Cuando el Ministerio de Economía manipula a la prensa
27 de septiembre de 2011
¿Entonces los ricos no pagan menos impuestos que los demás? En todo caso, eso anuncia con orgullo el diario Les Échos[35] en su edición del 19 de septiembre. La buena noticia es atribuida a un muy oportuno «estudio del Ministerio de Economía (Bercy)». Lamentablemente, el estudio es inhallable en su página web. Intrigado, quise contactar al periodista para obtener el estudio en cuestión. «Imposible», me respondió, «es una nota confidencial, prometí no transmitirla». Insistí y terminé por comprender que el estudio consta simplemente de algunas cifras poco claras, que no demuestran nada de lo que se anuncia en el artículo.
¿Qué afirma, pues, la nota de Bercy? Que en los últimos archivos fiscales disponibles, la tasa efectiva de imposición habría dejado de disminuir en la parte alta de la pirámide de ingresos. Para los 100 000 contribuyentes más ricos, la tasa de imposición, «definida como la relación entre impuesto al ingreso e ingreso imponible en la escala», se habría estabilizado en alrededor de un 30%, e incluso progresaría muy levemente (31,4% para los 10 000 más ricos, 32,5% para los 100 más ricos). El problema es que estas tasas supuestamente efectivas fueron calculadas sobre la base de porcentajes del ingreso imponible, y no del ingreso económico real. Pues bien, el pecado capital de nuestro sistema fiscal es precisamente que la ratio entre ingreso imponible e ingreso real disminuye brutalmente en el vértice de la pirámide de la distribución de los ingresos, ya que la mayor parte de los ingresos de patrimonio no paga impuestos. Concretamente, el impuesto al ingreso de los más ricos es tal vez del 30% de su ingreso imponible, pero esto representa menos del 15% de su ingreso real. Por una simple razón: la totalidad de los ingresos financieros (dividendos e intereses), sometidos a la escala progresiva del impuesto al ingreso e incluidos en el ingreso imponible, representan menos de 20 000 millones de euros, contra más de 40 000 millones si se incluyeran los ingresos sometidos a deducciones liberadoras y las plusvalías. Y más de 80 000 millones si se considerara el conjunto de los ingresos financieros sometidos a la contribución social generalizada (CSG, base tributaria dos veces inferior a las cuentas nacionales, pero que tiene de todos modos el mérito de ser cuatro veces más amplia que el ingreso financiero imponible en la escala). Todos los detalles están disponibles en internet en www.revolution-fiscal.fr[36];.
Si no se quiere corregir este camino, y uno se limita al estudio del ingreso imponible, tenemos pocas posibilidades de poner al día la regresividad de nuestro sistema fiscal. Que, además, no pudo más que empeorar con la reciente reducción del impuesto a la fortuna (ISF). Todo esto es poco serio desde el punto de vista metodológico. Y no es normal que una cortina de humo tan grosera haya pasado desapercibida para los periodistas de Les Échos.
Se imponen varias lecciones. Primero, promover un debate fiscal moderno y transparente no es para nada evidente si algunos periodistas eligen apoyarse en pequeñas notas confidenciales de este tipo, sin verificar nada ni hacer el más mínimo chequeo de la información. Con Camille Landais y Emmanuel Saez hicimos un gran esfuerzo para publicar en internet datos y programas extremadamente detallados que permiten clarificar el sistema fiscal francés. Con Facundo Alvaredo, Anthony Atkinson y decenas de otros investigadores hemos examinado también de manera sistemática los archivos fiscales de veintitrés países desde hace un siglo. Las cifras de este World Top Incomes Database, también disponible en internet, recogen las series internacionales más completas hoy en día sobre la evolución histórica de las desigualdades y son una referencia en todo el mundo.
No pretendemos que estos datos sean perfectos, y cada cual es libre de compartir o no las propuestas de reforma fiscal que hemos publicado allí. Sin embargo, tienen el mérito de ser accesibles, públicas y verificables en todos sus detalles, precisamente porque llegado el caso alguien podría mejorarlas. La precondición es que todo el mundo se someta al mismo esfuerzo de transparencia y de rigor. Y si la administración tiene nuevos archivos fiscales, que pueden resguardar el anonimato —lo cual no plantea ningún problema técnico—, debe hacerlos públicos para que los investigadores puedan utilizarlos a la luz del día.
Este asunto plantea también la cuestión más general del financiamiento y de la independencia de la prensa. En 2007, los periodistas de Les Échos intentaron, sin éxito, oponerse a la compra de su periódico por el grupo LVMH, de Bernard Arnault. Les preocupaban, con razón, las consecuencias para su independencia, y lanzaron una petición que fue firmada por un gran número de investigadores. Fue en vano: desde 2007, el primer diario económico francés es propiedad de la persona más rica de Francia, que además mantiene una íntima amistad con el presidente de la República. Ignoro si esto explica la línea cada vez más evidente de este periódico a favor de las tesis defendidas por el poder de turno. Hay días en que uno tiene la impresión de estar leyendo Le Figaro, propiedad de Serge Dassault, senador del partido gobernante (UMP), transformado casi en periodista oficial del gobierno. ¿O es que, lo que sería más hipócrita aún, los periodistas de Les Échos se contentan con adoptar los intereses financieros de sus lectores, que están cada vez más desconectados del común de los mortales? Como sea, esta evolución, deplorada por numerosos periodistas en el seno mismo de la prensa, es preocupante para la democracia.