Daosha, Zurich
República Popular de Zurich, zona de liberación de la Liga
Cuando el oficial de seguridad se dirigió hacia ella, Cathy corrió. Entonces, el vagabundo se puso en pie y se abalanzó sobre la mujer oficial. Esta intentó apartarse de su trayectoria, pero el borracho la golpeó y la agarró por el hombro.
La mujer de seguridad le dio una bofetada.
—¡Aléjate, perro!
El vagabundo levantó la botella, que se rompió en pedazos al impactar en la cara de la mujer. La bolsa se desgarró y el oscuro vino se mezcló con la sangre. Los fragmentos de la botella volaron por los aires, girando como peonzas, y el resto de ésta salió disparado como un misil errante cuando el hombre se deshizo de ella.
El hombre de seguridad abrió los ojos, sorprendido, pero reaccionó rápidamente y agarró al hombre por el raído abrigo de lana. Fue entonces cuando Cathy vio la pistola. El vagabundo apretó el gatillo dos veces, transformando instantáneamente el cuello y la cara del guardia de seguridad en un amasijo de heridas abiertas y ensangrentadas.
Cubriéndose con las manos su despedazado rostro, el hombre de seguridad cayó al suelo con gritos sofocados. El vagabundo se apartó de él al instante y se dirigió hacia la mujer. Disparó la pistola dos veces más, dándole en el estómago y en la cadera. La mujer tropezó con los escalones y cayó rodando sobre la acera, donde permaneció envuelta en una piscina de sangre cada vez más grande.
Cathy sintió un retortijón en el estómago que le llegó a la garganta cuando el vagabundo se giró hacia ella.
—Por favor, no me haga daño —suplicó.
Él se quitó la gorra y le dedicó una mugrienta sonrisa.
—¿Hacerte daño? No lo creo. Vamos.
Cathy se quedó boquiabierta.
—¿Noble? ¿Cómo…?
—Tengo mucho que explicarte, pero no ahora. Tenemos que irnos. Si van a por ti, probablemente también irán a por Rick Bradford y Anne Thompson —dijo al tiempo que se llevaba la mano al bolsillo y lanzaba un comodín de una baraja de cartas hacia el cuerpo de la mujer.
—¿Cómo pudiste…? —preguntó contemplando los cadáveres mientras la confusión y el cansancio amenazaban con engullirla. Pensaba que Noble estaba muerto, pero no era cierto. Había vuelto y de una forma tan… tan violenta.
Él la agarró por el brazo.
—Vamos. Tenemos que salir de aquí. Puedo explicártelo más tarde.
—Pero…
—No hay peros que valgan —dijo con una sonrisa en los labios—. Mira, no habría permitido que te atraparan y no permitiré que atrapen a nuestros amigos. ¿Estás conmigo?
Cathy se estremeció. ¡Acaba de salvar mi vida! Cálmate y reacciona.
—Sí, sí, vamos. Ayudemos a los otros.
—Bien —dijo Noble sonriente mientras le daba la mano—, y después de hacerlo ya veremos qué pasa con el resto del mundo.