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Un ejército no vale nada en el campo a menos que los sabios consejeros se queden en casa.
CICERÓN,
De officiis
Old Connaught, Arc-Royal
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
20 de octubre de 3057
Como su padre se sentó en el escritorio que había detrás de ella, Caitlin Kell no podía verle la cara ni leer su reacción ante el mensaje holovisual de Katrina. Necesitaba ver cómo se había tomado la petición de ayuda de su prima, una petición que a ella le había desgarrado el alma. El temor y la tristeza de la voz de Katrina le destrozaban el corazón. Junto a ella, Chris Kell y Dan Allard observaban el mensaje sin emoción, reacción que no podía entender.
Katrina esbozó una valerosa sonrisa a través de la pantalla del monitor.
—He intentado por todos los medios mantener la Alianza Lirana al margen de la guerra, pero Sun-Tzu me ha involucrado en ella. El capitán general de la Liga de Mundos Libres me ha comunicado que si envío tropas de la Casa al caos de la Marca de Sarna para hacer frente a Sun-Tzu lo interpretará como una acción hostil. Este hecho me deja sin otra opción que la de solicitar la ayuda de los Demonios de
Kell de Arc-Royal para detener las revueltas de New Home, Keid y Caph.
La arcontesa bajó la vista un instante y, cuando volvió a levantar la cabeza, Caitlin vio que su expresión de esperanza se había transformado en una de temor.
—Sin duda se preguntará por qué no pido ayuda a mi hermano para resolver este asunto, ya que la acción de Sun-Tzu contra mí no es más que una expansión de su guerra contra Víctor. No lo he hecho porque me temo que ya no puedo confiar en Víctor. Nunca he creído la historia de que él asesinó a nuestra madre y a nuestro padre, pero, después de lo que ha hecho con Joshua Marik y su sanción de la acción del Condominio en el territorio de Lyons, mi confianza en Víctor se ha desmoronado y ahora creo que puede estar relacionado con la muerte de mi madre.
Katrina se detuvo para secarse una lágrima que le rodaba por la mejilla.
—Disculpe la pérdida de compostura, pero me siento muy sola. El ataque de Sun-Tzu me ha desconcertado hasta tal punto que ya no estoy segura de mis decisiones. Sé que tengo que enfrentarme a él y sé que mis padres confiaban implícitamente en usted, por lo que le ruego que venga a ayudar a la Alianza Lirana.
La imagen se congeló.
—¿Qué opinas? —preguntó Morgan.
Caitlin giró la silla para ver a su padre. Su largo pelo blanco le rozaba los hombros de la chaqueta y lo único que oscurecía su barba canosa eran unos cabellos grisáceos alrededor de la boca. Sus ojos marrones brillaban con una intensidad que Caitlin no había visto desde antes de su retiro.
Pero lo que más le sorprendía era el hecho de que la manga derecha de su chaqueta no estaba sujeta al hombro como era habitual. La bomba que había acabado con la vida de la arcontesa Melissa Steiner y Salome Kell, la madre de Caitlin, también se había llevado consigo el brazo derecho de su padre. El príncipe Víctor Davion había encargado al ICNA un brazo nuevo para Morgan, pero él apenas lo utilizaba.
Caitlin entrecerró los ojos.
—¿Realmente importa lo que nosotros pensemos, padre? El mensaje iba dirigido a ti.
—Cierto, pero Dan dirige la unidad y tú y Chris lleváis los contratos. ¿Dan?
El teniente coronel Daniel Allard frunció el entrecejo.
—Nunca hemos utilizado a los Demonios para sofocar el desorden civil. No acaba de gustarme la idea de establecer un precedente.
Caitlin se giró hacia él.
—Pero, coronel, Sun-Tzu Liao ha fomentado las rebeliones, por lo que se trata de una acción militar. Tú has visto los informes holovisuales de Zurich y los otros mundos en rebelión. Alguien tiene que ayudar a esa gente.
Chris Kell asintió con la cabeza.
—Caitlin tiene razón. Normalmente, la guerra es entre unidades militares y, en general, el pueblo apenas se ve afectado. Si no recuerdo mal la historia de mi unidad, los Demonios destrozaron una unidad que había declarado la guerra a la población civil de Lyons durante la Cuarta Guerra de Sucesión.
