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Un ejército convencional pierde si no gana; una guerrilla gana si él no pierde.

HENRY KISSINGER,

20TH Century Diploma!

Daosha, Zurich

República Popular de Zurich, zona de liberación de la Liga

15 de noviembre de 3057

Noble Thayer podía sentir el aturdimiento de sus acompañantes. Era una situación extraña: cuatro ciudadanos ordinarios —Rick y Carol Bradford, Anne Thompson y Cathy Hanney— deslumbrados por el éxito de la detonación de una bomba en la oficina del Comité de Seguridad. Sólo Ken Fox mostraba un comportamiento evasivo que indicaba que estaba habituado a ese tipo de situaciones.

Rick examinó con desconfianza el vacío apartamento antes de levantar discretamente la copa de vino para brindar.

—Por el Comodín Danzante y sus chistes.

Los otros, a excepción de Noble, se unieron al brindis. Este último se pasó la mano por el pelo, ahora teñido de rubio, y sonrió.

—Esta vez ha ido muy bien. Ha sido una suerte que Werner Chous haya vuelto a la oficina para trabajar hasta tarde.

Carol sacudió la cabeza.

—Yo pensaba que si poníamos la bomba a las tres de la mañana evitaríamos víctimas.

Noble asintió al tiempo que Ken Fox ponía los ojos en blanco.

—Hemos acordado descargar contra bienes materiales y no contra personas siempre que sea posible, pero acabáis de daros cuenta de que cada operación conlleva un riesgo de muerte, de uno de nosotros o de ellos. Lo habéis aceptado, al menos eso dijisteis cuando empezamos. Ahora necesito saber si el acuerdo sigue en pie.

Ken Fox levantó la cabeza.

—¿Por qué?

Noble se puso en pie y la parte superior de su cuerpo quedó oculta entre la sombra al sobrepasar el cono de luz procedente del foco que pendía sobre la mesa.

—Necesito saberlo porque hemos llegado a un punto en que tenemos que aumentar el nivel de actividad.

Rick se rascó la barba de varios días.

—Creía que las cosas iban bien.

—Y van bien. Se ha ofrecido una recompensa de más de veinte mil billetes-C por cada una de nuestras cabezas. Los graffiti de Daosha demuestran el apoyo de la gente y se ha llevado a cabo una serie de operaciones similares, incluso se han utilizado otras cartas de juego como elementos identificado res.

Cathy sonrió.

—Jacko Diamond parece ser el único que puede hacer algo bueno. Los demás están actuando como crios.

—Estoy de acuerdo. Creo que tenemos cierta conexión con Jacko y puede que intente recluirlo —dijo Noble, cruzándose de brazos—. La cosa es así: hemos empezado, en cuanto a acciones públicas, detonando la pantalla de la plaza Fengzilusude. Sea como sea, el Directorio Político de Zurich no puede ocultar lo que está ocurriendo y se está corriendo la voz.

Anne soltó una leve carcajada.

—El otro día oí un chiste. Decía así: una mujer le pregunta a su marido, que es un agente de seguridad inglés, si tienen alguna pista sobre el paradero del Comodín Danzante y el hombre le contesta: «Zip, dearh».

La voz de Noble se elevó por encima de las carcajadas de sus compañeros.

—Es cierto, estamos dejando en evidencia al ZPDir, pero no es suficiente si queremos triunfar. Afrontadlo: mientras sigan existiendo y tengan más recursos que nosotros, ellos ganarán y nosotros perderemos. Sólo podemos alcanzar el éxito iniciando una contrarrevolución, y para hacerlo tenemos que convencer al pueblo de Zurich de que el ZPDir no tiene capacidad para aplacar nuestros ataques. Pero hacer esto costará algunas vidas, de modo que necesito que confirméis vuestro compromiso con este movimiento.

Carol se echó hacia atrás.

—¿Desde cuándo somos un movimiento?

—Siempre ha sido un movimiento, Carol —contestó Rick, colocando una mano sobre su hombro—. Una lucha contra el gobierno.

—Sí, pero ésta es la primera vez que Noble habla de apoderarnos del planeta —dijo Carol, alzando la vista hacia Noble—. No pretendo ofenderte, pero el hecho de que hayas sido profesor de ciencias en una academia militar no te cualifica demasiado como líder planetario.

Noble levantó las manos para calmar su irritación.

—Lo que quiero es sacar a Xu Ning del poder, no el poder para mí. ¿Conoces el proverbio que dice: «Lo que se necesita para el triunfo del mal es que los buenos hombres no hagan nada»?

Carol hizo un gesto de asentimiento.

—Pues bien, tiene un corolario: «El triunfo del bien requiere que los buenos hombres obliguen a los malos a no hacer nada». Y en eso estamos nosotros, pero tenemos que atacar con más fuerza. Detonar una oficina del Comité de Seguridad ayuda, pero si el gobierno reúne a unas cuantas personas podrá reconstruir todo lo que destrocemos.

