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La política es el arte de aparentar sinceridad y franqueza, al tiempo que se oculta todo lo posible.
La opinión Bene Gesserit sobre los estados
Desde su nombramiento como ministro imperial de la Especia, el conde Hasimir Fenring había pasado más tiempo a bordo de cruceros que nunca. Había dejado a Margot en Arrakeen aquella misma mañana, haciendo las maletas para pasar unas vacaciones en Kaitain. Consentía de buen grado que su hermosa esposa hiciera viajes de placer.
Pero Fenring tenía un trabajo importante que hacer, ocuparse de los negocios del emperador. En Ix, Hidar Fen Ajidica tendría que tenerlo todo terminado, preparado para la prueba más importante de todas.
Durante aquellos tediosos viajes, con todas las paradas y retrasos, Fenring no descuidaba sus artes asesinas. Tan solo unos momentos antes, en la sala de abluciones privada de la fragata, Fenring se había calzado guantes negros de caballero, cerrado con llave la puerta y estrangulado a uno de los irritantes vendedores wayku.
«Ocultar la hostilidad requiere una gran habilidad», había dicho un antiguo sabio. ¡Cuán ciertas eran sus palabras!
Fenring había dejado el cadáver en un lavabo cerrado, rodeado de sus mediocres y carísimos productos. Cuando otro usuario descubriera el cuerpo, sin duda se apoderaría de ellos e intentaría venderlos a algún pasajero desprevenido…
Calmadas sus frustraciones de momento, el conde descendió en una lanzadera hasta Ix, acompañado de algunos comerciantes y suministradores autorizados de recursos industriales. La pequeña nave aterrizó en el nuevo espaciopuerto de Xuttuh, fuertemente custodiado, un amplio saliente situado en el borde de un cañón.
De pie sobre las losas de un amarillo bilioso, Fenring percibió el olor inconfundible de muchos tleilaxu juntos. Meneó la cabeza, asqueada. La capacidad constructora de los hombrecillos era penosa, y abundaban las pruebas de su ineptitud. Un sistema de megafonía anunciaba la llegada y partida de las lanzaderas. Algunos forasteros, mucho más altos, entregaban suministros y regateaban con los gerentes. No había ningún Sardaukar a la vista.
Fenring se encaminó hacia las barreras de seguridad, apartó a codazos a dos amos tleilaxu, sin hacer caso de sus protestas, y después esquivó un charco de agua que caía del techo.
Después de teclear sus códigos de alto nivel y demostrar su identidad, enviaron de inmediato mensajeros al complejo de investigaciones. Fenring no se apresuró. Hidar Fen Ajidica no tendría tiempo de esconderlo todo.
Ya en los túneles de acceso, dedicó una amplia sonrisa a un oficial Sardaukar que corría hacia él, con su uniforme negro y gris de comandante desaliñado.
—No os esperábamos, conde Fenring.
El joven comandante de las legiones imperiales, Cando Garon, levantó un brazo como para saludar al ministro de la Especia. Sin embargo, Fenring aferró la gruesa mano del oficial y la sacudió con la mano enguantada que había utilizado para estrangular al buhonero.
—Nunca deberíais esperarme, comandante Garon, pero siempre deberíais estar preparado para recibirme, ¿ummm?
El soldado aceptó la leve reprimenda con elegancia y se volvió para acompañar al agente del emperador hasta las instalaciones de investigación.
—Por cierto, comandante, vuestro padre se encuentra bien. El Supremo Bashar está llevando a cabo el trabajo más importante de su carrera.
El joven Garon enarcó las cejas.
—¿De veras? Aquí estamos aislados, y rara vez recibo noticias de él.
—Sí, ummm, el emperador le mantiene ocupado destruyendo planetas. Zanovar ha sido su última obra. No queda ni un alma viviente.
Fenring esperaba alguna reacción, pero el joven comandante se limitó a asentir.
—Mi padre siempre es minucioso. Tal como ordena Shaddam. Haced el favor de darle recuerdos de mi parte cuando regreséis a Kaitain.
Un vehículo sobre raíles privado les condujo a través de la metrópoli subterránea.
—He venido para asistir a una nueva serie de pruebas. ¿El investigador jefe está preparado para empezar? Tenía que tomar ciertas, ummm, medidas.
Garon iba sentado muy tieso en su asiento.
—Tendremos que preguntarle. Hasta el momento, señor, la producción de especia sintética marcha muy bien. El investigador jefe parece muy entusiasmado y satisfecho. —Garon mantenía la vista clavada en el frente, y muy pocas veces miraba a su acompañante—. Con extrema generosidad, ha proporcionado muestras de especia sintética a mí y a mis hombres. Da la impresión de que es un éxito completo.
Esto sorprendió a Fenring. ¿Qué estaba haciendo Ajidica, probando amal con las legiones Sardaukar sin autorización?
—La sustancia aún no ha recibido la aprobación definitiva, comandante.
—No se han observado secuelas negativas, señor. —Estaba claro que el comandante Sardaukar no estaba dispuesto a rechazar posteriores suministros de la droga para él y sus hombres—. Ya he enviado un mensaje al emperador, y creo que está complacido con nuestros logros. El amal potencia en gran medida nuestro vigor y eficacia. Mis soldados están muy satisfechos.
—La satisfacción no está incluida en vuestra misión, ¿verdad, ummm?
Cuando el vehículo se detuvo en el complejo de investigaciones, un silencioso Garon le acompañó al interior, aunque Fenring lo había visitado muchas veces. Era como si hubieran ordenado al oficial Sardaukar que le vigilara.