—Las circunstancias eran distintas, Chris. Se trataba de los Terceros Soldados de Dieron, que habían invadido Lyons con el único propósito de destrozar una de las poblaciones del planeta. Mataron salvajemente a todo el pueblo —explicó Dan Allard con una fría mirada—. Todos los ciudadanos de New Freedom murieron a excepción de dos adultos y unos treinta niños. En aquel caso nos enfrentábamos a una unidad militar, no a un movimiento revolucionario con base civil.
Morgan golpeó la mesa con un dedo de metal negro.
—Además, nosotros somos una unidad de ’Mechs. Disponemos de buenos soldados de acción inmediata, pero no del tipo de fuerza que se necesita para aplacar una revolución.
Caitlin frunció el entrecejo.
—Pero la Liga ha estado utilizando mercenarios para apoyar las revoluciones de Sun-Tzu.
—No en estos mundos —puntualizó Chris, inclinándose hacia adelante y apoyando los codos sobre las rodillas—. He estado analizando todos los informes de la zona de la Marca de Sarna y son un embrollo. Katrina lo ha llamado caótico, pero yo creo que es demasiado optimista. Acaba de estallar la segunda ola de invasiones de la Liga y Capela. Se han apoderado de una cuarta parte de la Marca y todo lo demás se está fragmentando. Tikonov y los mundos colindantes pertenecen a Víctor, pero todos los otros se están independizando o formando alianzas entre ellos y otros mundos vecinos.
Dan sonrió.
—Hemos recibido unas cuantas ofertas de algunos de esos gobiernos para que nos unamos a ellos. Hay tantas fragmentaciones que he empezado a registrar las peticiones en un archivo llamado «Marca de Puzzle».
Morgan se reclinó en la silla, mirando fijamente a Caitlin.
—Entonces ¿estás de acuerdo en que rechacemos la oferta de Katrina?
Caitlin sabía que su padre se dirigía exclusivamente a ella, pero titubeó antes de darle una respuesta. Frena, Caitlin. Él espera algo razonable.
—No, no lo estoy. No creo que debamos abandonar a Katrina.
—¿Por qué no?
Caitlin miró a Dan y a Chris y no interpretó la mínima expresión de apoyo en sus rostros, como tampoco interpretó rechazo. De hecho, aquello le dio valor para proseguir.
—Creo que no debemos abandonar a Katrina porque opino que tiene razón. Creo que Víctor asesinó a Melissa y que, por lo tanto, también asesinó a mi madre. Si no ayudamos a Katrina, ayudaremos a Víctor y eso no quiero hacerlo.
La mirada de Morgan se volvió más severa.
—¿Así que no confías en Víctor?
—No.
—¿Y basas tu falta de confianza en lo que Katrina te ha explicado?
—Sí, padre, en eso y en los sentimientos y las impresiones que he podido observar en él. Es distante y severo. Siempre que he estado con él he tenido la sensación de que me estaba analizando y poniendo a prueba, que me estaba examinando y clasificando con algún nefasto propósito —dijo estremeciéndose—. Hay algo en él que no acaba de gustarme.
Su padre asintió lentamente con la cabeza.
—Así que la razón por la que crees que Víctor puede haber matado a tu madre proviene de Katrina y de tus sentimientos hacia Víctor, ¿no?
Aunque otra persona podría haber pronunciado las mismas palabras en tono sarcástico, su padre había hablado con sinceridad, demostrándole en todo momento que valoraba sus sentimientos. Ella sabía que no les daría tanta importancia como a una prueba que demostrase la culpabilidad de Víctor, pero era lo bastante respetuoso como para no descartarlos de antemano.
—Sí, padre, sus palabras y mis sentimientos.
—Bien, entonces, si me lo permites, te explicaré por qué no creo que Víctor tenga algo que ver con la muerte de tu madre —dijo Morgan, acariciándose la barba con la mano—. Esa distancia y severidad que ves en Víctor yo también la vi en su padre hace mucho tiempo. Ambos nacieron para ser estrategas, así que es cierto que examinan y clasifican a la gente. Puede que Víctor sea algo más duro porque, como heredero, tuvo que elegir entre los verdaderos amigos y los que lo querían a su lado por un deseo de superación personal.
