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Nos preparan para creer, no para saber.

Aforismo zensunni

Piter de Vries, ataviado con una chaqueta de mangas anchas propia de su condición de embajador, se deslizó furtivamente por detrás de la multitud congregada en la sala de audiencias imperial. Un mentat podía aprender muchas cosas de estas actividades.

Se fue abriendo paso sin llamar la atención, hasta que tuvo frente a él a la concubina embarazada del duque Leto, acompañada de Margot Fenring, la princesa Irulan y otras dos hermanas Bene Gesserit. Casi podía oler a la puta Atreides, veía la luz dorada que se reflejaba en su pelo broncíneo. Hermosa. Aún embarazada del cachorro de Leto, seguía siendo deseable. De Vries había utilizado sus credenciales diplomáticas para colocarse de manera que pudiera observar a Jessica y captar cualquier fragmento de conversación que le resultara útil para planificar la audaz acción que tenía pensada.

Shaddam IV estaba sentado en el Trono del León Dorado, y escuchaba al señor de la Casa Novebruns, el cual había solicitado de forma oficial que el feudo de Zanovar fuera transferido a sus dominios. Aunque los Sardaukar del emperador habían convertido las principales ciudades de Zanovar en cicatrices ennegrecidas, lord Novebruns creía que podía extraer materiales en bruto de la zona. Para apoyar su petición, el noble sobrestimaba en gran medida los impuestos que sus nuevos ingresos depararían a la Casa Corrino.

A la Casa Taligari no se le había permitido ni enviar un emisario a la reunión.

De Vries lo encontraba todo muy divertido.

A la izquierda de Shaddam, el trono mucho más pequeño de lady Anirul seguía vacío. El chambelán Ridondo había dado la habitual excusa de que la esposa del emperador estaba indispuesta. Un eufemismo, y toda la corte lo sabía. Según los rumores, se había vuelto loca.

Eso le parecía a Piter de Vries todavía más divertido.

Si lady Anirul había sufrido una crisis nerviosa, si padecía accesos de violencia, resultaría muy eficaz (sin que nadie pudiera acusar a la Casa Harkonnen) que el mentat pervertido pudiera convencerla de atacar a la puta Atreides…

Desde hacía meses, tras el lamentable fallecimiento de su predecesor, Kalo Whylls, De Vries había ejercido las funciones de embajador provisional Harkonnen. Durante ese tiempo había acechado en las sombras del palacio, sin hablar casi con nadie, procurando pasar desapercibido. Observaba día tras día las actividades de la corte y analizaba las interacciones de las diferentes personalidades.

Era muy peculiar que Jessica siempre estuviera rodeada de otras hermanas, como gallinas cluecas, lo cual era absurdo. ¿Qué estaban tramando? ¿Por qué la protegían hasta tal punto?

No sería fácil deshacerse de ella ni del bebé del duque. Prefería acabar con Jessica antes de que diera a luz, para así matar dos pájaros de un tiro, pero hasta el momento no había gozado de la menor oportunidad. Además, el mentat no tenía la intención de sacrificar su vida por el barón. Su lealtad no llegaba a tanto.

De Vries miró por encima del hombro de un cortesano que tenía delante, y vio a Gaius Helen Mohiam, que ocupaba su lugar habitual a un lado del emperador, dispuesta a cumplir sus deberes de Decidora de Verdad cuando fuera requerida.

Aun desde lejos, pese a la gente y las actividades que se interponían entre ellos, Mohiam le fulminó con la mirada. Muchos años antes, De Vries había utilizado un aturdidor para que el barón pudiera dejarla embarazada de la hija que la Bene Gesserit le había exigido. El mentat se lo había pasado en grande, y no le cabía duda de que Mohiam le mataría si tenía ocasión.

De repente, sintió otros ojos clavados en él, y vio que otras brujas se movían en su dirección. Retrocedió entre la multitud y se alejó de Jessica.

Como todas las Decidoras de Verdad, Gaius Helen Mohiam consideraba que los intereses de la Bene Gesserit estaban por encima de todos los demás, incluidos los del emperador. Ahora, la principal prioridad de la Hermandad consistía en proteger a Jessica y a su hija.

La presencia furtiva del mentat Harkonnen preocupó sobremanera a Mohiam. ¿Por qué se interesaba tanto Piter de Vries en Jessica? Era evidente que la espiaba, siempre acechando. Era un momento muy delicado, pues el día del parto se acercaba…

Mohiam decidió dar otro paso para pillar desprevenido al mentat. Reprimió una sonrisa e hizo una seña a una hermana apostada al fondo de la sala de audiencias, la cual susurró a su vez en el oído de un guardia Sardaukar. Mohiam podía utilizar un oscuro precedente legal que aún constaba en los libros. Un verdadero mentat lo sabría de memoria, pero de Vries no era un verdadero mentat. Había sido creado, y pervertido, en los tanques tleilaxu.

El soldado se internó entre la multitud, mientras lord Novebruns continuaba explicando sus proyectos al emperador. El guardia agarró a De Vries por el cuello de la chaqueta cuando intentó retirarse hacia el fondo de la estancia. Tres guardias acudieron en su ayuda, y acallaron las protestas del mentat mientras le arrastraban hacia una entrada lateral. La escaramuza duró apenas unos momentos, pero casi nadie se dio cuenta. En su trono, el emperador parecía muy aburrido.

Mohiam accedió al pasillo a través de un gabinete.

