102
Todo el mundo es un enemigo en potencia, y todo lugar un campo de batalla en potencia.
Sabiduría zensunni
Llegó otro espasmo. Las contracciones se hicieron más dolorosas y potentes.
Jessica tuvo que hacer acopio de todo su adiestramiento Bene Gesserit para controlar su cuerpo, concentrarse en sus músculos y guiar al niño por el canal del parto. Ya no le importaba la decepción de Mohiam, ni que este niño inesperado arrojara al caos el programa de reproducción milenario de la Hermandad. Solo podía pensar en el proceso de dar a luz.
Junto a la cama de Jessica, lady Anirul estaba sentada en una silla ingrávida. Tenía el rostro pálido y demacrado, como si estuviera utilizando todas sus capacidades mentales para concentrarse y aferrarse a los últimos restos de cordura. Sujetaba en una mano de nuevo el escalpelo láser. Preparada. Vigilante, como un depredador.
Jessica se encerró en un capullo de meditación. Conservaría su secreto unos momentos más. El bebé nacería pronto. Un hijo, no una hija.
Tanto la reverenda madre Mohiam como lady Margot Fenring la habían acompañado durante las horas precedentes, y ahora estaban de pie al lado de Anirul, dispuestas a inmovilizarla si se ponía violenta. Aunque era la madre Kwisatz, no permitirían que hiciera daño al hijo de Jessica.
Jessica observó por el rabillo del ojo que Mohiam hacía un gesto casi imperceptible con la mano, una señal especial destinada a ella. Dile a Anirul que quieres que sea yo quien corte el cordón umbilical. Deja que sea yo quien maneje el escalpelo.
Jessica fingió un veloz espasmo para ganar tiempo y reflexionar. Durante años, la censora superiora Mohiam había sido su instructora en Wallach IX. Mohiam le había enseñado los principios de la Hermandad, le había dado órdenes explícitas de concebir una hija de Leto Atreides. Recordó a Mohiam cuando había apoyado el gom jabbar contra su cuello, la aguja envenenada que la mataría con un solo roce. El castigo del fracaso.
Me habría matado si no me hubiera adherido al concepto de humanidad esotérico de la Hermandad. Ahora, podría matarme con igual facilidad.
Pero ¿no era en sí un acto demasiado humano? La Bene Gesserit prohibía el sentimiento del amor, pero ¿no era humano sentir amor y compasión? En la actual situación, ¿sería Mohiam menos peligrosa que Anirul?
No, lo más probable es que maten a mi bebé.
Jessica pensaba que el amor era algo que una máquina no podía experimentar, y los humanos habían derrotado a las máquinas pensantes en la Jihad Butleriana, milenios antes. Pero si los humanos eran los vencedores, ¿por qué este resto de inhumanidad, la salvajada del gom jabbar, perduraba en una de las Grandes Escuelas? El salvajismo era tan propio de la psique humana como el amor. Uno no podía existir sin el otro.
¿He de confiar en ella? La alternativa es demasiado horripilante. ¿Existe otra alternativa?
Entre empujones, Jessica alzó su cabeza sudada de la almohada y dijo en voz baja:
—Lady Anirul, me gustaría… que Margot Fenring cortara el cordón umbilical del bebé. —Mohiam retrocedió, sorprendida—. ¿Queréis entregarle el escalpelo, por favor? —Jessica fingió no observar la agitación y el disgusto de su antigua mentora—. Así lo he decidido.
Anirul parecía distraída, como si estuviera escuchando sus voces internas y tratando todavía de entenderlas. Contempló el escalpelo que aferraba en las manos.
—Sí, por supuesto. —Miró hacia atrás y entregó el arma en potencia a lady Fenring. La angustia que reflejaba su rostro se disipó un momento—. ¿Cuánto falta? Se inclinó hacia la cama.
Jessica intentó ajustar la química de su cuerpo para dominar un espasmo de dolor, pero no lo logró. —El bebé ya viene.
En lugar de mirar a las observadoras, estudió varias abejas domesticadas que se movían entre las macetas flotantes. Los insectos se deslizaban en el interior de los globos y polinizaban las flores. Concéntrate… Concéntrate…
Al cabo de unos momentos, el dolor se calmó. Cuando su visión se aclaró, vio con sorpresa que era Mohiam quien sujetaba el escalpelo. Por un momento, sintió terror por su bebé. De todos modos, el arma era irrelevante. Son Bene Gesserit. No necesitan instrumentos cortantes para matar a un niño indefenso.