—Excepto a Werner Chou.

—Buena puntualización, Anne, pero ¿acaso alguno de nosotros lamenta la muerte de Chou? Estaba al lado de Xu Ning cuando asesinaron a los doscientos mártires. Podría haberlo impedido, pero no lo hizo. Su gente rodeó a los mártires y todos sabemos que fueron las tropas de SecCom con los uniformes del ZPCuadro las que dispararon, no los soldados.

—No es que ellos no lo hubieran hecho —añadió Ken Fox, rascándose un morado de la cara del que ya sólo quedaba una sombra amarillenta—. Todavía tengo los oídos tapados del rifle que les arrebaté cuando intentaban arremeter contra esos niños.

Noble asintió con aire compasivo.

—Mirad, SecCom, el Cuadro y las Cobras Negras son los tres pilares que impiden el desmoronamiento del imperio de Xu Ning. Hemos atacado a SecCom, pero eso sólo nos proporciona algo de tiempo. Si vamos a por los otros tendremos que matar a gente. Si no podéis o no queréis formar parte en esto, podéis iros. No quiero que nadie trabaje en contra de sus sentimientos o de su ética. Personalmente, no creo que asesinar a los guerreros de un dictador sea un dilema moral, pero respeto a quien opine lo contrario.

Hizo una pausa y miró a cada uno de los presentes. Todos asintieron, Fox con gran entusiasmo y Carol Bradford sin demasiada convicción. Noble sabía que podía contar con Carol, pero había decidido darle alguna función en la que pudiera servirse de sus habilidades administrativas y mantenerla en un segundo plano en los momentos más bélicos.

—Bien —dijo con una sonrisa en los labios e inclinándose hacia la mesa—, esto es lo que vamos a hacer: dentro de nueve días atacaremos el Arsenal de Zhongdade.

—¿Qué? No puedes hacer eso. Es un suicidio —dijo Ken Fox, sacudiendo la cabeza—. Ya sé que hay un montón de armas almacenadas, pero nunca conseguiremos sacarlas de allí. Es un objetivo imposible.

—No hay objetivos imposibles —dijo Noble en un tono suave, pero sin poder evitar un atisbo de emoción—. Es cierto que el Arsenal es un objetivo tan difícil como, digamos, una Nave de Descenso. Ambos contienen una cantidad increíble de municiones como sistema de defensa.

Fox frunció el entrecejo.

—Entonces ¿por qué lo atacamos?

Noble sonrió.

—¿Qué podemos hacer si no queremos que tengan armas almacenadas? ¿Qué podemos hacer si queremos impedir que el ZPCuadro utilice esas armas?

Los ojos de Rick Bradford se iluminaron.

—¿Estás hablando de detonar el Arsenal?

—Con la cantidad de armas y detonadores que hay almacenados, una explosión arrasaría la calle entera. El ZPCuadro se ha apropiado de la zona para alojar a sus tropas, de modo que las víctimas civiles no deberían ser un factor real —dijo mirando alrededor a la espera de reacciones y preguntas. Esperó unos instantes y luego prosiguió—: Creo que sé cómo poner la bomba minimizando el riesgo para nosotros.

Ken adoptó un gesto de extrañeza.

—Conseguir los explosivos suficientes para derruir el Arsenal no nos resultará sencillo.

Noble sacudió la cabeza.

—Confiad en mí. Sólo conseguidme un centro de jardinería y un lugar para comprar gasolina y yo fabricaré todos los explosivos que sean necesarios —dijo Noble, levantando una mano al ver que Fox quería intervenir—. Lo segundo que tendremos que hacer es empezar a trabajar mediante un sistema celular, lo que significa dos cosas. La primera es que asignaré una función a cada uno de la cual no podéis decir nada a nadie. A nadie, especialmente a ninguno de nosotros. De este modo, si atrapan a alguno, el plan no se deshará. Y la segunda es que tendremos que empezar a reclutar a más gente. Nuestros nuevos planes requieren la participación de más personas de las que somos ahora. Yo intentaré traer a gente como Jacko Diamond. Vosotros cuatro buscad a gente en la que podáis confiar, gente a la que conocéis desde hace tiempo. Observadlos y, cuando tengáis a un posible candidato, yo os ayudaré a reclutarlo. ¿Entendido?

Todos asintieron.

—Bien. Una última cosa: en caso de que cualquiera de nosotros sea capturado, los demás deben escapar. No podemos llevar a cabo un rescate si no sabemos adonde vamos. Retrocederemos y encontraremos el modo de sacarlo de allí. ¿Todo el mundo lo entiende? Primero escapamos, luego rescatamos.

Cathy se lo quedó mirando.

—Xu Ning nunca intentó rescatar a ninguno de los suyos cuando el gobierno los capturó.

—Eso es porque es un animal —dijo Noble, golpeando la mesa con el puño—. Y es la misma razón por la que no dejaré que os tenga como rehenes durante más tiempo del necesario.

En pie de guerra
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