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Del mismo modo que la paz está llena de bienestar, la guerra es un emblema, un jeroglífico lleno de miseria.
JOHN DONNE,
Devotions
Nave de Descenso WST Starbride, destino Woodstock
Marca de Sarna, Mancomunidad Federada
30 de mayo de 3057
Mirando a través de la ventanilla de la Nave de Descenso Starbride, Larry Acuff sintió un escalofrío. Woodstock, el mundo del que se había ido hacía siete años después de trabajar como voluntario contra los Clanes, giraba lentamente bajo una fina capa de nubes. Con la misma cantidad de océano que de tierra, Woodstock era un mundo de fertilidad rica y variada. De hecho, la fecundidad del planeta había creado un exceso de comercio que hacía que los ingresos por cápita fueran más elevados que en la mayoría de los mundos de la Mancomunidad Federada y considerablemente mejores que en casi todos los de la Marca de Sarna.
El día que se fue de Woodstock era gris y tormentoso. Aprisionado en una Nave de Descenso militar con otros hombres destinados al frente en algún lugar remoto de la mitad lirana de la Mancomunidad, no alcanzó a ver más que una panorámica fugaz de su planeta natal a medida que se alejaban de él. La luz de los rayos que atravesaban las oscuras nubes parecía estar protestando contra el odio humano que impregnaba cada rincón de la nave.
Larry sonrió ante aquel pensamiento extravagante que tantas veces lo había asediado cuando todavía era joven y romántico. Entonces creía que su partida de Woodstock era el inicio de una gran aventura. Pero aquello fue antes de que lo hubieran asignado a los Décimos Guardias Liranos, la misma unidad a la que pertenecía el príncipe Víctor Davion. Había pasado muchas horas imaginándose luchando hombro con hombro con el príncipe, expulsando a los Clanes de los planetas que habían tomado y enviándolos de vuelta al vacío del que habían salido.
Después de que los Clanes hubiesen sido eliminados, volvería a Woodstock convertido en un héroe. Buscaría una mujer e, igual que su padre había hecho tras la Cuarta Guerra de Sucesión, se asentaría y crearía una familia. Tendría hijos fuertes y, en caso de que alguna guerra futura requiriese los servicios de alguno de ellos en pos de la Mancomunidad Federada, lo enviaría a la guerra con valerosas palabras y un fuerte abrazo, como su padre había hecho cuando Larry se fue de Woodstock.
Al tocar el cristal interior de la ventanilla, Larry sintió el frío del vacío y revivió el hedor de la guerra. La lucha contra los Clanes en Alyina había quemado todas sus fantasías sobre el romance de la guerra y cualquier sueño sobre una vida normal. La guerra era una máquina, un motor que engullía seres humanos y los escupía convertidos en cadáveres y seres mutilados; hombres y mujeres y formas irreconocibles de cada uno; cobardes, demagogos y héroes, gloriosos héroes. La guerra cambiaba a todo el mundo y, cuando ya te había cambiado, te esperaba para martillearte y taladrarte hasta que conseguías escapar o te derrumbabas para siempre.
Larry no creía que la guerra lo hubiese derrumbado, pero había estado a punto de hacerlo. Después de haber sido expulsado de su BattleMech en Alyina, había vagado por el lugar durante cuatro días hasta que los Clanes lo capturaron y lo llevaron a un campo de reeducación y trabajo de ComStar. Aunque sus heridas sólo eran superficiales, la cura había sido lenta debido a la escasez de alimentos que proporcionaba ComStar. Muchos cautivos murieron de unas heridas que se habrían curado fácilmente de haber recibido la atención médica adecuada y comida suficiente.
