Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
Katrina Steiner lanzó una fulminante mirada al joven capiscol de ComStar y se alegró al comprobar el efecto de su frío semblante. El hombre, de corta estatura y pronunciadas entradas, se encogió de hombros e inclinó la cabeza. Bien.
—¿Me trae una respuesta de la Primus? —preguntó.
El capiscol Correy levantó ambas manos como haría un suplicante ante una diosa vengativa.
—Con los acontecimientos de los últimos días, la Primus ha estado más ocupada de lo normal.
—¿Tanto que no ha podido contestar un mensaje mío?
El hombre se encogió por temor a su ira.
—Por favor, arcontesa, debe entender que el retraso de la respuesta no se debe a una falta de respeto hacia usted.
—Entonces ¿cómo explicaría su acuerdo para mantener las tropas del Condominio Draconis como conciliadoras de ComStar y luego permitirles la invasión del territorio de Lyons? Mis ciudadanos se están convirtiendo en súbditos de un antiguo enemigo y eso no lo toleraré.
—Sí, arcontesa, ya lo sé. Ha comunicado su preocupación a la Primus en repetidas ocasiones y ella me ha asegurado al más alto nivel (niveles de primera instancia) que les está prestando una atención especial. El único inconveniente es que el príncipe Víctor también tiene algo que reclamar al territorio de Lyons y la acción del Condominio no tiene nada que alegar en su contra y…
Katrina indicó a Correy que guardara silencio.
—Mi hermano no tiene nada que ver con el territorio de Lyons. Usted está sancionando la violación de mi frontera porque no hay nada que alegar en contra de un hombre que pretendía utilizar la muerte de un niño para conseguir sus propios fines políticos. Yo pensaba que ComStar, como defensor de la Esfera Interior y arquitecto de la tregua del
Clan, no se rebajaría hasta el punto de justificar la avaricia y la traición porque un asesino no ha denunciado la escisión de una parte de mi reino.
—Entiendo su indignación, arcontesa Katrina, y se la comunicaré a mis superiores inmediatamente.
Katrina resopló de furia y entrecerró los ojos.
—Si no ha venido a traerme la disculpa de la Primus, ¿a qué ha venido? —preguntó forzando una sonrisa en los labios—. Seguro que no ha disfrutado mientras le gritaba.
—No, arcontesa, le aseguro que no.
—¿Entonces?
El hombre, que continuaba encogido, se llevó la mano al interior de su chaqueta roja y extrajo un papel doblado.
—He venido como mediador de una persona que desea una audiencia con usted —dijo mostrándole el papel con manos temblorosas—. Al no disponer de cargo político alguno, no tenía ningún otro modo de acceder a usted.
Katrina le arrebató el papel, lo desdobló, leyó el nombre y se lo devolvió a Correy.
—¿Y por qué querría yo tener una audiencia con él?
Correy se guardó el papel.
—Me ha dicho que enviaría a un representante como prueba de su estima. Suplica su indulgencia para que no tome una decisión sobre su petición hasta que no haya visto su obsequio.
¿Un obsequio? ¿Qué podría darme este hombre que yo quisiera? Recordaba haberlo visto antes y haber oído hablar de un revés de fortuna que había sufrido recientemente. Pero también recordaba que había sido un hombre con recursos.
Katrina asintió con contundencia.
—Comuníquele que recibiré a su representante y que me reuniré con él si me conviene.
—De acuerdo, arcontesa. Es más de lo que podía esperar.
—Bien —dijo mirando hacia la puerta—. Quizá debería sugerir a su señora que se plantee la posibilidad de un acercamiento similar para obtener de nuevo mi benevolencia. Como recompensa podría devolverme el territorio de Lyons con el incentivo de su eternidad. Si no lo he obtenido en Navidad, comunique a la Primus que no tiene motivos para esperar nada bueno en Año Nuevo.