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Dicen que los soldados y los abogados no pueden prosperar juntos en un mismo condado.

BARNABY RICH,

The Anatomy of Ireland

Tamar

Zona de ocupación del Clan de los Lobos

4 de julio de 3057

Phelan se tragó el enojo y el temor que sentía y miró al Señor de la Sabiduría con la expresión más despectiva que supo adoptar.

—Este cargo es atroz, Carns. Busca la especulación sobre lo que pasa en la mente del ilKhan y la utiliza contra él. ¿Dispone de algún testigo que haya oído al ilKhan hablar de su plan?

Dalk no se inmutó.

—Sus planes y su culpabilidad en el asunto son evidentes por sí mismos.

—Eso es lo que usted dice —dijo Phelan, girándose para observar la asamblea—. ¿Acaso no somos el Clan que derrotó a ComStar?

—Usted habla del pasado.

—No, Dalk, hablo del presente. ¿Acaso el Clan de los Lobos no es el mejor entrenado y el líder en experiencia de todos los Clanes que existen actualmente?

—Pero ¿tendrán el liderazgo dentro de diez años?

—¿Usted cree que no? —preguntó Phelan, forzando una carcajada y señalando a Natasha—. Mire a Natasha Kerensky. A sus más de ochenta años ha rebasado la esperanza de vida de un miembro del Clan y, sin embargo, ni siquiera se aproxima a la de la gente de la Esfera Interior. Nos hemos centrado en crear generaciones de guerreros cada vez mejores, retirando a mucha gente capacitada prematuramente.

Dalk sacudió la cabeza.

—Natasha Kerensky es una aberración.

—¿Y si no lo es?

El Señor de la Sabiduría entrecerró los ojos.

—No le entiendo.

—No, está claro que no. Si ella no es una aberración, entonces cada uno de nosotros dispone de más tiempo para servir y probarse a sí mismo. Sin embargo, un guerrero del Clan sufre una presión tremenda para probarse en un corto espacio de tiempo si no quiere correr el riesgo de ser eliminado, una presión que entiendo a la perfección porque probablemente yo estaría muerto si no hubiese conseguido un rango y un Nombre de sangre con los Lobos —dijo antes de mirar a Vlad—. No es ningún secreto el odio profundo que los Cruzados sienten por mí.

Vlad se levantó al oír el desafío.

—Lo que usted sugiere es una ampliación del tiempo para demostrar nuestra valía como guerreros que también requería una ralentización del programa de reproducción o una severa limitación del tamaño de los sibkos. En efecto, dispondríamos de más tiempo pero de menos posibilidades, con lo cual no ganaríamos nada.

Marialle se puso en pie junto a él.

—Y su plan destrozaría a los Clanes desde dentro.

—Pero usted y los otros Cruzados ya lo están haciendo aquí y ahora —dijo Phelan, haciendo caso omiso de las protestas del Señor de la Sabiduría y del fiscal—. Antes de la invasión, nuestra visión como miembros del Clan sostenía que todo, todas las luchas, todos los acuerdos para intercambiar ADN, todo lo hacía el Clan, para el Clan y con la intención de salvaguardar los propósitos del Clan. El objetivo era producir los mejores guerreros posibles e incluso se protegían los Clanes que habían sido derrotados y absorbidos para que su genética enriqueciese al Clan que los había aplacado.

»¿Y cuál era el motivo de intentar producir guerreros superiores? Queríamos convertirnos en los mejores guerreros que jamás hubieran existido en la Esfera Interior, no esclavizándola sino protegiéndola y dirigiéndola con nuestro ejemplo. Nicholas Kerensky quería que superáramos las continuas riñas que separaban a la Liga Estelar. Los Clanes se formaron para promover la gloria de la humanidad y no la gloria de un hombre.

Phelan señaló con el dedo a Ulric.

—El ilKhan se aferró a esa idea. Sí, nuestro Clan invadió la Tierra con los demás, pero no para que Ulric pudiera apoderarse del mundo y convertirse en el Primer Señor de una nueva Liga Estelar. El quería ganar la carrera hacia el poder que le daría impedir que los otros Clanes destrozaran la Esfera Interior. Quería preservar el sueño de Nicholas Kerensky. Como los otros Clanes se cegaron con el deseo de gloria personal, perdieron de vista su verdadera misión y fracasaron, por lo que ComStar los derrotó, una corrupción moral que los debilitó y sembró las semillas de la derrota en sus rangos.

El joven Khan se giró hacia Dalk.

—Ahora usted desea sembrar esas mismas semillas en nuestros rangos con este cargo.

—No, Khan Phelan, yo simplemente quiero preservar la forma de vida que nos ha convertido en lo que somos y elegir un camino que nos permita continuar esa forma de vida en lugar de destrozarla, como obviamente intenta hacer el ilKhan.