Desde el día en que había llegado al campo de concentración Céfiro de Tango, Larry juró que sobreviviría por sus propios medios. Los operadores ComStar del campo estaban dispuestos a conceder privilegios a aquellos que quisieran estudiar su doctrina mística y aceptar sus métodos. Hasta entonces, Larry había creído que ComStar era una organización benevolente que posibilitaba las comunicaciones por hiperpulso entre las estrellas. Pero en Céfiro de Tango vigilaban a los desdichados prisioneros de guerra y liberaban a las tropas de los Clanes para que persiguiesen a las de la Mancomunidad Federada. Mientras tanto, los operadores de campo ofrecían reeducación a sus hambrientos prisioneros, predicando la superioridad de la humanidad de la Esfera Interior por encima de los Clanes y prometiendo que, algún día, los Clanes estarían a las órdenes de ComStar.
Para Larry, aquello no era un futuro muy brillante porque aquel mensaje no hablaba en ningún momento de liberar a los habitantes de la Esfera Interior que no se sometiesen a ComStar. Había decidido no doblegarse nunca a su voluntad e incluso había hecho planes para escaparse, pero la escasez de alimentos y los espías escondidos entre los prisioneros dificultaban cualquier intento de fuga. El castigo por intentar escapar era la reclusión en una pequeña habitación sin techo.
Durante sus tres días de permanencia en una de esas habitaciones, no paró de llover. Larry se puso muy enfermo sin que los captores de ComStar hicieran nada por ayudarlo.
Podría haber muerto, pero no fue así. Lo que sí murió fue todo el romance y el optimismo de su juventud. Larry pensaba que caer en el estado de auto compasión que veía en muchos de los otros prisioneros sería una victoria para ComStar y se prometió a sí mismo que algún día sería libre y que sería libre en un universo muy distinto al que sus captores describían.
Fue entonces cuando Kai Allard-Liao y un Elemental de los Clanes liberaron Céfiro de Tango. Ayudaron a los supervivientes a enterrar a sus difuntos y lo arreglaron todo para transferirlos a Alyina y a los mundos de la Mancomunidad Federada, retornándolos a sí a la vida que habían conocido antes de la llegada de los Clanes.
Pero Larry sabía que la invasión de los Clanes lo había cambiado y que jamás podría volver.
—Aterrizaremos dentro de media hora, señor Acuff —dijo la asistenta de vuelo vestida con el uniforme del transporte espacial de Woodstock y sonriendo a Larry—. Espero que le haya gustado volar con nosotros.
—Mucho, gracias —dijo Larry, devolviéndole la sonrisa.
La Starbride había alcanzado la Nave de Salto Luxingzhe en el punto de salto nadir de la estrella del sistema, desde donde los pasajeros serían trasladados al cuarto planeta de éste. En realidad, Larry se dirigía a Saint Ivés para asistir a la boda de Kai Allard-Liao, pero había decidido detenerse en Woodstock para ver a su familia.
—Quizá le resulte algo indiscreta, pero ¿ha venido a Woodstock a luchar?
Larry sacudió la cabeza.
—No, señora, a ver a mi familia. Uno de mis primos se casa con una de las reclutas que conocí en Woodstock. Tengo entendido que hay un nuevo ruedo municipal en Charleston, pero no voy a participar en lucha alguna.
Ella asintió y sus mejillas se sonrojaron.
—Disculpe mi indiscreción, pero otra asistenta de vuelo y yo tenemos entradas para los duelos de ’Mechs de esta temporada. Los luchadores locales no son malos, pero no son como los de Solaris, ya sabe.
—¿Ha estado en las luchas de Solaris?
—No, pero he visto muchos holovídeos. Vi su lucha contra Jason Block. Pensaba que le ganaría.
—Y eso hice —dijo Larry, mirando rápidamente la etiqueta con su nombre—, señorita Hoglind, eso hice. Jason tenía otras ideas.
—Llámeme Meta, señor Acuff. Creo que podrá con él la próxima vez.
—En tal caso, llámeme usted Larry. Eso espero. La revancha está programada para septiembre —dijo Larry, llevándose la mano al bolsillo de la chaqueta y sacando una tarjeta holográfica—. Si puede asistir a la lucha, hágamelo saber. Sería un honor tenerla como invitada en la cabina de la agencia Cenotafio. Lucharemos en Boreal Reach con tormenta de nieve, así que puede ser interesante.
