Charleston, Woodstock
República de la Armonía Verde, zona de liberación de La Liga
Larry Acuff atravesó la escotilla de la parte posterior de la cabeza del Warhammer y se quitó el abrigo con capucha que llevaba mientras esperaba instrucciones. Cerró la capucha, giró la rueda para ponerla en su sitio y pulsó un botón para poner en marcha el motor del ’Mech. Las vibraciones del motor al encender el fuego de fusión se filtraron en sus pesadas botas y le martillearon los dedos.
Dobló el abrigo, lo guardó en el armario de detrás del asiento de mando y se sentó en la superficie acolchada de éste. Al enchufar su traje refrigerante en la toma de corriente, el líquido refrigerante lo hizo estremecer. Larry sabía que agradecería el frescor del líquido cuando se enfrentase al primer regimiento de los Bandidos Chinos de Smithson.
Retiró el pesado neurocasco de un estante y se lo colocó sobre los hombros de su traje refrigerante. Del casco colgaban cuatro cables biomed como si fueran la barba de éste. Larry los pasó por los agujeros correspondientes del traje refrigerante y los sujetó a las sondas de control de los muslos y la parte superior de los brazos. Se apretó los cinturones de contención y se abrochó la correa del casco fijando los neurosensores a su cerebro.
Los monitores del ordenador se encendieron por toda la cabina. Uno le informó del estado del motor, otro le proporcionó todo tipo de datos climáticos, y el monitor primario, el que indicaba el estado y las condiciones de las armas, permaneció apagado. Se acercó al micrófono y dijo:
—Ordenador encendido, inicia la comprobación.
—Identificación de voz completa. Bienvenido a bordo, Hauptmann Acuff. Por favor, proceda a la identificación y verificación de frase.
Como podían falsificarse las voces, se mantenía la seguridad de los BattleMechs mediante un proceso de dos fases. Primero se verificaba la voz de cada piloto y luego se le pedía que repitiera una frase que había programado en la memoria del ’Mech. Si se atormentaba al piloto o se exploraba la memoria del ’Mech podía obtenerse la frase y poner en peligro la seguridad del ’Mech, pero robarlo requería tal sofisticación que sólo podía ocurrir en los dramas holovisuales.
—La guerra puede buscar a sus víctimas en otra parte.
—Verificación obtenida. Sistema armamentístico en marcha.
En el monitor primario apareció el perfil de su Warhammer. Los CPP de extenso alcance entraron en funcionamiento, seguidos de la lanzadera de corto alcance situada en el hombro derecho del ’Mech, los láseres medios, la ametralladora y la lanzadera antimisiles del torso del ’Mech.
Larry volvió a encender la radio.
—Líder del Batallón Tres verde. Informe de los comandantes de la compañía.
Sus tres tenientes informaron de la operatividad de las compañías. Incluyendo su lanza de mando, Larry tenía cuarenta ’Mechs en el batallón. Aunque las tropas estaban formadas por soldados que no habían presenciado muchos combates, estaban bien entrenados y eran más hábiles que la mayoría de los pilotos de la milicia. Esto se debía a que casi todos habían crecido pilotando los AgroMechs de las granjas que daban fama a Woodstock. Puede que no conocieran las espesas selvas del núcleo del continente sur tan bien como los campos de Charleston, pero se sentían más a gusto pilotando un ’Mech que los mercenarios de los que Thomas Marik disponía para apoyar la revolución del BIENESTAR.
—Salgamos lentamente, Batallón Tres. No encendáis los radiadores hasta que os lo indique. Ganaremos esta carrera con lentitud y constancia.
Cuando la Kommandant Phoebe Derden-Pinkney se enteró a través de una emisión del BIENESTAR de que los Bandidos Chinos de Smithson estaban llegando, se dispuso a preparar su defensa rápidamente. Los Bandidos tenían fama de ser una unidad formidable, pero habían hecho algunos cambios desde sus primeros días de lucha a favor de la Mancomunidad Lirana. Treinta años antes, la destrucción causada por la guerra los había dejado con un solo regimiento y sus naves de combate aeroespacial no eran más que un vago recuerdo. Gracias a Thomas Marik habían conseguido volver a reunir dos regimientos, pero seguían faltando naves de combate. La inexperiencia de los soldados también diluyó en cierto modo su talento.
Tras aceptar que Larry y sus demás comandantes de batallón transportaran el Regimiento Militar de Reserva de Woodstock al interior del continente, Phoebe se había propuesto recopilar la máxima información posible sobre la coronel Ada Gubser, comandante de los bandidos. Al hacerlo se había dado cuenta de que lo que sentía era la clave para acabar con los mercenarios.
—Vosotros matáis soldados y tú derrotas comandantes —había dicho a Larry.
Cuando la Mancomunidad Federada se apoderó por primera vez de Zurich, Ada Gubser era una MechWarrior del primer batallón de los Secutores de Trimaldi. El Cuarto Equipo de Combate del Regimiento de la Caballería Ligera de Deneb había perseguido a los Secutores y les había dado alcance en la Cúspide del Brezo, un rocoso bastión que se había formado tras la explosión de un antiguo volcán. Gubser había sido capturada, pero la habían puesto en libertad tras la guerra. Se unió a los Bandidos Chinos de Smithson y se convirtió en comandante del primer regimiento.
