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La obediencia renuente de las provincias distantes generalmente cuesta más de lo que vale.
THOMAS BABINGTON MACAULAY
Ciudad de Avalon, Nueva Avalon
Marca de Crucis, Mancomunidad Federada
25 de diciembre de 3057
Víctor se despertó de golpe. El sudor le irritaba los ojos. Observó los puños cerrados y se sorprendió de que no le sangraran las manos. Sin comprender lo que aquello implicaba, retiró las sábanas, atravesó el dormitorio y se paró desnudo delante del espejo del rincón. Mientras se hundía y retorcía la cara con los dedos, contempló su reflejo dejando que la realidad reemplazara los sueños en su mente.
Es mi rostro, no el de mi padre. Es mío, mío de verdad. Se estremeció no sólo por el alivio que sentía, sino por el aire helado que rodeaba su cuerpo empapado de sudor. Se apartó unos mechones húmedos de la cara, miró fijamente al espejo para ver si eran rubios y no rojizos como los de su padre y lanzó un hondo suspiro. Ha sido un sueño horrible.
Víctor se estiró de nuevo en la cama y se colocó en el centro, donde las sábanas estaban secas. El frío que desprendían no lo reconfortaba, pero se aferró a aquella sensación y la utilizó para deshacerse de la inquietud que el sueño le había dejado. Cerró los ojos por un instante, pero sabía que no podía volver a dormir, así que dispuso unos cojines contra la cabecera y se sentó.
El sueño —mejor dicho, la pesadilla— se debía al conflicto entre la oferta de paz de Thomas y lo que Víctor creía que debía hacer.
Su padre habría rechazado la oferta de antemano. Al apostar por la paz, Thomas había demostrado que no tenía estómago para la lucha y, lo que era peor, la única razón de su éxito era que había utilizado a Katherine contra Víctor. Sin las naves que Katherine estaba dispuesta a venderle. —Hanse habría colgado a Tormano precisamente por eso—, la habilidad de Víctor para enfrentarse a la Liga de Mundos Libres se había reducido peligrosamente.
Hanse Davion no se habría preocupado por ello. Habría desmantelado los transportes de la Mancomunidad Federada y los habría convertido en una compañía de transportes de tropas. Habría enviado una gran cantidad de tropas para acabar con los mercenarios de Thomas y reducir las tropas de Sun-Tzu a cenizas. ¿Acaso Thomas y Sun-Tzu no habían demostrado, con la naturaleza y la fuerza de sus ataques, que habían aprendido cómo hacer la guerra estudiando los métodos de Hanse Davion? Hanse les habría enseñado los verdaderos horrores de la guerra y les habría hecho pagar caro su pequeño juego.
Víctor sabía que aquello era exactamente lo que su padre habría hecho. Él príncipe había analizado tan exhaustivamente los viejos archivos de su padre que sabía cómo había organizado el transporte para la Cuarta Guerra de Sucesión. Aunque habían pasado veinticinco años desde el fin del conflicto, las estrategias seguían siendo sólidas y disponían de los recursos necesarios. Si copiase la enorme invasión que su padre había llevado a cabo en Sarna, la población de la Mancomunidad Federada sufriría muchas dificultades, pero tal sacrificio era lo único que mantendría el reino intacto.
Aunque Víctor estaba preparado para hacerlo, cada vez que tenía que tomar la decisión se desdecía por una razón u otra. En el sueño había visto a Thomas ofreciéndole una rama de olivo, pero Víctor había tirado la rama de su mano. Los ojos del capitán general se habían convertido en espejos en los que Víctor había visto la imagen de su padre reflejada como si fuera la suya. Al dar un puñetazo a Thomas en la nariz, la máscara que Thomas llevaba se despedazó y dejó al descubierto el rostro de Hanse. Entonces Hanse se convirtió en una estatua de cristal que se fragmentó con los constantes puñetazos de Víctor, cada fragmento de la cual contenía una imagen holográfica de la estatua de Hanse. Sin embargo, la leyenda del pedestal tenía grabado el nombre de «Víctor».
—Yo no soy mi padre —dijo Víctor, golpeándose la palma de la mano con el puño—. Nunca he intentado ser mi padre. ¡Nunca he querido ser mi padre!
Pero han sido sus métodos los que te han traído hasta aquí. ¿Los rechazarías ahora?, preguntó una pequeña voz desde el fondo de su mente.
Víctor se estremeció. ¿He estado imitando lo que mi padre habría hecho?
La voz no contestó, pero Víctor no le dio la oportunidad de hacerlo. Su mente se desbocó, analizando sus acciones, valorando su efectividad, buscando sus raíces. Tengo que saber qué he hecho mal y por qué.
El primer acontecimiento que le vino a la mente fue la decisión de sustituir a Joshua por un doble. Nunca le había gustado aquella solución. Había acordado utilizar una máquina para mantener sus constantes vitales mientras se colocaba a un doble en su lugar porque, hasta que Joshua muriese de verdad, podía cambiar de decisión. Sabía que lo había hecho así para ganar tiempo, un tiempo que le permitiría negociar con Katherine y Sun-Tzu y ocultar la noticia a Thomas.
Si hubiera dependido de él habría informado a Thomas de la muerte de su hijo, pero la existencia del Proyecto Géminis le indicaba que la franqueza no funcionaba con la política de Thomas. Debido a los desafíos dentro y fuera de su familia, no podía permitirse la menor debilidad.
