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La historia me absolverá.

FIDEL CASTRO

Acercamiento final de descenso

Nave de Descenso Lobo Negro Wotan

Zona de ocupación de los Halcones de Jade

10 de diciembre de 3057

El sonido de una alarma llamó la atención de Vlad. A través de la pantalla visora de su Timber Wolf, vio que las luces blancas se tornaban rojas y la plataforma de ’Mechs se oscurecía como la noche espacial por la que viajaba la nave. Los escombros revoloteaban por el almacén de las Naves de Descenso mientras el personal adaptaba las escotillas a la presión atmosférica.

Echó un vistazo a su monitor secundario y encendió la radio.

—Coronel de estrella, las puertas de la plataforma de descenso están abiertas a un kilómetro. Aterrizaremos dentro de dos minutos.

Oyó la voz de Ulric a través de los auriculares de su casco.

—Bien, justo a tiempo. ¿Envió aquel mensaje?

—Afirmativo.

—¿Y no lo escuchó?

—No, coronel de estrella.

Vlad había tenido tentaciones de mirar el mensaje que Ulric le había pedido que enviara a través de ComStar, pero sabía que habría perdido un punto en el juego si lo hubiera hecho. Sí he advertido que se grabó el trece de septiembre, antes de tu juicio, pero ni sé por qué lo envías ahora ni quiero saberlo.

—Bien. Usted se encargará de informar a su estrella. Las otras ya han recibido órdenes, pero nosotros tenemos una misión especial.

—¿Sí, señor?

—Capturaremos al Khan Chistu. Está aquí, en Wotan. Lo encontraremos y lo mataremos.

Vlad frunció el entrecejo.

—¿Lo ha desafiado?

—A mí también me sorprendió —dijo Ulric con un deje de resignación por la estupidez del Khan de los Halcones de Jade—. La inflexibilidad de los Halcones es lo que los destrozará.

—Parece que es cierto —dijo Vlad—. Otra cosa, coronel de estrella.

—¿Sí?

—¿Recuerda que no me gustó la opción que me dio con respecto a lo que debía hacer en caso de que usted muriera y yo sobreviviera en Wotan?

—Lo recuerdo.

—Creo que he encontrado una tercera opción que me gusta mucho más.

Ulric adoptó un tono cauteloso.

—¿De qué se trata?

—Si el nuevo ilKhan repudia la tregua, los supervivientes y yo partiremos hacia la Tierra y nos apoderaremos de ella antes de que ellos lleguen.

El silencio que precedió a las palabras de Ulric sorprendió a Vlad.

—Pensaba que no se le ocurriría otra alternativa, Vladimir de los Ward. Creo que será mejor para todos que muera aquí conmigo.

Las sirenas de aterrizaje ahogaron la respuesta de Vlad. Su ’Mech se balanceó cuando la Nave de Descenso tocó tierra firme con un brusco movimiento y los propulsores de aterrizaje prendieron fuego a la maleza que cubría la plataforma de ’Mechs. Al encenderse la luz verde de su consola de mando, condujo el Timber Wolf hacia adelante, siguiendo la estela de un Black Hawk. Aunque los confines de la plataforma de ’Mechs limitaban la velocidad, los ’Mechs salieron rápidamente y se adentraron en la oscuridad de la noche de Wotan.

La noche estaba repleta de actividad. Las Naves de Descenso emergían de las onduladas colinas al sur de Borealtown como setas metálicas. Desembarcaban su cargamento y volvían a despegar impulsadas por enormes propulsores plateados en dirección a los puntos de encuentro donde recogerían a los supervivientes y evacuarían el planeta, si las cosas empeoraban.

Las naves de combate aeroespacial recorrían a toda velocidad el oscuro cielo y se dirigían a Borealtown. Dardos rubíes iluminaban varios puntos de la ciudad mientras los láseres arremetían contra las naves de combate del Clan de los Lobos. Los pilotos de los Lobos, por su parte, lanzaban misiles múltiples. Las explosiones iluminaban la noche y la ciudad ensombrecida empezaba a resplandecer con las llamas y la luz de explosiones secundarias.

