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Los soldados en época de paz son como las chimeneas en verano.
LORD BURGHLEY,
Advice to his son
Tamar
Zona de ocupación del Clan de los Lobos
21 de junio de 3057
Phelan se recostó en la silla y se frotó la cara con las manos. Sentía los ojos ardiendo como carbones y la cabeza como si alguien la estuviera martilleando desde el interior del cráneo para salir.
—Esos cargos son infundados, pero la acusación está formulada de tal manera que realmente parece traición.
Aunque en realidad hablaba consigo mismo, Ranna lo escuchaba apoyada en el marco de la puerta de su dormitorio. Bostezó, se subió el tirante de su camisón y le sonrió con expresión soñolienta.
—Phelan, sería mejor que revisases ese material cuando hayas descansado.
—Puede que tengas razón, pero quiero saber lo que aportarán contra Ulric. No estoy demasiado cansado para eso —dijo Phelan a toda velocidad.
Ranna sacudió la cabeza e hizo un chasquido con los dedos.
—Estás demasiado fatigado para hablar tan deprisa, mi amor.
—Ésa es la influencia de tu abuela, Ranna.
—Puede ser, pero acabamos de volver del campo después de diez días en que la unidad de Natasha nos ha tenido corriendo en círculos. Estoy destrozada y lo único que hice fue dirigir un núcleo estelar. Tú tenías que preocuparte por la galaxia entera, así que debes de estar muerto.
—Estaría muerto —dijo de nuevo a toda prisa—, perdón, estaría muerto si hubiera dejado que tu abuela se apoderase de la ciudad. Ya tuve bastante con que me arrebatara la zona industrial —añadió, levantándose de la mesa para sentarse en la sala de estar, donde estiró las piernas y lanzó un suspiro—. Antes preferiría un combate real que la guerra que tendremos que disputar en el Consejo del Clan.
—Y yo supongo que la gente que había tras los cargos preferiría un combate real que los combates simulados que han estado disputando.
Phelan levantó la cabeza rápidamente.
—¿Qué sabes de la investigación y la acusación?
—Vlad me pidió que lo ayudara con la investigación.
—¿Él qué? —exclamó Phelan, quedándose boquiabierto—. Lo hizo para atraparme.
Ranna sacudió la cabeza y se peinó su corto pelo blanco con los dedos.
—No, puede que él te odie y tú a él, pero la razón por la que me lo pidió es porque fuimos educados en el mismo sibko.
—Que procedáis del mismo lote de recién nacidos no significa que tengas que apoyarlo en esto, ¿no?
—No, Phelan. Te quiero demasiado para tomar parte en este cargo de traición.
—Pero no me habías dicho que solicitó tu participación.
—Era una investigación iniciada por el Señor de la Sabiduría. Aunque sabía que los cargos eran falsos, no podía decírtelo —dijo Ranna, caminando hacia donde Phelan descansaba cómodamente y sentándose cuando éste retiró los pies para hacerle sitio—. Los asuntos que están en juego deben discutirse, pero tal vez han escogido el método erróneo para tratarlos.
Phelan sonrió hacia ella mientras ésta colocaba sus brazos sobre las rodillas de él.
—¿Estás diciendo que crees que los cargos de traición tienen sentido?
Ella sacudió la cabeza.
—No, pero la cuestión de la tregua y la dificultad de avanzar dentro del Clan merecen atención.
—No estoy seguro de haberlo entendido.
Ranna entrelazó los dedos y apoyó la barbilla sobre sus manos.
—Tómame como ejemplo —empezó.
—Después de diez días en el campo de batalla me gustaría tomarte como algo más que un ejemplo.
—Tú tuviste tu oportunidad antes de empezar a leer los informes legales que el ilKhan había entregado en tu ausencia.
—Touché.
—Es cierto —dijo ella con una sonrisa en los labios antes de adoptar una expresión más seria—. Esto es serio, Phelan. Cumplí los veintinueve hace un mes y medio. Soy coronel de estrella, lo cual es una excelente posición teniendo en cuenta el hecho de que no tengo Nombre de sangre alguno. Si no gano uno, no podré ascender más y, si no lo consigo en los próximos cinco años, las posibilidades de tener uno alguna vez disminuirán precipitadamente, como las posibilidades de conservar mi rango.
