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El poder es la más inestable de todas las consecuciones humanas. La fe y el poder se excluyen mutuamente.

Axioma Bene Gesserit

Hidar Fen Ajidica, cargado con una bolsa negra de gran tamaño, pasó a toda prisa ante dos guardias Sardaukar. Los soldados imperiales se pusieron firmes y apenas parpadearon cuando el investigador jefe se alejó, como si no hubieran reparado en él.

Ahora que había aprendido a aumentar drásticamente la producción de ajidamal, Ajidica consumía con regularidad enormes dosis de la especia sintética. Vivía en un agradable estado de hiper-conciencia. Su intuición era más aguzada que nunca. La droga superaba todas las expectativas. El ajidamal no era solo un sustituto de la melange. Era mejor que la melange.

Con su conciencia optimizada, Ajidica reparó en un diminuto reptil que se deslizaba sobre la pared rocosa. Draco volans, uno de los lagartos llamados «dragones voladores» que habían penetrado desde la superficie después de la conquista tleilaxu. El animal desapareció de su vista con un centelleo de la piel escamosa.

Hormigas, escarabajos y cucarachas también habían encontrado la forma de introducirse en el mundo subterráneo. Ajidica había establecido una serie de procedimientos para evitar que los insectos invadieran sus laboratorios asépticos, pero sin éxito.

Ajidica, henchido de entusiasmo, atravesó la pálida luz anaranjada de un bioescáner y pasó al corazón de la base militar Sardaukar. Entró sin llamar en la oficina interior y se dejó caer en un pequeño perrosilla, con la bolsa sobre el regazo. Después de un inusual gemido de protesta, el sedentario animal se adaptó al cuerpo del investigador jefe. Ajidica entrecerró los ojos cuando una nueva descarga de droga impregnó su cerebro.

Un hombretón vestido con uniforme gris y negro, que estaba comiendo en su escritorio, alzó la vista. El comandante Cando Garon (hijo del Supremo Bashar del emperador, Zum Garon) comía con frecuencia solo. Aunque no había cumplido aún los cuarenta, Cando parecía mayor, pues su cabello castaño empezaba a encanecer en las sienes. Tenía la piel pálida, debido a los muchos años que llevaba destinado en las cavernas por orden del emperador. La misión secreta del joven Garon, custodiar los experimentos, llenaba de orgullo a su padre.

El comandante examinó a Ajidica y se metió en la boca una buena ración de arroz pundi con carne, procedente de las raciones Sardaukar.

—¿Habéis solicitado verme, investigador jefe? ¿Algún problema que mis hombres deban resolver?

—Ningún problema, comandante. De hecho, he venido a recompensaros. —El hombrecito se levantó del reticente perrosilla y dejó la bolsa sobre el escritorio—. El comportamiento de vuestros hombres ha sido ejemplar, y nuestros dilatados esfuerzos han dado fruto por fin. —Los cumplidos sabían raro en la boca de Ajidica—. Enviaré mis felicitaciones a vuestro padre, el Supremo Bashar. En el ínterin, no obstante, el emperador me ha permitido ofreceros una pequeña recompensa.

Sacó un paquete cerrado de la bolsa. Garon lo miró como si estuviera a punto de estallar en su cara. Lo olió, y percibió un inconfundible aroma a canela.

—¿Melange? —Garon extrajo varios paquetes de la bolsa—. Esto es excesivo para mi uso personal.

—¿Tal vez suficiente para compartirlo con vuestros hombres? Si lo deseáis, me encargaré de que vos y vuestros Sardaukar recibáis tanto como necesitéis.

El hombre miró sin pestañear a Ajidica.

—¿Me estáis sobornando, señor?

—No pido nada a cambio, comandante. Ya conocéis nuestra misión aquí, convertir en realidad los planes del emperador. —Ajidica sonrió—. Esta sustancia procede de nuestros laboratorios, no de Arrakis. Nosotros la hemos fabricado, convertido la esencia líquida en forma sólida. Nuestros tanques de axlotl están funcionando a pleno rendimiento. Pronto, la especia correrá como el agua… para quien lo merezca. No solo para la Cofradía, la CHOAM o los inmensamente ricos.

Ajidica se apoderó de un paquete, lo abrió y engulló la muestra.

—De esta forma, os demostraré que la sustancia es pura.

—Jamás he dudado de vos, señor.

El comandante Garon abrió una de las muestras y olfateó con cautela el material quebradizo procesado del destilado líquido original. Lo tocó con la lengua, y después comió. Un estremecimiento recorrió sus nervios, y su piel pálida enrojeció. Era evidente que le apetecía más, pero se contuvo.

—Después de que haya sido analizado a conciencia, me encargaré de que sea distribuido equitativamente entre mis hombres.

Cuando Ajidica salió del complejo de oficinas, satisfecho, se preguntó si aquel joven comandante Sardaukar le sería de utilidad en el nuevo régimen. Era delicado confiar en un extranjero infiel, un powindah. De todos modos, a Ajidica le caía bien el sensato soldado, siempre que pudiera ser controlado. Control. Tal vez la especia artificial le permitiera alcanzarlo.

Satisfecho con sus grandiosas visiones, Ajidica entró en un coche cápsula. Pronto huiría a un planeta prometido en el que se haría fuerte, siempre que pudiera mantener a distancia al emperador y a Fenring, su perro de presa.

A la larga, tendría que enfrentarse al depuesto Shaddam, y a los corruptores tleilaxu que habían distorsionado la Suprema Creencia. Para retos tan vitales, Ajidica necesitaría sus propios guerreros santos, además de los leales espías y servidores Danzarines Rostro. Sí, tal vez estas legiones imperiales le fueran útiles…, una vez las convirtiera en adictas.