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No se hace nada en este mundo hasta que los hombres están preparados para matarse entre ellos si no está hecho.

GEORGE BERNARD SHAW,

El comandante bárbara

Ciudad de Tharkad, Tharkad

Distrito de Donegal, Mancomunidad Federada

20 de mayo de 3057

Caitlin Kell se quedó boquiabierta mirando a Katrina Steiner-Davion.

—Katrina, ¿estás segura de que debes explicarme esto? ¿Dices que Ryan Steiner es el hombre que había tras el asesino que mató a nuestras madres?

Caitlin se sentó lentamente en una silla tapizada de cuero. En otro tiempo, los muebles de la estancia le resultaban cálidos y acogedores, pero ahora sentía el cuero frío al hundirse en él.

—¡Dios mío! Y pensar que lamentaba tanto lo que le pasó.

Katrina se arrodilló sobre la moqueta enfrente de Caitlin y apretó las manos de su prima entre las suyas.

—Ojalá hubiera otra forma de decirte esto, Cait. La forma en que Ryan murió fue horrible, pero no más horrible que lo que les hizo a mi madre y a tus padres. Cuando pienso en Morgan y su expresión de dolor en el entierro de tu madre, yo… —dijo Katrina con voz entrecortada mientras le empezaban a temblar los labios.

Caitlin apretó las manos de su prima y se esforzó por no llorar. La misma bomba que mató a sus madres destrozó también el brazo derecho de Morgan Kell. Ni siquiera la muerte del hermano de Morgan años atrás había hecho tanto daño a éste como la pérdida de Salome, su mujer. La muerte de Melissa también le había afectado mucho, como al resto de la Mancomunidad Federada, y Caitlin pensaba que el ardiente deseo de su padre de vengarse de quien estuviera tras el asesinato era lo único que le había permitido recuperarse de las heridas.

—Mi padre es fuerte —dijo Caitlin, intentando disimular el nudo que tenía en la garganta, tanto para convencerse a sí misma como para consolar a Katrina— y seguramente es una suerte que un francotirador atrapase a Ryan en Solaris porque, aunque le falta un brazo, mi padre lo habría hecho trizas.

Katrina se secó las lágrimas que le habían corrido el maquillaje de la cara.

—Tienes razón. Morgan lo habría pillado aunque hubiese sido piloto aero espacial.

Caitlin forzó una sonrisa.

—Había olvidado que Ryan era piloto. Entonces habría sido mío.

Su prima se esforzó por no llorar.

—Al menos tú podrías haber hecho algo. Lo único que habría podido hacer yo es dejarlo en evidencia en una fiesta. ¡Puede que incluso estando sentado al lado de la baronesa de Gambier!

—Ni siquiera yo habría sido tan cruel —dijo Caitlin, sacudiendo la cabeza y, al hacerlo, las puntas de su oscuro cabello se mecieron suavemente—. No te subestimes. Puede que tú no seas guerrera ni piloto, pero has tenido a Ryan bien atrapado.

Katrina adoptó una expresión de extrañeza.

—¿A qué te refieres?

—Puede que yo haya pasado la mayor parte del tiempo entrenando en Arc-Royal con los Demonios de Kell, pero me siento algo estancada. He visto la efectividad con la que trataste a Ryan, mediando entre él y Víctor. Tú impediste que tomaran decisiones que habrían separado la Mancomunidad Federada. La decisión de Víctor de volver a Nueva Avalon te permite calmar las cosas por aquí.

—Es posible, pero no soy tan buena mediadora como lo fue mi madre —dijo Katrina, tapándose la cara con ambas manos—. La echo tanto de menos, Cait.

Caitlin se inclinó hacia adelante y extendió las manos alrededor del cuello de Katrina.

—Lo sé, lo sé —dijo. ¡Pobre Katrina! Primero su madre es asesinada en una explosión y luego su querido Galen muere de la misma manera. Ahora que Víctor se ha ido y Peter está desaparecido, debe de sentirse abandonada—. Todos echamos de menos a tu madre, Katrina, pero tú eres una sucesora digna.