—Muchas gracias —dijo Meta Hoglind, guardando la tarjeta en el bolsillo de su blusa—. Dentro de poco tendré vacaciones, así que espero estar allí.
—Bien.
Larry se quedó mirando a la joven mientras ésta se metía en la cabina para comprobar el siguiente grupo de pasajeros. Luego sonrió y se giró para contemplar las vistas del planeta Woodstock a través de la ventanilla. El Larry Acuff que se había ido de Woodstock hacía ocho años nunca habría hablado con una mujer tan hermosa como Meta Hoglind, ni siquiera con una mujer la mitad de hermosa que ella. No era tanto una cuestión de ganas como de no sentirse capaz de llamar la atención de una mujer así. Aunque hubo un tiempo en que Larry soñaba en convertirse en el héroe de un romance épico, siempre había sido un hombre corriente. Puede que no hubiera nada malo en ello, pero tampoco nada especial.
Cuando se firmó la tregua, había evitado volver a Woodstock al darse cuenta de que siempre había querido volver convertido en un héroe. Muy en el fondo sabía que lo que había hecho era tan heroico como cualquiera de las acciones merecedoras de medallas durante la guerra de los Clanes, pero ninguna de sus experiencias tenía el obvio glamour de destacada gallardía en combate. La supervivencia, objetivo primordial de cualquier soldado en una guerra, no era tan valorada por los civiles como cometer un estúpido acto auto-destructivo y morir a causa de él. El hecho de que lo hubiesen hecho prisionero parecía menos glorioso, de modo que se resistió a volver a casa, donde su familia se sentiría obligada a excusarse por su actuación en Alyina.
Larry decidió entonces ir a Solaris, el Mundo Lúdico donde los MechWarriors se enfrentaban en duelos de BattleMechs que algunos denominaban «acontecimientos deportivos», mientras que otros los consideraban el capricho de una gente adicta a la violencia lasciva. Para Larry era un lugar que le permitiría poner a prueba su entereza. Aunque era miembro de las Fuerzas Armadas de Reserva de la Mancomunidad Federada, estaba seguro de que las FARMF no lo reactivarían. En cambio, en Solaris podría convertir las habilidades que le habían permitido sobrevivir en Alyina en un modo de restituir su reputación y autoestima.
Cuando llegó a Solaris, descubrió que Kai Allard-Liao también había buscado refugio allí. Kai dio a Larry una cálida bienvenida y le ofreció un lugar en la agencia Cenotafio, una corporación que acababa de cambiar de nombre y que había estado en Solaris desde que el padre de Kai había sido campeón en 3027. Mientras aumentaba su fama en el sistema de ruedos de Solaris, Larry no tardó en convertirse en una estrella de las luchas de Ciudad de Solaris y su fama se extendió por toda la Esfera Interior.
Aunque Larry era callado y tímido por naturaleza, su nuevo estatus de celebridad comportaba que aquella gente a la que nunca se había atrevido a acercarse se acercara ahora a él. Por supuesto, sabía que la mayoría de ellos sólo querían una porción de su persona pública: Larry Acuff, el luchador en combates de ’Mechs. Pero también se daba cuenta de que muchos confundían a la persona pública con la privada.
Con su regreso a Woodstock, Larry se había planteado la paradoja de quién era en realidad. No cabía duda de que había dejado de ser el joven ingenuo que se había ido de Woodstock para luchar en la guerra, pero, del mismo modo, tampoco era la persona que muchos creían que era, sino que ocupaba algún lugar intermedio. Sin embargo, sabía que en Woodstock se encontraría con gente que esperaría que fuese un extremo u otro y no la persona que verdaderamente era.
Mientras la Nave de Descenso desplegaba su equipo de aterrizaje y bajaba en picado hacia la sombría pista a las afueras de un Charleston con traje de noche, Larry asintió para sus adentros. Aquí empieza la última batalla de la guerra de los Clanes. Me fui de Woodstock para garantizar a su gente la libertad de vivir la vida de la que ahora gozan. ¿Acaso los perdí al defenderlos?
