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Muchas criaturas tienen la forma externa del hombre, pero no te dejes engañar por las apariencias. No todas esas formas de vida pueden ser consideradas humanas.
Libro Azhar de la Bene Gesserit
Puesto que su tío el barón ya casi nunca le dejaba plena libertad para actuar, la Bestia Rabban decidió aprovechar la oportunidad que le daba y hacer una gran carnicería.
Estudió los rudimentarios e incompletos mapas de los alrededores de la Muralla Escudo. Gente miserable vivía en esas zonas, gente que, aprovechando la oscuridad de la noche, hurgaba y robaba a los Harkonnen. Como castigo por sus incursiones en las reservas de especia, el barón había encargado a su sobrino que arrasara tres aldeas. Rabban las escogió, no exactamente al azar, sino porque sus nombres no le gustaban: Licksand, Thinfare y Wormson.
Para él no había ninguna diferencia; los gritos de dolor siempre sonaban igual.
La primera aldea simplemente la bombardeó desde el aire. Con una escuadrilla de tópteros de ataque, sus hombres lanzaron sin piedad bombas incendiarias sobre viviendas, escuelas y mercados. Mucha gente murió en ese ataque, y los que seguían vivos corrían despavoridos, como furiosos insectos sobre una ardiente roca. Un hombre tuvo incluso la osadía de disparar a los tópteros con una vieja pistola maula; los hombres de Rabban utilizaron a los habitantes para hacer prácticas de tiro.
La devastación fue rápida y completa, pero Rabban no quedó del todo satisfecho. Decidió recrearse un poco más con las demás aldeas…
Solo en los cuarteles de la residencia de Carthag, horas antes de los ataques, Rabban había estado redactando una escueta proclama en la que explicaba que las aldeas y sus habitantes serían destruidos como represalia por los crímenes de los fremen. Orgulloso de su trabajo fue a enseñárselo a su tío, este frunció el ceño y rompió la nota; después escribió una proclama él mismo utilizando muchas de las palabras y frases de su sobrino.
Después de cada ataque, sembraban los humeantes restos de la aldea con la proclama del barón, impresa en papeles resistentes al fuego. Los fremen que acudirían como buitres a las ruinas para despojar de sus baratijas a los cadáveres, sabrían por qué el barón había ordenado el brutal castigo. Se sentirían culpables…
En la segunda aldea, Thinfare, Rabban utilizó fuerzas de tierra, que portaban escudos y armas de mano. Algunos de sus hombres se quedaron a las afueras, junto a cañones de llamas por si era necesaria una intervención rápida y fulminante, pero las tropas Harkonnen cayeron sobre los desventurados aldeanos matando a diestra y siniestra con espadas y dagas. La Bestia Rabban se unió a la matanza con una sonrisa de satisfacción.
En Giedi Prime, la gigantesca ciudad-prisión del barón, Rabban había entrenado a niños para convertirlos en víctimas de sus cacerías; seleccionaba a los más ingeniosos y valientes como sus presas personales en las salidas que organizaba en la aislada Forest Guard Station.
En realidad encontraba más satisfacción matando a adultos: eran más creativos y dramáticos cuando pedían clemencia. Los niños no tenían la suficiente imaginación para comprender el destino que les aguardaba, y pocas veces demostraban un terror tan real como sus mayores. Además, la mayoría de niños tenían una ingenua fe en Dios, la insólita creencia de que un protector los salvaría; seguían creyendo y rezando hasta el último instante.
Sin embargo, en la segunda aldea Rabban descubrió una nueva técnica con los niños que le producía un gran placer, era muy emotiva y satisfactoria. Disfrutaba viendo el suplicio en las caras de los padres mientras torturaba y asesinaba a los niños delante de ellos…
En la tercera aldea, Wormson, Rabban se dio cuenta de que podía aumentar el terror de sus víctimas si distribuía antes del ataque la proclama del barón. De esta forma, los prisioneros sabían exactamente lo que les esperaba.
En esos momentos, la Bestia Rabban se sentía orgulloso de ser un Harkonnen.