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No existe el menor misterio acerca de la fuente de la que el amor extrae su desenfrenado poder: procede del caudal de la Vida, un chorro salvaje y torrencial que tiene su origen en los tiempos más remotos…

Lady JESSICA, anotación en su diario

Cuando empezó el parto de Jessica, las Bene Gesserit estaban preparadas. Pocas comprendían los verdaderos motivos, pero todas las hermanas sabían que aquel niño tan esperado era importante.

La soleada sala de partos había sido dispuesta en consonancia con las minuciosas especificaciones de Anirul. Se había prestado atención a las antiguas prácticas Feng Shui, así como a la iluminación y a las corrientes de aire. Sobre la cama flotaban macetas ingrávidas con filarosas, orquídeas plateadas y claveles de Poritrin. La sala, situada en el último piso del palacio imperial, estaba abierta a los ojos del universo, y casi tocaba las capas inferiores de las nubes controladas por los sistemas climáticos.

Jessica estaba concentrada en su cuerpo, en su entorno, y sobre todo en el niño ansioso por salir de su útero. Evitó el contacto visual con la reverenda madre Mohiam, temerosa de que la culpa se reflejara en su rostro. Ya la he desafiado antes, me he resistido a sus dictados…, pero nunca en un asunto de tal envergadura.

Pronto, las hermanas sabrían su secreto.

¿Me matará la reverenda madre por mi traición? Durante las horas posteriores al parto, Jessica sería completamente vulnerable.

A los ojos de su antigua maestra, el fracaso sería un delito mayor que la traición.

Entre espasmo y espasmo, Jessica inhalaba el dulce perfume de las flores y pensaba en la lejana Caladan, donde deseaba estar con el duque y su hijo.

—«No temeré…».

Mohiam estaba sentada muy cerca, y observaba a su pupila con atención.

Una lady Anirul de aspecto demacrado había insistido en ir a la sala de partos, pese a las advertencias de la hermana Galena Yohsa. ¿Quién podría desobedecer la orden de la madre Kwisatz en un momento semejante? Anirul, saturada de medicamentos, afirmaba haber hecho las paces con el clamor de su cabeza, al menos temporalmente.

Jessica intentó incorporarse en señal de deferencia, pero la esposa del emperador la amonestó con un dedo.

—Ponte la bata de parto que te hemos traído. Acuéstate y concéntrate en tus músculos. Prepara tu mente y tu cuerpo, tal como te hemos enseñado. No quiero que algo salga mal. ¡Sobre todo después de esperar durante noventa generaciones!

Yohsa se acercó y tocó el brazo de Anirul.

—Mi señora, acaba de empezar a dilatarse. Os llamaremos cuando se acerque la hora. Pasará cierto tiempo antes de que…

Anirul la interrumpió.

—Ya he dado cinco hijas al emperador. Esta joven necesitará mis consejos.

Jessica, obediente, se quitó la ropa y se puso la bata de raso que Anirul le había dado. Era tan ligera y suave que apenas la sentía sobre su piel. Cuando subió a la cama curva, experimentó una oleada de impaciencia que ahuyentó sus preocupaciones. Cuando salga de esta cama, tendré un hijo, el hijo de Leto.

Durante nueve meses había alimentado y protegido a su bebé. Hasta hacía doce días, cuando la reverenda madre Mohiam le había revelado la verdad sobre el programa del Kwisatz Haderach, solo había pensado en el amor que sentía por su duque, y en lo mucho que necesitaba otro hijo después de la trágica muerte de Victor.

Mohiam sonrió a Anirul.

—Jessica se portará bien, mi señora. Siempre ha sido mi mejor estudiante. Hoy, será digna de todo el adiestramiento recibido.

Jessica, abrumada por el temor a lo que pudieran hacer aquellas poderosas mujeres, deseó que Leto estuviera a su lado. Jamás permitiría que ella o su hijo sufrieran el menor daño. Habían pasado juntos la noche anterior, y ella se había sentido agradecida tan solo de abrazarle en la cama, piel contra piel. Para Jessica, aquel consuelo significaba más que momentos de pasión desenfrenada.

A la suave luz de los globos, Jessica había notado un cambio en el duque. Volvía a ser el de antes, el duro pero poderoso duque Leto Atreides al que amaba, más vivo que nunca.

Pero hoy debía hablar ante el Landsraad. El duque de una Gran Casa tenía responsabilidades mucho más importantes que estar al lado de su concubina.

