Palacio de Marik, Atreus

Mancomunidad de Marik, Liga de Mundos Libres

Thomas Marik se sentía vacío, como una figura de Terracota hueca y vulnerable, como si se fuera a partir en mil pedazos cada vez que respiraba. Todo lo que había en su interior se había desprendido y desintegrado en el agujero negro del terror y la desesperación justo debajo de su corazón.

Ya no sentía el dolor.

A solas en el balcón se dio cuenta de que no quería volver a mirar el informe que le había traído el capiscol Malcolm. El mensaje era tan simple y elocuente como breve: Ninguna pareja.

Mi hijo está muerto y Víctor Davion lo ha asesinado. Mientras las palabras se unían para formar una frase, su parte racional se enfrentaba a ese veredicto. Sabía perfectamente que Joshua moriría en el instante en que los médicos le habían diagnosticado leucemia y en un arrebato de desesperación había aceptado la oferta de tratamiento de Hanse Davion en el Instituto de Ciencia de Nueva Avalon. Aquélla había sido su única esperanza.

Sophina había pedido a Thomas que tuvieran otro hijo juntos, un hijo que serviría para dar a Joshua la médula que necesitaba, pero él se había negado. Su padre, Janos Marik, había tenido diez hijos. Dos habían muerto de leucemia a los doce y ocho años. Los demás —a excepción de Thomas, su hermano Paul y sus hermanas Theresa y Kristen— habían muerto en las diversas luchas y guerras civiles que habían plagado la Liga de Mundos Libres. Los conflictos acabaron en 3036, cuando Thomas se presentó por sorpresa ante el parlamento para dar prueba de que había sobrevivido a un atentado de bomba que había matado a su padre y a su hermano un año y medio antes. La familia de Janos Marik había demostrado que las familias más numerosas y las rivalidades entre hermanos causaban graves problemas.

Tenía miedo de darle a Joshua un hermano o hermana. Si aquel hijo no pudiera proporcionarle una médula, ella lamentaría para siempre haber fracasado en la misión para la que había sido concebida.

La alternativa, un hijo que proporcionase la médula que salvaría la vida de Joshua, habría sido peor. Si ese niño hubiese sido un poco orgulloso o ambicioso —¿y qué niño no lo sería si, sólo por el hecho de haber nacido, hubiese salvado la vida de su hermano?—, él habría lamentado el hecho de que Joshua siguiera vivo para ocupar el trono. Si el cáncer resurgía, ¿acaso el otro hijo no se negaría a donar más médula para impedir que su hermano se convirtiese en capitán general? Isis lo había hecho cuando llegó el momento de salvar la vida de su hermano y se rio en la cara de Thomas cuando éste se encontró en la absurda situación de tener que amenazar a la persona que algún día sería su heredera si no ayudaba a su hermano.

Y ahora ella es mi heredera y está al servicio de Sun-Tzu Liao. Thomas sabía que tenía otras opciones: Paul, Kristen, Theresa o su descendencia, pero sabía que ellos no compartían sus objetivos. Aunque favorecer a algunos de ellos —por ejemplo, a Corinne, la hija de Paul— podía molestar a Sun-Tzu Liao, la situación había llegado a un punto en que Thomas ya no se divertía con el juego por más placer que le diera mantener a Sun-Tzu en vilo.

Víctor Davion no ha asesinado a mi hijo, pero le ha negado la muerte digna que habría tenido aquí. Este acto, la sustitución de mi hijo muerto por otro, sobrepasa el barbarismo. Es una obra profana que se burla de mi hijo y de su vida. Víctor pagará por esto, y lo pagará caro.

En el vacío de su alma se fue elaborando un plan. Cada elemento era como una membrana ultra fina que ocupaba su lugar en una matriz que crecía en el interior de Thomas. Aunque los filamentos eran demasiado delicados para soportar la presión, pese a estar ordenados como un castillo de cartas, la estructura no se derrumbaba. Thomas podía construir su visión de futuro sobre ella.

Tras él, flotando como una sombra a la entrada de su despacho, el capiscol Malcolm carraspeó disimuladamente. El sonido irritó tanto a Thomas que sintió deseos de girarse y estrangular al hombre, pero, de haberlo hecho, la celosía cristalina que iba cobrando vida en su alma se habría desmoronado.

—Si es posible, capitán general, me gustaría expresar mi pesar por la pérdida de su hijo.

—Gracias —contestó Thomas en un hilo de voz.

—También quisiera añadir que estoy dispuesto a ayudarlo a comunicar las órdenes necesarias para hacer justicia con el duende maligno que ocupa el trono de la Federación de Soles.

Thomas alzó la cabeza todavía sin mirar a Malcolm.

—¿Cree que debería vengarme de Víctor Davion por la muerte de mi hijo?

—Existe un proverbio que dice: «La venganza triunfa sobre la muerte».

