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El hecho de que cualquier familia del Imperio pueda utilizar sus armas atómicas para destruir las bases planetarias de cincuenta Grandes Casas o más no ha de preocuparnos demasiado. Es una situación que podemos controlar. Si somos lo bastante fuertes.
Emperador FONDIL III
A la luz de la importancia del anuncio que iba a hacer aquel día, Shaddam IV había ordenado que el Trono del León Dorado fuera trasladado a la opulenta sala de audiencias imperial. Se sentó sobre el pesado bloque de cristal tallado, llevaba un manto carmín, de majestuoso aspecto, tal como se sentía, mientras aguardaba con impaciencia la reacción del Landsraad.
Después de esto, las Casas rebeldes sabrán que corren peligro si no me hacen caso.
Detrás de las puertas cerradas que daban acceso a la inmensa sala oía el murmullo de los impacientes representantes convocados. Ardía en deseos de ver su expresión cuando descubrieran lo que había hecho en Zanovar.
El pelo rojo de Shaddam untado con brillantina brillaba bajo los globos luminosos. Tomó un largo sorbo de café especiado de una delicada taza de porcelana, estudió los dibujos pintados a mano sobre su superficie. La preciosa copa sería destruida, como todo en Zanovar. Adoptó una expresión terrible y paternal. Hoy no sonreiría, pese al placer que sentía.
Lady Anirul salió de un pasadizo secreto y entró en la sala de audiencias, con la barbilla levantada. Caminó sin vacilar hacia el trono, indiferente a la magnífica decoración. Shaddam masculló por lo bajo, maldijo su falta de previsión al no cerrar todas las entradas a la sala. Tendría que hablar del problema con el chambelán Ridondo.
—Mi esposo y emperador. —Anirul se acercó a la base del estrado y miró hacia el trono legendario—. Antes de que empecéis, he de hablar con vos de un asunto. —El pelo castaño de Anirul estaba recién peinado, y sujeto con una hebilla de oro—. ¿Conocéis el significado de este año?
Shaddam se preguntó qué estaría tramando la Bene Gesserit a sus espaldas.
—Estamos en 10175. Si no sabéis consultar un calendario imperial, cualquier cortesano os habría podido informar sin dificultades sobre la fecha. Ahora, dedicaos a vuestros asuntos, pues debo anunciar algo importante.
Anirul ni se inmutó.
—Es el centenario del fallecimiento de la segunda esposa de vuestro padre, Yvette Hagal-Corrino.
El emperador frunció el ceño, mientras intentaba seguir el razonamiento de su esposa. ¡Maldita sea! ¿Qué tiene que ver esto con mi gran victoria en Zanovar?
—Si eso es cierto, tenemos todo el año para celebrar este aniversario. Hoy he de anunciar un decreto al Landsraad.
Su esposa se mantuvo impertérrita.
—¿Qué sabéis de Yvette?
¿Por qué las mujeres se emperran en hablar de asuntos intrascendentes en los momentos más inconvenientes?
—No tengo tiempo para adivinanzas sobre la historia familiar.
Sin embargo, obligado por su mirada insistente, reflexionó un momento, al tiempo que consultaba un crono ixiano de pared. De todos modos, los representantes sabían que nunca era puntual.
—Yvette murió años antes de que yo naciera. Como no era mi madre, nunca me interesé mucho por ella. Tiene que haber video-libros en la biblioteca imperial, si queréis averiguar…
—Durante su largo reinado, vuestro padre tuvo cuatro esposas, y solo permitió a Yvette que se sentara en un trono a su lado. Se dice que fue la única noble a la que amó de verdad.
¿Amor? ¿Qué tiene que ver eso con matrimonios imperiales?
—Por lo visto, mi padre también sintió un profundo afecto por una de sus concubinas, pero no se dio cuenta hasta que ella decidió casarse con Dominic Vernius. —Frunció el ceño—. ¿Intentáis establecer comparaciones? ¿Queréis que profese en público mi afecto por vos? ¿Cuál es el problema?
—Es el problema de una esposa, pero también de un marido. —Anirul esperaba al pie del estrado, sin dejar de mirarle—. Quiero tener un trono aquí, a vuestro lado, Shaddam, como lo tuvo la esposa favorita de vuestro padre.
