Royal-Delanoë, ¡urgente: un poco de contenido!
3 de junio de 2008
Digámoslo de entrada: el debate entre los precandidatos socialistas Ségolène Royal y Bertrand Delanoë no alcanzó, por el momento, el nivel que tenemos derecho a esperar. La discusión en torno al liberalismo se sitúa en un plano demasiado general para ser verdaderamente útil. Sí, la libertad económica es evidentemente inseparable de la libertad política y sí, es un valor en sí mismo. Pero las cosas serias solo comienzan cuando se acepta debatir políticas públicas concretas que permitan que cada uno pueda ser libre y dueño de su propio destino, que cada uno tenga realmente acceso a los derechos y las oportunidades más amplios posibles. Proclamarse liberal o antiliberal no alcanza para definir un proyecto político. La competencia que se anuncia es legítima; el período 2002-2007 ha mostrado hasta qué punto aplazar sin cesar la elección de los candidatos fue un camino seguro para el congelamiento intelectual y programático. Pero ahora urge que los candidatos salgan de las generalidades y les den contenido a sus proyectos.
Tres temas en especial merecen ser mencionados. La prioridad absoluta es la inversión masiva en capital humano y en la economía del conocimiento. El objetivo es tener los empleos más calificados del mundo, para que Francia saque el mayor provecho posible de la mundialización. No vamos a encontrar nuestro lugar ante la India y China agregando algunas horas suplementarias de trabajo. El problema es que hemos creado la ilusión de un consenso sobre esta cuestión, ¡pero en realidad no hacemos nada! Los países escandinavos invierten tres veces más que nosotros en sus estudiantes. Este retraso solo podrá ser superado si establecemos una prioridad presupuestaria y solo una. Para ser creíble en este tema, la izquierda debe demostrar la impostura del gobierno actual y desmenuzar sus presupuestos engañosos, para después comprometerse en la implementación de un plan de financiamiento preciso a diez años. Solo entonces la cuestión central de la autonomía de las universidades podrá plantearse correctamente. La libertad no funciona en la pobreza: «free to choose» (libre para elegir), declamaba Milton Friedman; «free to lose» (libre para perder), respondía la izquierda norteamericana.
El segundo tema prioritario es la reestructuración general del sistema previsional. A fuerza de solapamientos, el sistema se tornó incomprensible y enervante. Es necesario salir del parche permanente y repensar todo el sistema. Las soluciones existen. Los socialdemócratas suecos aplicaron un principio claro: a igual aporte, igual jubilación. Los derechos previsionales son contabilizados en una cuenta individual de aportes, que puede consultarse en todo momento por internet. La jubilación se vuelve finalmente patrimonio de aquellos que no tienen patrimonio. Si los individuos cambian de estatuto, no pierden nada. Hoy en día en Francia se pierden muchos años de aportes, por ejemplo en el caso de los asalariados que pasaron menos de quince años en la función pública. Este sistema es enemigo del movimiento y de la iniciativa.
El tercer punto prioritario es la revolución fiscal, que debe permitir reconciliar a los ciudadanos con el impuesto. También aquí es necesario partir de un principio simple de equidad y transparencia: a igual ingreso, igual impuesto. Pues bien, este principio mínimo ahora está minado por la multiplicación de nichos fiscales y por la complejidad de las escalas impositivas. Es necesario proceder a una reformulación del impuesto a las ganancias y de la contribución social generalizada (CSG), fusionándolos y reemplazándolos por un impuesto único progresivo retenido en la fuente, con escalas comprensibles expresadas en valor efectivo directamente aplicables a los ingresos, para que cada uno pueda comprender fácilmente quién paga qué (principio introducido por el Frente Popular en 1936 pero ¡suprimido por Vichy en 1942!). Este impuesto debería calcularse en forma individual y no para la pareja, pues de lo contrario perjudicaría el trabajo femenino. Y desconfiemos del falso consenso: en abstracto, todo el mundo está de acuerdo en modernizar los impuestos y suprimir los nichos fiscales. Pero en la práctica, el gobierno se dedica a crear nuevos. Es un juego de suma cero, pues la recuperación sobreviene a costa de los que no se benefician. Para salir de este círculo vicioso, los responsables políticos deben asumir compromisos firmes y precisos.
Estos tres puntos concretos tienen algo en común: apuntan a darle la posibilidad al ciudadano de reapropiarse de la cosa pública y, de este modo, de su propio destino.