Palacio del director Daosha, Zurich
República Popular de Zurich, zona de liberación de la Liga
Xu Ning se secó las comisuras de los labios con la servilleta almidonada y dio el último sorbo de Montcharte Bourgogne Blanc ’43. El gobernador Campbell tiene un gusto exquisito para los vinos. Cuando pruebe el 39 tendré que echar un poco en la urna con sus cenizas. Volvió a depositar la copa de vino sobre la mesa y miró a su acompañante.
—Coronel, estaba diciendo que no le sorprendía que mi Comité de Seguridad haya sido incapaz de encontrar a esos insurgentes.
Burr, un patricio declarado que intentaba descender al nivel de alguien que había alborotado el orden social, desplazó el plato medio lleno al centro de la mesa y colocó la servilleta en el lugar que quedaba vacío.
—Sólo quería decir que usted, como líder de una triunfal campaña, debe saber lo que supone intentar detener a los miembros de una fuerza secreta e irregular. Aunque creo que las pruebas demuestran que el líder de la operación tiene que ser un agente davionista, está claro que utiliza sus métodos contra usted.
Ning sonrió educadamente, aceptando la condescendencia del hombre.
—El pobre Werner y yo habíamos especulado que este Comodín Danzante podría ser un agente enviado para infiltrarse en nuestra organización, tal vez incluso sin que la policía local lo sepa, y capturarnos.
—Si la policía no pudo capturarlo a usted, señor director, nunca capturará al Comodín Danzante. Sé que ha recluido a su propio personal en el cuerpo de policía y ha subordinado la organización a su Comité de Seguridad, pero la incompetencia se advertirá tarde o temprano.
Ning levantó uno de sus finos dedos e indicó a su sirviente que entrara en el comedor.
—Ya puede retirar esto. ¿Café, coronel? ¿Y postre?
—Por favor.
—Cari, traiga el postre y el Domaine Fiedade Beaumes-de-Venise 3050. Y el coronel querrá un cenicero para su puro.
El sirviente retiró los platos y el coronel ofreció a Xu Ning un puro que rechazó educadamente.
—No tengo el hábito de fumar. No era fácil obtener tabaco cuando nos perseguían y, como sabe, el humo del tabaco llega increíblemente lejos en una selva. Aprendimos a esquivar a las patrullas por el olor.
Burr soltó una sonora carcajada.
—Una prueba más de la estupidez de la policía.
—Entonces ¿usted cree que mi capacidad para sobrevivir en el campo se debe a la incompetencia de la policía y no a mi propia habilidad para esquivarla?
—Por favor, señor director, no interprete mis comentarios como una crítica a su hazaña de supervivencia. Fue bastante increíble, pero cualquier fuerza organizada lo habría encontrado.
—¿Sus Cobras Negras, por ejemplo?
—Es cierto que hemos sofocado sublevaciones, pero nunca en una zona urbana.
—¿-Y encontrar al Comodín Danzante estaría fuera de su alcance?
Burr sonrió y se reclinó en la silla mientras el sirviente aparecía con el postre.
—Encontrar al Comodín Danzante no estaría fuera de mi alcance, pero sí del perfil de mi misión. Las Cobras Negras están aquí para proteger el planeta, defenderlo y defendernos a nosotros mismos. El Comodín Danzante no supone amenaza alguna para nosotros.
Xu Ning dio un sorbo de vino y asintió hacia Cari para que sirviese al coronel.
—Pero podría convertirse en una amenaza, ¿no?
—Sólo si aumenta el tamaño de su organización —contestó Burr, asiendo una de las velas para encenderse el puro—. Claro que, si lo consigue, le dará la ventaja que necesita para atraparlo.
Xu Ning decidió no prestar atención a la cera que se había derramado sobre la superficie de la mesa caoba.
—¿Cree que reclutará a gente de creencias dudosas?
—Sus aliados naturales son el individuo criminal y la clase mercantil, ninguno de los cuales es partidario de que usted controle las riendas de la economía. Pero, afortunadamente para usted, los miembros de ambos grupos pueden comprarse.
—¿De modo que necesito un mercenario insurgente?
Burr se quitó el puro de la boca y contestó en un tono más suave:
—Señor director, los mercenarios son profesionales que cobran por el servicio que ofrecen. Lo que usted quiere es un principiante ambicioso dispuesto a vender su alma por unos cuantos billetes-C.
—Entiendo la diferencia, coronel, y debo seguir su consejo —dijo Xu Ning, saboreando el vino—. Mañana empezaré a buscar informadores y veré si puedo quitarme la espina que tengo clavada de una vez por todas y reformar Zurich a mi antojo.