—Pero no puede insinuar que sabe lo que ocurre en su mente —dijo Phelan, con sus verdes ojos encendidos—. Pregunto de nuevo: ¿Hay algún testigo contra él?

—Y yo contesto de nuevo que su culpabilidad es evidente por sí misma. ¿No le encomendó una misión para que entrenase a los Demonios de Kell utilizando métodos que iban en detrimento nuestro? ¿Puede negar que se enfrentarán a nosotros cuando acabe la tregua?

—Aquello no era una misión de entrenamiento, Dalk —dijo Phelan con cierto titubeo al advertir la magnitud de las preguntas de Dalk. Dalk quiere demostrar que Ulric tiene un plan secreto, pero él también lo tiene—. Pero, si se queja de la falta de entrenamiento, supongo que podríamos programar una lucha con los Halcones de Jade.

—¿Y debilitar la fuerza de los Clanes con una batalla de destrucción recíproca?

—En la antigüedad, la lucha entre Clanes era el único modo que tenían los guerreros de afinar sus habilidades, las mismas habilidades que nos permitieron dominar la Esfera Interior. ¿Y ahora usted afirma que volver a los mejores métodos de entrenamiento de todos los tiempos nos debilitaría?

—Ahora deberíamos presionar a la Esfera Interior —gritó Dalk—. Son los únicos que estamos destinados a combatir. No perdamos más tiempo y luchemos contra ellos.

—¿Así que no niega que el entrenamiento contra otros Clanes nos haría más hábiles? —preguntó Phelan, sonriendo a la audiencia—. Yo sé que no quiero luchar contra los Osos Fantasmales porque siempre han sido nuestros aliados. Los Halcones de Jade, por otra parte, siempre han sido nuestros enemigos, a menos que alguien los venere por su filosofía Cruzada. Usted dirá que nuestras tropas son inexpertas, Dalk, pero yo creo que prefiere que tengan inclinaciones jade.

—Eso, Khan Phelan, es una vil calumnia.

Phelan extendió los brazos.

—Entonces desafíame a un Juicio de Rechazo y decidamos en un Círculo de Iguales cuál de las dos posturas es de mayor peso.

—¡No! —exclamó Ulric, avanzando y colocándose entre los dos hombres—. No habrá ningún Círculo de Iguales para discutir esta calumnia ni el último cargo imputado.

Phelan dio un paso atrás y se cruzó de brazos.

—Sería un placer asesinarlo.

—Y para mí lo sería verlo asesinado —dijo Ulric, señalando hacia el podio—. Señor de la Sabiduría, este último cargo es el cargo de mayor gravedad jamás imputado a los Clanes. Si ahora lo rechazase, sólo el Gran Consejo podría retomarlo. Como ése es el caso, le ordeno que remita el cargo directamente al Gran Consejo.

Phelan miró fijamente a Ulric.

—¿Qué está haciendo?

—No quiero retrasar lo inevitable, Khan Phelan.

Phelan se quedó sin palabras. Ulric parecía abatido y la sonrisa de Dalk demostraba que él había llegado a la misma conclusión tras las palabras del ilKhan. Phelan consiguió rehacerse e inició una protesta, pero Ulric lo acalló levantando la mano.

El cónclave se aplazó rápidamente y Dalk salió de la sala seguido de Marialle y Vlad. Lo único que consolaba a Phelan era que el pequeño trío parecía tan desconcertado como feliz con el desarrollo de los acontecimientos. Era obvio que esperaban ganar y se alegraban de que hubiera sido así, pero Phelan estaba convencido de que ninguno de ellos había imaginado la forma en que ocurriría.

Las luces del auditorio se apagaron y Phelan, Natasha y Ulric se quedaron solos sobre la tarima, rodeados por el resplandor rojizo de las señales de salida.

—¿En qué estás pensando, Ulric? —preguntó Phelan, dando un golpe en el podio—. Aquí, con los Lobos, podríamos haber rechazado el cargo, pero el Gran Consejo está dirigido por los Cruzados. Cuatro de los Clanes que invadieron la Esfera Interior están dominados por ellos. Los Clanes no invasores pueden usar este cargo como pretexto para reanudar la invasión y unirse a ella, alcanzando así la gloria que se les había negado. Al tirar la toalla, lo has arriesgado todo.

Natasha miró a Ulric con enojo.

—El chico tiene razón, Ulric. Por desperdiciar una batalla ahora tienes que ganar una difícil guerra.

—Ya lo sé, Natasha —dijo Ulric, sacudiendo lentamente la cabeza—. Hay un antiguo proverbio que dice que un buen general no sólo ve el camino hacia la victoria, sino que sabe cuándo la victoria está fuera de su alcance. Hoy estaba fuera de mi alcance. He subestimado a Dalk y la desesperación de la gente que lo apoya.

