Terminemos con el PBI, volvamos al ingreso nacional
6 de octubre de 2009
El Informe Stiglitz[27] sobre los nuevos indicadores económicos fue criticado por la falta de ideas innovadoras y sobre todo por sus recomendaciones, numerosas pero vagas. Sin embargo, incluye una propuesta concreta, aunque para nada novedosa, que merece ser apoyada. Hay que dejar de utilizar el PBI (producto bruto interno) y privilegiar el PNN (producto nacional neto).
El PNN, llamado habitualmente «ingreso nacional», muy usado en Francia hasta 1950, sigue siendo utilizado hoy en los países anglosajones. Siempre es posible calcularlo a partir de cuadros detallados de la contabilidad nacional, establecidos por el Instituto Nacional de Estadísticas (INSEE). Lamentablemente, nunca se lo destaca, ni en las publicaciones oficiales ni en el debate público. Es una pena, por una razón que puede resumirse de forma muy simple: al medir el conjunto de los ingresos realmente disponibles para los residentes de un país, el ingreso nacional coloca al hombre en el centro de la actividad económica, mientras que el PBI traduce en gran medida la obsesión productivista de la Edad de Oro del capitalismo.
El PBI es el reflejo de una época en la que se creía que la acumulación de mercancías industriales era un fin en sí mismo y que el crecimiento de la producción resolvería todo. Llegó la hora de retornar al ingreso nacional.
¿Cuáles son las diferencias entre el PBI y el ingreso nacional? La primera es que el PBI siempre es «bruto», en el sentido en que adiciona el conjunto de las producciones de bienes y servicios sin contar la depreciación del capital que permitió realizar estas producciones. En particular, el PBI no toma en cuenta el desgaste de la vivienda y los inmuebles, de los equipamientos y computadoras, etc. El INSEE realiza estimaciones minuciosas de esta depreciación, que son evidentemente imperfectas pero existen. En 2008, el total se estimó en 270 000 millones de euros para un PBI de 1,95 billones, de allí que producto interior neto fuera de 1,68 billones.
Tomar en cuenta esta depreciación permite, por ejemplo, constatar que las empresas francesas atraviesan una situación de ahorro negativo: distribuyen a sus accionistas más de lo que realmente tienen para distribuir, aunque lo que les resta no permite siquiera reemplazar el material usado.
Muchos países también comenzaron a integrar en sus estimaciones la depreciación del capital natural y los daños causados al ambiente natural en el proceso de producción. Estos esfuerzos deben continuar.
La segunda diferencia es que el PBI es «interior», en el sentido en que se busca medir las riquezas producidas dentro del territorio del país considerado sin preocuparse por su destino final, en particular sin tener en cuenta los flujos de beneficios entre países. Por ejemplo, un país cuya mayoría de empresas y de capital productivo es poseído por accionistas extranjeros podría muy bien tener un PBI alto, pero un ingreso nacional muy bajo una vez deducidos los beneficios que parten al extranjero.
En 2008, en Francia, esta corrección no representa ninguna diferencia: según el INSEE y el Banco Francés, los residentes franceses poseen a través de sus emplazamientos financieros, grosso modo, tanta riqueza en el resto del mundo como la que el resto del mundo tiene en Francia.
El ingreso nacional es pues casi idéntico al producto neto interno (1,69 billones de euros). Pero es distinto en muchos otros países, y no solo en los pobres, como lo demuestra el caso irlandés. Con una población de 62 millones, el PBI superó los 31 000 euros por habitante en 2008, mientras que el ingreso nacional es de tan solo 27 000 euros. Esta cifra sigue siendo superior al ingreso medio realmente percibido por los franceses, pues en el último caso incluye el valor de los bienes y servicios financiados por los impuestos (educación, salud, etc.), lo cual es legítimo. Sin embargo, se acercan: el ingreso nacional puede entonces contribuir a reducir la brecha entre estadística y percepción. Con la siguiente condición: que se publique también la distribución del ingreso nacional, y no exclusivamente los ingresos medios. Las últimas series que realizamos con Emmanuel Saez demuestran que la parte del ingreso nacional que va al 1% de los estadounidenses más ricos pasó de menos del 9% en 1976 a cerca del 24% en 2007, es decir, una transferencia de 15 puntos de ingreso nacional. Entre 1976 y 2007, el 58% del crecimiento norteamericano fue absorbido por el 1% de la población (esta cifra alcanza el 65% entre 2002 y 2007).
El concepto de ingreso nacional permite este tipo de descomposición social del crecimiento, de manera que no se trata de un mérito menor.