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Nadie se equivoca dos veces en una guerra.

PROVERBIO LATINO

Stanleyfield, Australdrtica

Morges, Alianza Lirana

20 de diciembre de 3057

Con el calor de la cabina y la ventisca huracanada fuera de su Nova, Phelan echó un vistazo al mapa de su monitor secundario.

—Según el mapa, estamos justo encima de ellos. El control de armas es positivo —dijo activando todas las armas del OmniMech—. Recordad, Lobos Fantasmales, que con este frío podéis calentar las máquinas más de lo normal. Seguid disparando.

El Cuarto Núcleo Estelar de Asalto avanzó en perfecto orden hacia la posición de los Halcones de Jade. En la zona oeste, en la lucha de la grieta de Carson, el Cuarto Núcleo Estelar de los Halcones de Velites, los 89.° y Cuarto Núcleos Estelares de Ataque y el Núcleo Estelar del Nido de Peregrinos hacían perder posiciones a los 279.° y Sexto Núcleos Estelares de Combate. Las tropas de guarnición habían asegurado la base de los Halcones en Broken Hope. En el lado este del continente, el Cuarto Núcleo Estelar de Ataque y los Decimoséptimos Soldados Halcones mantenían inmovilizados al Cuarto Núcleo Estelar de Ataque de los Guardias de los Lobos y al 328.° Núcleo Estelar de Combate en el glacial de Archangel.

Pese a sus victorias, la batalla en la grieta de Carson había acabado con la mayoría de la artillería de los Halcones. Como los Lobos se encontraban en posiciones defensivas, era difícil matarlos. El poderoso arsenal de los Halcones de Jade les permitía ganar terreno, lo que suponía grandes pérdidas en municiones. Si presionaban el ataque, los Halcones tendrían que ser evacuados de Broken Hope y los Cuartos Guardias de los Lobos merodeaban por la zona con la intención de impedirlo.

Avanzando a través de la ventisca, Phelan sabía que había tenido suerte. La tormenta que ocultaba a su unidad procedía del este y cubría Australártica como una manta, congelando a todas las unidades de la zona, entre las cuales se encontraba el convoy que había partido de Broken Hope. Antes de que la tormenta se volviera tan densa que no era posible utilizar satélites, un viejo satélite de inspección mineral había pasado por el polo localizando las concentraciones de ’Mechs del continente sur. Cuando apareció una masa metálica en un lugar donde no debía estar, Phelan supo que tenía un grupo de Halcones atrapados en las abiertas llanuras de Stanleyfield.

Los Cuartos Guardias —bautizados recientemente como los Lobos Fantasmales en honor a su camuflaje blanco— habían reconfigurado o cambiado sus OmniMechs por otras máquinas de la fuerza de los Lobos. Constituían una unidad más ligera de lo normal, cuya principal preocupación era la velocidad. Habían cambiado sus armas por el armamento necesario para batallas de corto alcance y situaciones difíciles de adquisición de objetivos. La lucha sería férrea y disputada.

Y, si tenemos suerte, también será corta.

El problema al que Phelan se enfrentaba era que no disponía de método alguno preciso para valorar las fuerzas desplegadas contra él. Aunque era muy probable que fueran tropas de guarnición, eso no quería decir que no fuesen dañinas y no quería cometer el mismo error que Angeline Mattlov subestimando a los Demonios de Kell por ser mercenarios.

Cuando Phelan activó la resonancia magnética de los escáneres, el visualizador holográfico empezó a localizar objetivos sobre la expansión de nieve. Escogió una silueta humanoide que el ordenador de objetivos identificó como un Hellhound y colocó el retículo sobre él. Al hacerlo, los brazos del Nova se elevaron. Cuando apareció un punto dorado en el centro del retículo, apretó el gatillo del botón de disparo de la palanca de mando.

Una ola de calor se apoderó de la cabina y un leve chasquido le indicó que el ordenador de objetivos había clavado los tres láseres de pulsación en el lado izquierdo del torso del Hellhound. Tres descargas de dardos rubíes silbaron al atravesar la tormenta y arremetieron contra el ’Mech Halcón. En dos segundos, más de una tonelada de placas de blindaje ferrofibroso se vaporizaron e inmediatamente se convirtieron en una niebla espesa y gris. Mientras la niebla se alejaba del Hellhound, el ’Mech se tambaleó pero consiguió mantener el equilibrio.

El Halcón preparó las armas y apuntó al Nova, obligando a Phelan a disparar el conjunto de láseres de pulsación instalado en el brazo izquierdo del ’Mech. El láser largo del Hellhound lanzó un rayo energético por la izquierda de Phelan, uno de los láseres medios pasó demasiado alto y el tercer rayo consiguió trazar una línea en el blindaje de la cabina de Phelan. El diagrama de blindaje de su monitor auxiliar informó del daño, pero ninguno de los disparos había causado serios problemas.

