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Un pensamiento derivado de la intensidad de los sentimientos se localiza en el corazón. El pensamiento abstracto ha de localizarse en el cerebro.

Aforismo Bene Gesserit, Los principios del control

Rhombur vestía un uniforme hecho a medida y una capa púrpura espectacular forrada de seda mehr rojiza. Ya había conseguido controlar sus movimientos, y las prendas estaban tan bien confeccionadas que solo una detenida inspección habría podido descubrir su cuerpo cyborg. Tessia, orgullosa de ir a su lado, le tomó del brazo y le acompañó a los hangares militares situados en la zona periférica del espaciopuerto municipal de Cala.

Allí se encontraron con Leto y Thufir. El ruido producido por las cuadrillas de mantenimiento resonaba en todo el edificio.

—El primer paso está casi concluido, príncipe Rhombur —anunció Hawat—. Hemos comprado pasaje en un crucero para vos y Gurney, pero seguiréis una ruta tan larga y tortuosa que nadie podrá averiguar vuestro punto de partida.

Duncan corrió a su encuentro, al tiempo que se secaba la grasa de las manos y guardaba un tablero de datos en el bolsillo.

—Leto, nuestra flota está casi lista para la inspección. Hemos llevado a cabo una verificación total de veintiséis fragatas de guerra, diecinueve transportes de tropas, cien tópteros de combate y cincuenta y ocho cazas individuales.

Thufir Hawat tomó nota mental de las cifras, calculó el número de solaris que la Cofradía Espacial cobraría por transportar a todas las fuerzas, y lo comparó con las reservas disponibles de la Casa Atreides.

—Para una operación de tal trascendencia, será necesario solicitar un préstamo al Banco de la Cofradía, mi duque.

Leto desechó sus preocupaciones con un ademán.

—Mi solvencia es sólida, Thufir. Hace tiempo que tendríamos que haber llevado a cabo esta inversión.

—Y yo te devolveré hasta el último solari, Leto…, a menos que no consiga recuperar Ix para la Casa Vernius, en cuyo caso estaré arruinado o muerto. —Al observar el destello en los ojos sepia de Tessia, se apresuró a añadir—: Temo que aún es difícil desprenderme de mi antigua manera de pensar, pero ya he esperado bastante. Ojalá Gurney y yo pudiéramos irnos mañana. Nos espera mucho trabajo en la ciudad subterránea.

Leto solo tenía ojos para las formas esbeltas de sus naves militares. Pasaron junto a cuadrillas que estaban probando motores, repostando, comprobando paneles de control. Los hombres de la guardia se pusieron firmes y saludaron a su duque.

—¿Por qué tantos tópteros y cazas individuales, Duncan? No vamos a librar batalla en el suelo o en el aire. Tendremos que llegar a la ciudad subterránea por los túneles.

Duncan señaló las diversas naves.

—Nuestro ataque depende en gran medida de que las fragatas y transportes de tropas desplieguen casi una legión de hombres con la mayor rapidez posible. Sin embargo, los tópteros y cazas individuales serán los primeros en atacar, para neutralizar las torres sensoras Sardaukar y abrir las compuertas que les permitirán abrirse paso a través de las paredes de los riscos. —Examinó el grupo de veloces cazas en forma de dardo—. Si nuestras tropas son incapaces de neutralizar las defensas de la superficie con celeridad, la rebelión en el subsuelo está condenada al fracaso.

Leto asintió. Thufir Hawat llevó a cabo un cuidadoso inventario mental de los escudos, explosivos, fusiles láser, armas manuales, víveres, combustible y uniformes. Este tipo de ataque por sorpresa planteaba tantos problemas logísticos como tácticos. Tal como estaban las cosas, requeriría la mayor parte de las fuerzas que defendían Caladan. Era preciso alcanzar un equilibrio.

No obstante, si el emperador decidía desquitarse de los Atreides y enviar a sus Sardaukar, ninguna defensa sería suficiente. Desde la advertencia del emperador sobre las reservas ilegales de especia y su desalmado ataque contra Zanovar, muchas Casas estaban aumentando su seguridad. Algunas familias nobles habían entregado de manera voluntaria sus reservas de especia, mientras otras negaban con vehemencia su implicación en el contrabando de especia.

