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La lealtad es la médula del honor.
PAULVON HINDENBURG,
Out of my life
Ciudad de Tharkad, Tharkad
Distrito de Donegal, Alianza Lirana
20 de diciembre de 3057
Katrina Steiner, con su vestido de punto blanco bajo una chaqueta de lana azul, sonrió cuando su secretaria le indicó al visitante que entrase en su despacho privado.
—Me alegro tanto de que haya podido venir a Tharkad.
El hombre bajo y fornido le devolvió la sonrisa e inclinó su canosa cabeza en dirección a Katrina.
—Es un honor que haya querido recibirme.
—Acepté recibirlo si el obsequio que me traía su representante era lo bastante admirable —dijo Katrina, alargando la mano para alcanzar la máscara de bronce que había en la carpeta de su escritorio—. Recibir la máscara de la muerte del hombre que me arrebató Keid es realmente admirable, Tormano Liao.
El viejo hombre se encogió de hombros.
—A lo largo de los años he adquirido bienes equiparables a los de mi sobrino y, antes que él, a los de su madre. Lamento que hacerlo haya requerido el envío de agentes a mundos de la Mancomunidad Federada, pero la emigración de mi pueblo a mundos fuera de la Confederación Capelense durante las últimas tres décadas ha convertido este hecho en una expansión natural de mis intereses.
—Por favor, tome asiento, Mandarin Liao —dijo Katrina sentándose tras su escritorio y depositando la serena máscara del rostro de Roland Carpenter sobre éste—. ¿Tenía razón al suponer que era una máscara de la muerte?
Tormano asintió lentamente.
—El señor Carpenter gozaba de gran poder y se resistía a perderlo.
—¿Y la contrarrevolución?
—Ah, aquello era un producto autóctono. Habría sido descubierta tarde o temprano, pero yo tenía agentes infiltrados en el gobierno de Carpenter a cargo de la contrainsurgencia. En cuanto Carpenter dejó el puesto, instalar a la duquesa fue sencillo.
La arcontesa apoyó los codos sobre la carpeta y entrelazó los dedos.
—¿Y tiene muchos agentes en la Marca de Sarna?
—Tenía, duquesa. Como usted sabe, durante los últimos dieciocho meses mis recursos se han reducido gravemente.
—Quiere decir desde que Kai lo derrocó como líder del movimiento por una Capela Libre.
Tormano asintió con frialdad.
—Ha asumido muchas de las funciones que tenía como líder, pero no me ha sustituido del todo. Se ha desentendido de mi red de Inteligencia, pero durante los últimos seis meses no se ha preocupado por impedir que renovara mis contactos. Sin embargo, con la limitación de mis recursos, sólo he podido actuar en uno o dos lugares. Keid fue uno y Zurich el otro.
Katrina arqueó una ceja.
—¿El Comodín Danzante es agente suyo?
—No, aunque desearía que lo fuera. Mi agente trabaja bajo el nombre de Jacko Diamond. No es tan popular como el Comodín Danzante, pero mi organización se aprovecha de las victorias que él obtiene.
—Ya veo —dijo la arcontesa con las manos entrelazadas sobre el escritorio—. ¿Y ahora recurre a mí para que lo ayude a financiar sus operaciones?
Tormano esbozó una discreta sonrisa, como si estuviera consintiendo a un niño, y Katrina sintió miedo por un momento.
—Ese sería uno de los resultados que espero de esta reunión.
—¿Sí? Entonces puede que haya llegado el momento de que me informe del propósito de su visita.
—De hecho, arcontesa, me encantaría hacerlo —dijo Tormano desabrochándose la chaqueta de doble solapa y echándose hacia adelante hasta situarse al borde de la silla—. La he observado con gran interés desde que nos conocimos en Solaris, duquesa, y sí, me impresionó su belleza, pero más que eso fue su habilidad para manipular a la gente lo que atrajo mi atención. Es algo que deberían aprender todos los políticos, aunque la mayoría nunca lo consigue. En su caso, sin embargo, es algo que hace instintivamente. Sabe cómo convencer a la gente para que hagan lo que usted quiere casi sin esfuerzo.
Tormano bajó lentamente la cabeza.
—Esta capacidad la haría invulnerable, si no fuera por…
—¿Si no fuera por qué?
—Por su juventud, su inmadurez y, sobre todo, su falta de visión.
Katrina se ruborizó y se dispuso a hablar, pero Tormano levantó una mano para impedírselo.
—Disculpe, arcontesa, pero no pretendía que se enojara, sino demostrarle cómo podría ayudarla. Debido a su juventud, no acaba de entender las tradiciones y las rivalidades que mueven la Esfera Interior. Víctor las entiende, pero es porque su entrenamiento militar le inculcó la historia de su nación y su régimen.
»Y cuando hablo de inmadurez, me refiero a una tendencia a la impulsividad. Cuando Sun-Tzu le arrebató Keid y Northwind, usted lo vio como un ataque. Sin embargo, era obvio que se trataba de una prueba de la determinación de Thomas de expandir la guerra. Thomas se negó a caer en la trampa y usted se quejó a él y a los Demonios de Kell antes de que yo pudiera ofrecerle mis servicios.