Se acercaba el momento final. Unos dedos la tocaron, se deslizaron en el interior de su vagina. La rolliza hermana Galena asintió.
—Está dilatada por completo. Empuja —añadió, con un toque de Voz.
Jessica reaccionó instintivamente, pero su esfuerzo solo aumentó el dolor. Gritó. Sus músculos se tensaron. Oyó voces preocupadas como telón de fondo, y no entendió sus palabras.
—¡Sigue empujando!
Ahora era la segunda hermana Galena.
Algo en su interior luchaba contra Jessica, como si el bebé se estuviera haciendo con el control y se negara a salir. ¿Cómo era posible? ¿No desafiaba el orden natural de las cosas?
—¡Basta! Ahora, relájate.
No identificó a la mujer que había dado la orden, pero obedeció. El dolor se hizo insufrible, y reprimió un grito, utilizando todas las técnicas que Mohiam le había enseñado. Su cuerpo respondió con una programación biológica tan enraizada como su ADN.
—¡El bebé se está estrangulando con el cordón!
No, por favor, no. Jessica mantuvo los ojos cerrados, concentrada en su interior, intentando guiar a su precioso niño hasta la salvación. Leto debía tener su hijo. Pero no podía localizar los músculos adecuados, no sentía ningún cambio. Solo percibía oscuridad, inmensa y agobiante.
Notó que la mano suave de la hermana Galena tanteaba en su interior para desenredar al bebé. Intentó controlar su cuerpo, enviar órdenes a sus músculos, controlar cada célula con su mente. Una vez más, Jessica experimentó la sensación peculiar de que el niño estaba oponiendo resistencia, de que no quería nacer.
Al menos aquí no, en presencia de estas mujeres peligrosas.
Jessica se sentía pequeña y débil. El amor que había querido compartir con su duque y su hijo parecía insignificante en comparación con el universo infinito y todo lo que abarcaba. El Kwisatz Haderach. ¿Sería capaz de verlo todo antes de nacer?
¿Es mi hijo el Elegido?
—Empuja otra vez. ¡Empuja!
Jessica obedeció, y esta vez notó un cambio, un movimiento fluido. Tensó todo su cuerpo y volvió a empujar, una y otra vez. El dolor se apaciguó, pero recordó el peligro que la rodeaba.
El bebé salió. Notó que unas manos se apoderaban de él…, y después, sus fuerzas flaquearon un momento. He de recuperarme enseguida. He de protegerle. Después de respirar tres veces seguidas, Jessica hizo un esfuerzo por incorporarse. Se sentía débil, muy cansada, con todo el cuerpo dolorido.
Las mujeres agrupadas al pie de la cama no decían nada, apenas se movían. El silencio se había hecho en la habitación iluminada por el sol, como si hubiera dado a luz una monstruosa deformidad.
—Mi bebé —dijo Jessica, y rompió el ominoso silencio—. ¿Dónde está mi bebé?
—¿Cómo es posible? —La voz de Anirul era aguda, al borde de la histeria. Lanzó un grito desgarrador—. ¡No!
—¿Qué has hecho? —dijo Mohiam—. Jessica, ¿qué has hecho?
La reverenda madre no mostraba la ira que tanto había temido Jessica, sino una expresión de derrota y decepción infinitas.
Jessica intentó ver a su hijo, y esta vez vio pelo negro mojado, una frente pequeña y unos ojos inteligentes, abiertos de par en par. Pensó en su amado duque Leto. Mi bebé ha de vivir.
—Ahora comprendo la turbación de la Otra Memoria. —El rostro de Anirul se convirtió en una máscara de rabia desenfrenada cuando miró a Jessica—. Lo sabían, pero Lobia no me lo pudo decir a tiempo. ¡Soy la madre Kwisatz! Miles de hermanas han trabajado en nuestro programa durante milenios. ¿Por qué has atentado contra nuestro futuro?
—¡No lo matéis! Castigadme a mí por lo que he hecho, si es preciso, pero al hijo de Leto no.
Resbalaron lágrimas sobre sus mejillas.
Mohiam depositó al bebé en los brazos de Jessica, como si se desembarazara de una carga desagradable.
—Coge a tu hijo maldito —dijo con el más frío de los tonos—, y reza para que la Hermandad sobreviva a lo que has hecho.