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La sangre es más espesa que el agua, pero la política es todavía más espesa que la sangre.
ELROOD IX, Memorias del Gobierno Imperial
La legendaria Artisia, capital de la Casa Taligari, se convirtió en un núcleo de angustia, indignación y exigencias de respuestas. El amado Docente Glax Othn, quien solía hablar en nombre de Taligari cuando se trataban asuntos de estado, había sido asesinado durante el pérfido ataque contra el planeta feudo de Zanovar. Tyros Reffa lo sabía, había visto las horripilantes imágenes.
La Casa Taligari no conseguía salir de su estupor. Los funcionarios del gobierno intentaban encontrar una respuesta consensuada al ultraje. Cinco ciudades principales de Zanovar habían sido destruidas, además de diversas propiedades circundantes. El Coliseo del Senado al aire libre era una barahúnda de gemidos, preguntas formuladas a voz en grito y peticiones de venganza.
Reffa pasaba desapercibido en una fila elevada, vestido con la misma ropa arrugada que llevaba desde hacía tres días, desde el momento en que se enterara de la terrible noticia. Los temores y sospechas de su antiguo maestro no habían sido infundados, aunque Reffa no los había tomado en serio. Ya nada le ataba a Zanovar. Si bien tenía algunas cuentas corrientes e inversiones en Taligari, su propiedad, su jardín y su personal habían sido desintegrados en una nube de vapor. Al igual que el Docente…
Alarmados emisarios de Taligari se habían congregado en el Coliseo del Senado, procedentes de los ocho restantes planetas de Taligari. Se respiraba pánico, una multitud encrespada y enfurecida de ciudadanos que se sentían indefensos y desesperados.
Todos los ojos se clavaron en el presidente del Senado cuando subió al estrado, flanqueado por un par de representantes de otros principales planetas Taligari.
Debido a su ascendencia secreta, Tyros Reffa había evitado inmiscuirse en política. Aun así, sabía que no se sacaría nada en limpio de la asamblea. Los políticos fanfarronearían y esquivarían preguntas. Al final, las protestas oficiales no servirían de nada. Shaddam Corrino haría caso omiso.
El presidente del Senado, un hombre alto de porte autoritario, tenía una cara en forma de luna y una boca expresiva.
—Zanovar ya no existe —empezó, con el más sombrío de los tonos. Hizo toda clase de ademanes para subrayar sus palabras—. Todos los aquí presentes han perdido amigos o familiares en este ruin ataque.
Entre el pueblo de Taligari, era tradicional que los delegados congregados, e incluso los ciudadanos corrientes, hicieran preguntas en público a los senadores y recibieran una respuesta inmediata. La gente se puso a gritar, entre un aluvión de preguntas y exigencias.
¿Respondería el ejército de Taligari? ¿Cómo podían enfrentarse a los Sardaukar, cuyo poderío les permitía reducir a cenizas a planetas enteros? ¿Estaban en peligro otros planetas de Taligari?
—¿Por qué ha sucedido esto? —gritó un hombre—. ¿Cómo ha podido nuestro emperador cometer semejante atrocidad?
Reffa seguía inmóvil y en silencio. Por mi culpa. Vinieron a por mí. El emperador quería matarme, pero intentó disimularlo con este monstruoso exceso.
El senador alzó un cubo de mensaje en el aire.
—El emperador Shaddam IV nos acusa de crímenes contra el imperio y atribuye la responsabilidad hacia Zanovar. Ha actuado como juez, jurado y verdugo. Afirma haber aplicado el castigo justo porque ocultábamos una reserva privada de melange.
Gruñidos de ira, aullidos de incredulidad. Todas las Casas del Landsraad guardaban reservas de especia, de la misma manera que casi todas las familias conservaban un arsenal de armas atómicas, cuyo uso estaba prohibido, mas no así su tenencia.
Otro senador se adelantó.
—Creo que Shaddam nos está utilizando como ejemplo para el resto del Imperio.
—¿Por qué tuvieron que morir mis hijos? —gritó una mujer alta—. No tenían nada que ver con la reserva de especia.
Tus hijos murieron porque a Shaddam no le gusta que yo haya nacido —pensó Reffa—, me interpuse en su camino, y no le importó asesinar a millones con tal de matar a un solo hombre. Y aún así, erró el blanco.
La voz del presidente del Senado se quebró de emoción, pero después, la ira le dio fuerzas.
—Hace siglos, el antepasado del emperador, Hyek Corrino II, concedió a la Casa Taligari la propiedad de nueve planetas, incluido Zanovar. Algunos documentos demuestran que Elrood IX visitó el parque de atracciones y bromeó sobre el olor a especia que se notaba cerca del gusano de arena. ¡No era ningún secreto!
El público siguió formulando preguntas, y los senadores se esforzaron por contestarlas. ¿Por qué, después de tantos años, ocurría esto? ¿Por qué no les habían advertido? ¿Cómo podía remediarse la injusticia?
Reffa se limitaba a escuchar. Había ido a Artisia para asistir a la ópera, se había ausentado de Zanovar gracias a la previsión del viejo Docente. Tras haber oído las débiles excusas del emperador, no las creyó ni por un momento.
Su reverenciado maestro siempre le había dicho, «Si los motivos aducidos no tranquilizan tu conciencia, ni resisten la prueba de la lógica, busca razones más profundas».
Había visto imágenes tomadas por sondas automáticas del arrasado paisaje, sabía que su propiedad había sido uno de los primeros objetivos de los atacantes. ¿Habría llegado a ver el leal Charence la llamarada que se acercaba? El estómago de Reffa quemaba como si se hubiera tragado un carbón al rojo vivo.
Nadie se fijó en él, un hombre más entre la multitud. Recordó la cicatriz ennegrecida que había sido su hogar. Shaddam estará convencido de que ha logrado su propósito. Cree que estoy muerto.
Una expresión de rabia ensombrecía el hermoso rostro de Reffa. Solo se movió una vez, para secar una lágrima de su mejilla. Antes de que la interminable asamblea concluyera, se marchó con sigilo por una puerta lateral, bajó la escalinata de mármol y se perdió en el anonimato de la ciudad.
Le quedaban restos de su fortuna, una buena cantidad de dinero. Gozaba de la completa libertad de movimientos permitida a una persona a la que el Imperio consideraba muerta. Y no tenía nada que perder.
Soy como un escorpión bajo una roca. Ahora que mi hermanastro me ha molestado, será mejor que se cuide de mi aguijón.