Katrina volvió a secarse las lágrimas.

—Mi madre era una institución. Con una fría mirada o, la mayoría de las veces, con una cálida sonrisa y un fuerte apretón de manos, era capaz de convencer a la gente para que hiciera lo que ella creía que era mejor para la Mancomunidad Federada. Todo el mundo la quería, la respetaba y buscaban en ella la figura de un líder. Era tan hermosa y vibrante. Ella era la base que sostenía a la Mancomunidad Federada y, al mismo tiempo, el vínculo que la mantenía unida.

Caitlin esbozó una tierna sonrisa al pensar en la arcontesa Melissa Steiner Davion.

—No creo que nadie que se la encontrara cara a cara hubiera podido negarle algo. Por eso el asesino tuvo que utilizar una bomba. Si hubiera intentado dispararle, no habría podido apretar el gatillo.

—Supongo que por eso tenía que morir —dijo Katrina, tragando saliva—. Puede que esto suene morboso, pero, desde que me enteré de que fue Ryan el que ordenó la muerte de mi madre, he intentado penetrar en su mente para entender por qué lo hizo.

—No es morboso, sino comprensible —dijo Caitlin, acariciando la espesa melena de Katrina—. Yo también me he preguntado qué tipo de persona es capaz de activar una bomba sabiendo que matará a tanta gente. Matar a tu madre ya era lo bastante malvado. Tal vez fuera un estúpido que tenía miedo de que el plan no funcionase de otro modo. Probablemente, Ryan le dijo que lo hiciera así.

Katrina se puso en pie y sacudió la cabeza.

—No, Ryan no era estúpido. Cualquier cosa menos estúpido.

—Matar a tu madre fue estúpido, Kat.

Katrina se paseó por la sala dando largas zancadas.

—Ryan veía a mi madre como una influencia estabilizadora. Con ella como arcontesa, la política de mi padre, modificada y humanizada por ella, habría continuado. Habríamos pasado los años que quedan de tregua con los Clanes fortaleciéndonos como nación, preparándonos para el ataque de los Clanes y pactando alianzas con otras naciones para asegurarnos de que nunca consiguiesen conquistar la Esfera Interior. Ryan no podía soportarlo porque la estabilidad de nuestra nación era sinónimo de estancamiento para él.

Caitlin hizo un gesto de fastidio.

—Debería haber encontrado otra línea de trabajo.

—No podía. Era ambicioso y ansiaba el poder, y tenía objetivos para saciar ambas cosas. Pese a lo buena que era mi madre, no todo el mundo estaba de acuerdo con su política. La gente como Ryan tenía dudas legítimas sobre los planes de mi madre para el futuro.

—Cierto, Katrina, pero la mayoría de la gente no tenía problema alguno en hacerle llegar sus preocupaciones para que ella las incluyera en sus planes. Ryan le hizo llegar una bomba.

—Sí, pero creo que tenía un desacuerdo fundamental con la naturaleza de la Mancomunidad Federada. Sabes tan bien como yo que los Clanes llevaron a cabo el veinticinco por ciento de sus conquistas desde la mitad lirana de la Mancomunidad Federada. Para Ryan, aquello era una herida mortal. Mientras él luchaba por expulsar a los Clanes, mi madre luchaba por la reconstrucción y el entrenamiento necesario para cuando se reanudase la guerra —dijo Katrina antes de hacer una pausa y apoyarse en el respaldo de una de las lujosas sillas de la sala—. Ryan pensaba que mi madre estaba destrozando la Mancomunidad Lirana.

—¿Y para salvarla quería la independencia de la isla de Skye?

—Fomentar la rebelión era una manera de concienciar a mi madre de la gravedad de la situación. Él todavía recordaba cómo la Mancomunidad Lirana había salvado la economía de la Federación de Soles después de que mi padre se apoderase de las Comunidades de Sarna y Tikonov de la Confederación Capelense hace veinticinco años. Luego vio a la gente escapando atemorizada por la invasión de los Clanes, abandonando la mitad lirana de la Mancomunidad en busca de refugio en la parte Davion de la nación. Mi madre no hizo nada por impedirlo, convencida de que volverían en cuanto viesen que los Clanes habían detenido el ataque.

