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Un aliado tiene que ser vigilado como un enemigo.

LEON TROTSKY

Ciudad de Tharkad, Tharkad

Distrito de Donegal, Mancomunidad Federada

26 de junio de 3057

Katrina Steiner-Davion mantuvo la mirada fija en el fondo de la vasta sala del trono mientras las puertas se abrían lentamente. El hombre y la mujer que aparecieron parecían diminutos en la inmensidad de la elevada bóveda y las macizas columnas de piedra de la sala. Mientras se dirigían hacia ella, advirtió cómo primero uno y después otro intentaban caminar acompasados por la delgada alfombra roja. Puede que aquella gracia les hubiera provocado una sonrisa, pero Katrina estaba dispuesta a mostrar a los dos embajadores la solemnidad de la ocasión.

A medida que reducían el paso, ella sabía que habían empezado a buscar una pista que les indicara el estado de ánimo y el comportamiento que ella había estudiado tan exhaustivamente. Llevaba un traje negro formal y una blusa de seda blanca con el cuello alto. La falda le cubría media pierna, pero sus largas botas impedían que se le viera la carne. Como únicas joyas llevaba un sencillo collar de perlas, a juego con los pendientes, y el maquillaje era igualmente discreto.

Sobre la tarima hacia la que se dirigían los embajadores había tres tronos dispuestos majestuosamente y Katrina estaba sentada en el de la derecha, si se miraba desde la entrada. En lo alto de éste había un estandarte con el puño armado de la antigua Mancomunidad Lirana. Como ella regentaba los distritos Uranos de la Mancomunidad Federada, aquélla era una elección apropiada, aunque sabía que sus dos visitantes no tardarían en advertir el hecho de que ahora tenía el trono de su abuela, además de su nombre.

Todavía más significativos serían los dos sobres que había sobre el cojín del trono central. Aquél era el lugar de su hermano como príncipe arconte de toda la Mancomunidad Federada. Sin embargo, sus visitantes se darían cuenta de que ella utilizaba su trono como mesa. Katrina sabía que aquello les sorprendería, que era exactamente lo que pretendía.

Detrás de los tronos, empequeñeciéndola del mismo modo que la arquitectura empequeñecía a los embajadores, había dos BattleMechs en posición de centinelas. Tras su trono se encontraba el Crusader pintado con los colores rojo y negro de los Demonios de Kell y con unas tiras negras alrededor de las muñecas. Los visitantes sabrían que el Crusader había pertenecido a Galen Cox, lo que explicaría por qué llevaba aquel sombrío atuendo de luto.

El otro BattleMech, el que había tras el distante trono de la Federación de Soles, ya no lucía la gama de colores negro y dorado de los Primeros Uhlanos de Kathil. El Marauder, con sus escuálidas patas, había sido pintado de un color azul suave conocido como azul Steiner. Antes de la integración de la Mancomunidad Lirana a la Federación de Soles, el azul Steiner había sido el color de los uniformes militares liranos. Katrina estaba segura de que la elección de aquel color también aportaría recuerdos de Atreus.

Los embajadores se detuvieron a los pies de la tarima y se inclinaron ante Katrina. Ella hizo una reverencia con la cabeza sin levantarse del trono y abrió la boca como si fuera a hablar. Cuando los embajadores se acercaron para escucharla, Katrina cerró la boca, apartó la mirada por un instante e hizo gesto de no poder hablar debido a sus exaltadas emociones.

Segura de que había llamado su atención, los volvió a mirar.

—Discúlpenme. Ha habido demasiada agitación y muerte últimamente.

Clark Tsu-Chan, el corpulento y calvo embajador de la Confederación Capelense, asintió lentamente con la cabeza mientras la pequeña y rubia representante de Atreus, Luise Waskiewicz, señalaba el brazalete negro de su brazo izquierdo.

—Alteza, los pueblos de la Liga de Mundos Libres lamentamos profundamente la trágica muerte de su madre. Tal vez deberíamos recordar lo que Jerome Blake dijo no hace mucho: «La muerte no debe tener dominio y el amor no debe perderse».

—Sus palabras me reconfortan, embajadora Waskiewicz, aunque sean un burdo plagio del poema de Dylan Thomas Y la muerte no debe tener dominio. Me pregunto cuántas otras joyas de anticuario han sido atribuidas al pobre Jerome Blake en un esfuerza por deificarlo.

