17
17
La supervivencia, una ley más importante para los estados que para los hombres ya que ningún gobierno tiene derecho a acceder a este último sacrificio que el individuo puede realizar con la más noble intención.
ALFRED THAYER MAHAN,
La influencia del poder marítimo en la historia
Zurich
Marca de Sarna, Mancomunidad Federada
18 de agosto de 3057
La expresión de sorpresa y alivio absoluto del rostro de Cathy indicó a Noble Thayer que había tomado la decisión acertada al dirigirse al Centro Médico de Rencide pese a la actual situación de emergencia. Depositó la caja llena de envases de comida china sobre la barra y le dio un fuerte abrazo.
—Pareces hambrienta, niña.
Ella lo rodeó con sus brazos cautelosamente para no mancharle la camisa con la bata quirúrgica ensangrentada.
—Cuando pedí que te llamaran para cancelar nuestra cita no esperaba verte hoy.
Noble le dio un fugaz beso en los labios.
—Ya es mañana, cariño —dijo encogiéndose de hombros—. Tenía que salir. Sabía que tú y los otros tendríais hambre y el «Dragón del Mandarin» no sirve a domicilio, así que…
—Ha sido un zoológico, pero hemos salido de quirófano hace diez minutos y todo el mundo está en el salón. Vamos —dijo ella, esperando a que Noble recogiera la caja.
Salieron del vestíbulo de la sala de emergencias, pasaron junto a varias camillas manchadas de sangre y doblaron una esquina en dirección a la sala de personal. El aroma del café competía con el del sudor y el acre olor de la sangre siempre presente. Anne Thompson y Rick Bradford estaban sentados con la mirada fija en el pote de azúcar que había en medio de la mesa redonda, como si fueran a verter su contenido con el poder de sus mentes.
Noble colocó la caja sobre la mesa para que pudieran verla. Los dos parpadearon al unísono, alzaron la vista hacia él y aún tardaron unos segundos en reconocerlo y sonreírle.
Rick husmeó el contenido de la caja.
—Exactamente lo que este médico habría encargado si hubiese tenido fuerzas suficientes para marcar el número de teléfono.
Noble se encogió de hombros.
—Era lo mínimo que podía hacer. Los medios de comunicación no paran de hablar del ataque de los Zhanzheng de guang a esa nueva sucursal bancaria de Nueva Syrtis. Supongo que vosotros recibisteis los casos graves mientras que los más leves fueron al Hospital Público de Daosha.
Anne asintió con la cabeza mientras ayudaba a Cathy a sacar los envases de la caja.
—El Hospital Público de Daosha es una clínica de dimensiones muy limitadas. Nuestro centro traumático es mejor que el suyo y además tenemos el nuevo centro de imágenes por resonancia magnética. La única esperanza que tenía el conductor del autobús era nuestra capacidad para detectar metralla con un escáner IRM y sacarla.
Bradford se recostó en la silla.
—Si Deirdre hubiese estado aquí, lo habría salvado.
Noble se dirigió a la pequeña cocina de la sala y sacó una pila de platos.
—Las noticias holovisuales han dicho que el conductor del autobús se abalanzó sobre la granada que los Zhanzheng de guang lanzaron en medio de los niños del colegio. Si recibes una explosión así en el estómago es muy difícil que sobrevivas hasta llegar al hospital.
—Tienes razón, pero él sí estaba vivo cuando llegó aquí. Fue muy sufrido y quería darle una oportunidad —dijo Rick con un gesto de impotencia y la mirada fija en sus manos—, pero estaba tan destrozado por dentro que nunca habría vuelto a caminar y le habría tenido que diseccionar los intestinos mediante una colostomía. Además, con la herida del riñón habría estado sometido a diálisis para el resto de su vida.
—No entiendo cómo alguien puede hacer algo así —dijo Cathy, abriendo un envase de pollo de limón que impregnó la habitación con su aroma intenso y dulce.
Noble le pasó un apartador.
—Creía que su deber era proteger a esos niños.
—No, me refiero a cómo los Zhanzheng de guang pudieron hacer eso, lanzar una granada en medio de una multitud de niños. Eran alumnos de segundo.
Anne escogió un par de palillos y los frotó para quitarles las astillas.
—Hacen esas cosas porque son terroristas.
—Atracaron el banco para obtener capital con el que operar. También era una amenaza, porque los atracos bancarios hacen que la gente se sienta menos segura. Provoca agitación e inestabilidad —dijo Noble, sirviéndose un trozo de pollo del general Tso—. Quieren demostrar la incapacidad del gobierno local para proteger a sus ciudadanos. Ponen en evidencia la falsedad de sus reivindicaciones con la seguridad que ellos representan y la expanden a otras áreas. Entonces se presentan ante el pueblo como la alternativa lógica al gobierno.
Anne se lo quedó mirando.
—Pero asesinar a niños de siete años no parece una alternativa muy atrayente.
—Bueno, ellos no lo ven así. La acción sólo demuestra que los niños no están seguros fuera de casa. Las familias sacarían a los niños de las escuelas si pensasen que corren el riesgo de ser bombardeados o de recibir otros ataques. Eso aumenta el descontento. Si los padres respaldan a los terroristas, sus hijos dejarán de ser el objetivo.
Noble sostuvo los palillos por encima del plato.
—He leído algo acerca de los Zhanzheng de guang y de su líder, Xu Ning…
Rick Bradford alzó la vista.
—¿Investigas para tu próxima novela de Charlie Moore?
Noble se ruborizó.
—Bueno, sí —contestó mirando a Cathy.
Ella se encogió de hombros.
—Es un buen libro. Sólo intentaba hacer negocio contigo.
Anne se limpió los labios.
—Lo compraré.
—Yo también —dijo Rick, señalando a Noble con sus palillos—. ¿Pero qué decías de Xu Ning?
—Xu era un estudiante de ciencias políticas de Zurich cuando la Mancomunidad Federada se apoderó del mundo. Siguió estudiando hasta convertirse en catedrático de políticas, pero cada vez estaba más desencantado con el gobierno feudal de la M-F. Sus escritos, todos de gran ingenio, atacaban a la política davionista. Cuando Hanse murió, a Xu se lo relacionó con un atentado en el campus de la Universidad de Zurich en Quayloon. Se fugó al sur del continente y creó los Zhanzheng de guang con los fondos capelenses y el apoyo incondicional de Sun-Tzu.
Cathy se secó los labios con la servilleta antes de intervenir en la conversación.
—¿Estás diciendo que Xu Ning sabe lo que hace?
Noble sacudió la cabeza.
—El cree que sabe lo que hace. De uno de los escritos que he leído se deduce que su solución a nuestra estratificación social es la abolición de todas las diferencias de rangos y clases y no se conforma con un simple cambio estético: quiere que todo el mundo sea igual, lo que significa que tendremos que empezar de cero y ser educados mediante una enseñanza adecuada.
—¿Te refieres a campos de reeducación como los que ComStar intentó establecer en los mundos ocupados por el Clan?
—No sé nada de eso, Rick, pero no lo veo mal —contestó Noble, sosteniendo un trozo de pollo con los palillos—. No quiero ni pensar cómo sería Zurich si triunfase la revolución de Xu Ning.
Rick miró hacia la sala de emergencias.
—Si conlleva tanto trabajo como hoy estaré demasiado ocupado para preocuparme.
—Bueno, con un poco de suerte nunca ocurrirá —dijo Noble, sacudiendo la cabeza—. Y si ocurre, esperemos que alguien decida combatir el fuego con fuego.