Charleston, Woodstock

Marca de Sarna, Mancomunidad Federada

Larry Acuff levantó las manos hacia Phoebe Derden.

—No tengo posibilidad alguna de ganar esta discusión, ¿verdad?

La rubia comandante de la Milicia de Woodstock se llevó las manos a la nuca y se reclinó en la silla, riendo.

—Por más que niegues estar molesto porque la noticia de Joshua aplaca tu presencia en Woodstock y monopoliza los informativos locales, no te creeré.

Larry entrecerró sus ojos marrones.

—Y ¿por qué no?

Phoebe sacudió la cabeza.

—Eres un oportunista, Larry. La semana pasada, cuando tú, George y yo fuimos al club «Neón» te aprovechaste de tu fama para que nos dejasen entrar.

—Creo que fuiste tú la que dijo que no quería hacer cola.

—Culpable, pero no fui yo la que habló con el portero y os hice una señal delante de todo el mundo —dijo Phoebe, haciendo una mueca de astucia—. Pero tampoco lo digo por eso. El caso es que cuando entramos en la sala, te detuviste junto a la puerta para que todo el mundo pudiera ver tu triunfal entrada.

—Me detuve para que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad.

—Claro, porque no era oscuro fuera ni en el pasillo que conducía a la barra.

Larry ladeó la cabeza.

—Está bien, tú ganas. No era para que mis ojos se acostumbraran a la oscuridad —dijo Larry mientras la risa de Phoebe retumbaba en el despacho. Luego levantó una mano y señaló hacia ella—. Pero tampoco era para hacer una entrada triunfal. Era otra cosa.

—¿Qué cosa?

—No sé si lo entenderías.

Phoebe frunció el entrecejo.

—Puede que ni mi cara ni mi ’Mech hayan sido impresos en un montón de camisetas distribuidas por toda la Mancomunidad Federada, pero no conseguí el título de Kommandant por ser idiota. Intenta explicármelo.

Larry se inclinó hacia adelante y colocó los codos sobre las rodillas, consciente de lo presuntuoso que sonaría aquello.

—Estaba pensando si me tendrían algo preparado, o no. En Solaris hay lugares donde los MechWarriors, luchadores profesionales como yo, pueden ir sin correr el peligro de que los reconozcan.

Phoebe arqueó una ceja.

—¿Intentas hacer un discurso sobre «lo duro que es ser una celebridad»?

—Puede que te resulte divertido, Phoebe, pero no es fácil. Claro que te diviertes y tienes muchas ventajas, como conseguir entrar en un club con tus amigos sin tener que esperar una o dos horas. Pero también comporta muchos problemas.

—¿Como los gemelos que querían jugar a la guerra estirándote las orejas aquella noche?

Larry se ruborizó.

—No, como los tipos que dicen que no pareces tan duro y quieren darte un puñetazo o algo peor —dijo con el entrecejo fruncido—. Cuando eres una figura pública, todo el que ha apostado por ti o ha comprado una entrada para uno de tus combates o un producto que tú promocionas cree que posee una parte de ti. La gente se queja de lo mucho que ganamos y lo poco que trabajamos. Creen que no es justo que los profesores y las enfermeras cobren tan poco cuando su contribución a la sociedad es tan importante en comparación con la nuestra.

Larry levantó la cabeza y advirtió que la chispa de alegría de los grises ojos de Phoebe se había apagado.

—¿Sabes cuál es la media de tiempo trabajado de un luchador en Solaris?

Ella sacudió la cabeza.

—¡Tres meses! ¡Años no. Meses! Y no es porque los guerreros mueran en los duelos de ’Mechs, sino porque el entrenamiento y el estrés son matadores. Es peor que lo que viví cuando luchaba con los Décimos Guardias Liranos.

Phoebe miró su carpeta.

—¿Peor que el campo de Alyina?

Larry sacudió la cabeza y, por un segundo, no fue capaz de mediar palabra.

—Alyina lo pone todo en perspectiva, que es por lo que he sido capaz de aguantar tanto tiempo. Por eso y por el hecho de que Kai protege a sus luchadores de la presión. Mis luchas son retransmitidas y las ven miles de millones de personas. Ven los perfiles, se enteran de pequeñas historias sobre lo que estoy haciendo y creen que me conocen. Y en cierta medida es cierto, pero en realidad sólo conocen la cara que muestro en público.

Larry rio por un momento.

—En el «Neón», un tipo que me había reconocido me siguió hasta el lavabo. Entonces me empezó a hablar mientras yo estaba allí. Quería que fuera a su mesa con él para que me «deshiciera de los perdedores» con los que estaba y hablara con él y sus amigos. Dijo que era el dueño de la franquicia de aerocoches «Crucis-R» de Charleston y que me haría buenos descuentos si hacía un holoanuncio para él.

La expresión de Phoebe se volvió sombría.

—¿Se llamaba Buddy Korren?

—Creo que sí. ¿Lo conoces?

—Pertenece a la junta de enlace de la Milicia Municipal de Charleston. Quería hacer un anuncio en el que apareciesen algunos de nuestros ’Mechs rompiendo los aerocoches fabricados por sus competidores. Cuando le expliqué que no podíamos hacerlo, me hizo un soborno. Ese es un ganador de verdad.

—Bueno, entonces ya sabes el tipo de canalla con el que topé. Lo que quiero decir es que hay mucha gente maravillosa ahí fuera que quiere estrecharme la mano o pedirme un autógrafo y eso me parece bien, sobre todo cuando son jóvenes. Pero tengo que reconocer que me quedo un poco de piedra cuando oigo una voz que dice «eh, tú, colega, eres Larry Acuff, ¿verdad?». Inmediatamente empiezo a preguntarme qué quieren y busco la forma de salir de ahí.

