119
Inevitablemente, el aristócrata se resiste a su deber final: hacerse a un lado y desaparecer en la historia.
Príncipe heredero RAPHAEL CORRINO
Según el anuncio público del emperador Shaddam, la pira funeraria sería la más impresionante que se había visto en el Imperio.
El cadáver de lady Anirul, envuelto en su manto de piel de ballena más hermoso y adornado con réplicas sin valor de sus joyas más costosas, yacía sobre un lecho de fragmentos de cristal verde, como dientes monstruosos mellados hechos de esmeraldas.
Shaddam se erguía delante de la pira, con la vista clavada en el océano de rostros. Una gran multitud se había congregado, llegada desde todos los rincones del Imperio, para dar su adiós definitivo a la esposa del gobernante. El emperador llevaba ropas de colores apagados para transmitir una atmósfera de esplendor controlado.
Fingió tristeza e inclinó la cabeza. Todas sus hijas se hallaban en la primera fila de la multitud, junto al féretro, llorosas y afligidas. La pequeña Rugi lloraba en todos los momentos pertinentes. Solo Irulan se mantenía seria y controlada.
Este espectáculo conmovería a todos los miembros del público, pero Shaddam no sentía pesar por la muerte de Anirul. Con el tiempo, su esposa le habría obligado a asesinarla.
Procuró no parecer derrotado, y dejó vagar su mente mientras los sacerdotes entonaban sus aburridos cánticos, leían la Biblia Católica Naranja y celebraban más rituales de los que Shaddam había visto durante su coronación o su matrimonio con la bruja Bene Gesserit, cuya lealtad fundamental no era para él. De todos modos, esta ceremonia era lo que esperaba el populacho, lo que disfrutaban a su perverso modo.
Y ahora, encadenado por las restricciones que le habían impuesto el hostil Landsraad, la Cofradía y la CHOAM, Shaddam no podía saltarse ni una norma. Tenía que ceñirse a las leyes. Tenía que comportarse. Estas cadenas le inmovilizarían durante años.
Las sanciones que debían imponerse a Shaddam habían sido debatidas calurosamente a puerta cerrada. Durante diez años, sus actividades serían sujetas a serias restricciones y controles, tal como prescribía la ley imperial. Durante ese tiempo, el Landsraad, la Cofradía Espacial y la CHOAM ejercerían una influencia mucho mayor sobre la política y los asuntos imperiales.
Deseó poder exiliar de nuevo a Fenring, castigarle por la debacle del amal. Pero después de las equivocaciones cometidas por el emperador, que, como el conde le había recordado, nunca se habrían producido si hubiera seguido los consejos de Fenring, Shaddam sabía que, si existía alguna esperanza de recobrar su poder, necesitaría la inteligencia de su amigo de la infancia. En cualquier caso, dejaría al conde en Arrakis un tiempo, para que aprendiera cuál era su lugar…
Por fin, los sacerdotes terminaron sus cánticos, y una cortina de silencio cayó sobre los reunidos. Rugi lloró de nuevo, y una niñera intentó calmarla.
El chambelán Ridondo y el Sumo Sacerdote esperaron, hasta que Shaddam comprendió que había llegado su turno de hablar. Había redactado una breve declaración, la cual había sido leída y aprobada de antemano por los magistrados del Landsraad, el presidente de la CHOAM y el Primer delegado de la Cofradía. Aunque las palabras eran inocuas, se le atragantaron, un insulto a su Majestad Imperial.
Habló con toda la tristeza que pudo fingir.
—Me han despojado de mi amada esposa Anirul. Su muerte prematura dejará para siempre una cicatriz en mi corazón, y solo confío en poder gobernar con compasión y benevolencia a partir de este momento, aun sin el sabio consejo y el generoso amor de mi dama.
Shaddam alzó la barbilla, y sus cansados ojos verdes destellaron con la ira imperial que había exhibido muchas veces.
—Mis equipos de investigación continúan examinando las pruebas concernientes a su muerte violenta. No descansaremos hasta que el culpable sea detenido, y descubierta la conspiración.
Fulminó con la mirada al mar de rostros afligidos, como si pudiera localizar al asesino entre ellos.
La verdad era que no quería investigar el crimen a fondo. El asesino y secuestrador se había volatilizado, y si no suponía ninguna amenaza al trono, a Shaddam no le interesaba demasiado la identidad del culpable. De hecho, le tranquilizaba que la entrometida bruja ya no pudiera interferir en sus decisiones diarias. Dejaría su trono vacío en su sitio durante unos cuantos meses, en señal de respeto, y luego ordenaría que lo retiraran y destruyeran.
La Cofradía y el Landsraad se sentirían satisfechos de que se ciñera al discurso aprobado. Terminó a toda prisa, en un esfuerzo por eliminar el regusto amargo de su boca.
—De momento, ay, no tenemos otro remedio que soportar nuestro dolor y seguir adelante, para conseguir que el Imperio sea un lugar mejor para todos.
A su lado, la Decidora de Verdad Gaius Helen Mohiam se erguía con la cabeza gacha. Daba la impresión de que Mohiam sabía más sobre el asesinato de Anirul que cualquiera, pero se negaba a divulgar sus secretos. No quería presionarla en exceso.
Dejó que la copia impresa del discurso revoloteara hasta el suelo, y dirigió un cabeceo al Sumo Sacerdote de Dur, vestido con un hábito verde, que en tiempos mejores había oficiado la coronación de Shaddam. Dos acólitas apuntaron con sus bastones láser, similares al que su hermanastro bastardo Tyros Reffa había utilizado para disparar sobre él durante la representación teatral.
Rayos de energía alcanzaron los fragmentos de cristal esmeralda, y activaron los fuegos de ionización controlada que contenían. Se elevó una columna de llamas incandescentes. Humo perfumado surgió de las rejas que rodeaban la pira, hasta fundir las facciones céreas y calmas de la muerta. El calor provocó que todo el mundo se protegiera los ojos.
La hoguera siguió ardiendo hasta que los láseres se atenuaron y las luces moduladas se apagaron. Solo quedaron cristales siseantes y chisporroteantes, y una fina película de cenizas blancas en forma de cuerpo.
Mohiam, que prestaba escasa atención al emperador, contempló la cremación de lady Anirul, que había guiado en secreto el programa de reproducción a largo plazo en sus etapas finales. La infortunada muerte de la madre Kwisatz en la última generación del plan de la Hermandad, dejaba a Mohiam como protectora de Jessica y su hijo.
La reverenda madre estaba preocupada por la actitud desafiante y traicionera de su hija…, y por el secuestro del bebé y el asesinato de Anirul. Demasiadas cosas se torcían en un momento crítico del programa de reproducción.
De todos modos, el bebé estaba a salvo, y la genética no era una ciencia exacta. Existía una posibilidad. Tal vez este hijo del duque Atreides sería el Kwisatz Haderach.
O algo diferente por completo.