Katrina bajó la vista para que los visitantes no advirtieran sus verdaderas emociones. Pese al buen control que tenía sobre ellas, la prudencia nunca estaba de más.

Volvió a levantar la mirada y dejó que una sola lágrima le rodara por la mejilla.

—La pérdida de mi madre me ha afectado profundamente, como las muertes de mi amigo Galen Cox y mi primo Ryan Steiner. Se me ha confiado mucha responsabilidad y, si no fuera por la necesidad de cuidar a mi pueblo, creo que el dolor me habría paralizado.

El representante capelense habló en un susurro.

—El lamento es la curación y, como tal, es un proceso que requiere tiempo.

—Y un proceso que no necesita otras preocupaciones que lo presionen —dijo Katrina, levantando la cabeza y estirando los hombros—. Pero ahora tenemos un asunto entre manos. Puede que se pregunten por qué he solicitado una reunión conjunta con ustedes. Para evitar malentendidos, permítanme que les aclare que pensaba que la reunión borraría toda sospecha sobre mis motivos o sobre lo que se había dicho.

—Es muy considerada, Alteza.

—Como lo fue su capitán general, embajador, en las condolencias que me envió por la muerte de mi madre y de nuevo cuando murió Galen. Es afortunado por tener un líder compasivo y sabio.

—Es demasiado amable, Alteza.

Será mejor que sigáis creyéndolo así. Katrina se permitió una leve sonrisa.

—Como sus agencias de inteligencia seguramente les habrán informado, las noticias de Nueva Avalon del mes pasado crearon cierta confusión por la aparición de Joshua Marik fuera del hospital del ICNA, donde está sometido a un tratamiento para combatir la leucemia. Al final resultó ser un caso de identidad equivocada, una joven que había sido confundida por Joshua. Aquí y ahora les doy mi solemne palabra de que Joshua está a salvo y continúa su tratamiento en el ICNA. Asimismo, refuto cualquier rumor agravante o infundado que pueda estar relacionado con el capitán general durante su luto.

El rostro de Waskiewicz palideció durante el discurso de Katrina, pero recuperó el color en cuanto ésta acabó.

—Transmitiré este mensaje a Atreus.

—Me gustaría que hicieran algo más —dijo Katrina, poniéndose lentamente en pie y avanzando para recoger los dos sobres del trono de la Mancomunidad Federada—. Estos sobres contienen holodiscos de los programas originales relacionados con el incidente, además de muchas de las imágenes vírgenes que se utilizaron para editarlos. Mi hermano sólo les enviará los programas acabados, lo que significa que tendrán que hacer grandes esfuerzos y buscar recursos para obtener los materiales de preproducción que les estoy dando. Aunque reconozco que esto puede retrasar ligeramente el trabajo de la gente a cargo de pasarle la información, confío en que los empleen cuando verifiquen que lo que les he dado es genuino.

Tsu-Chan parpadeó mientras recogía uno de los sobres.

—Creo que es la primera vez que oigo una descripción tan circunspecta sobre el soborno y la traición.

—Y será la última, embajador, porque nuestras naciones tienen secretos que no desean revelar. Sin embargo, Joshua no es ni debe ser un punto de discusión entre naciones. No es más que un niño y es demasiado importante para convertirse en el títere de nuestros juegos.

Katrina se colocó junto a su trono y apoyó una mano en el alto respaldo.

—Joshua está en Nueva Avalon sometiéndose a un tratamiento para el cáncer, pero yo siempre he tenido la impresión de que es un rehén.

La embajadora de la Liga de Mundos Libres sacudió la cabeza.

—Mi pueblo nunca ha albergado esperanzas sobre la situación de Joshua en la Mancomunidad Federada.

Eso podría interpretarse de dos maneras, según el refinado estilo diplomático. Katrina esbozó una leve sonrisa.

—En tal caso, su pueblo es mucho más generoso que el mío o, al menos, más generoso que algunos miembros de mi familia.

Aquel comentario sorprendió a ambos embajadores, quienes no fueron capaces de ocultar su conmoción.

Bien, ya he cumplido con mi deber aquí.

—Por favor, excelencias, vuelvan a sus embajadas y envíen este material sin demora. Si no podemos desenterrar las sospechas antes de que crezcan, no debemos temer la desconfianza que comporta su crecimiento.

En pie de guerra
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