Otro chasquido acompañó el disparo de contraataque de Phelan en el que los tres láseres de pulsación arremetieron contra la herida abierta en el costado derecho del ’Mech. El humo empezó a emerger de las bocas de los dos láseres instalados en ese lado del cuerpo. Los apoyos estructurales se desprendieron de la cavidad y se hundieron humeantes en la nieve. El Hellhound empezó a inclinarse hacia la izquierda y cayó de espaldas mientras el piloto perdía el control al intentar corregir la posición. La máquina gigante se vino abajo y la nieve cubrió inmediatamente el ’Mech muerto.

Alrededor de Phelan, los fantasmales ’Mechs de los Cuartos Guardias de los Lobos se adentraron en el campo provisional de los Halcones. A su derecha, el corpulento Warhawk de Ranna clavó dos lanzas de láser verde en el costado derecho del Goshawk, fundiendo todo el blindaje de ese lado del pecho. El esbelto Goshawk contraatacó, pero sólo utilizó dos láseres de pulsación. Uno dejó una señal en el pecho del Warhawk y el otro fundió el blindaje de la pierna izquierda del enorme ’Mech.

De repente, una ráfaga de viento erigió una pared blanca entre Phelan y Ranna y, cuando se derrumbó, Phelan se encontró a tiro del Man O’War. El sólido OmniMech de ocho toneladas estaba construido como la personificación del poder y la fuerza física. Pesaba treinta toneladas más que el Nova y estaba preparado para soportar daños múltiples.

Phelan giró rápidamente hacia la derecha y pisó los aceleradores a fondo para aumentar la velocidad. El Man O’War levantó el brazo derecho y disparó los dos cañones proyectores de partículas instalados en el antebrazo del ’Mech. Dos saetas azules de rayo sintético se desviaron por la izquierda, pero los láseres de pulsación media y larga del brazo izquierdo del ’Mech dieron perfectamente en el blanco.

Los dardos energéticos rojos desgarraron el blindaje del muslo derecho del Nova y las flechas de láser verde levantaron el del pecho, reduciendo su efectividad a más del sesenta y cinco por ciento. Un disparo más como éste y estoy acabado. Phelan no quería ni pensar en lo que pasaría si tuviera que salir disparado del ’Mech en medio de la tormenta y mucho menos en si tuviera que abandonar el combate.

El Nova extendió ambos brazos hacia adelante y siguió al Man O’War mientras éste giraba para no perder de vista al Nova. Centró el retículo sobre el perfil del ’Mech Halcón y apareció un punto dorado cuando el objetivo alcanzó la rodilla derecha del ’Mech. Se preparó para la ola de calor y pulsó ambos gatillos de las palancas de mando.

Oyó un chasquido difuso tras el disparo, lo que significaba que no todas las armas habían impactado en el mismo punto. Uno de los láseres de pulsación lanzó agujas rubíes entre las piernas del Man O’War mientras las otras perforaban la pierna derecha. El blindaje fundido dejó una estela tras de sí en la nieve. Los láseres se insertaron en las gruesas fibras de miómero por encima y debajo de la rodilla y las dejaron colgando a la intemperie.

El piloto del Man O’War consiguió mantener el ’Mech en pie y volvió a disparar al Nova de Phelan. Los CPP se desviaron de nuevo del objetivo, pero Phelan sabía que era más cuestión de suerte y de estar dentro del alcance mínimo que de una deficiencia por parte del piloto Halcón. El láser de pulsación media del brazo izquierdo del ’Mech dibujó una línea de cráteres llameantes en el centro del Nova mientras el otro láser se apartaba del objetivo.

Pese a las bajas temperaturas, debe de haberse sobrecalentado. Los indicadores de Phelan mostraban que el Nova sobrepasaba ligeramente los niveles caloríficos, pero tenía que arriesgarse a que el ordenador lo desconectase por exceso de calor. Volvió a centrar el retículo sobre el cuerpo del Man O’War, pero no pudo corregirlo lo suficiente para arremeter contra la pierna. Cuando obtuvo un punto de objetivo, disparó todas sus armas y esperó en vano a que sonara otro chasquido.

Los láseres prendieron fuego al lado izquierdo del Man O’War y evaporaron el blindaje del brazo, la pierna y el flanco. Uno de los láseres resquebrajó la armadura del brazo derecho extendido del ’Mech, pero ninguno de los ataques penetró en el caparazón ferrofibroso que protegía los mecanismos vitales del Man O’War.

