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El Destino y la Esperanza no suelen hablar el mismo idioma.
Biblia Católica Naranja
En la sala de demostraciones, Hidar Fen Ajidica estaba de pie ante el recinto en forma de cúpula. Su mente rebosaba energía, las posibilidades se desplegaban a su alrededor como arco iris.
Cada día examinaba la cámara de muestras para controlar los progresos de un nuevo gusano de arena cautivo, el cual había sobrevivido durante meses. Le gustaba alimentarlo con ajidamal, que el gusano devoraba con ferocidad. Durante los años de experimentación, los diminutos especímenes habían muerto al poco tiempo de sacarlos de Arrakis. No obstante, este había sobrevivido hasta el momento, incluso medraba. Ajidica lo atribuía a la especia sintética.
Irónicamente, había llamado al gusano como el difunto líder tleilaxu.
—Vamos a echarte un vistazo, amo Zaaf —dijo con una cruel sonrisa. Aquella misma mañana había consumido una dosis todavía mayor de ajidamal, extraída directamente del tanque que contenía el cuerpo prisionero de Miral Alechem. Notaba que la droga estaba haciendo efecto, expandía su conciencia y potenciaba sus funciones mentales.
¡Espléndido!
El eufórico investigador jefe apretó un botón situado en la base de la cúpula del gusano y vio que el plaz brumoso se aclaraba. El gusano se hizo visible. Los lados de la cúpula estaban cubiertos de polvo, como si el gusano se hubiera agitado con frenesí.
El gusano yacía inmóvil sobre la arena, con los segmentos separados y la boca abierta. Un líquido rosado rezumaba entre los anillos.
Ajidica abrió un panel exterior de la cúpula y leyó las cifras de las constantes vitales. Abrió los ojos de par en par con incredulidad. Pese a las dosis regulares de ajidamal, el gusano había muerto.
Indiferente al peligro, introdujo la mano para apoderarse de la forma flácida del animal. Los anillos se desprendieron entre sus dedos como pedazos de fruta podrida, desgajados del cuerpo. Era como si un estudiante inexperto hubiera diseccionado al gusano.
Pero Ajidica lo había alimentado con la misma droga que él tomaba, en diversas formas. De pronto, ya no se sintió tan eufórico. Tuvo la impresión de que se precipitaba en un abismo oscuro.