—Ya veo —dijo Katrina, conteniendo su ira—. ¿Y mi falta de visión?
—He oído rumores sobre su plan de prestar Naves de Salto a su hermano sin concesión alguna a cambio. Aunque es cierto que esto aparenta una neutralidad benigna para la Alianza Lirana, usted, su hermano y yo no albergamos esperanzas sobre la profundidad y la permanencia de la división de sus reinos. Si no fuera necesario mantener un vínculo para proporcionar una concesión legítima a cada uno sobre el reino del otro habrían conseguido una ruptura limpia. Ahora son naciones separadas y una nación no puede prosperar a menos que otras naciones le ofrezcan una recompensa por sus acciones.
Tormano sonrió y extendió las manos.
—Los Steiner siempre han sido grandes comerciantes. Debería vender esas naves a Víctor, pero debería hacerlo poco a poco, de modo que nunca tenga naves suficientes para causarle problemas.
—Ya veo —dijo Katrina con una irritación que le impedía valorar la sabiduría de sus palabras. El hecho de que le recordase los errores que había cometido aumentaba su enojo y la impulsó a rebatir sus comentarios—. ¿Así que usted, un noble cuyo territorio se reduce únicamente a una finca y unos cuantos subalternos leales, un noble que nunca ha gobernado un estado durante más de un minuto, quiere convertirse en mi consejero? O ha venido en nombre de mi hermano para traicionarme como Justin Allard traicionó a su padre o está todavía más loco que su difunta hermana y su hija juntas.
Tormano permaneció inmutable a pesar del virulento ataque.
—Era predecible que me juzgaría con dureza. Sin embargo, me gustaría que pensara en la suerte de los líderes de la época de su padre. Takasi Kurita está muerto. Janos Marik está muerto y Thomas sigue vivo porque ComStar se ha esforzado por resucitarlo durante un año y medio. Katrina Steiner, su tocaya, está muerta. Su padre está muerto. Su madre está muerta y, sí, mi padre y mi hermana Romano están muertos. Sin embargo, mi hermana Candace ha gobernado Saint Ivés desde antes de que naciera su madre, y yo, un noble desterrado, he sobrevivido después de haberme entrometido durante décadas en la política interna de la
Confederación Capelense sin ser asesinado. Debo asegurarle que no se trata de un logro nada desdeñable. Si los Liao somos algo, somos supervivientes, y su reino, atrapado entre los Clanes y la Liga de Mundos Libres, también necesita sobrevivir.
Quizá por su tono pausado o por la obvia sabiduría de sus palabras, el enojo de Katrina se disipó.
—Si lo aceptara como consejero, ¿qué tendría que darle a cambio?
Tormano esbozó una leve sonrisa.
—No tengo muchas necesidades. La Marca de Sarna es ahora una región disputada por la Mancomunidad Federada, la Liga de Mundos Libres y la Confederación Capelense. Internamente es un caos, con los diversos mundos formando sus propias alianzas para garantizar su seguridad, un estado de confusos reinos en el que usted, sin embargo, tiene una de las concesiones más legítimas. Recordará que, cuando su padre arrebató la zona a los capelenses, se la concedió a su madre, una Steiner, y ahora usted es la heredera de la tradición Steiner. Lo que requiero son los recursos necesarios para mantener la influencia en la zona. Juntos alimentaremos está vorágine, si conseguimos desviar la atención de todos los implicados.
»Sin embargo, lo que usted me dará es mucho menos importante que lo que yo le daré, arcontesa. Le seré leal, tanto porque lo he jurado como porque nadie más me tendrá. Seré suyo hasta que me rechace. A mi lealtad se une mi disposición para actuar como su portavoz y su conciencia. También seré su confidente y desempeñaré fielmente las funciones que no pueden encomendarse a la gente común. Incluso tengo el prestigio necesario para negociar en su nombre con otros gobernantes soberanos. De mí obtendrá el consejo que necesita, porque ni la temo ni estoy enamorado de usted.
La arcontesa entrecerró los ojos. En el fondo sabía que su habilidad para manipular e influir en la gente le hacía sentir desprecio por aquellos a los que podía controlar. Los fuertes, la gente que no se doblegaba a su voluntad —Morgan Kell, su hermano Víctor y ahora Tormano—, eran los que deseaba tener cerca. Morgan y Víctor se habían convertido en sus enemigos. No sabía si su hermano sería capaz de confiar plenamente en Tormano, pero ella respetaba su franqueza y su forma directa de decir las cosas.
Y si tenía que contratar a un consejero, como mínimo debía ser alguien a quien pudiera respetar.
La arcontesa se puso en pie y ofreció la mano a Tormano Liao.
—Creo, Mandarin Liao, que mi reino obtendrá grandes cosas como fruto de nuestra alianza.
Tormano le estrechó la mano y la besó con delicadeza.
—Seguro que sí, arcontesa, grandes cosas.