Vlad había ayudado a hacer las valoraciones de la campaña. Sabía que había cuatro unidades del frente de los Halcones de Jade esperando a los Lobos en Borealtown, pero ni la adición de las tropas que habían sobrevivido en Twycross era suficiente para compensar las pérdidas que habían sufrido las fuerzas de Ulric en el largo trayecto hacia Wotan. El asalto a una posición fortificada con un número de tropas tan reducido era un suicidio, sin embargo Vlad tenía la sensación de que las reglas de oro de la guerra no servirían aquella noche.

Con su estrella desplegada en círculo alrededor de Ulric, Vlad dirigió la avanzada hacia la ciudad, seguro de sí mismo. No sabía si sobreviviría o moriría en este mundo, pero no tenía miedo, ¿Era esto lo que sentía Natasha cuando decidió quedarse en Twycross? Por primera vez desde que Vlad se había enterado de su muerte, entendía por qué había tomado aquella decisión.

Vlad sabía que no era inmortal, pero se sentía parte de algo que se volvería inmortal. El resultado de la lucha en

Wotan moldearía el destino de los Clanes durante los siguientes diez años y tal vez ayudaría a dar forma a lo que sucedería en los siguientes veinte, doscientos o dos mil. Lo que Aleksander Kerensky había iniciado tres siglos antes acabaría de algún modo aquí, en Borealtown, en una batalla que nunca se olvidaría.

Sintió un picor en la piel provocado por una especie de presciencia animal, una conciencia absoluta que lo impulsó a levantar los brazos del Timber Wolf en el instante en que divisó una extraña forma en la sombra de un edificio de estaño ondulado. Incluso antes de que su ordenador hubiese podido definir la silueta, Vlad había apuntado hacia ella con el retículo dorado y había apretado el gatillo de la palanca de mando izquierda con el dedo índice.

Uno de los tres láseres de pulsación del pecho del ’Mech trazó una línea de agujeros luminosos en el hombro del Ryoken que se escondía. El piloto de los Halcones desplazó su ’Mech detrás del almacén y Vlad, sin pensarlo dos veces, volvió a centrar el retículo sobre la fachada del almacén y pulsó ambos gatillos. Una ola de calor se apoderó de la cabina cuando los cañones proyectores de partículas gemelas del Timber Wolf lanzaron los infernales rayos.

La chapa de estaño que cubría el edificio tenía la mitad del grosor de una placa de blindaje ferrofibroso, pero sólo una milésima parte de su capacidad para disipar la energía. Los dos rayos de luz artificial atravesaron el edifico, inflamaron las cajas que había almacenadas y se clavaron en el torso del Ryoken. Con los brazos pendiendo del ruinoso torso, el ’Mech se apartó del edificio en llamas, se tambaleó e impactó en el suelo.

En otra situación, Vlad habría vuelto a disparar al ’Mech, que todavía podía levantarse para continuar la lucha. En otras batallas habría solicitado el derecho para matar al Ryoken, añadiendo su muerte a la larga lista de enemigos a los que había derrotado. Habría entrado a formar parte de su leyenda, pero ahora las preocupaciones personales parecían insignificantes.

Siguió avanzando. Echó un vistazo al mapa de la ciudad que Ulric había descargado en su ordenador y vio que había marcado el lugar donde se suponía que Chistu estaría esperando a Ulric. Vlad creía que allí encontrarían al Khan de los Halcones de Jade, pero él intuía el peligro a lo largo del camino. La situación le preocupaba, ya que no tenía intención alguna de conducir a Ulric a una emboscada.

Por un momento le pareció absurda la idea de que él, un Cruzado, tuviera que llevar a un Guardián a un lugar donde podía matar a un Khan de los Cruzados, y con ese pensamiento se dio cuenta de lo seguro que estaba de que Ulric destrozaría a Chistu. Sin embargo, aquel pensamiento no le inquietaba en absoluto. Se había involucrado en algo que iba más allá de la lucha entre un Guardián y un Cruzado. Se trataba de un Lobo contra un Halcón y, como Ulric había anticipado, Vlad valoraba más su identidad como Lobo que su afinidad con los Cruzados.

Soy un Lobo y siempre lo seré. Ahora no podría descender al nivel de los Halcones.