»A esto hay que añadir el hecho de que Víctor es un guerrero, como lo era su padre. Probablemente no recordarás que Hanse Davion tenía un hermano mayor, Ian, que gobernó la Federación de Soles antes que Hanse. Dan y yo estábamos en el Mundo de Mallory cuando Ian murió en combate. Hasta entonces Hanse no se había planteado la posibilidad de gobernar una nación. Siempre había creído que su deber estaba en el campo de batalla como soldado al mando de sus tropas.
Caitlin sacudió la cabeza.
—Pero Víctor estaba preparado para gobernar desde que nació.
—No, Cait, no es cierto. Hanse Davion y Melissa decidieron educarlo como Hanse y Katrina Steiner (la genuina, la madre de Melissa) habían sido educados. Víctor estaba destinado a gobernar, pero lo habían preparado para ser un guerrero. Recuerda que, incluso después de la muerte de Hanse, Melissa gobernó la Mancomunidad Federada mientras Víctor seguía al frente de su unidad. Si hubiera querido el trono podría haber presionado a la unidad y Melissa habría abdicado a su favor.
Caitlin se hundió en la silla.
—¿Estás diciendo que Víctor podría haber ocupado el trono tres años antes de que la muerte de su madre lo obligase a ocuparlo?
Morgan asintió lentamente.
—La arcontesa Melissa nos explicó a tu madre y a mí que había hablado con Víctor sobre su deseo de retirarse, pero que él le había pedido que pospusiera el retiro hasta 3062. Dijo que quería esperar hasta alcanzar la edad que tenía su padre cuando se convirtió en el dirigente de la Casa Davion y la Federación de Soles. También le dijo que estaría dispuesto a esperar más tiempo.
—¿Por qué no has comentado esto con nadie? —preguntó Caitlin.
Su padre apretó el puño izquierdo e intentó imitar el gesto con su mano mecánica.
—Nadie me creería. Las únicas personas que podrían confirmar lo que os he explicado son Melissa y Salome, y ninguna de las dos está viva. Hace algún tiempo habrían creído en mi palabra a pies juntillas, pero ahora los conspiradores empiezan a atarme a sus fantasiosos esquemas, y cito como prueba el hecho de que me agaché en el preciso instante en que detonó la bomba. Incluso aluden al hecho de que perdí un brazo en la explosión para demostrar que formaba parte de la conspiración y dicen que Víctor me compró un brazo nuevo como recompensa por una especie de pacto con el diablo que hice con él.
Morgan entrecerró los ojos.
—Caitlin, tú conoces a Víctor y a Katrina tanto como yo. ¿Cuál de los dos es mejor político?
Caidin sintió cómo se le secaba la boca.
—Katrina.
—¿Y cuál de los dos ha conseguido extender sus posesiones más allá de lo que probablemente ella habría reclamado si las cosas hubieran seguido su curso normal?
Ella asintió lentamente con la cabeza.
—Katrina.
—Y Katrina, al declararse neutral, ha permitido que la Liga de Mundos Libres ataque a su hermano.
Caidin alzó la cabeza.
—Entonces ¿estás diciendo que crees que Katrina está tras el asesinato de su madre?
Morgan asintió con contundencia.
—Sí.
—¿Y por qué no estamos ya en camino de Tharkad para derrocarla?
Su padre titubeó antes de responder. Extendió las manos y las apretó con fuerza contra el escritorio.
—No estamos en camino de Tharkad por dos simples razones. La primera es que, aunque yo creo que Katrina asesinó a mi mujer y a tu madre para avanzar en su propia carrera, no puedo demostrarlo. Si pudiera exigiría justicia inmediatamente, pero como no puedo me tengo que conformar dejando que se preocupe y sufra para resolver el problema de Sun-Tzu.
El enojo y el dolor que se desprendían de las palabras de su padre rompió en pedazos la imagen que Caitlin tenía de Katrina. Sin embargo, sabía que encontrarían el modo de demostrar el crimen de Katrina y de hacerle pagar por él. Caitlin estaba convencida de que su padre sabía que, si él moría antes, ella tomaría las riendas.
De repente sintió un nudo en la garganta.
—¿Cuál es la segunda razón por la que no vamos a matar a Katrina?
Morgan tomó un papel de color amarillo con la mano izquierda.
—Esto llegó al mismo tiempo que el holodisco de ComStar. Acaba de llegar a la Alianza una unidad del Clan. Nuestro deber es enfrentarnos a ellos.