Géminis había sido el plan de su padre. Se había llevado a cabo para garantizar la cooperación de Thomas mientras los Clanes arremetían contra la Esfera Interior. Cuando ComStar ganó la tregua, Géminis perdió su valor, pero Hanse Davion murió sin haberlo cerrado.
Y yo lo continué porque aquel proyecto era un recuerdo vivo de mi padre.
Víctor supo al instante que aquella idea era errónea, tan errónea como la del doble de Joshua. Sólo estaba haciendo lo que su padre habría hecho y allí residía el problema. Si no soy mi padre, ¿por qué hago lo que él habría hecho?
Con sólo formular la pregunta, obtuvo un sinfín de respuestas. Los conflictos con Katherine y su hermano Peter lo habían conducido a tomar las riendas de la familia y su padre era el único modelo que podía seguir. Además, el respeto que sentía por su padre y la veneración que mostraban por él los habitantes de la Mancomunidad Federada lo habían empujado a tomar decisiones que le permitieran aprovecharse de aquella imagen y aquella emoción. Sin embargo, Víctor se daba cuenta de que lo que era «inteligente» y «apropiado para un Fox» en su padre parecía desmesurado o insignificante en él.
Esta serie de revelaciones lo condujeron de nuevo a la rama de olivo de Thomas. Víctor tenía claro que su padre la habría rechazado y habría recuperado los mundos perdidos. Era cierto que Hanse había firmado la paz con el Condominio Draconis frente a la amenaza de los Clanes, pero lo hizo para curarse en salud. El Condominio Draconis no había participado como agresor en la guerra de 3039 y había creado una sólida defensa contra la Mancomunidad Federada. Theodore Kurita se había ganado el respeto de Hanse, un hecho que facilitó a Hanse la tregua entre ambos reinos.
Ante una agresión desmotivada, Hanse habría contraatacado, pero Víctor no veía beneficio alguno en contraatacar a la Liga de Mundos Libres o a la Confederación Capelense. Hasta el momento, la guerra había sido relativamente «pacífica» y, aunque podía convertirse en un crisol para poner a prueba el valor de grandes individuos —sobre todo de los Reservistas de Woodstock y de ese Comodín Danzante—, también era un buche que devoraba gente y material con una velocidad y una facilidad increíbles.
Era cierto que los mundos arrebatados no le pagarían más impuestos, pero esas sumas eran insignificantes comparadas con los beneficios económicos que suponía la propuesta de paz de Thomas para la Mancomunidad Federada. Aunque Sarna y Styk habían formado sus pequeñas naciones independientes, parecidas a la Comunidad de Saint Ivés, sus vínculos financieros y económicos con la Mancomunidad Federada significaban que Víctor no había perdido ninguno de los ’Mechs fabricados en la Marca de Sarna.
Siempre y cuando los Reservistas acaben con los Bandidos, se recordó a sí mismo.
La mayoría de la población no se vería afectada por los cambios en la administración planetaria. Es cierto que tendrían que aprender la letra de un nuevo himno nacional, pero hacía menos de una generación que la Marca de Sarna formaba parte de la Mancomunidad Federada. La mayor dificultad para la mayoría de los ciudadanos sería cambiar el calendario para adaptarse a las nuevas fiestas nacionales.
No sería así para los Reservistas y el Comodín Danzante, gente que había luchado activamente contra la incorporación de la Marca de Sarna a la Confederación Capelense. Si los Reservistas triunfaban, Nanking permanecería en la Mancomunidad. Si no, tendrían que ser repatriados. La repatriación sería vital para el Comodín Danzante, su equipo y todos los funcionarios y administradores que debían tributo a la Mancomunidad Federada. Se convertirían en el objeto de las represalias y Víctor nunca permitiría ponerlos en peligro de esta manera.
—Thomas aceptará repatriar a mi pueblo, si sugiero que ComStar dirija el programa. Así será neutral.
Con aquel problema resuelto, tomaría una decisión que a su padre le habría parecido impensable.
—Estos tiempos no son tus tiempos, padre. No puedo acabar con mi economía para enviar tropas a luchar por mundos sin valor. En tu época, la unificación de la Esfera Interior era un objetivo noble por el que valía la pena luchar, pero nosotros no nos lo podemos permitir. Guerras así arruinarían nuestras economías y dejarían que los Clanes nos devorasen cuando vinieran a por nosotros. Tenemos diez años antes de que acabe la tregua de ComStar y preferiría que mi pueblo se preparase para la guerra en lugar de hacerla.
Desde el fondo de su mente se le presentó la imagen de su padre como lo había visto en el ataúd. Volvió a ver el momentáneo destello de vida reflejado en el azul intenso de los ojos de su padre. Aquellos ojos miraron fijamente a su hijo, luego Hanse agarró a Víctor por el hombro, le dijo su nombre y sonrió.
—Parecía que habías muerto satisfecho, padre, de que yo estuviera allí para ocupar tu lugar. ¿Era porque pensabas que yo era como tú o porque confiabas que haría lo que fuera por mantener tu reino intacto? Deseo con todas mis fuerzas que fuera lo último porque yo no soy tú, y nunca lo seré. Al intentar actuar como tú lo habrías hecho he estado a punto de echarlo todo a perder. Nunca más —dijo Víctor, sacudiendo la cabeza y con la mirada clavada en el espejo que había al otro lado de la habitación—. Soy Víctor Ian Steiner-Davion, Primer Príncipe de la Mancomunidad Federada. A partir de ahora, los errores que cometa serán mis propios errores y la experiencia que me proporcionen serán mi guía para el futuro.