Paseando la mirada entre los cañones de cemento de Borealtown, Vlad vio otros ’Mechs. Algunos eran Lobos, pero la mayoría eran Halcones de Jade. Intercambió algunos disparos con ellos y sus rayos y láseres CPP prendieron fuego a bloques enteros. En una serie de intercambios, el Timber Wolf y un Vulture dejaron restos de blindaje fundido a lo largo de dos avenidas paralelas. Finalizó cuando el Vulture perdió una pierna en una intersección cerca de los restos calcinados de uno de los láseres de pulsación del Timber Wolf.

Vlad ascendió por una pequeña colina que había cerca del centro de la ciudad. El terreno se nivelaba en un pequeño círculo que en otro tiempo rodeaba una estatua erigida sobre un elevado pilar de hierro. Los edificios que rodeaban el parque se habían construido al estilo de los antiguos monumentos helénicos de la Tierra y se habían decorado con columnas y frisos. Si los pilares hubiesen seguido intactos o los edificios no hubiesen estado derruidos por los bombardeos de los Lobos, el lugar se habría asemejado al paraíso olímpico concebido por sus creadores.

En un extremo del círculo había un Gladiator con los colores de los Halcones de Jade, en medio de una plaza frente a lo que parecía ser el edificio del Ministerio de Justicia. El ’Mech humanoide tenía la configuración normal para ese tipo de OmniMechs. El sistema antimisiles y el pequeño láser de extenso alcance no eran de gran utilidad, pero el ’Mech estaba cubierto de un grueso blindaje, de modo que podía soportar fuertes ataques. El cañón automático, de carga rápida del brazo izquierdo podía infligir daños considerables, al igual que el CPP del derecho. Pero no importaba demasiado: nada impediría a Ulric matar a Chistu.

Vlad se adentró en el círculo, se desplazó hacia la izquierda y estacionó frente a lo que había sido, antes de la llegada de los Clanes, el Ministerio de Presupuestos e Impuestos. Los demás miembros de su estrella se situaron a la derecha y Ulric se adelantó a ellos.

Desde su punto de ventaja, Vlad vio que los MechWarriors Jenni y Karl estaban más juntos de lo que él consideraba adecuado en una zona de guerra, pero el parque parecía ser el ojo de la tormenta marcial. Se olía el peligro para Chistu y Ulric, pero no para él y su tropa. Sin embargo, ellos lo sabrán mejor.

La voz de Ulric irrumpió a través de sus auriculares.

—Saludos, Vahn.

—Lo mismo digo, Ulric. Cuando solicité este duelo no sabía que vendría con segundos.

—Puede considerarlos segundos, si lo desea. Para mí son testigos.

El Khan de los Halcones de Jade se echó a reír.

—Mi vídeo de la cámara de la pistola será suficiente testigo para su muerte.

—Posiblemente, pero esos dispositivos quedan maltrechos con la destrucción de un ’Mech —dijo Ulric, extendiendo los brazos de su Gargoyle humanoide—. ¿Requiere algún tipo de declaración formal de intenciones o podemos empezar ya?

—Ya ha empezado, Ulric.

Aquel comentario extrañó a Vlad. Vio cómo la boca del pequeño láser instalado bajo la barbilla del Gladiator empezaba a vibrar de atrás hacia adelante. Extendió el brazo y pulsó un botón de su mando para cambiar la luz de la visualización holográfica de estelar a ultravioleta. Al hacerlo, vio un filo de luz purpúrea que parpadeaba sobre todos los ’Mechs de los Lobos del círculo, a excepción del suyo y el MechWarrior Andrew, que estaba frente a él.

El pequeño láser está configurado para apuntar. Está proporcionando telemetría a las estrellas de misiles.

—¡Ulric, es una trampa!

Vlad nunca supo si Ulric Kerensky le había oído, o no, ya que en aquel momento una descarga de misiles de largo alcance sobrevoló el edificio del Ministerio de Justicia y se abalanzó sobre los Lobos. Las explosiones eran rápidas e intensas e iluminaban el círculo con un resplandor que desvanecía la noche y disipaba las sombras a cada nuevo ataque. El viento aumentaba la temperatura de un fuego enfurecido y acalorado. Una chispa llameante atravesó el cielo como un demonio abrasador liberado del infierno.

Lo último que Vlad vio fue una imagen del Gargoyle, que arremetía hacia adelante con los brazos hacia el Gladiator. Un fuego brillante cubrió el ’Mech y lo envolvió como una manta. Cuando desapareció, Vlad creyó ver la silueta ennegrecida dando un paso más hacia adelante y convirtiéndose en cenizas, desintegrada por la fuerza titánica desatada por el asalto de los Halcones de Jade.