Meta volvió a acercarse a Larry en el pasillo que conducía a la terminal del puerto espacial.
—Todo despejado, Larry. No hay periodista alguno de vídeos sensacionalistas ni ningún cámara holovisual a la vista.
—Gracias, Meta, y no olvide llamarme cuando esté en Solaris.
—Así lo haré.
Larry se colgó su macuto de tránsito al hombro y se dirigió al vestíbulo de recepción. Como la gravedad de Solaris era algo superior a la de Woodstock, sintió una energía sorprendente incluso después de varias semanas de viaje espacial. Al girar una esquina vio a las cuatro personas que lo esperaban y esbozó una sonrisa. Su madre lo saludó con la mano y su padre asintió con la cabeza. Junto a ellos, Hauptmann Phoebe Derden, camarada de los Décimos Guardias Liranos, y su primo, George Pinkney, lo miraban agarrados del brazos.
Abrazó primero a su madre y después a su padre.
—Me alegro de tenerte en casa, hijo.
—Gracias, papá. Me alegro de estar aquí —dijo Larry, titubeando por un instante, sin saber con certeza si lo había dicho porque era cierto o para tranquilizar a sus padres. Finalmente llegó a la conclusión de que era por ambos motivos— y me alegro de que vosotros también estéis bien.
—Tu padre tiene un poco de artritis en la espalda —dijo su madre, mirando a Larry de arriba abajo—. Pero mírate, estás demasiado delgado.
—Anne, por dios —dijo el padre de Larry, poniéndose bien la gorra que anunciaba los alimentos Nébula—, tiene que mantenerse en forma para luchar, ¿verdad, hijo?
—Claro, papá. Las cabinas ya son lo bastante estrechas —dijo Larry antes de girarse hacia su primo y su amiga—. George, tienes mucha suerte de que Phoebe haya accedido a casarse contigo.
Ofreció la mano a George Pinkney y éste la estrechó con más fuerza de la que Larry recordaba. Los dos primos tenían una estatura similar, eran de constitución delgada y se parecían tanto que alguna vez habían creído que eran gemelos. George había crecido bastante desde entonces y se le había empezado a caer el cabello, pero lo que más sorprendía a Larry era la confianza que se desprendía de su sonrisa y la firmeza que había mostrado al estrecharle la mano.
—Soy un hombre afortunado, Larry —dijo George, haciendo un guiño a Phoebe—. Obtuve el doctorado a principios de año y Phoebe me ha aceptado en matrimonio, así que soy muy feliz.
Larry estrechó la mano de la esbelta y rubia mujer que estaba junto a su primo.
—Fuiste a por un hombre de letras, ¿eh, Phoebe?
—Un hombre de ciencias, Larry —dijo Phoebe, apretando su mano e inclinándose hacia adelante para darle un beso en la mejilla—. ¿Cómo te ha ido todo?
—La verdad es que bien. Tú y el resto de los Décimos hicisteis un buen trabajo rescatando a Hohiro Kurita de manos de los Clanes en Teniente.
—Gracias. Lo hicimos para vengar a soldados en tu misma situación en Alyina —dijo Phoebe, con una mirada distante antes de sonreír—. Deberíamos haber supuesto que los Clanes no serían capaces de derrotar a soldados como tú y Kai.
El padre de Larry dio un paso al frente y señaló el cronómetro de su muñeca.
—Deberíamos recoger el equipaje de Larry e irnos. Si nos damos prisa, no tendremos que pagar a las autoridades del puerto espacial, por los viejos tiempos.
Larry miró a su madre.
—Con artritis o sin ella, no ha cambiado, ¿verdad?
El mayor de los Acuff levantó la cabeza.
—Y nunca cambiaré. ¿Para qué cambiar la perfección?
George soltó una carcajada.
—¿Qué puedes decir a eso?
—Nada, doctor George —dijo el padre de Larry, dando un golpecito a su hijo en la nuca—. Me alegro mucho de tenerte en casa de nuevo.
—Y yo me alegro mucho de estar aquí —dijo Larry, con toda sinceridad.