El emperador bebió la mitad de la taza para calmarse. ¿Otro trono? A pesar de haber ordenado a espías Sardaukar que vigilaran a Anirul, no habían descubierto todavía nada acusador, y era probable que jamás lo consiguieran. No era fácil penetrar en los secretos de la Bene Gesserit.
Sopesó posibilidades y opciones. Que el Landsraad viera que una Bene Gesserit estaba sentada a su lado podría beneficiarle, sobre todo si persistía en sus agresiones contra ladrones de especia.
—Lo pensaré.
Anirul chasqueó los dedos y señaló una entrada arqueada, donde aparecieron dos hermanas que dirigían a cuatro fornidos pajes, cargados con un trono. No cabía duda de que pesaba bastante, aunque la silla era más pequeña que la del emperador, pero construida del mismo cuarzo de Hagal verdeazulado transparente.
—¿Ahora? —El emperador derramó café sobre su manto carmín cuando se puso en pie de un brinco—. ¡Anirul, tengo que tratar asuntos importantes!
—Sí, y yo debería estar a vuestro lado. Solo será un momento.
Hizo una señal a dos pajes más que caminaban detrás del trono.
Shaddam, furioso, examinó la mancha oscura de la túnica y tiró la taza, que se hizo añicos al estrellarse contra el suelo. A fin de cuentas, tal vez sería este el mejor momento, pues su anuncio iba a provocar un gran alboroto. Aun así, detestaba dejar que Anirul ganara…
Los pajes, jadeando, dejaron el segundo trono sobre el suelo pulido con un ruido seco, y después lo izaron para subir la escalinata.
—Sobre la plataforma principal no —dijo Shaddam, con un tono que no admitía réplica—. Dejad el asiento de mi esposa sobre el nivel inferior al mío, a la izquierda.
Anirul no conseguiría todo lo que deseaba, por más que intentara manipularle.
La mujer sonrió, lo cual provocó que Shaddam se sintiera mezquino.
—Por supuesto, esposo mío. —Anirul retrocedió para examinar la disposición, y asintió satisfecha—. Yvette era una Hagal, y construyeron su trono a imagen y semejanza del de Elrood.
—Más tarde ya hablaremos de historia familiar.
Shaddam gritó a un ayudante que le trajera un manto limpio. Un criado recogió los restos de la taza, sin hacer casi ruido.
Anirul levantó la falda y se sentó en su trono nuevo, con la majestuosidad de un pavo real.
—Creo que ya estamos preparados para recibir a vuestros visitantes.
Sonrió a Shaddam, pero este mantuvo una expresión grave mientras se ponía el manto limpio, esta vez de un azul oscuro. Shaddam cabeceó en dirección a Ridondo. —Procedamos.
El chambelán ordenó que se abrieran las puertas de oro, cuyos goznes habrían podido utilizarse en compuertas de carga de un crucero. Shaddam se esforzó en ignorar a Anirul.
Hombres ataviados con capas, mantos y trajes de etiqueta entraron en la sala de audiencias. Estos observadores invitados representaban a las familias más poderosas del Imperio, así como a algunas Casas inferiores que acumulaban enormes reservas ilegales de melange. Muchos parecieron sorprenderse por la inesperada presencia de Anirul sobre el estrado.
Shaddam habló sin levantarse.
—Mirad y aprended.
Alzó una mano, y las estrechas ventanas que rodeaban el techo se oscurecieron. La luz de los globos se atenuó, y holoimágenes aparecieron ante el enorme trono de cristal. Ni siquiera Anirul había visto las imágenes todavía.
—Esto es todo cuanto queda de las ciudades de Zanovar —dijo Shaddam en tono amenazador.
Apareció un yermo ennegrecido, grabado por cámaras de vigilancia automáticas Sardaukar que sobrevolaban la escoria burbujeante. El horrorizado público lanzó una exclamación ahogada al ver las imágenes de edificios fundidos, protuberancias que habrían podido ser árboles, vehículos o cuerpos licuados…, y cráteres que habrían podido ser lagos. Se elevaba vapor de todas partes, algunos incendios todavía quemaban. Esqueletos retorcidos de edificios se alzaban hacia el cielo como uñas rotas.