El suelo se onduló bajo el ’Mech de Vlad y éste tuvo que hacer esfuerzos por mantener el Timber Wolf erguido. El ’Mech se tambaleó hacia la derecha y Vlad notó que empezaba a caer. Se puso a maldecir e intentó girar el cuerpo hacia adelante y arrodillarlo en el suelo. Disminuyó el centro de gravedad de la máquina y recuperó el control, pero giró tanto que el Gladiator desapareció del arco de tiro de sus armas.

El visualizador holográfico le mostró una imagen del ’Mech de los Halcones de Jade, que giraba el cañón automático hacia donde el voluminoso Summoner de Andrew había caído de rodillas. El Gladiator apuntó cautelosamente y el fuego salió disparado de la fina boca del brazo izquierdo. El enjambre de proyectiles del cañón automático destrozó la cabina del Summoner y tiró el ’Mech al suelo como un hombre acabado de decapitar.

Vlad levantó el Timber Wolf y lo giró para encararse al Gladiator de Chistu.

—Maldito canalla. ¡Has caído tan bajo que cuando levantas la vista lo único que puedes ver son las suelas de los librenacidos!

—Fue Ulric quien los mató, no yo. Yo no quería testigos —dijo girando el brazo del Gladiator hacia el Timber Wolf—. Había pensado utilizarte, Vlad de los Ward, como punto de concentración para los Lobos que quedasen, pero Ulric me ha demostrado que no puedo.

—¡Yo te demostraré que no puedes! —gritó Vlad.

Apuntó hacia el Gladiator y apretó los gatillos. El calor le quemaba, pero no importaba. Era un Lobo, vengaría a su Khan y limpiaría el honor del Clan aunque le costase la vida. ¡Morirás en mis manos!

Uno de los dos CPP se desvió del objetivo y detonó un transformador del Ministerio de Justicia que había detrás de Chistu. El otro se unió a los dos láseres de pulsación restantes del Timber Wolf para abrir profundos surcos en el blindaje del torso del Gladiator. Los misiles de rayo de corto alcance del Timber Wolf agujerearon los brazos y las piernas del Gladiator, pero sólo destrozaron su blindaje.

El cañón automático del Gladiator lanzó una doble carga de proyectiles y dio en el centro del Timber Wolf Las balas de uranio reducido pulverizaron el blindaje ferro fibroso y carcomieron las estructuras de apoyo interno que configuraban el OmniMech. Las consolas de la cabina chisporroteaban y el humo y el calor asfixiaron al piloto.

El mero efecto de la transferencia de energía cinética al Timber Wolf era peor que el daño infligido por el arma. El impacto de los proyectiles levantó el torso y lo empujó hacia atrás. Vlad intentó equilibrar el ’Mech, pero lo único que consiguió fue que se tambaleara hacia atrás. Dio media vuelta para apoyarse en el edificio del Ministerio de Presupuestos e Impuestos, pero las explosiones de los misiles habían derruido la estructura con la fuerza de un terremoto. El Timber Wolf de Vlad atravesó la pared y cayó de espaldas al suelo de mármol, desparramando los pilares de apoyo como si fueran bolos.

¡Tengo que levantarme! ¡Chistu tiene que morir! Vlad sacudió la cabeza para despejarse, pero entre el calor, el humo y el ruido de las sirenas no podía concentrarse. ¡Tengo que levantarme! ¡Tengo que hacerlo!

Luchó con todas sus fuerzas. Miró hacia arriba y vio, por un segundo, el cielo nocturno con su infinidad de estrellas.

Luego un negro vacío se apoderó de él. Los segundos se convirtieron en horas mientras veía cómo las paredes y el techo del edificio se combaban hacia adentro, cada vez más rápido. Cuando alcanzaron su ’Mech, el impacto sacudió la máquina con más fuerza que las explosiones y que el fuego del cañón automático de Chistu.

En algún lugar en medio del impacto, el vacío que engullía las estrellas se apoderó de Vlad de los Ward y, aunque hizo todo lo posible por evitarlo, también lo engulló a él.

En pie de guerra
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