—Pero lo teníamos.

—No, no lo teníamos. Sabemos que inventó ese tercer cargo sin pensarlo, pero ese estallido de inspiración ha sido fatídico para nosotros. El cargo es tan grave que, aunque el Consejo del Clan no me hubiese declarado culpable, el Gran Consejo lo habría vuelto a utilizar en mi contra. Los Cruzados esperan que todo esto parezca un movimiento del Clan de los Lobos para desacreditarme.

—Y tu jugada ha permitido que así sea.

Ulric hizo un gesto de asentimiento.

—Tienes razón, Phelan, pero remitir la batalla al Gran Consejo significa que no tengo a mi propio Clan en contra. Ahora, el ataque viene de fuera de los Lobos, por lo que deberíamos unirnos. Lo que hemos hecho es abrir camino para un distanciamiento entre los Cruzados y los jóvenes supremistas de los Lobos. Ahora que los Cruzados tienen que llevar su batalla al Gran Consejo, los supremistas Lobos se sentirán utilizados y abandonados.

Phelan adoptó un gesto de extrañeza.

—Eso está bien, pero los supremistas Lobos sólo serán útiles si nos vemos obligados a… —dijo Phelan sin completar la frase al advertir, por la mirada de Ulric, que el ilKhan ya sabía lo que iba a decir.

La seriedad de la situación había desconcertado a Natasha.

—Quieres que estén con nosotros para solicitar un Juicio de Rechazo cuando el Gran Consejo te destituya, ¿quiaf?

Af, Natasha.

Phelan miró a ambos con perplejidad.

—Estáis hablando de una guerra total entre los Lobos y otro Clan.

—O de una coalición entre Clanes —dijo Ulric, con una fría sonrisa en los labios. Sin embargo, creo que lo mas probable es que los Halcones de Jade reivindiquen su derecho a luchar contra nosotros.

Phelan entrecerró los ojos.

—¿Y eso no es malo?

Natasha asintió con la cabeza y sonrió de un modo que hizo estremecer a Phelan.

—Es muy malo, Phelan. Los Cruzados han acusado al ilKhan de debilitar nuestros métodos para obligarlo a reanudar la guerra contra la Esfera Interior. ¿Por qué quieren la guerra?

Phelan sacudió la cabeza.

—¿Porque odian a la Esfera Interior?

El ilKhan adoptó una sonrisa más cordial.

—Eso es cierto, Phelan, pero también creen que, si no combatimos los ataques externos, lucharemos unos contra otros. Lo último que quieren los Halcones de Jade es ver Naves de Salto del Clan de los Lobos merodeando por sus sistemas. Ese es el mayor temor porque saben que, aunque nos derroten, les causarán tantos daños que jamás serán capaces de recuperarse de una nueva guerra contra la Esfera Interior. Vendrán otros Clanes de los planetas natales y ocuparán su lugar en la invasión, como también ocuparán el nuestro. Así, los sueños de gloria de los Halcones de Jade se disiparán para siempre.

—Pero si vamos a la guerra con los Halcones de Jade, nosotros también podríamos ser derrotados. Una guerra entre Clanes sería un suicidio.

—Que es exactamente por lo que el Gran Consejo espera que repudie la tregua. Creen que entenderé las ventajas de reanudar la invasión aunque destroce a mi Clan —dijo Ulric, juntando las manos como si rezara—. Si accedo a sus deseos no tendrán razón alguna para deshonrar a mi Clan con los cargos que se me imputan y los Lobos sobrevivirán. Puede que incluso se les permita unirse a la nueva invasión.

—Pero, si vamos a la guerra y causamos graves daños a un Clan de los Cruzados, ese Clan no podrá beneficiarse de la invasión. Los Cruzados se dividirían entre ellos al tomar una decisión al respecto —dijo Phelan, sacudiendo la cabeza—. Creen que te tienen atrapado, pero ellos tampoco pisan sobre tierra firme.

—Has dado en el clavo, Phelan: mi plan funcionará si conseguimos hacer suficiente daño a todo el que se enfrente a nosotros, pero nos llevará algún tiempo garantizarlo.

Phelan sonrió.

—¿Un tiempo que puedo comprar preparando tu defensa ante el Gran Consejo?

—Si aceptas esa misión, pese a lo imposible que pueda ser, Natasha y yo podemos empezar a preparar algunas sorpresas desagradables para los Cruzados.

—Bien negociado, Ulric, siempre y cuando mis tropas y yo podamos participar en la lucha.

El ilKhan hizo un gesto de asentimiento.

—Bien negociado y hecho, Khan Phelan. Tu papel será de vital importancia.

En pie de guerra
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