»Y, en respuesta a lo que empezó todo esto, no me importa esconderme del ojo público. Hasta que comenzó la historia de Joshua teníamos cámaras holovisuales escampadas por el jardín de la entrada de mis padres. Ahora que se está tranquilizando, tengo miedo de que vuelvan. Mi madre se vuelve loca porque le pisotean las flores.

Phoebe esbozó una radiante sonrisa y Larry temió otra bromita sobre él.

—Quizá pueda ayudarte en eso.

—¿Cómo?

Phoebe señaló la consola del ordenador de su escritorio.

—El Cuartel de Oficiales Licenciados dispone de una comitiva. Puedo apuntarte.

—Gracias, pero no puedes hacerlo con civiles sin meterte en problemas, ¿no? Antes siempre te ceñías a las normas, Phoebe. No es posible que George te haya cambiado tanto.

—No me ha cambiado —dijo, dando un golpecito en la pantalla—. Según las normas, reserva Hauptmann Acuff, usted no ha informado de sus funciones durante los últimos tres años, lo que significa que tiene seis semanas de reserva. Puedo trasladarte a la milicia de aquí y ponerte al mando de las relaciones públicas. Eso reforzará tu compromiso y te proporcionará un lugar donde quedarte al que no puedan acceder esas sanguijuelas de vídeos.

Larry titubeó un segundo y asintió con la cabeza.

—Gracias, trato hecho.

—Bien.

—Agradezco tus atenciones conmigo. No sólo por esto, sino también por presentarme a todos tus amigos. No sabía si encajaría en este lugar y, aunque todavía hay algunos puntos conflictivos, tú me has ayudado a suavizarlos.

—Te lo debo, Larry.

Larry adoptó una expresión de asombro.

—Habrías conocido a mi primo de todos modos. De hecho, no recuerdo haberos presentado.

—No lo hiciste, pero ésa no era mi deuda —dijo Phoebe, mordisqueándose los labios—. Te quedaste solo en Alyina y yo siempre he pensado que fue por mi culpa.

—No, Phoebe, no quiero que pienses eso. Mi Warhammer había perdido una pata y un brazo. A ti y a los otros os llamaron para reagruparos y controlar la zona de aterrizaje para que pudieran acceder las Naves de Descenso y sacar al príncipe Víctor de allí. Sabía lo que estabas haciendo y mi espíritu estaba contigo. Sé que habrías vuelto, si hubieras podido.

—Lo habría hecho, pero no merecías estar en el campo y todo eso.

—Nadie merecía estar en el campo, pero a mí no me mató.

—¿Así que te hizo más fuerte?

Larry se detuvo a pensar e hizo un gesto de asentimiento.

—Más fuerte y más sabio. Me permitió darme cuenta de que la vida es más básica de lo que la mayoría de la gente cree y eso me ha servido de mucho.

—¿Te permite tolerar a tipos como Buddy?

—No, eso no puede tolerarse —dijo sonriendo a Phoebe, contento de ver que ella también sonreía—. Lo que sí me enseñó es que no hay nada más importante que los amigos. Gracias por confirmar la lección.

En pie de guerra
cubierta.xhtml
sinopsis.xhtml
titulo.xhtml
logo.xhtml
info.xhtml
dedicatoria.xhtml
Agradecimientos.xhtml
Mapa_01.html
Mapa_02.html
Capitulo_01.html
Capitulo_02.html
Capitulo_02_1.html
Capitulo_03.html
Capitulo_04.html
Capitulo_05.html
Capitulo_06.html
Capitulo_06_1.html
Capitulo_07.html
Capitulo_07_1.html
Capitulo_08.html
Capitulo_08_1.html
Capitulo_09.html
Capitulo_09_1.html
Capitulo_10.html
Capitulo_11.html
Capitulo_11_1.html
Capitulo_12.html
Capitulo_12_1.html
Capitulo_13.html
Capitulo_14.html
Capitulo_15.html
Capitulo_15_1.html
Capitulo_16.html
Capitulo_16_1.html
Capitulo_17.html
Capitulo_17_1.html
Capitulo_17_2.html
Capitulo_18.html
Capitulo_18_1.html
Capitulo_19.html
Capitulo_20.html
Capitulo_21.html
Capitulo_21_1.html
Capitulo_22.html
Capitulo_22_1.html
Capitulo_23.html
Capitulo_24.html
Capitulo_24_1.html
Capitulo_25.html
Capitulo_25_1.html
Capitulo_26.html
Capitulo_26_1.html
Capitulo_26_2.html
Capitulo_27.html
Capitulo_27_1.html
Capitulo_28.html
Capitulo_28_1.html
Capitulo_29.html
Capitulo_29_1.html
Capitulo_29_2.html
Capitulo_29_3.html
Capitulo_30.html
Capitulo_30_1.html
Capitulo_31.html
Capitulo_31_1.html
Capitulo_32.html
Capitulo_33.html
Capitulo_33_1.html
Capitulo_34.html
Capitulo_34_1.html
Capitulo_35.html
Capitulo_35_1.html
Capitulo_35_2.html
Capitulo_36.html
Capitulo_36_1.html
Capitulo_37.html
Capitulo_38.html
Capitulo_39.html
Capitulo_40.html
Capitulo_41.html
Capitulo_42.html
Capitulo_43.html
Capitulo_44.html
Capitulo_45.html
Capitulo_46.html
Capitulo_47.html
Capitulo_48.html
Capitulo_49.html
Capitulo_50.html
Capitulo_51.html
Capitulo_52.html
Capitulo_53.html
Capitulo_54.html
Capitulo_55.html
Capitulo_56.html
Capitulo_57.html
Capitulo_58.html
Tech_01.html
Tech_02.html
Tech_03.html
Tech_04.html