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El arte de la guerra es bastante sencillo. Averigua dónde está tu enemigo. Ve adonde esté tan pronto como puedas. Atácalo tan fuerte como puedas y sigue avanzando.
ULYSSES S. GRANT
Colmar
Zona de ocupación de los Halcones de Jade
24 de septiembre de 3057
Phelan Ward estaba junto a Natasha Kerensky en el puente de combate de la Nave de Descenso White Fang. Entre las paredes de lucita del holotanque había una proyección a escala diez por diez de la batalla que se estaba disputando en el valle Marakaa de Colmar. Los BattleMechs del 352.° Núcleo Estelar de Asalto de los Lobos se encontraban en el centro del humeante valle y se servían del intrincado río como refugio. El Duodécimo Núcleo Estelar de los Soldados Halcones, pese a tener ventaja en el número de BattleMechs y refugios disponibles para los aviones de combate, había pagado cara su aparición en la cima procedente del sur.
No obstante, habían causado graves daños a las fuerzas del Clan de los Lobos. Phelan se cruzó de brazos y sacudió la cabeza cuando un Turk Halcón giró sobre sus alas a través del holotanque, tras lo cual la cola se desintegró y el avión de combate aeroespacial cayó al suelo y explotó.
—Si los pilotos de los Lobos de Plata no se calentaran tanto en el aire, las cosas nos habrían ido mucho peor.
—El coronel de estrella Oriega ha recibido su merecido —dijo Natasha con una voz que denotaba cierto deleite—. Le he ofrecido el honor de luchar contra mis 13.° Guardias de los Lobos, pero él prefirió el 352.°.
Phelan esbozó una sonrisa.
—Yo también lo habría preferido. El 352.° se reconstruyó después de Tukayyid y cuenta con muchos jóvenes supremistas Lobos en sus rangos. Incluso la coronel de estrella Serena Fetladral es relativamente inexperta.
—Sí, Phelan, tú también lo habrías preferido, pero no sin la cobardía ni la reticencia de enfrentarte a alguien de mi edad. Él considera a los 13.° Guardias una unidad solahma.
—Tus Arañas de los Lobos son más expertos que muchos otros miembros de la unidad.
Natasha miró con picardía a Phelan.
—¿Ese resentimiento tiene algo que ver con que eres demasiado joven para ser uno de nosotros?
—En Tukayyid ya no era demasiado joven, Khan Natasha —contestó Phelan con las manos en alto para detener la discusión sobre su edad o sobre la unidad—. Sin embargo, has hecho bien en llamar a los Lobos. Al tener al 352.° en Marakaa, los has conducido a la posición de los Halcones en Bright Basin desde el sur, que es la zona que tienen más desprotegida.
Natasha hizo un gesto de asentimiento.
—Oriega sabe tan bien como nosotros que un defensor en cubierto es muy fácil de atacar. Como oponentes del veredicto del Gran Consejo, teníamos que apostar por debajo de su defensa, lo que ha dificultado sacarlo de su posición. Ha conseguido que apostemos por menos Elementales y aviones de combate aeroespaciales, aunque me ha dado ventaja en cuestión de BattleMechs. Al enviar a Serena y a sus tropas al valle Marakaa, Oriega tenía la posibilidad de aparecer por encima de las colinas y atacar su flanco mientras se desplazaban en columna.
El joven Khan aplaudió la estrategia cuando Natasha hizo la propuesta. Las pronunciadas paredes del valle dificultaban a los aviones de combate aeroespacial de los Halcones de Jade bombardear la zona sin caer en la columna de ’Mechs. Mientras que los aviones de combate podían ser devastadores con los BattleMechs, el 352.° podía ponerse a cubierto y repartir sus formaciones al tiempo que arremetía contra ellos. Aunque sólo controlaban uno o dos, los aviones creyeron que era una zona más hostil que la que ellos querían y se retiraron para entablar combate con los aviones de los Lobos.
Sin embargo, los BattleMechs de los Halcones, ahora sin protección aérea, habían entrado en la zona. Aunque el terreno era elevado, la cima les quedaba demasiado lejos para enfrentarse a los Lobos al pie del valle. Oriega ordenó a sus tropas que avanzaran en línea, pero la pronunciada pendiente obligó a los ’Mechs a congregarse durante el descenso. Mientras algunos se sirvieron de los propulsores de salto para bajar rápidamente en orden, en la mayoría de los casos la cima dividió la fuerza permitiendo el ataque de los Lobos. Y, por desgracia para los Halcones, una pendiente difícil de descender es, a menudo, incluso más difícil de ascender.
Phelan se estremeció cuando el visualizador holográfico lanzó fragmentos de un Daishi de los Halcones que había explotado contra su cara.
—Los Halcones se han quedado con una estrella y media de ’Mechs.
—Esos ocho morirán pronto. Su avión de combate los ha abandonado y sus Elementales han salido corriendo. No es ninguna sorpresa.
—Tú has perdido la mitad de los aviones de combate y la mitad de los Elementales —dijo Phelan, paseando por el tanque hasta colocar un pie en cada lecho del río—. Desde aquí parece que acabarás con cuatro estrellas de ’Mechs.
