79

La supervivencia exige vigor y buenas condiciones físicas, además de tener conciencia de las limitaciones. Has de averiguar lo que tu mundo te pide, lo que necesita de ti. Cada organismo tiene su papel en la conservación del ecosistema. Cada uno tiene su nicho.

Planetólogo Imperial LIET-KYNES

Si bien era el cuartel general de la Cofradía, Empalme no era un planeta muy apetecible para vivir.

—No sé cuánto más podré esperar —gruñó Rhombur—. ¡Quiero estar en Ix!

Restringidos a una zona para esparcimiento de pasajeros, alejada de los talleres de cruceros y muelles de mantenimiento, Gurney Halleck y él paseaban por un campo de hierbanegra. Rhombur pensaba que debía ser el emplazamiento de una escuela de Navegantes abandonada, pero nadie respondía a sus preguntas. El sol del mediodía arrojaba una luz apagada y brumosa.

Pese a las repetidas súplicas e intentos de soborno, no habían podido enviar un mensaje a Caladan. La Cofradía había aislado por completo a todos los pasajeros del crucero extraviado, les mantenía prisioneros en Empalme, como si intentara ocultar las noticias del crucero accidentado y el Navegante muerto. El duque Leto no sabía nada al respecto. A estas alturas, debía suponer que sus dos agentes habían llegado a Ix, y ya estaban soliviantando a la población oprimida. La Casa Atreides contaba con ellos.

Pero a menos que Rhombur lograra algo pronto, esa suposición se convertiría en un grave peligro para las fuerzas Atreides.

Debido a ese torbellino mental, el príncipe cyborg andaba con paso espasmódico. Gurney oía los crujidos de las piezas mecánicas. Cientos de pasajeros del crucero rescatado hormigueaban por los campos de hierbanegra. Ahora que estaban a salvo, no ahorraban los gruñidos y las protestas, enfurecidos por los inconvenientes. No podrían salir del planeta hasta que la Cofradía diera su permiso.

—«Solo se llega a conocer a Dios gracias a la paciencia» —citó Gurney, un pasaje que su madre solía leer de la Biblia Católica Naranja—. No tienen motivos para retenernos por más tiempo. La investigación ya habrá concluido.

—¿Qué esperan descubrir de pasajeros aislados? ¿Por qué no permiten que nos pongamos en contacto con Leto? ¡Malditos sean!

Rhombur bajó la voz.

—Si pudieras enviar un mensaje al duque, ¿le aconsejarías que retrasara el ataque? —preguntó Gurney, aunque ya sabía la respuesta de Rhombur.

—Nunca, Gurney. Nunca. —Miró hacia la lejanía—. Pero quiero estar allí cuando suceda. Hemos de hacer este trabajo.

Si bien el príncipe había sido el héroe no reconocido del desastre, los representantes de la Cofradía trataban a los dos hombres como cargamento humano vulgar, que sería transferido a otra nave encargada de conducirlos a su destino previo (en teoría, con el módulo de combate intacto). Habían sido retenidos durante un mes en el austero planeta, interrogados sobre cada acontecimiento, cada momento pasado en el crucero extraviado. La Cofradía parecía muy preocupada por el origen de la melange envenenada, pero Rhombur y Gurney no tenían respuestas para ese interrogante.

Como pequeña muestra de protesta, los dos hombres se negaron a afeitarse. La barba de Gurney cubría a duras penas la cicatriz de tintaparra, mientras que la del príncipe ixiano era más espesa y un poco más larga sobre el lado cubierto de piel de su cara.

El edificio gris que albergaba a los visitantes incluía una curiosa mezcla de celdas con barrotes metálicos, oficinas y apartamentos. Había cámaras de vigilancia por todas partes, más o menos disimuladas. Los hombres de la Cofradía no perdían de vista a los pasajeros en ningún momento.

Todos los edificios de esta zona parecían antiguos, y mostraban señales de múltiples reparaciones y alteraciones. Carentes de todo adorno, eran edificios prácticos y funcionales.

Una voz estentórea habló por altavoces ocultos, como si surgiera de todas partes a la vez.

—Todos los pasajeros se hallan en libertad. Dirigíos a la terminal de procesamiento central para disponer el traslado a vuestro destino de origen. —Después de una pausa, la voz añadió, como si leyera un guión—: Lamentamos los trastornos que hayáis padecido.

—Me ocuparé de que carguen nuestro módulo de combate, aunque tenga que llevarlo a hombros —dijo Gurney.

—Creo que yo estoy mejor preparado para esas tareas, amigo mío, en caso necesario.

Rhombur avanzó a grandes zancadas mecánicas hacia la terminal de procesamiento central, dispuesto a volver a casa, al campo de batalla, por fin.

La guerra de liberación de Ix estaba a punto de empezar.