Shaddam había pedido a propósito a Zum Garon que tomara imágenes de la propiedad arrasada de Tyros Reffa. Al ver la devastación, ya no sintió ninguna preocupación por el hijo bastardo de Elrood.
—De acuerdo con la ley imperial vigente, hemos confiscado una enorme reserva ilegal de especia. La Casa Taligari es culpable de crímenes contra el Imperio, de manera que su feudo sobre Zanovar ha pagado su último tributo.
Shaddam dejó que el público asimilara la estremecedora información. Olió el miedo de los nobles y embajadores.
El oscuro edicto imperial contra la acumulación ilegal de especia databa de milenios atrás. Al principio, se había aplicado tan solo al señor del feudo de Arrakis, para impedir que la Casa se apropiara ilícitamente de especia y burlara los impuestos imperiales. Más tarde, la acción del edicto se amplió, cuando algunos nobles amasaron fabulosas fortunas gracias a la manipulación de la melange acumulada, iniciaron guerras o utilizaron la especia para llevar a cabo acciones económicas y políticas contra otras Casas. Después de siglos de conflictos por culpa del problema, se exigió por fin a las Casas Grandes y Menores que colaboraran con la CHOAM. El Código Imperial utilizó un lenguaje específico, y detalló la cantidad de especia que podía poseer cualquier persona u organización.
Mientras las imágenes seguían desfilando, un solo globo de luz brillaba al pie del Trono del León Dorado. En el charco de luz, un pregonero imperial leyó una declaración preparada, para que Shaddam no tuviera que hablar.
—Sabed todos que el emperador Padishah Shaddam Corrino IV no tolerará más reservas ilegales de especia y hará cumplir el Código de la Ley Imperial. La CHOAM realizará auditorías de todas las Casas, Grandes y Menores, en colaboración con la Cofradía Espacial. Todos las reservas de especia ilegales que no se entreguen voluntariamente serán confiscadas, y los culpables castigados con severidad. Ved lo sucedido en Zanovar. Que sea una advertencia para todos.
A la tenue luz, Shaddam mantenía su expresión impenetrable.
Tomó nota del pánico que delataban los rostros de los representantes. Al cabo de pocas horas, volverían a toda prisa a sus planetas nativos para acatar la orden, temerosos de las represalias.
Que tiemblen.
Mientras continuaba el desfile de imágenes aterradoras, Anirul estudiaba a su marido. Ahora contaba con la ventaja de no tener que espiar desde las sombras. El emperador estaba muy tenso en los últimos tiempos, preocupado por algo mucho más importante que los habituales juegos de intriga y política cortesanas. Algo trascendental había cambiado.
Durante años, Anirul había esperado y observado con la paciencia propia de las Bene Gesserit, recogiendo e interpretando datos y más datos. Había oído hablar del Proyecto Amal mucho tiempo antes, pero ignoraba qué significaba, apenas un fragmento captado cuando había interrumpido una conversación entre Shaddam y el conde Fenring. Cuando la vieron, los dos hombres enmudecieron, y la expresión contrariada de sus rostros fue muy reveladora. Anirul había guardado silencio y mantenido los oídos bien abiertos.
Por fin, los restantes globos se iluminaron, y se encendieron las antorchas iónicas que flanqueaban el estrado, oscureciendo las imágenes de la arrasada Zanovar. Al mismo tiempo, se proyectaron imágenes de la anterior belleza del planeta para que todo el mundo pudiera comparar. Shaddam nunca había destacado por su sutileza o contención.
Antes de que el público pudiera expresar a voz en grito su indignación, dos escuadrones de Sardaukar aparecieron. Se quedaron en posición de firmes alrededor del perímetro de la sala, un escalofriante colofón al ultimátum del emperador.
Shaddam paseó su mirada sobre los reunidos, y tomó buena nota de la culpabilidad o inocencia que traicionaban sus caras. Más tarde, examinaría las imágenes grabadas con sus asesores, para ver qué podían averiguar de las reacciones de los representantes.
Desde aquel momento, el Landsraad le temería. No cabía duda de que también había desbaratado el plan de Anirul, fuera cual fuese. Al menos, eso esperaba. Aunque en realidad daba igual.
Incluso sin el apoyo de la Bene Gesserit, Shaddam tendría pronto su amal. Entonces, no necesitaría a nadie más.