Pero cuando Fenring entró en la oficina principal, se detuvo sorprendido. El comandante Cando Garon estaba al lado de un sonriente Ajidica. Fenring miró al hombre que le escoltaba: eran idénticos, hasta el último detalle.
—Garon, os presento a Garon —dijo el investigador jefe.
El oficial que había al lado de Ajidica se adelantó para estrechar la mano de su duplicado, pero el Sardaukar que había acompañado a Fenring (el verdadero Garon, sin duda), no quiso participar en la charada. Retrocedió para evitar todo contacto con el impostor.
—Un simple Danzarín Rostro. —Ajidica exhibió la dentadura cuando sonrió—. Podéis retiraros, comandante. Gracias por acompañar al conde Fenring.
El soldado se marchó, con el ceño fruncido.
Ajidica enlazó las manos, pero no invitó al conde a sentarse en el perrosilla que había junto al escritorio. De todos modos, Fenring tomó asiento, mientras miraba con suspicacia al falso Sardaukar.
—Hemos estado trabajando día y noche, conde Fenring, con tal de producir cantidades industriales de amal. Todas las dificultades se han solucionado, y la nueva sustancia funciona a las mil maravillas.
—Así que vos también consumís, ¿ummm? Y también habéis repartido a los Sardaukar del emperador. Habéis rebasado los límites de vuestra autoridad, investigador jefe.
—Es un privilegio de mi autoridad como jefe de las investigaciones sobre el amal —replicó Ajidica, con un brillo en los ojos—. El emperador me encargó la misión de desarrollar un sustituto de la melange perfecto. Lo cual no puede lograrse sin hacer pruebas.
—Pero no con los hombres del emperador.
—Están más despiertos que nunca. Más fuertes, más enérgicos. Debéis de conocer el viejo dicho, «las tropas felices son tropas leales». ¿Verdad, comandante Garon?
El replicante, sin hacer apenas ruido, adoptó la apariencia de Ajidica, pero vestido con un uniforme Sardaukar que le venía grande. Después, se metamorfoseó en el emperador Shaddam Corrino, con lo cual las prendas se ajustaron a su forma. El movimiento de músculos y piel era desconcertante, y el parecido asombroso. El cabello rojizo y los ojos verde oscuro eran perfectos, así como la expresión facial de desagrado apenas contenido. Hasta la voz del emperador, cuando anunció en tono autoritario:
—Llamad a mis Sardaukar. ¡Que maten a toda la gente del laboratorio!
A continuación, la nariz del emperador creció, hasta semejar una zanahoria de Poritrin. Mientras Ajidica sonreía a su creación, el Danzarín Rostro cambió de nuevo, y esta vez adoptó la forma de un cofrade mutado. Partes de su cuerpo deforme se tensaron y rasgaron las ropas.
—Conde Fenring, os presento a Zoal, el acompañante que pedisteis para una prueba de navegación de un crucero. Con él, podréis burlar la seguridad de la Cofradía Espacial en Empalme.
Fenring, fascinado y ansioso, dejó a un lado sus preocupaciones.
—¿Y este Danzarín Rostro tiene claro que yo estoy al mando de la misión? ¿Que mis órdenes no pueden ser discutidas?
—Zoal es muy inteligente y posee muchas aptitudes —dijo Ajidica—. No está adiestrado para matar, pero seguirá todas las demás instrucciones, sin la menor vacilación.
—¿Cuántos idiomas hablas? —preguntó Fenring.
—¿Cuántos deseáis, señor? —preguntó Zoal, con un acento que Fenring fue incapaz de identificar. ¿Tal vez el leve tono nasal de Buzzell?—. Asimilaré todo lo que necesitemos, pero tengo prohibido llevar armas.
—Así está programado en los Danzarines Rostro —añadió el jefe de investigaciones.
Fenring frunció el ceño, sin creerlo del todo.
—En tal caso, yo en persona me encargaré de la violencia, ¿ummm? —Contempló al ser artificial de arriba abajo, y después se volvió hacia el investigador jefe—. Parece que es justo lo que yo necesitaba. Hasta el momento, las pruebas son muy positivas, y el emperador arde en deseos de proceder. En cuanto comprobemos que los Navegantes pueden utilizar amal, nuestro sustituto de especia estará preparado para ser distribuido a lo largo y ancho del Imperio.
Ajidica tamborileó con los dedos sobre una mesa.
—Tal prueba es una pura formalidad, conde. El amal ya ha sido probado a mi entera satisfacción.
Secretos y más secretos. En privado, Ajidica había continuado experimentando visiones mesiánicas en las que conducía a inmensas fuerzas militares contra las Grandes Casas infieles.
Zoal tenía muchos hermanos, Danzarines Rostro que se cultivaban en tanques de axlotl, seres mutantes leales solo a él y a su grandioso plan secreto. Ya había enviado a más de cincuenta Danzarines Rostro a planetas inexplorados y establecido cabezas de playa para su futuro imperio. Algunas de estas naves habían atravesado los límites del universo conocido, con el fin de descubrir otras formas de diseminar la influencia de Ajidica. El proceso sería largo…
El conde Fenring empezó a describir su complicado plan para entrar en Empalme subrepticiamente. Zoal escuchaba, concentrado en los detalles. A Ajidica le daba igual.
El Danzarín Rostro tenía órdenes superiores. Cuando llegara el momento, sabría muy bien lo que debía hacer.