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Afirma tus principios con agresividad.

SHADDAM CORRINO IV, Infundiendo vigor al nuevo Imperio

De todos los deberes de estado que el emperador Shaddam tenía que soportar, las ejecuciones eran el menos desagradable, al menos en su estado de ánimo actual.

En el centro de la plaza de las Peticiones, estaba sentado en su trono incrustado de joyas, tan elevado que parecía un sacerdote posado sobre un zigurat ceremonial. El sol brillaba en el cielo azul, un tiempo perfecto para el emperador, días soleados para todo el Imperio.

La siguiente víctima fue arrastrada cubierta de cadenas hasta la base de un cubo negro de granito rugoso, junto a varios cadáveres. Los guardias del emperador habían empleado diversos métodos de ejecución: garrote vil, decapitación con láser, acuchillamiento de precisión, desmembración, destripación, y hasta un puño envuelto en un guante de púas que se hundía bajo las costillas para arrancar un corazón palpitante. A cada muerte, el gentío aplaudía, como era de rigor.

Guardias uniformados flanqueaban los peldaños del estrado. El emperador había querido apostar todo un regimiento alrededor de la plaza, pero al final no se había decidido. Incluso después del audaz intento de asesinato de Tyros Reffa, no deseaba demostrar el menor nerviosismo. Shaddam IV no necesitaba más que una guardia de honor y escudos centelleantes alrededor de su trono.

Soy el emperador legítimo, y mi pueblo me ama.

Lady Anirul estaba sentada a su izquierda en una silla de respaldo alto, sobre un peldaño más bajo, una posición claramente inferior. Había insistido en que la vieran con su marido, pero él había descubierto cómo dar al traste con sus intenciones, colocando las sillas de modo que subrayaran la escasa importancia de su esposa en el orden imperial. Ella se había dado cuenta, pero no protestaba.

Como símbolo mortífero del estado, Shaddam sostenía el bastón coronado con el globo de luz de múltiples facetas, la misma arma asesina que Reffa había empleado durante la obra. Los especialistas de armamento del emperador se habían quedado muy intrigados por el ingenioso artefacto. Su gente había recargado la fuente de energía, y tenía la intención de utilizarlo para ver el efecto que causaba.

Mientras Shaddam estudiaba su nuevo juguete, el siguiente delincuente fue ejecutado por un soldado. El emperador alzó la vista justo cuando la víctima se desplomaba sobre el suelo de piedra. Frunció el ceño, decepcionado, y se reprendió por no prestar más atención. A juzgar por la sangre que manaba de la garganta del hombre, Shaddam supuso que le habían cortado la laringe y la tráquea, una especialidad Sardaukar.

La multitud se impacientó, presintiendo que se avecinaba algo más interesante. Ya habían presenciado veintiocho ejecuciones en cuatro horas. Algunos actores de la compañía teatral Jongleur habían demostrado su talento con súplicas de compasión y alegaciones de inocencia. De hecho, les había creído, pero daba igual. Había sido un espléndido drama, antes de que los Sardaukar acabaran con ellos con métodos diabólicos.

Durante las últimas semanas, después de la conmoción provocada por el ataque de Reffa contra el palco imperial, Shaddam había aprovechado su oportunidad. Había ordenado la detención de cinco políticos enemigos, ministros y embajadores poco colaboradores que habían traído noticias desagradables, o no habían convencido a sus líderes de que se plegaran a los edictos imperiales, y les había implicado a todos en la conspiración para asesinarle.

Hasimir Fenring habría admirado las complejidades de los planes de Shaddam, las retorcidas maquinaciones políticas. Pero el conde se hallaba en Ix, preparando los detalles de la producción a gran escala y distribución del amal. Fenring había insistido en participar en la prueba definitiva, con el fin de comprobar que los efectos de la sustancia artificial eran idénticos a los de la melange auténtica. Shaddam prestaba escasa atención a los detalles, solo se preocupaba de los resultados. Hasta el momento, todo parecía ir sobre ruedas.

En su opinión, había aprendido a tomar decisiones sin la colaboración, o la intromisión, de Fenring.

Al recordar que, años antes, el vizconde Moritani había hecho caso omiso de la orden imperial de hacer las paces con Ecaz, Shaddam había añadido el embajador grumman a la lista de criminales condenados (para sorpresa del embajador). Había sido fácil falsificar pruebas «concluyentes», y todo acabó antes de que la Casa Moritani pudiera protestar.

Sería difícil domeñar la destructiva influencia del vizconde, pese a las tropas de pacificación Sardaukar que el emperador había apostado en Grumman para atajar la inminente disputa con la Casa Ecaz. El vizconde aún se rebelaba de vez en cuando, pero tal vez este mensaje le contendría un tiempo más.