La Cúspide del Brezo era la única verdadera posición de defensa para una unidad que se encontrase en el continente sur, aunque el terreno desigual que la rodeaba también proporcionaba unas zonas tácticas excelentes. La Reserva se había dirigido al interior y había desaparecido, por lo que todo el mundo creía que se encontraba en la Cúspide esperando el ataque de los Bandidos.
Los Bandidos, operando según los recuerdos ancestrales de Gubser sobre la zona de la Cúspide y sus condiciones, avanzaron lentamente. Gubser quería colocar sus tropas de forma que a las unidades de la Reserva les resultara imposible recibir provisiones y se vieran obligadas a salir de la Cúspide, momento que ella aprovecharía para entablar combate en lugar de tener que echarlos de allí. Incluso las fuerzas davionistas de la Cuarta Guerra de Sucesión se lo habían pensado dos veces antes de luchar en la Cúspide.
Gubser había conseguido una formación que dificultaba el ataque de la Milicia. Su fuerza delantera estaba a cinco kilómetros al frente de una cordillera que sería la línea real de defensa de su campo y a poco más de diez kilómetros al este de la apertura de la Cúspide. La fuerza delantera era una unidad de emboscada que volvería a la línea de defensa y retrasaría las Reservas lo suficiente para que los demás Bandidos adoptaran posiciones y atacasen a las Reservas.
El campo real de los Bandidos estaba a cinco kilómetros al este, por detrás de las colinas y alrededor del poblado Colina del Rey. Los Bandidos habían cortado todas las líneas de comunicación con el exterior del poblado y habían establecido controles en las carreteras que conducían a Colina del Rey. Convencidos de su seguridad, los mercenarios pasaban casi todo el tiempo pasándolo en grande en Colina del Rey.
Lo que los mercenarios no sabían era que los agrocondominios habían desarrollado una red de comunicaciones de fibra óptica independiente al viejo sistema de comunicaciones que los Liao habían instalado. Otra cosa que los Bandidos no habían advertido era que las Reservas tenían aliados en la ciudad que informaban de sus actividades a través de las estaciones de campo agrícola. Las noticias sobre la actividad bandida eran tan veraces que la mayoría de las Reservas pasaban más tiempo escuchando lo que ocurría en Colina del Rey que los culebrones políticamente correctos que el BIENESTAR emitía desde la capital, Ciudad Recital.
Los Bandidos estaban orientados hacia la Cúspide y tenían sofisticados dispositivos para detectar a los ’Mechs de la Reserva. Los más importantes eran unas pequeñas unidades rastreadoras electrónicas, parecidas a los detectores de humo, que informaban de la existencia de líquido refrigerante de ’Mech en el aire. Donde hay un ’Mech también hay líquido refrigerante que sale o entra de los radiadores. Si se detecta una concentración de líquido se localiza al enemigo.
El problema de los Bandidos era que la presencia de líquido refrigerante no siempre significaba que los ’Mechs estaban cerca. Mientras que el Batallón Dos de las Reservas se había colocado en la Cúspide, justificando la defensa que Gubser había utilizado, los Batallones Uno y Tres se habían esparcido por la selva al sureste de la Cúspide, a unos diez kilómetros al suroeste de Colina del Rey. Como los vientos preponderantes de septiembre soplaban desde el noroeste, transportaban el aroma del líquido refrigerante desde la Cúspide hasta los monitores al tiempo que desvanecían el olor de los dos batallones escondidos.
Si dejaban cubos de líquido colgando de los árboles y goteando cerca de los rastreadores, los Bandidos creerían que había un regimiento entero de ’Mechs atrapado en la Cúspide.
Si desplazaban los cubos hacia el norte, también convencerían a los Bandidos de que la Reserva se había distribuido por la zona e intentaba flanquear su posición en esa dirección. Los Bandidos reaccionaron inmediatamente, del mismo modo que los aliados de la Reserva de Colina del Rey, y cuando empezaron a avanzar hacia el norte los Batallones Uno y Tres ya se habían puesto en marcha.
* * *
Al noroeste, Larry vio destellos de luz iluminando el cielo y oyó la voz de Phoebe a través de los auriculares.
—Líder Uno a Líder Tres, Dos ha entablado combate. A por ellos. Buena suerte.
—Entendido, Líder.
Según el plan, el Batallón Dos había salido a toda prisa de la Cúspide cuando los Bandidos se dirigieron al norte. La unidad de emboscada intentaría resistir hasta que los otros Bandidos pudieran unirse a ella desde el norte o se retiraría con la esperanza de que los demás Bandidos se dirigiesen a la línea de defensa a tiempo para llevar a cabo el plan. La función del Batallón Tres era llegar antes a la línea de defensa de los Bandidos y utilizarla en su contra.
—Pon en marcha los radiadores, Tres.
Larry pulsó un interruptor de su consola de mando que activó los radiadores del Warhammer. Advirtió una pequeña fuga de líquido refrigerante y vio cómo disminuía el nivel calorífico en su monitor auxiliar. Al pulsar otro botón apareció el visualizador holográfico que comprimía una panorámica de tres coma sesenta en un arco de uno coma sesenta grados. Un retículo dorado apareció frente a él en medio del visualizador cuando movió la palanca de mando del brazo derecho del asiento de mando.
—Adelante. Debemos alcanzar esas posiciones antes que los Bandidos —dijo con una sonrisa mientras aumentaba la velocidad del Warhammer—. Se han invitado a nuestro baile y es hora de que paguen por lo bien que lo han pasado.