—Y estaban volviendo, Katrina. Todos lo sabemos.

—Sí, pero no lo bastante rápido. El índice de inmigración no se correspondía con el de emigración y los que volvían solían ser los que no tenían suficiente dinero para vivir en el sector davionista. Los programas gubernamentales financiaron su reubicación, pero creo que para Ryan lo peor de todo era que nadie veía la situación desde su perspectiva. El pensaba que mi madre estaba adormeciendo a la nación con su amabilidad y, hasta que mi madre no fuese eliminada, no podría haber cambios ni progreso.

Los verdes ojos de Caitlin resplandecieron por un instante.

—Gracias a dios que su opinión era minoritaria.

—Minoritaria sí —dijo Katrina, estremeciéndose—, pero no única.

—¿Qué estás diciendo?

—No hagas esa pregunta, Caitlin.

Caitlin se levantó rápidamente al ver que Katrina temblaba.

—¿Qué pasa, Kat? Puedes decírmelo.

—No, no, no puedo. Es demasiado horrible.

—¿Más horrible que la desaparición de nuestras madres por la bomba de un terrorista? —dijo Caitlin, agarrando a Katrina por los hombros—. Mírame. ¿Qué puede ser más horrible que eso?

Katrina se quedó boquiabierta sin mediar palabra y buscó consuelo apoyándose en el pecho de Caitlin.

—No creo que Ryan estuviera actuando solo.

El sonido del llanto de Katrina se desvaneció cuando Caitlin captó el sentido implícito de sus palabras. Desde la muerte de Melissa Steiner, por toda la Mancomunidad Federada corrían rumores sobre conspiraciones relacionadas con el asesinato. Muchos habían intentado culpar a Víctor Davion de su muerte, pero Caitlin conocía a Víctor desde hacía años. Habían jugado juntos cuando eran niños y, por supuesto, había rechazado todos aquellos rumores.

Sin embargo, el arrebato de Katrina se los había devuelto a la memoria. Después de todo, era cierto que Víctor y Galen Cox habían descubierto a Hanse Davion muerto de un ataque al corazón, como también lo era el hecho de que Víctor no hubiese asistido al funeral de su madre en Tharkad, mientras que sus otros hijos, que tuvieron que desplazarse desde Nueva Avalon, habían llegado a tiempo. La muerte de Melissa permitió que Víctor ocupase su lugar en el trono, convirtiéndose así en el único dirigente de un imperio que alcanzaba las fronteras más lejanas de la Esfera Interior, donde habitaban trillones y trillones de personas.

Los últimos rumores sobre el creciente distanciamiento entre Galen y Víctor habían adquirido una nota siniestra después de que Galen muriese en una explosión similar a la que había matado a la arcontesa Melissa. La gente rumoreaba que Víctor había asesinado a su propio padre en presencia de Galen, que le había prometido la mano de Katrina a cambio de su silencio y que, luego, había incumplido su promesa y había ordenado la muerte de Galen Cox porque estaba a punto de revelar la verdad sobre las muertes de Hanse Davion y Melissa Steiner Davion.

—¿Cómo puedes decir eso, Katrina? ¿Qué te hace pensar así?

—No lo sé, Caitlin. No es más que un presentimiento, pero todo empieza a encajar. Tras la muerte de Ryan, Víctor me dijo que el misterio sobre el asesinato de nuestra madre estaba resuelto. Dijo que Ryan lo había cometido y que había trabajado totalmente solo, así que todo había acabado, que había llegado el momento de dar el paso, de hacer cosas por la Mancomunidad Federada que nuestros padres nunca habrían concebido.

—Pero no crees que Víctor tuviera algo que ver con sus muertes, ¿verdad? No puede ser que lo creas.

Katrina sacudió la cabeza mientras las lágrimas le rodaban por la cara.