—He solicitado una revisión en profundidad de vuestras credenciales diplomáticas, Piter de Vries. Hasta que no haya concluido la investigación, se os prohibirá entrar en la sala de audiencias cuando el emperador Padishah esté hablando de asuntos de estado.

De Vries se quedó petrificado. Su rostro enjuto adoptó una expresión de incredulidad.

—Eso es ridículo. Soy el embajador oficial de la Casa Harkonnen. Si no se me permite estar en presencia del emperador, ¿cómo voy a cumplir los deberes que el barón me ha encargado?

Mohiam se acercó más al hombre y entornó los ojos.

—Es muy poco frecuente que un mentat sea nombrado embajador.

De Vries la miró, mientras analizaba lo que en su opinión era un simple juego de poder.

—Sin embargo, la documentación oficial se ha tramitado y aprobado. Kalo Whylls fue cesado y el barón me ordenó que ocupara su lugar.

Intentó alisar sus ropas.

—Si vuestro predecesor fue «cesado», ¿cómo es que no se presentó la documentación del viaje? ¿Cómo es que Whylls jamás firmó la aceptación de su cese?

De Vries sonrió con sus labios manchados.

—¿Os dais cuenta de su incompetencia? No me extraña que el barón quisiera nombrar a una persona de más confianza para un puesto tan importante.

Mohiam hizo un gesto a los guardias.

—Hasta que este asunto no haya sido investigado a plena satisfacción, este hombre no puede aparecer en la sala de audiencias, ni en presencia del emperador Shaddam. —Dedicó un cabeceo condescendiente al mentat—. Por desgracia, los trámites pueden prolongarse durante meses.

Los guardias miraron a De Vries como si constituyera una amenaza. A una orden de Mohiam, dejaron a los dos solos en el pasillo.

—Siento la tentación de mataros —le espetó Mohiam—. Haced una proyección, mentat. Sin vuestro aturdidor oculto, no tenéis la menor posibilidad contra mis habilidades guerreras.

De Vries puso los ojos en blanco.

—¿Se supone que esas bravatas de colegiala han de impresionarme?

Mohiam fue directa al grano.

—Quiero saber por qué estáis en Kaitain, y por qué estáis siempre al acecho de lady Jessica.

—Es una mujer muy atractiva. Me fijo en todas las bellezas de la corte.

—Vuestro interés por ella es excesivo.

—Y vuestros juegos muy aburridos, bruja. Estoy en Kaitain para atender a asuntos importantes del barón Vladimir Harkonnen, como su legítimo emisario.

Mohiam no le creyó ni por un momento, pero el hombre había esquivado la pregunta sin decir ninguna mentira descarada.

—¿Cómo es que no habéis presentado peticiones, ni asistido a las reuniones del comité? Yo diría que como embajador valéis muy poco.

—Y yo diría que la Decidora de Verdad del emperador debería tener cosas más importantes que hacer que controlar las idas y venidas de un humilde representante del Landsraad. —De Vries se examinó las uñas de los dedos—. Pero tenéis razón: tengo responsabilidades vitales. Gracias por recordármelo.

Mohiam detectó sutilezas en su lenguaje corporal que demostraban su doblez. Le dirigió una mirada desdeñosa cuando el hombre se alejó con excesiva rapidez. Estaba convencida de que se proponía hacer daño a Jessica, y tal vez a la niña. No obstante, Mohiam le había puesto en guardia. Confiaba en que De Vries no cometería ninguna locura.

Si desoía su advertencia, empero, estaría muy satisfecha de tener una excusa para eliminarle.

Cuando estuvo fuera del alcance de la vista de la bruja, De Vries se quitó la chaqueta desgarrada y la arrojó a un criado que pasaba, vestido con bata y pantalones blancos. Cuando el hombre se agachó para recoger la prenda, el mentat le dio una patada en la nuca, lo bastante fuerte para dejarle inconsciente sin matarle. Había que mantenerse en forma.

Recuperó su chaqueta del suelo, para no dejar pistas, y se encaminó hacia su despacho. ¿Por qué, por qué consideraban las brujas a Jessica tan especial? ¿Por qué la esposa del emperador había llamado a la concubina de Leto a la corte imperial, solo para que pariera a un mocoso?

Los hechos encajaron en su mente. La propia Mohiam había oficiado de receptáculo cuando, veinte años antes, las brujas habían chantajeado a la Casa Harkonnen para que les diera una hija. El barón la había violado, con sumo placer. Piter de Vries había estado presente.

Esta hija tendría la misma edad de Jessica.

De Vries se detuvo ante la puerta de su despacho. Su mente se concentró en un análisis de primera aproximación. Se apoyó contra una pared de piedra.

Analizó las facciones de Jessica, en busca de los ecos más tenues de parentesco. Una gran cantidad de información le asaltó. El mentat pervertido cayó al suelo, con la espalda contra la pared, y efectuó una extraordinaria asociación en su mente:

¡Lady Jessica es la hija del barón! ¡Y Mohiam es su madre biológica!

Salió del trance y observó que un ayudante se acercaba con aspecto de preocupación, pero se puso en pie e indicó con un ademán que le dejara en paz. Entró dando tumbos en su despacho, pasó entre sus secretarias sin decir palabra y desapareció en la habitación principal. Su cerebro continuaba zumbando, analizando una probabilidad tras otra.

El emperador Shaddam practicaba sus juegos políticos particulares, pero no veía las intrigas que se desarrollaban ante sus propios ojos. Con una sonrisa satisfecha, el mentat comprendió que la nueva teoría podía convertirse en un arma extraordinaria. Pero ¿cuál era la mejor forma de utilizarla?