Un par de Sardaukar condujeron al embajador grumman hasta el centro de la plaza. El prisionero llevaba los brazos atados a la espalda, y le habían inmovilizado las rodillas para que no las pudiera doblar. El condenado pronunció su último discurso ante el cubo negro de granito, muy poco inspirado, pensó Shaddam. El emperador, impaciente, alzó una mano, y un soldado abrió fuego con un fusil láser, que partió el cuerpo en dos desde la ingle hasta la coronilla.

Shaddam, complacido hasta el momento con la siniestra diversión, se reclinó en el trono, a la espera del espectáculo más importante del día. El rumor procedente de la muchedumbre se intensificó.

Como emperador Padishah, el «sha de todos los shas», esperaba que le trataran como a un líder reverenciado. Su palabra era ley, pero cuando sorpresas como Tyros Reffa se interponían en su camino, no se tranquilizaba con facilidad. Había llegado el momento de apretar más los tornillos, para dar ejemplo.

Shaddam giró el bastón para que la luz del sol se reflejara en el globo luminoso facetado. Golpeó con el extremo inferior el peldaño de delante. Lady Anirul no se inmutó, con la vista clavada en el frente como perdida en sus pensamientos.

El público vio que el Supremo Bashar Zum Garon entraba en la plaza con Tyros Reffa, el hombre que afirmaba ser hijo de Elrood. Dentro de unos momentos, ese problema también estaría solucionado.

Lady Anirul habló desde su silla con un susurro, de forma que sus palabras llegaran a Shaddam sin necesidad de alzar la voz.

—Esposo, niegas que este hombre es tu hermanastro, pero su afirmación ha sido oída por mucha gente. Ha sembrado semillas de duda, y corren murmullos de descontento.

Shaddam frunció el ceño.

—Nadie le creerá, si yo les digo que su afirmación es falsa.

Anirul miró al emperador con expresión escéptica.

—Si su afirmación es falsa, ¿por qué te niegas a llevar a cabo pruebas genéticas? El populacho dirá que has asesinado a alguien de tu propia sangre.

No será la primera vez, pensó Shaddam.

—Que hablen, les escucharemos con atención. No tardaremos mucho en silenciar las voces disidentes.

Anirul no hizo más comentarios. Se volvió y vio que conducían a Reffa hacia el bloque de granito. Su cuerpo musculoso se movía con rigidez. Le habían cortado al cero su abundante cabello.

Obligaron a Reffa a detenerse cerca de los cuerpos de las demás víctimas, a todas se les había concedido la oportunidad de pronunciar sus últimas palabras. No obstante, Shaddam se había encargado de que su supuesto hermanastro no gozara de tal privilegio. Los médicos de la corte le habían cosido los labios. Aunque movía la mandíbula, Reffa no podía articular palabras, únicamente unos lastimeros sonidos similares a maullidos. Sus ojos destellaban de furia.

Con una expresión de supremo desdén, el emperador se puso en pie y ordenó con un gesto que desconectaran los escudos que protegían su trono. Sostenía el cetro ante él.

—Tyros Reffa, impostor y asesino, tu crimen es peor que cualquiera.

Amplificadores ocultos en el medallón que colgaba de su cuello potenciaban su voz resonante.

Reffa se revolvió, chilló por dentro, pero no tenía boca. Dio la impresión de que la piel rojiza de sus labios enmudecidos iba a desgarrarse.

—Debido a la audacia de tu afirmación, te concedemos un honor que no mereces. —Shaddam extrajo la fuente de energía y la insertó en el hueco del bastón. La energía ascendió hacia el extremo e iluminó el globo de luz facetado—. Me encargaré de ti personalmente.

Un rayo púrpura alcanzó a Reffa en el pecho, desintegró su torso y dejó un enorme hueco sanguinolento. Shaddam, con la mandíbula apretada en un rictus de ira imperial, bajó el bastón para que el rayo continuara quemando el cuerpo, incluso después de que cayera al pie del granito negro.

—¡Cuando nos desafías, hablas contra todo el Imperio! Por lo tanto, todo el Imperio ha de contemplar las consecuencias de tu locura.

El rayo se apagó cuando la fuente de energía del bastón se agotó. El emperador indicó con un ademán a sus Sardaukar que continuaran. Dispararon sobre el cadáver al mismo tiempo, hasta incinerar el cuerpo del hijo bastardo de Elrood. Los rayos láser desintegraron el tejido orgánico y el hueso, y solo quedó una mancha de cenizas negras que el viento dispersó.

Shaddam permaneció imperturbable, aunque estaba encantado por dentro. Todas las pruebas habían sido eliminadas. Nadie podría demostrar el vínculo genético de Reffa con Elrood y Shaddam. El problema estaba solucionado. Por completo.

Adiós, hermano.

El hombre más poderoso del universo levantó las manos para hacerse con la atención del público.

—¡Esto es un motivo de celebración! Decretamos un día de fiesta en todo el Imperio.

Shaddam, de mucho mejor humor, tomó el brazo de su esposa y bajó de la plataforma. Filas interminables de soldados Sardaukar les escoltaron hasta el interior del palacio imperial.