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Que diferente sería la nueva orden si pudiéramos consultar al veterano en lugar del político.

HENRY MILLER,

The Wisdom Of The Heart

Nave de Descenso White Fang.

Órbita de asalto Baker Tres, zona de ocupación de los Halcones de Jade

5 de octubre de 3057

Phelan Ward se detuvo a medio camino de la plataforma de acoplamiento y se giró hacia Natasha Kerensky.

—Podemos cambiar el plan.

Natasha soltó una gentil carcajada, un gesto que se había vuelto recurrente en ella, y sacudió la cabeza.

—No, Phelan, no podemos. Ulric y yo hemos hablado largo y tendido al respecto. Tenemos que hacer las cosas como las planeamos.

El joven Khan se llevó las manos a la cintura.

—El hecho de que me envíen con la mitad de tu punta de lanza, una tercera parte de nuestra fuerza total del frente, no bastará para ganar este Juicio de Rechazo.

La mujer de cabello rojizo soltó un resoplido.

—No creo que necesite tus tropas para enfrentarme al Núcleo Estelar de Guarnición Nega.

Phelan la miró con severidad.

—Natasha, sabes tan bien como yo que esta pequeña guerra de desgaste acabará contigo. El hecho de no contar conmigo, de no contar con mi gente, no facilitará las cosas.

—Pero Phelan, tú sabes que contar contigo tampoco garantizaría una victoria. Luchamos constantemente con desventaja y por eso perderemos. Lo sabemos perfectamente. Lo único que queremos es que los Halcones paguen cara su victoria.

—¡Pero conmigo y mis tropas podríamos ganar!

Natasha sacudió la cabeza y pasó un brazo por los hombros de Phelan.

—Hijo, entiendo de verdad lo que dices y puede que tengas razón.

—Entonces debo continuar contigo.

—Pero no puedes —dijo con un tono de voz cada vez más inaudible y una breve sonrisa en los labios—. Si derrotamos a los Halcones aparecerá otro Clan con el mismo desafío. Y si también los derrotamos aparecerá otro y otro hasta que acaben con nosotros. Eres un guerrero increíble, Phelan. Siempre lo he creído así, pero estás demasiado seguro de que cuando tu ferocidad se case con la rectitud de una causa tú prevalecerás. Hay momentos en los que eso no funciona y éste es uno de ellos.

—¡Maldita sea! —protestó Phelan—. ¡Maldita sea, maldita sea, maldita sea!

—¿No odias que otra persona tenga razón para variar? —preguntó Natasha, riendo.

—Sí, pero esa no es la cuestión. Odio no poder cambiar algo que no debe ocurrir —dijo lanzándole una fugaz mirada—. Juntos seríamos una pesadilla para Chistu y Crichell.

—Podrás hacerlo tú solo, Phelan —dijo Natasha con una mueca en los labios—. Demonios, es un buen incentivo para que considere dejarlos con vida.

Los dos estallaron en carcajadas que, sin embargo, contenían un trasfondo de melancolía. El sonido resonó en las paredes metálicas de la plataforma de acoplamiento y volvió hacia ellos en un eco distante y extraño, burlándose de ellos y haciendo estremecer a Phelan.

—Entonces supongo que esto es un adiós.

Natasha asintió con la cabeza.

—Mira, Phelan, nunca me han gustado las despedidas y, en fin, tengo una reputación que conservar, la Viuda Negra y todo eso, así que no me puedo permitir el lujo de echarme a llorar. Aunque lo hiciera, no te diría que si hubiera tenido un hijo me habría gustado que fuera como tú. Como sabes, tuve un hijo; de hecho, tuve varios, y es probable que te hubieran dado una patada en el culo en una lucha.

—Claro, Natasha, justo después de que todos los Cruzados aceptaran que estaban equivocados y abandonaran la Esfera Interior.

—¡Vaya boquita de piñón! ¡Me pregunto dónde aprendiste eso! —exclamó Natasha, colocándose frente a Phelan y poniendo ambas manos sobre sus hombros—. El caso es que estoy orgullosa de ti. Empecé en los Clanes, gané un Nombre de sangre y me convertí en Khan. Fue duro, muy duro. Tú también lo conseguiste, pero empezaste siendo un librenacido de la Esfera Interior.

—No podría haberlo hecho sin tu ayuda.

—Aprecio tu gratitud, pero ya tuviste bastante con lo tuyo —dijo con el dedo índice sobre su pecho—. Tienes el corazón, el cerebro y el alma de un guerrero. No lo olvides nunca, Phelan. Eres un guerrero y eso supone mucha responsabilidad.

Phelan hizo un gesto de asentimiento.

—Que es por lo que no cuentas conmigo, ¿quiaf?

Af, y por lo que te confiamos el futuro de los Lobos —dijo Natasha con un guiño—. Ya sabes, a nivel personal, que me alegro de que tú y mi nieta os tengáis el uno al otro.

—Ranna es muy especial.

—Será mejor que lo recuerdes, porque es una Kerensky y te arrancará la cabeza si lo olvidas —dijo Natasha, echándose hacia atrás y mirando a Phelan fijamente—. La elegiré para ganar mi Nombre de sangre.

—Puedes decírselo más tarde, cuando estés preparada para morir de vieja. Tú conoces el plan. Te esperaremos.

La mujer asintió solemnemente.

—Sé que lo haréis, pero también sé que no asistiré a la cita. Tienes que velar por el futuro, Phelan, y yo me encargaré de los problemas del pasado. Además, en cuanto haya matado a un Khan o dos, no tendré motivo alguno para seguir viviendo.

—Puede que después de que yo también lo haya hecho podamos comparar los apuntes —dijo Phelan con una valerosa sonrisa en los labios—. Si salimos de ésta, Ranna y yo nos casaremos. El universo necesitará más Lobos para conservar el linaje Kerensky.

Natasha se llevó la mano al bolsillo de la chaqueta y mostró a Phelan un fino tubo de aluminio.

—En caso de que os decantéis por la producción en masa.

Phelan lo miró sorprendido mientras se hacía con él.

—¿Qué es esto?

—Mi ADN. Debe de haber bastante para crear un galaxia de Viudas Negras.

—Sin ti para dirigirlas…

—Tú y Ranna lo haréis bien —dijo Natasha, señalando hacia la lanzadera—. Vamos, Phelan, cumple tu misión. Tu gente está esperando en el punto de salto y yo tengo una cita con la Guarnición Nega en Baker Tres.

—Adiós, Khan Natasha. Lucha duro. Dales su merecido.

—¿Que les dé su merecido? —repitió Natasha, despidiéndose de Phelan con la mano mientras éste subía a bordo de la lanzadera que lo llevaría hasta su flota—. No creo que los deje escapar tan fácilmente.

En pie de guerra
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