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La acción militar sin política es como un árbol sin ramas.
Atribuido a HO CHIMINH
Sian, Comunidad Capelense
Confederación Capelense
20 de diciembre de 3057
El hecho de que no se sintiera indignado ni traicionado sorprendió a Sun-Tzu. Si su madre hubiera acordado una alianza con Thomas Marik y luego se hubiera enterado de que Thomas había ofrecido una rama de olivo a Víctor, se habría enfurecido y habría ordenado la destrucción total de todo el que hubiera tenido relación con la Liga de Mundos Libres durante las últimas tres generaciones. La sangre habría corrido por las calles y los cuerpos colgados habrían decorado todos los árboles y las farolas de Sian.
Por suerte, no soy mi madre. Incluso después de que Thomas hubiese ordenado a las Cobras Negras que asegurasen Nanking, Sun-Tzu sabía que aquella muestra de apoyo presagiaba algún tipo de traición. También sabía, cuando se quejó a Thomas del cese prematuro de las hostilidades, que éste respondería con algún aforismo sobre la paciencia y la virtud. Puede que no todas las perlas de sabiduría que la humanidad conoce hayan salido de los labios de Jerome Blake, pero nunca se sabría por la forma en que sus disciplinas lo citan.
Sun-Tzu no se sentía traicionado porque sabía de antemano cómo actuaría Thomas. Además, era obvio que la invasión tenía que finalizar o aumentar hasta arrollar a toda la Esfera Interior. Pese a lo ansioso que estaba por recuperar los mundos que Hanse Davion había robado a la Confederación Capelense, Sun-Tzu no quería ver el estallido de una guerra total. No le importaba que otras Casas de la Esfera Interior se interpusiesen entre él y los Clanes o que corrieran rumores de la lucha y la fragmentación entre Clanes. Los Clanes eran una amenaza para todos ellos y volverían a ponerse en marcha muy pronto. Cuando llegase aquel momento, Sun-Tzu no quería que la Esfera Interior estuviera debilitada por dentro.
Katrina Steiner había ofrecido la venta de Naves de Salto a su hermano. Si Víctor aceptaba, no tardaría en enviar tropas a la Marca de Sarna para compensar las victorias de Sun-Tzu. Era obvio que Thomas veía la Marca de Sarna como una barrera entre Víctor y los mundos que la Liga había recuperado. Aunque a Sun-Tzu le molestaba que otras naciones pensaran que sus mundos eran campos de batalla, tenía que admitir que esos planetas también suponían una barrera para él. Si seguían las invasiones Marik-Liao cuando Víctor consiguiese sus transportes, éste podría decidir entre acabar el trabajo que había empezado su padre y atacar a la propia Confederación Capelense. En cambio, con la tregua, Víctor lanzaría operaciones para recuperar los mundos que habían sido suyos y no conquistaría mundos nuevos.
Sun-Tzu se reclinó en la silla de Justin Allard y sonrió. El hecho universal de los Davion —el hecho que su abuelo había pasado por alto y el hecho que había causado pesadillas a su madre— era que los Davion creían en la retribución. Si les arrebatabas algo, ellos lo recuperarían. Si matabas a alguno de los suyos, ellos matarían a alguno de los tuyos. Esto significaba que Víctor, la perfecta miniatura de su padre, intentaría recapturar los mundos que Sun-Tzu había recuperado antes de iniciar nuevas conquistas.
Al llegar a esta conclusión, Sun-Tzu se preguntó por un momento si no estaba cometiendo un grave error anticipando las acciones de Víctor basándose en lo que sabía del difunto padre del hombre. Cuando él y Víctor entrenaban juntos en Outreach, creía que el hijo sería más peligroso que el padre por el mero deseo de Víctor de escapar de la sombra de Hanse Davion. Sin embargo, desde la muerte de Hanse, Víctor había cometido una serie de errores que le habían costado la mitad de su reino. Era como si Hanse hubiera sido el punto de referencia de su hijo y, ahora que había muerto, Víctor estaba desorientado.
El hecho de que fuera un Davion, empapado en las tradiciones davionistas, lo hacía retroceder en la cadena genética. Víctor se había mostrado tan poco afectado por la muerte de su madre como Hanse habría hecho y utilizar un doble para sustituir a Joshua Marik también habría sido propio de Hanse Davion. Víctor había avanzado a trompicones hasta encauzar el camino de su padre y el caso es que ni siquiera se daba cuenta de ello.
Eso era exactamente lo que Sun-Tzu quería evitar. No podía caer en la postura extremista que habían adoptado los Liao que habían gobernado durante aquel último siglo. También sabía que la complacencia lo destrozaría. Podía suponer que Víctor tendería a comportarse como su padre, pero tenía que probar su suposición. De hecho, tenía que probar todas sus suposiciones porque para él basarse en creencias y no en conocimientos era exponerse al ataque. Y el ataque podría venir de diversos puntos. Tormano, Candace, Kai, incluso mi hermana Kali podría atacarme. Y no debo olvidar que Isis Marik también podría ser utilizada en mi contra. Si nos casamos y soy asesinado, Thomas podría reclamar la Confederación Capelense y anexionarla a la Liga de Mundos Libres, lo cual sería mejor que ver a Kali en el trono, aunque no soportaría que alguien ajeno a la Casa Liao gobernase mi nación.
—La otra cosa que tengo que hacer es dejar que los demás me sigan subestimando —dijo Sun-Tzu, esbozando una amplia sonrisa y entrelazando los dedos—. Cuando Thomas me diga que ha firmado la paz con Víctor Davion, debo agradecérselo. Incluso debería preguntarle si quiere que lleve a su hija de vuelta a Atreus. Puede que así empiece a preguntarse cuáles son mis planes. Mientras tanto, me dedicaré a consolidar los mundos que he capturado y me prepararé para volver al reino que me corresponde por legítimo derecho.