkozy justificó su medida denominada «escudo fiscal» asegurando en todos los programas de televisión, delante de millones de franceses, que había una exención impositiva similar en Alemania, algo que en realidad no existía.

No fue suficiente: en 2010, el jefe de Estado anunció la supresión del escudo, pero inventó una segunda mentira: «Francia es el único país que tiene un impuesto al patrimonio». Es necesario pues suprimir o reducir de manera drástica el impuesto a la fortuna (ISF). Esta mentira pura y simple, repetida sin cesar en todos los medios, terminó por convencer a una parte de la opinión pública. Pero es mentira: en realidad, en todos los países hay impuestos al patrimonio de los hogares, sobre todo al patrimonio inmobiliario, bajo la forma de impuestos a la propiedad, mucho más contundentes que el ISF. En Francia, los hogares pagan cerca de 15 000 millones de euros de impuestos a la propiedad y 4000 millones de ISF. Si tuviéramos la fiscalidad estadounidense o británica, deberíamos pagar cerca de 25 000 millones de impuesto a la propiedad.

¿Tendríamos entonces un sistema fiscal mejor? No estoy seguro. A pesar de sus imperfecciones, el ISF es un impuesto a la vez más justo, más eficaz y mejor adaptado al siglo XXI que los viejos impuestos a la propiedad producto del siglo XIX. En primer lugar, porque trata de la misma manera las distintas formas de patrimonio, inmobiliario o financiero, lo que minimiza las distorsiones económicas. Hay muchos nichos que lo evaden, es cierto, pero sigue siendo mejor que dejar exento el 100% del patrimonio financiero, como hacen los impuestos a la propiedad.

Además, el ISF permite la deducción de deudas. Si usted posee un departamento de 1 millón de euros, pero además tiene un préstamo de 800 000 euros, entonces su patrimonio imponible es de 200 000 y no tendrá que pagar el ISF. En cambio, pagará el mismo impuesto a la propiedad que una persona que no tiene ningún préstamo.

Finalmente, el ISF se funda en valores de mercado, que tienen el mérito de ser los mismos para todos, mientras que los impuestos a la propiedad reposan en la mayor parte de los países en valores catastrales que casi nunca se actualizan, lo que genera desigualdades injustificables entre contribuyentes, según la comuna o el barrio en que vivan. Esta es la razón por la que Alemania y España suprimieron recientemente su viejo impuesto progresivo al patrimonio, que se basaba en valores catastrales por completo obsoletos. Desde el punto de vista de la historia y de la técnica fiscal, estos impuestos no tenían nada que ver con el ISF francés, creado en los años ochenta y noventa, en una época en la que se había comprendido, por un lado, que la inflación sobre el precio de los activos era una realidad que duraría y, por otro, que un impuesto sobre el patrimonio debía apoyarse en valores de mercado revisados cada año. Si acercáramos el impuesto a la propiedad al ISF ganaríamos mucho más que buscando suprimir este último por razones puramente ideológicas.

Llegamos así a la tercera mentira. El gobierno quiere dividir por más de tres las tasas de imposición para las fortunas más elevadas: la tasa de 1,8% aplicable cuando se superan los 17 millones de euros pasaría a 0,5%. ¿A quién quieren hacerle creer que no se trata de un regalo enorme para los más ricos? Según nuestras estimaciones, disponibles en www.revolution-fiscale.fr, los ingresos del ISF pasarían, con la reforma propuesta, de 4100 millones a 1800 millones de euros. De hecho, la pérdida sería incluso más importante (3000 millones), pues tendríamos que considerar los efectos de la modificación de la escala. Los casi 1900 hogares que superan los 17 millones declaran en promedio 35 millones de patrimonio imponible y verían su ISF bajar en promedio 370 000 euros (más o menos un 1% de su patrimonio). Según las estadísticas publicadas por el Ministerio de Economía, estos se benefician desde 2007 con un «escudo fiscal» promedio de 210 000 euros, que será suprimido. En total, la reforma en curso los haría ganar 160 000 euros suplementarios por hogar (y 370 000 euros en relación con la situación previa a 2007).

No creemos que nuestros cálculos sean perfectos. Pero al menos damos todos los detalles y los divulgamos en internet, justamente para que cada uno pueda verificarlos y mejorarlos con total transparencia. Este no es el caso de las cifras oficiales, que son en extremo confusas e incompletas (ningún detalle por franja de imposición, por ejemplo). El ministro François Baroin primero anunció que la recaudación del nuevo ISF ascendería a 2800 millones de euros (Le Monde, 22 de abril), para luego, algunos días después, dar una estimación de 2300 millones (Les Échos, 29 de abril). ¡Un pequeño esfuerzo más, y de aquí a una semana nuestra estimación de 1800 millones será oficialmente convalidada! En todo caso, ¿es razonable perder varios miles de millones de ingresos del ISF cuando las arcas están vacías, a los patrimonios nunca les ha ido tan bien y los ingresos se estancan? Esperemos al menos que el gobierno publique cifras claras y asuma su política. O, aún mejor, que deje por fin a los investigadores utilizar todos los archivos disponibles, de tal manera que el debate fiscal se funde en evaluaciones y no en mentiras.