—Puede ser, pero sólo he perdido cinco MechWarriors. Eso es una estrella en comparación con las doce estrellas de un núcleo estelar —dijo Natasha con un gesto que denotaba seguridad—. La mayoría de esos aviones de combate son principiantes que nunca han visto un combate real. Así, Phelan, es como afilamos los dientes de nuestros principiantes. Puedo reparar ’Mechs y prepararlos para que vuelvan a combatir, pero convertir un guerrero novato en veterano no es tan fácil.
Dos ’Mechs de los Lobos, un pequeño Adder y un conocido Timber Wolf se unieron para asediar a un Gladiator de los Halcones. Unos dardos de color rojo de los láseres de pulsación del pecho del Timber Wolf arremetieron contra el brazo derecho del Gladiator. El blindaje ferrofibroso se convirtió en vapor dejando al descubierto las fibras de miómero y los huesos de ferrotitanio que cubrían la extremidad. Los músculos de miómero artificial se contrajeron y desplazaron los cuatro láseres del brazo hacia el Timber Wolf.
Los cañones proyectores de partículas gemelas del Adder lanzaron una saeta de relámpago al Gladiator. Un rayo azul de partículas aceleradas destrozó el blindaje del torso del Gladiator mientras un segundo rayo arremetía contra el brazo descubierto. El miómero se resquebrajó tras el impacto y dejó ambos extremos colgando. La energía del rayo se introdujo en los huesos de ferrotitanio, que se tornaron blancos antes de que el metal se vaporizase y el brazo del Gladiator se desprendiese.
Natasha señaló con el dedo al Gladiator como si pudiera acabar con él desde su posición en el holotanque.
—Ahí está, Phelan. Ésa es una lección que ha aprendido nuestro pueblo, pero no los Halcones de Jade. Los Halcones valoran el combate individual, que podía estar bien en la época de los samuráis del antiguo Japón, pero que está fuera de lugar en los campos de batalla del siglo treinta y uno.
Phelan sacudió la cabeza.
—También estaba fuera de lugar en los campos de batalla del antiguo Japón. Aunque el tifón conocido con el nombre de Viento Divino destrozó la mayoría de la flota invasora de Mongolia, algunas tropas de Kubla Khan pudieron aterrizar. Cuando se enfrentaron a los samuráis, un solo samurai se alzó, anunció su linaje y desafió a un mongol. Toda la compañía de mongoles lo avasalló con flechas y mató al samurai instantáneamente. El samurai había ganado una victoria moral, pero estaba muerto.
La Khan le sonrió.
—Muy bien, Phelan. Los Halcones de Jade cometieron el error de suponer que preferiríamos enfrentarnos al ejército de la Esfera Interior que a nuestros propios Clanes. No cabe duda de que entienden nuestro Rechazo como un acto descortés y deshonroso, pero morirán.
—Está claro, Natasha, que los Halcones de Jade se sorprendieron tanto como yo cuando se enteraron de que tú y Ulric habíais conseguido cambiar todas nuestras unidades del frente por esas dos puntas de lanza sin que nadie se diera cuenta.
Mientras él se había dedicado a preparar la defensa del ilKhan, los otros dos Khanes habían planeado la ofensiva contra los Halcones de Jade. Aunque sus planes eran brillantes y le habían dado el papel especial que Ulric había prometido, Phelan se sentía desplazado porque no lo habían consultado con él. Cuando le revelaron el plan, las diversas galaxias del Clan ya estaban formadas y se habían asignado las funciones de las fuerzas. Phelan era consciente de que su aportación no habría cambiado mucho las cosas, pero le habría gustado participar en la toma de decisiones.
No pasa nada, Phelan. Sabes que te dijeron lo que tenías que saber cuando necesitabas saberlo.
—Por lo tanto, no puedes pensar que las otras luchas serán tan fáciles como ésta.
Natasha sacudió la cabeza con seriedad.
—No, por supuesto que no. Tenía una unidad entera, de novatos, eso sí, para enfrentarse a una unidad de guarnición. Es como enfrentar a mi vieja compañía de Viudas Negras a una unidad militar asediada. Sorprendimos a los Halcones de Jade, pero ya estaba previsto. Ahora cambiarán las unidades para hacernos frente, pero están en desventaja porque tienen que protegerlo todo mientras que nosotros sólo tenemos que atacar los objetivos que queremos.
—Caso puntual: Dompaire. Los Halcones no tienen fortaleza alguna allí.
Natasha esbozó una fría sonrisa.
—Pero sí en Sudaten. Más unidades de guarnición, pero dos núcleos estelares enteros. Disfrutaré apostando contra ti por el honor de tomar el mundo.
—Ése es el problema de los guerreros expertos como tú, Khan Natasha: no ven la realidad —dijo Phelan, haciendo un guiño mientras el último BattleMech de los Halcones de Jade impactaba en el suelo del holotanque—. Ganaré la apuesta, lo que significa que no disfrutarás en absoluto.