En la sala de partos, rendida al proceso natural de su cuerpo, Jessica se tendió y cerró los ojos. No tenía otra alternativa que cooperar con las Bene Gesserit y confiar. Puedo tener más hijos, una niña la próxima vez. Si me permiten vivir.

Jessica sabía que había frustrado sus planes, al adelantar una generación el nacimiento de un varón, pero la genética era una ciencia incierta. ¿Podría ser mi hijo, pese a todo? Era una posibilidad aterradora, estimulante.

Abrió los ojos y vio que dos hermanas Galenas se movían como centilenas a cada lado de su cama. Susurraron entre sí en un idioma que Jessica no entendió y examinaron aparatos de diagnóstico, mientras aplicaban sondas y sensores a su piel. Al pie de la cama con Yohsa, lady Anirul lo miraba todo, con los ojos hundidos sobre sus mejillas. Como una persona que se hubiera levantado de su lecho de muerte, la esposa del emperador no paraba de dar instrucciones a las mujeres, lo cual las ponía nerviosas e irritables.

La preocupación de Yohsa estaba dividida entre Jessica y lady Anirul.

—Por favor, mi señora, se trata de un parto sencillo y corriente. No es necesario que os preocupéis. Volved a vuestros aposentos y descansad. Tengo una nueva receta para vos, que silenciará las voces de la Otra Memoria.

Yohsa introdujo la mano en el bolsillo.

Anirul indicó con un gesto a la mujer que se alejara.

—No entiendes nada. Ya me has dado demasiadas drogas. Mi amiga Lobia está intentando advertirme de algo…, desde dentro. He de escuchar, no cerrar mis oídos.

Yohsa habló en tono ofendido.

—No tendríais que haber profundizado tanto sin ayuda de vuestras hermanas.

—¿Olvidas quién soy? Es una cuestión que concierne a mi Rango Oculto. No me desafiarás. —Cogió un escalpelo láser quirúrgico de una bandeja y habló en tono amenazador—. Si te digo que hundas este cuchillo en tu corazón, lo harás.

Las otras hermanas Galenas retrocedieron, sin saber qué pensar.

Anirul fulminó con la mirada a Yohsa.

—Si decido que tu continuada presencia pone en peligro el éxito del proyecto, te mataré con mis propias manos. Ten cuidado, mucho cuidado.

Mohiam se acercó e intervino.

—¿Os han aconsejado las voces, mi señora? ¿Las oíais ahora? —¡Sí!, y más fuertes que nunca.

Con un veloz movimiento, Mohiam empujó a la hermana Galena lejos del alcance de la agitada mujer.

—Lady Anirul, es vuestro deber y derecho dirigir este parto tan especial, pero no debéis molestar a estas mujeres.

Anirul, sin soltar el escalpelo, con el cuerpo agitado como si estuviera luchando con la Otra Memoria por el control de su mente y sus músculos, se sentó en una silla ingrávida al lado de Jessica. Las otras dos hermanas Galenas se mantuvieron alejadas, pero Mohiam les indicó con un ademán que reanudaran su trabajo.

En medio de este caos, Jessica hacía ejercicios respiratorios relajantes, técnicas que Mohiam le había enseñado…

Anirul intentó controlar su creciente angustia, con el fin de que emociones peligrosas no contaminaran la sala de partos. Pensamientos feroces recorrían la mente perturbada de la madre Kwisatz, se esforzaban por hacerse oír sobre el desorden interno y externo. Se mordió los nudillos de una mano. Si algo salía mal durante las horas siguientes, cabía la posibilidad de que el programa del Kwisatz Haderach se retrasara durante siglos, tal vez arruinado para siempre.

No debe suceder.

De repente, Anirul contempló el escalpelo, sorprendida, y después lo dejó sobre una mesa cercana, pero todavía al alcance de su mano.

—Lo siento, hija. No quería preocuparte —murmuró. Siguió hablando como si recitara una oración—. En este momento trascendental, has de utilizar técnicas Prana-Bindu para guiar al feto por el canal del parto. —Miró el escalpelo reluciente—. Yo misma cortaré el cordón umbilical de tu hija.

—Estoy preparada para empezar —anunció Jessica—. Aceleraré los trabajos de parto ahora.

Cómo me odiarán cuando lo vean.

Ejerció un estricto control Bene Gesserit sobre su cuerpo, sobre todos los músculos implicados. ¿Qué haría lady Anirul? Sus ojos eran heraldos de la locura, pero ¿la esposa del emperador era capaz de matar?

Jessica juró que estaría alerta y dispuesta a proteger al hijo de Leto cuanto fuera posible.