—No, por supuesto que no. Víctor no podría… No, me jugaría la vida a que no, pero…

—¿Pero? —preguntó Caitlin, sintiendo que el estómago le daba un vuelco—. Pero ¿qué?

—Pero todas las razones por las que Ryan habría matado a mi madre también sirven para Víctor, y para mí, y para Peter y Arthur e Yvonne. La muerte de nuestros padres nos beneficia a todos.

—Pero ¿Víctor? El nunca mataría a tus padres.

—Está claro que no lo creo así, Caitlin. Está claro que no lo hizo, pero tengo que recordar quién soy y cuáles son mis responsabilidades, y eso es lo que me hace pensar en Víctor y dudar de él.

Caitlin frunció el entrecejo y tomó a su prima de la mano.

—Katrina, ¿de qué estás hablando?

—De su regreso a Nueva Avalon por una razón —dijo Katrina, retirando la mano de la de Caitlin para volver a merodear por la sala. Aunque hablaba entre sollozos, su voz sonó firme—. Sí, la sede del gobierno solía alternar entre Tharkad y Nueva Avalon, incluso durante los años de invasión de los Clanes. Es cierto, la gente de la vieja Federación de Soles se sintió defraudada cuando el trono permaneció en Tharkad tras la muerte de nuestra madre, pero el trono debería estar aquí. Supliqué a Víctor que se quedara, pero él estaba decidido a volver a Nueva Avalon.

Caitlin bajó la vista, pensativa, mientras se estiraba inconscientemente una de las mangas de su blusa de seda.

—Pero, ahora que la isla de Skye se ha unido en contra de Víctor, ¿no crees que su partida ayudará a calmar las cosas?

—Yo podría haber calmado las cosas con él aquí. Al salir corriendo, sus enemigos de Skye creen que pueden asustarlo, mientras que los que lo quieren creen que los ha dejado en la estacada. Lo que quiero decir es que dio un título a Grayson Carlyle, exigió un juramento de fidelidad personal a cambio y no hizo nada por ayudar a la Legión Gray Death de Carlyle en la lucha de Glengarry. De hecho, Víctor partió hacia Nueva Avalon meses antes de que se hubiera restablecido la situación. Abandonó a Carlyle del mismo modo que ha abandonado a otros.

—Creo que, con todo lo que ha pasado, tú eres la única que se siente abandonada, Kat.

Katrina se detuvo y sonrió a su prima.

—Pero no por ti, Cait. Viniste en cuanto pudiste.

—Y me alegro de estar aquí, pese a las circunstancias.

—Tú eres mi fuerza. Siempre has sido más fuerte que yo.

—¿Recuerdas lo que dije antes? No te subestimes, Katrina.

—Puede que lo hiciera una vez, pero ya no —dijo Katrina respirando profundamente y retirándose el pelo de la cara—. Soy una Steiner y mi responsabilidad es velar por que mi gente esté protegida. Este gobierno ha tenido el piloto automático durante la transición y, ahora que la gente de Víctor está en Nueva Avalon con él, utilizaré lo que Víctor me ha dejado para hacer lo que hay que hacer. La primera orden de negocios es sanear, sanear las discrepancias políticas y sanear el dolor de la rebelión de Skye.

Caitlin sonrió.

—Objetivos loables.

—Pero eso no es todo, y sanear será la clave. Me centraré en la investigación médica, la construcción de hospitales y el saneamiento del daño infligido por el levantamiento de Skye y de los odios que amenazan con separar la Mancomunidad. Si puedo hacerlo, no tendré nada que temer de los Clanes cuando se acabe la tregua.

Caitlin asintió.

—¿Y Víctor?

Katrina titubeó y bajó la mirada al suelo.

—Mi primera responsabilidad es con mi gente, la gente a la que ha herido con sus acciones. No quiero creer que Víctor es un monstruo que podría recurrir al asesinato, pero, si me entero de que es así, tendré que ocuparme de él. Sin embargo, pase lo que pase, sé quién va primero y nunca dejaré que Víctor les vuelva a hacer daño.

En pie de guerra
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