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La sencillez es el más difícil de todos los conceptos.
Acertijo mentat
El emperador estaba sentado a solas en uno de sus salones de banquetes privados, por suerte sin su esposa. Sonrió con impaciencia cuando pensó en el sabroso menú de seis platos que le aguardaba. En aquel momento no quería oír hablar de problemas, ni de política, ni siquiera que el Supremo Bashar le refiriera hazañas bélicas. Tan solo una lujosa celebración en privado. El informe sobre Korona, y las detalladas holoimágenes de la explosión, habían bastado para abrirle el apetito.
Un par de jovencitas entraron con una bandeja de plata adornada con volutas. Sonó una fanfarria para anunciar las tres brochetas de cubos de bacer levemente especiados, guisados a la perfección, que contenía la bandeja. Las camareras levantaron una brocheta al mismo tiempo, extrajeron cada cubo de carne y los fueron depositando a intervalos sobre la lengua imperial de Shaddam. La sabrosa carne era tan tierna como queso cremoso, con sabores sensuales que despertaban sus papilas gustativas.
Soldados Sardaukar tenían las armas a punto, preparados para reaccionar al instante si una de las mujeres intentaba utilizar la brocheta como arma asesina.
Un joven de piel dorada, vestido con una toga blanca, sirvió una copa de clarete. Shaddam sorbió el vino entre dos pedazos de carne, mientras las muchachas esperaban con más cubos. Respiró hondo, percibió los olores elegidos con sumo cuidado que aleteaban alrededor de los criados. Decadente. Esto era lo que significaba ser emperador. Suspiró y pidió con un ademán el siguiente plato.
Consistía en suculentos crustáceos al vapor, animales de muchas patas pero ciegos que solo se encontraban en corrientes subterráneas de Bela Tegeuse. La salsa estaba hecha a base de mantequilla, sal y ajo, nada más, pero era deliciosa. Dos criadas utilizaron diminutos tenedores de platino para extraer la carne de los crustáceos y darla al emperador.
Antes de que pudieran traer el siguiente plato, el conde Hasimir Fenring entró como una tromba en el salón, apartando a codazos a los guardias como si fuera inmune a sus armas.
Shaddam se secó la boca con una servilleta.
—¡Ah, Hasimir! ¿Cuándo has regresado de tus viajes? Has estado ausente mucho tiempo.
Fenring apenas podía controlar su voz.
—Has destruido Korona, ¿ummm? ¿Cómo has podido hacer eso sin consultarme antes?
—Por más que se quejen los miembros del Landsraad, pillamos a los richesianos con las manos en la masa.
Shaddam nunca había visto a su amigo tan enfurecido. Cambió al código privado que habían inventado de niños, para que los criados no se enteraran de nada.
—Cálmate, ¿o prefieres que no te vuelva a llamar a Kaitain? Tal como hablamos, necesitábamos potenciar la ventaja mercantil del amal a base de eliminar la melange. Nos hemos librado de otra reserva importante.
Fenring avanzó como un tigre al acecho, cogió una silla y se sentó al lado del emperador.
—Pero utilizaste armas atómicas, Shaddam. ¡No solo atacaste a una Gran Casa, sino que utilizaste armas atómicas prohibidas!
Golpeó la mesa con fuerza.
Shaddam hizo un gesto con los dedos, y las camareras se llevaron los crustáceos. Un muchacho se precipitó demasiado tarde con una jarra de hidromiel, pero Shaddam le rechazó con un ademán y pidió el tercer plato.
El emperador decidió que no alzaría la voz.
—La Gran Convención prohíbe el uso de armas atómicas solo contra gente, Hasimir. Yo utilicé armas atómicas para destruir una estructura hecha por el hombre, una luna artificial donde los richesianos habían guardado una reserva ilegal de especia. Estaba en mi derecho.
—Pero murieron cientos de personas, tal vez miles. Shaddam se encogió de hombros.
—Estaban avisados. Si prefirieron no evacuar a tiempo, yo no tengo la culpa. Lo que pasa, Hasimir, es que no te gusta que emprenda acciones sin consultarte antes. —Fenring echaba chispas, pero el emperador sonreía de una manera exasperante—. Ah, mira, aquí viene el siguiente plato.
Dos hombres robustos entraron cargados con una delgada losa de piedra sobre la cual había un pavo imperial asado a las hierbas. Su piel amarronada todavía crujía a causa del calor.
Los criados se apresuraron a llevar cubiertos y una copa al conde Fenring.
—¿Solicitaste asesoramiento legal antes del ataque, ummm? ¿Para asegurarte de que tus explicaciones darían el pego ante el tribunal del Landsraad?
—A mí me parece de lo más evidente. El Supremo Bashar Garon tomó holoimágenes de toda la escena ocurrida en Korona. Las pruebas son definitivas.
—¿Deseáis que solicite opinión legal, señor? —preguntó a Shaddam, con un suspiro exagerado de paciencia—. ¿Queréis que consulte a vuestros técnicos en leyes y mentats?
—Ah, supongo… Adelante —Shaddam pinchó un pedazo de carne, y se lamió los labios después de saborearla—. Prueba un poco, Hasimir.
El conde pinchó el ave, pero no probó nada.
—Te preocupas demasiado. Además, soy el emperador, y puedo hacer lo que me dé la gana.
Fenring le miró con sus grandes ojos.
—Eres el emperador gracias al apoyo del Landsraad, la CHOAM, la Cofradía Espacial, la Bene Gesserit y otras fuerzas poderosas, ¿ummm? Si disgustas a todas, te quedarás sin nada.
—No se atreverían —dijo Shaddam, y luego bajó la voz—. Ahora soy el único varón Corrino.
—¡Pero hay muchos nobles disponibles que estarían encantados de casarse con tus hijas y continuar la dinastía! —Fenring volvió a golpear la mesa—. Deja que busque una forma de solucionar esto, Shaddam. Creo que tendrás que presentarte ante el Landsraad dentro de, ummm, dos días. Estarán enfurecidos. Tendrás que explicar tus motivos, y hemos de recabar todo el apoyo posible. De lo contrario, y no olvides mis palabras, estallará una revuelta.
—Sí, sí. —Shaddam estaba concentrado en su comida. Después, chasqueó los dedos—. ¿Te quedas para el siguiente plato, Fenring? Son filetes de jabalí de Canidar marinados. Han llegado esta mañana en un crucero, frescos.
Fenring apartó su plato y se puso en pie.
—Me estás dando mucho trabajo. He de empezar de inmediato.