Aunque no causó daños internos, el asalto fue efectivo. Los láseres evaporaron más de dos toneladas de blindaje, provocando un cambio en el peso del torso del OmniMech. Mientras la máquina continuaba girando hacia la izquierda tras el Nova de Phelan, el piloto perdió el control. Intentó equilibrar el ’Mech, inclinándolo hacia la derecha, pero sólo consiguió hacer presión sobre la esquelética pierna, que se dobló cuando el fémur ennegrecido por el fuego se salió de la juntura de la rodilla. El ’Mech se tambaleó por un instante y cayó de lado sobre la nieve.

Aprovechando el impulso y la velocidad que llevaba, Phelan dirigió su Nova al centro del campo de convoyes de abastecimiento. Sin reducir la marcha, apuntó hacia los aerocamiones cargados y disparó los láseres. Cuando lo dardos láser alcanzaban las cargas explosivas cubiertas de nieve, el cargamento explotaba. Los MCA y MLA pusieron en marcha los lanzamisiles, que dispararon en todas direcciones. La munición del cañón automático envió cientos de balas a los vehículos, iniciando todavía más conflagraciones en una espantosa reacción en cadena.

Un Peregrine de los Halcones de Jade salió propulsado hacia adelante desde el otro lado del complejo mientras el láser de pulsación de su pecho escupía dardos energéticos al Nova de Phelan. Sonó un fuerte chasquido cuando disparó ambos gatillos. Los seis láseres de pulsación incendiaron el pecho del ’Mech volador y devoraron las estructuras internas del lado derecho del torso. Todavía cargados de energía, fundieron el blindaje del corazón del ’Mech de dentro hacia fuera y los soportes centrales del bastidor del Peregrine.

Cuando los enormes pies del ’Mech tocaron tierra, el torso se plegó sobre las piernas y, cuando los hombros llegaron a la altura de las caderas, la mitad superior del cuerpo rebotó hacia arriba y desprendió la parte estructural del costado izquierdo. Mientras el brazo derecho salía propulsado, la parte superior del cuerpo lo siguió y aterrizó de cabeza en la nieve.

Un Vixen de los Halcones de Jade apareció por la izquierda de Phelan, pero, antes de que pudiera agravar el daño causado por el Man O’War y el Peregrine, el Warhawk de Ranna intervino. Sus dos láseres de pulsaciones largas abrieron el brazo y la pierna izquierda del Vixen. Los CPP gemelos instalados en uno de los brazos del Warhawk acabaron con lo que quedaba del blindaje de la pierna izquierda del pequeño ’Mech y licuaron los huesos de ferrotitanio. Los rayos azules impactaron en el lado izquierdo del ’Mech y destrozaron el blindaje y las estructuras internas que configuraban el flanco del Vixen. El humeante ’Mech perdió un brazo y cayó al suelo un segundo después.

—Gracias, Ranna.

—El placer ha sido mío, aunque sean solahmas.

El tono de indignación de su voz afectó a Phelan. Las unidades solahmas servían para perseguir bandidos, pero para nada más. Angeline Mattlov había cometido un grave error confiándoles sus provisiones. Los Cuartos Guardias de los Lobos las habían derruido con más rapidez que a cualquier unidad del frente de la Esfera Interior y, lo que era más importante, sus pérdidas podían coincidir con las placas de blindaje.

El Warhawk de Ranna golpeó un aerocamión derribado con el brazo y descubrió el cargamento.

—Phelan, Mattlov les había proporcionado armas energéticas para sus OmniMechs.

—¡Sí! —gritó Phelan con una amplia sonrisa mientras el frente de los Cuartos Guardias de los Lobos pasaba junto a él en persecución de los Halcones de Jade—. Ha advertido su error y nosotros hemos impedido que se apoderara de armas que no necesitan munición.

—Mi Khan, su lenguaje se ha deteriorado enormemente.

—Gracias por recordármelo, capitana de estrella. No volverá a ocurrir.

—Esperas que me lo crea, ¿quineg?

Phelan se echó a reír.

—Si podemos recuperar algo de esto, tendremos que sacarlo de aquí y, si no podemos, lo destrozaremos.

—Como mi Khan desee —dijo Ranna con un suspiro—. Angeline Mattlov no volverá a cometer el mismo error.

—Recuerda, Ranna, que somos nosotros los que tenemos que asegurarnos de que nunca tenga la oportunidad de cometer el mismo error. Eso es lo que Natasha y Ulric querían que hiciéramos y, créeme, lo haremos porque prefiero ser capturado por un millón de Halcones de Jade que por las sombras de cualquiera de ellos.

En pie de guerra
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