El capitán general se volvió lentamente hacia él con los hombros caídos.

—Es un tonto, Malcolm.

—¿Disculpe, señor?

—¿Sabe a quién está citando?

—Al bendito Blake.

Thomas rechazó la respuesta con la mano.

—Esa cita es de Francis Bacon y su uso no sólo está fuera de contexto, sino que es inapropiado. Está equivocado.

La estupefacción se apoderó de la mirada del capiscol cuando la furia de Thomas lo hizo retroceder hasta la puerta.

—No era mi intención ofenderlo —se excusó.

—No, no, por supuesto que no, pero me ha ofendido. Si sabe lo que contiene este mensaje también habrá leído los mensajes que he enviado. ¿Cuánta gente sabe lo que he enviado y lo que he recibido?

Malcolm eludió la pregunta.

—Hay cosas que no puedo…

—¿Decirme? Soy Thomas Marik, capiscol. Yo soy el hombre al que el capiscol Blane se ha referido al nombrar al Primus en Exilio de ComStar. Puede que otros le confíen secretos, Malcolm, pero yo no.

Thomas se levantó y mantuvo una postura firme.

—No quiero esta información porque sí, sino porque es información vital. No sé hasta dónde ha llegado esta historia ni las posibilidades que existen de una brecha de seguridad y, como no lo sé, no puedo preparar la venganza por este acto de crueldad contra mi hijo.

—Pero usted acaba de decir que era un estúpido por creer que se vengaría de Víctor Davion por la muerte de su hijo.

—Y lo era —dijo Thomas, extendiendo los brazos en dirección al cielo nocturno, hacia sus billones de mundos y estrellas entre los que se encontraba la Mancomunidad Federada—. No es Víctor el que ha cometido este ultraje contra mi hijo. Su padre, Hanse Davion, tuvo a Joshua como rehén para conseguir mi ayuda en la producción de material para su guerra contra los Clanes. ¿Cómo alguien educado por un hombre así puede entender el dolor que un padre siente por la pérdida de un hijo? No culpo a Víctor, sino al hombre que lo engendró.

—Pero lo castigará.

Thomas asintió lentamente con la cabeza.

—No puedo castigar a Hanse, pero Víctor tiene que aprender del error de su padre. Sin embargo, aún tardaré en ingeniar el castigo. Las incursiones fronterizas y las exigencias de reparaciones no serán suficientes. Mi primer deber no es acallar el alma herida de mi hijo asesinando ManFeds: mi deber es liberar a mis hombres del yugo de una nación que permite este comportamiento indecente. La liberación requiere tiempo e ingenio.

Thomas vio la luz de comprensión que desprendía la oscura mirada de Malcolm, pero sabía que el capiscol no podía averiguar ni una mera fracción de sus planes.

—Ahora usted es mi contacto con la Palabra de Blake, capiscol Malcolm. Envíe un mensaje a Blane con mi firma. Él ratificará esta decisión. Me traerá la información que quiera y cuando quiera sin hacer preguntas. Será completa y no hará comentario alguno al respecto a menos que yo lo solicite. Todo lo que sabrá será el contenido de estos informes.

—Pero usted cuenta con SAFE y con el resto de su cuerpo de Inteligencia para preparar informes así.

—Sí, pero ellos tienen recursos que usted no tiene, y viceversa. Cada uno verificará al otro —dijo Thomas con una sonrisa en los labios sin percatarse de la sensación que le producían las cicatrices que le estiraban la boca— y lo primero que hará es prepararme un dossier sobre mi enemigo.

—¿Víctor?

Thomas sacudió la cabeza y pensó en su familia.

—No, a Víctor lo entiendo bastante bien. La persona a la que quiero conocer es Katrina Steiner.

—Katrina Steiner. Comprendo —dijo Malcolm, inclinando la cabeza—. ¿Tiene alguna petición más que hacerme?

Thomas iba a despedir al hombre cuando un nuevo filamento cristalino apareció en la celosía.

—Sí. El mensaje de Sun-Tzu a sus operarios de Nueva Avalon. ¿Todavía conserva una copia?

—Sí.

—¿Podría enviarla?

Malcolm meditó la respuesta y asintió sin mucha convicción.

—La Inteligencia Davion puso en peligro la secuencia del código utilizado para crear el mensaje. Los agentes de la Maskirovka de Nueva Avalon no consiguieron la clave para obtener la cifra.

—¿Podría volvérsela a enviar en lugar de la clave que se supone que están a punto de recibir?

—La Maskirovka sólo cambia los códigos mensualmente, pero sí, podríamos sustituirla.

—Bien. Prepárese para enviar la clave y el mensaje enseguida —ordenó Thomas, juntando las manos con satisfacción—. Puede que mis planes requieran entretener a Víctor Davion y, si conseguimos que Sun-Tzu se encargue de ello, mataremos dos pájaros de un tiro.

En pie de guerra
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