Phelan asintió con la cabeza. No dijo nada sobre el hecho de que, si Ranna no ganaba un Nombre de sangre, las posibilidades de que sus genes formasen parte alguna vez de un programa genético del Clan eran casi nulas. Phelan había decidido que no daría su ADN hasta que Ranna no fuera elegida para reproducirse, pero aquélla era una opción que tenía como Khan del Clan. La Casa Kerensky tenía fama de ser ultra conservadora para decidir qué sangre utilizar en la reproducción y Ranna todavía tenía que hacer la lista.
Phelan alargó la mano y acarició la suave mejilla de Ranna.
—¿Crees que destronar a Ulric y reiniciar la guerra te dejará progresar?
—No, Phelan, no lo creo así, pero ésa no es la cuestión. El Clan de los Lobos tiene muchos guerreros que han demostrado su valía durante la invasión, pero que no pueden ascender porque la guerra ya no acaba con los guerreros más viejos ni los obliga a retirarse. De todos los Clanes, sólo los Lobos triunfaron en Tukayyid, pero aquel triunfo ha perjudicado a nuestros jóvenes. Se consideran parte del Clan de los Lobos y lo manifiestan en su gloria, pero no creen que alguna vez podrán unirse o aumentar esa gloria.
—Eso dice el evangelio según San Vlad.
Ranna se acercó a Phelan y le dio una sacudida en los hombros.
—Si te obsesionas con que es el centro del problema, eludirás la cuestión más importante. Los Clanes somos guerreros. Hemos estado creando guerreros durante tres siglos con el propósito de convertirnos en la fuerza luchadora más eficiente que jamás haya existido. Los Guardianes ejercieron su dominio durante mucho tiempo porque prometieron que un día nosotros cumpliríamos nuestro destino: defender la Esfera Interior de alguna amenaza externa. Cuando la amenaza no se materializó, los Cruzados prevalecieron y empezó la invasión que conquistaría la Esfera Interior.
»Cuando tienes gente que ha nacido para la guerra, ¿cómo puedes esperar que se adapten sin problemas a la paz? Toda nuestra estructura social fue diseñada para permitir el ascenso a través del combate. Ni siquiera se nos permite reproducirnos a menos que hayamos demostrado que nuestro material genético mejorará todo el programa de reproducción. Mantener una organización social así mientras se niega el combate a tres generaciones de guerreros hará que la presión se sitúe por debajo de los niveles que ahora tenemos.
—Pero sí hay guerra. Realizamos asaltos contra los otros Clanes. ¿No fue así antes de la invasión a los planetas natales de los Clanes?
—Son batallas simuladas después de haber participado en la de verdad —dijo Ranna, con los ojos encendidos de emoción—. No conseguimos nada contra la Esfera Interior ni contra ComStar, como tampoco pedimos ni cedimos nada. Demostramos todo lo que sabíamos hacer y dejamos bien claro que nosotros y nuestras máquinas de guerra eran mejores que las de la Esfera Interior.
—No siempre.
—No, no siempre. Perdimos batallas con valerosos guerreros y tácticas inteligentes, pero no cabe duda de que ahora dominamos casi una cuarta parte de la Esfera Interior.
Phelan frunció el entrecejo.
—Y si la Corsaria Roja sirve de ejemplo, podríamos tener mucho más.
—Que es lo que Vlad y su gente quieren dejar bien claro —dijo Ranna, con una sonrisa—. Para ellos, la guerra conduce a la conquista y la conquista a un futuro en los Clanes.
—Y esta acusación es un disparo al aire para conseguir que el ilKhan modifique su visión con respecto a la tregua, ¿no?
—Eso es lo que a mí me parece, pero tienes que recordar que Vlad puede estar fingiendo delante de mí debido a nuestra relación. Sus verdaderos motivos, a causa de sus sentimientos hacia ti, pueden ser mucho más peligrosos.
Phelan hizo un gesto de asentimiento.
—Yo sí me tomo los cargos de traición basados en mi ascenso de forma muy personal.
—Eso puedo entenderlo —dijo Ranna, poniéndose en pie y tomando a Phelan de las manos—. Y creo que tú entenderás los cargos y cómo afrontarlos después de haber dormido bien.
Phelan dejó que lo levantase y entonces la tomó en brazos y la besó en su respingona nariz.
—Estaría de acuerdo si no fuera porque creo que estoy demasiado nervioso para dormirme inmediatamente.
—¿Ah, sí, mi Khan? —preguntó mientras lo besaba en los labios y se deshacía de su abrazo. Le dio la mano y lo condujo al dormitorio—. Yo sé algunos métodos para relajarte.
—¿Y luego podré dormir?
—Eso creo —dijo Ranna, alargando el brazo hacia el interruptor para apagar la luz—. Al final.