Palacio de Liao, Sian
Confederación Capelense
Sun-Tzu Liao acercó la mano al visualizador holográfico de los mundos que flotaban por encima de su escritorio y apretó Keid como si se tratase de un molesto mosquito. La estrella siguió brillando detrás de su dedo pulgar, pero su enojo se desvaneció mientras aumentaba la presión de sus dedos. Luego extendió la mano con un gruñido.
La revolución de Keid había ido muy bien; mejor de lo que esperaba, porque no había tenido que utilizar tácticas terroristas para crear malestar entre la población ni para debilitar su confianza en el gobierno. Roland Carpenter, su agente en el planeta, había hecho explotar una combinación de fervor religioso e indignación moral por el asesinato de Joshua Marik por parte de Víctor para fomentar el resentimiento contra el gobierno local. Las revelaciones sobre la relación del duque del planeta con dos gemelas menores de edad vinculadas a un conocido agente del Condominio Draconis habían desmoronado su gobierno y Carpenter había sido aclamado como líder para proteger el mundo de la corrupción interna y el asalto externo.
Todo había ido tan bien que Thomas había rechazado las súplicas para reforzar el mundo con mercenarios. Sun-Tzu lo habría presionado, pero el buen desarrollo de la invasión no daba lugar a quejas. El hecho de que Thomas hubiese sugerido que Sun-Tzu pagase los gastos de los mercenarios que quisiera contratar para defender su territorio le demostraba que Thomas no tardaría en abandonarlo, por lo que Sun-Tzu había tenido que controlar sus exigencias.
Después de todo, estaban ganando y Víctor Davion no había hecho casi nada para defender sus mundos. Sun-Tzu se dijo a sí mismo que conservaría lo que había ganado.
Entonces, Roland Carpenter desapareció de Keid sin dejar ni rastro. Un simpatizante de la contrarrevolución de Steiner colocó a la hija del duque en el trono del que su padre había sido destituido. Juró fidelidad a Katrina Steiner y concedió la amnistía a aquellos que se habían levantado contra su padre. Sin embargo, persiguió sin piedad a los agentes de Sun-Tzu y acabó con más de la mitad de las celdas. No sólo había perdido Keid en una semana brutal, sino que además había perdido los medios para recuperarlo.
Sun-Tzu apretó las manos y volvió a sentarse en la silla.
—He permitido que Thomas Marik convierta los mundos que he conquistado en una zona parachoques entre su reino y la Mancomunidad Federada. Thomas está interesado en que consolide ese territorio, pero no me apoyará si voy más allá. Lo que yo quiero no tiene nada que ver con lo que él considera suficiente, pero lo que tengo ahora es mejor que lo que tenía antes. Debo trabajar con estas limitaciones, si quiero conseguir mis fines sin destrozar mi alianza con él.
De los mundos de la zona de liberación de la Liga, sólo Nanking tenía una presencia davionista activa. Los mensajes de los Bandidos de Smithson indicaban que podían resistir contra la fuerza de la milicia que les habían enviado de Woodstock para desplazarlos, pero que necesitarían refuerzos para destrozar la milicia. Sun-Tzu quería apoderarse de Nanking por su industria manufacturera, pero la mayor prioridad era hacerse con los mundos desguarnecidos de la zona de liberación. Habían llegado a un punto muerto que debían mantener hasta que Víctor decidiera reforzar sus mundos y hacer frente a la invasión.
—En este asiento, Justin Xiang Allard ingenió la pérdida de todos esos mundos. Y, en este mismo asiento, yo ingeniaré su retorno a la Confederación Capelense —dijo golpeando los brazos de la silla—. En cuanto lo haya conseguido, podré hacer más y ver cuánta magia queda en esta silla.