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Antes de permitirte celebrar algo, espera a comprobar si las buenas noticias son fidedignas o solo lo que deseas escuchar.

Consejero de FONDIL III (anónimo)

Después de una larga y tediosa sesión con lord Novebruns y otros suplicantes en el salón del trono, Shaddam estaba agotado, ansioso por volver a sus aposentos y tomar una copa en paz y tranquilidad, tal vez uno de los excelentes vinos de Caladan. Más tarde, quizá bajaría a los laberínticos estanques de agua caliente que había bajo el palacio, donde jugaría con sus concubinas…, aunque hoy no estaba de humor para retozar.

Se quedó estupefacto al ver a Hasimir Fenring esperándole en su despacho.

—¿Por qué no estás en Ix? ¿No te envié allí para supervisar la producción?

Fenring vaciló solo un momento, y luego sonrió.

—Ummm, er, tenía que hablar de cosas importantes con vos, en persona.

Shaddam paseó la vista a su alrededor con aire furtivo.

—¿Sucede algo? Insisto en que me digas la verdad. Mis decisiones dependen de ello.

—Ummm. —Fenring paseó por la habitación—. Os traigo buenas nuevas. Una vez revelado este, ya no guardaremos más secretos. De hecho, querremos que todo el Imperio lo sepa. —Sonrió, y sus ojos brillaron—. ¡Es perfecto, mi emperador! Ya no tengo dudas. El amal es todo cuanto habíamos esperado.

Sorprendido por el entusiasmo de Fenring, Shaddam se sentó ante su escritorio y sonrió.

—Entiendo. Muy bien. Todas tus dudas eran infundadas, tal como yo sospechaba.

Fenring inclinó su enorme cabeza.

—He investigado a fondo todas las instalaciones del investigador jefe Ajidica. Presencié el proceso de producción en los tanques de axlotl. He probado el amal, y he realizado toda una serie de análisis, y todos se vieron coronados por el éxito. —Rebuscó en el bolsillo de su levita y extrajo un pequeño paquete—. Mirad, he traído una muestra para vuestro uso privado, señor.

Shaddam, inquieto, cogió el paquete. Lo olió.

—Huele a melange.

—Sí, ummm. Probadlo, señor. Comprobaréis que es excelente.

Fenring parecía demasiado ansioso.

—¿Intentas envenenarme, Hasimir?

El ministro de la Especia retrocedió, sorprendido.

—¡Vuestra Majestad! ¿Cómo podéis pensar algo semejante? —Entornó los ojos—. Supongo que seréis consciente de que he gozado de amplias oportunidades de asesinaros durante todos estos años, ¿ummm?

—Eso es cierto.

Shaddam alzó la muestra a la luz.

—Yo mismo lo probaré, si eso os tranquiliza.

Fenring extendió la mano, pero Shaddam alejó el paquete.

—Basta, Hasimir. Con eso me has convencido.

El emperador se llevó a la lengua un poco de la sustancia polvorienta, después un poco más, y por fin vació toda la dosis en su boca. Presa de un éxtasis supremo, dejó que el amal se disolviera en su lengua, notó el familiar hormigueo de la melange, la energía, el estímulo. Una amplia sonrisa se dibujó en su rostro.

—Excelente. No noto la diferencia. Es… increíblemente bueno.

Fenring hizo una reverencia, como si todo el mérito fuera suyo.

—¿Tienes más? Me gustaría empezar a consumirlo, para sustituir mi especia diaria.

Shaddam miró en el paquete, como si buscara restos en el fondo.

Fenring retrocedió medio paso.

—Ay, señor, me fui a toda prisa y solo pude traer esta pequeña cantidad. No obstante, con vuestra bendición, diré al investigador jefe Ajidica que puede continuar la producción a gran escala sin más dudas de la corona, ¿ummm? Creo que eso acelerará el proceso considerablemente.

—Sí, sí —dijo Shaddam, al tiempo que agitaba las manos—. Vuelve a Ix y procura que no haya más retrasos. Ya he esperado bastante.

—Sí, señor.

Fenring parecía muy ansioso por marcharse, pero el emperador no se dio cuenta.

—Ojalá pudiera encontrar una forma de eliminar la especia de Arrakis —musitó Shaddam—. Entonces, el Imperio no tendría otro remedio que depender de mí para conseguir amal.

Tamborileó con los dedos sobre el escritorio, absorto de nuevo en sus pensamientos.

Fenring hizo una reverencia al llegar a la puerta de las oficinas privadas del emperador y salió.

Una vez en el pasillo, el Danzarín Rostro mantuvo la farsa hasta que estuvo lejos del palacio. Otros tleilaxu continuaban en la corte de Kaitain, infiltrados por Ajidica, pero el Danzarín Rostro se alegraba de volver a Xuttuh.

Shaddam había escuchado las noticias que deseaba oír, y el amo Ajidica podría continuar sus trabajos sin que nadie le molestara. El gran plan del investigador jefe estaba a punto de dar sus frutos.