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Thomas Marik, capitán general de la Liga de Mundos Libres, hizo caso omiso del teleprompter y miró directamente al objetivo de la cámara holovisual. Quería aparecer en pantalla para dirigirse a su pueblo y, aunque era consciente de las limitaciones del medio, pretendía convertir aquel holovídeo en algo más que un mensaje. Puede que la gente no entendiera por qué estaba haciendo aquello, pero quería que supieran que él sí entendía por qué era vital entrar en guerra con la Mancomunidad Federada.

—Queridos conciudadanos, si tuviera otra elección, no los habría conducido a una guerra en la que nosotros somos los agresores. Es un acto de nobleza defender el planeta natal de cada uno contra la invasión, pero la agresión sin sentido carece de honor y no merece defensa.

»Sin embargo, nuestra agresión sí tiene sentido: la rectitud. Tal vez sería más apropiado hablar de una “defensa agresiva de nuestro futuro”. Nuestra forma de vida, nuestras tradiciones, han sido amenazadas por un crimen tan inmundo, tan espantoso, tan vergonzoso que si pudiera se lo ocultaría. A causa de la naturaleza de mi respuesta a este crimen, debo revelárselo con todos sus sórdidos detalles y estos hechos se harán públicos durante las próximas veinticuatro horas. Hasta entonces bastará con una explicación más breve.

Thomas titubeó deliberadamente, reforzando la impresión de su reticencia a compartir con ellos la información que poseía. Suavizó la expresión, tragó saliva y dejó que sólo su mirada reflejase su pesar.

—Tengo una prueba, una prueba incontrovertible, de que el Joshua Marik sometido a tratamiento en la Mancomunidad Federada no es mi hijo, sino un subalterno de Víctor Davion. El propósito de Davion al sustituir a mi hijo por este otro niño es obvio: desea que su títere ocupe el lugar del capitán general al mando de esta nación.

»La prueba fue obtenida con gran riesgo por un noble agente de la Liga de Mundos Libres. Consiste en una muestra de sangre del impostor que se comparó posteriormente con mi muestra de sangre mediante una prueba de ADN. El proceso era tan fácil de realizar que mi agente utilizó un botiquín escolar para hacerlo. Es tan sencillo que, utilizando suministros de sangre que había en el Instituto de Ciencia de Nueva Avalon, el propio Víctor podía duplicar los resultados. Los sencillos resultados de esta sencilla prueba me indicaron sencillamente que el Joshua Marik de Nueva Avalon no es mi hijo.

Thomas se detuvo de nuevo, pero esta vez la pausa no estaba planeada. Intentó disimular el dolor que le causaba su pérdida y prosiguió.

—Estoy obligado a suponer que mi hijo está muerto. Dada la naturaleza de su enfermedad, no era un final inesperado; lo que era inesperado es el atentado frío, cruel y calculado de Víctor Davion para aprovecharse de mi pérdida, nuestra pérdida, y conseguir sus propios fines políticos. Incapaz de gobernar el reino que su mutilada madre le dejó, se inmiscuye en la política interna de sus vecinos con la desesperada necesidad de anexionarlos a su decadente imperio.

El rostro de Thomas se convirtió en una máscara de acero de cólera reprimida.

—En el mejor de los casos, Víctor Davion es un secuestrador, un extorsionista y un violador de niños. En el peor de los casos, es el líder más diabólico de la Esfera Interior desde que Stefan Amaris destrozó la Liga Estelar. Me resulta inconcebible que una persona pueda sentirse satisfecha viviendo bajo el dominio de un monstruo así, pero yo no soy quién para hacer este juicio.

»Lo que sí puedo hacer y ya he hecho es impedir que todo el que desee ser liberado del yugo davionista tenga que soportar su opresión por más tiempo. Con este fin, he iniciado la reocupación de los planetas de la Liga de Mundos Libres que la Mancomunidad Federada nos arrebató hace un cuarto de siglo. Además, apoyaré los movimientos de autodeterminación en los sistemas capelenses ocupados de la Marca de Sarna. Con mis Caballeros de la Esfera Interior respaldaré a aquellos que deseen decidir por sí mismos quién los gobernará y cuál será su futuro.

Thomas respiró profundamente.

—Sé que esta decisión comporta la guerra y que la guerra comporta dificultades, privaciones y muerte. Como dijo Sófocles: «La guerra prefiere víctimas jóvenes». Antes de que se lanzase el primer disparo, esta guerra me costó la vida de mi hijo menor, de modo que ya conozco el dolor y el miedo que ustedes, mi pueblo, afrontarán a medida que avance la campaña. Nunca les pediría lo que yo no estoy dispuesto a hacer y sé que me acompañan en mi compromiso de liberar a los pueblos y los planetas de la subyugación davionista.

»Ésta no es una guerra de conquista para capturar mundos o industrias. Es una guerra de ideales y una colisión de filosofías que no pueden coexistir. Para Víctor Davion, existimos para alimentar el ansia de poder de una nación. Para nosotros, el pueblo es el único recurso de poder y protegemos su futuro con esa esperanza. Es por ese futuro por lo que luchamos. Es por ese futuro por lo que tenemos que luchar —remarcó Thomas Marik con un solemne gesto de asentimiento hacia la cámara—. Y en nombre de ese futuro, triunfaremos.