Leto había enviado un mensaje a Kaitain para anunciar que estaba dispuesto a someterse a una auditoría de la CHOAM, pero la oferta no había recibido respuesta. La inocencia no era una garantía de seguridad, puesto que la documentación (e incluso las mismas reservas) podían falsificarse. Thufir citaba el ejemplo de la Casa Ecaz, a la que consideraba inocente de las acusaciones que pesaban sobre ella a raíz de un reciente enfrentamiento. Después de que un infiltrado destruyera un almacén clandestino de especia en Grumman, el vizconde Hundro Moritani había acusado a Ecaz, su archienemigo. Poco después, se descubrió otro depósito de especia, esta vez en Ecaz. El archiduque Armand Ecaz, indignado, afirmaba que había sido introducido subrepticiamente por la Casa Moritani para perjudicar a los ecazi. Como prueba, ofrecía varios «saboteadores» grumman ya ejecutados. El emperador estaba investigando, mientras ambas partes se lanzaban acusaciones e insultos.

Una Correo con librea asomó la cabeza en el hangar. Entró corriendo, casi sin aliento, y preguntó a un mecánico, que señaló al duque y sus acompañantes. Leto se puso tenso, al recordar momentos del pasado en que Correos agotados le habían entregado mensajes urgentes. Nunca le habían entregado buenas noticias.

La mujer se acercó a Leto a toda prisa, hizo una reverencia y le pidió ver su sello ducal para verificar su identidad. Satisfecha, le entregó el mensaje, tras lo cual el duque la despidió con el mínimo de cortesía obligado. Rhombur y Tessia retrocedieron, para que el duque pudiera leer el comunicado con tranquilidad. Duncan y Thufir le miraron fijamente.

—Es un aviso oficial de Kaitain. Han intentado asesinar al emperador —dijo Leto en voz baja, y luego palideció—. ¡Y Jessica se encontraba en la línea de fuego! —Sus nudillos se pusieron blancos cuando apretó el cilindro. Sus ojos grises se movieron de un lado a otro mientras asimilaba los detalles—. Según esto, un demente enloqueció durante una representación.

Rhombur miró a Tessia, desolado.

—¡Infiernos carmesíes! En teoría, Jessica fue a Kaitain para estar protegida.

—¿Ha resultado herida? —preguntó Duncan.

—Jessica escribió esta segunda nota —dijo Leto, aliviado, al tiempo que sacaba otra hoja de papel. La leyó y entregó a Thufir, indiferente a que el mentat leyera los pensamientos privados de su concubina.

Leto sentía un nudo en el estómago. El sudor perló su frente. Contra toda razón, había llegado a quererla, y había depositado grandes esperanzas en su nuevo hijo.

—Estoy seguro de que hay gato encerrado, pero es evidente que Jessica no era el objetivo del atentado, mi duque —indicó Hawat—. Si algún asesino hubiera querido matarla, habría tenido muchas más oportunidades. La seguridad era mucho mayor con el emperador presente… No, vuestra dama estaba allí… por pura casualidad.

—Pero no estaría menos muerta si hubiera recibido una descarga de una pistola láser. —Leto estaba enfermo de dolor y furia—. Lady Anirul solicitó…, no, exigió, que Jessica residiera en Kaitain durante el resto de su embarazo. ¿Tendría que haberme preocupado por su vida si se hubiera quedado en el castillo de Caladan?

—No lo creo —dijo Duncan, como si prometiera su propia protección.

El trabajo se reanudó en el hangar. Leto se sentía impotente, a punto de estallar. ¡Jessica podría haber muerto! Lucharía con ferocidad para defenderla. Perderla me destrozaría.

Su primer instinto fue ir de inmediato al Crucero que esperaba en órbita, y subir al primer transporte disponible a Kaitain. Solo por estar a su lado, abandonaría estos preparativos militares, dejando que los demás se encargaran de terminarlos, con la intención de liquidar a todos los asesinos que se interpusieran en su camino.

Pero cuando se dio cuenta de que Rhombur le estaba mirando, Leto recordó el complejo entramado de sus planes secretos, así como lo que Thufir y Gurney le habían contado sobre los horrores de Ix. Sí, Leto era un ser humano, un hombre, pero antes que nada era el duque. Pese a la angustia y añoranza que Jessica despertaba en él, no podía olvidar su deber y abandonar a su amigo Rhombur, así como a los millones de habitantes de Ix.

—El emperador Padishah tiene muchos enemigos, y se gana nuevos cada día. Aprieta las clavijas, se apodera de depósitos de especia, amenaza con destruir otros planetas, tal como hizo con Zanovar —dijo Rhombur—. Continúa oprimiendo a sus subditos. Tessia adoptó una expresión pensativa.

—El poder de Shaddam procede de su linaje. Tiene el trono, pero… ¿es merecedor de él?

Leto meneó la cabeza, pensó en todas las víctimas inocentes que ya sembraban el retorcido camino del emperador.

—Creo que su Gran Guerra de la Especia se va a volver contra él.