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Thomas Lieven fue puesto en libertad el 14 de mayo de 1954. Su amigo Bastián Fabre le esperaba ante la prisión. Los dos se dirigieron inmediatamente a la Riviera en donde Thomas se recuperó, en Cap Ferrat, de las penalidades pasadas.
Thomas Lieven no regresó a casa hasta el verano del año 1955, cuando se instaló en su hermosa residencia en la Cecilien Allee, en Dusseldorf. Poseía todavía algún dinero y una cuenta corriente en el Rhein Main Bank. Sus vecinos le tenían por un honorable comerciante de la República Federal Alemana, aun cuando estaban un poco molestos por saber tan poco con respecto a su persona.
Durante meses se dedicó a descansar y meditar.
—Pero, compréndelo, muchacho, algo tenemos que hacer -solía decir Bastián Fabre-. Nuestro dinero no nos va a durar eternamente. ¿Qué piensas hacer?
—Estoy pensando en una gran acción en acciones -dijo Thomas Lieven muy modestamente-. Pero no quiero que nadie salga perjudicado.
Durante muchos meses preparó Thomas Lieven con sumo cuidado esta acción en acciones. Y el 11 de abril de 1957 inició la fase final al invitar en su casa al señor director, Schallenberg, propietario de una fábrica de papeles.
Thomas había averiguado que Schallenberg figuraba en la lista de los criminales de guerra que eran reclamados por los polacos. El señor director Schallenberg tuvo que acceder a lo que le propuso Thomas.
Sabemos, por haberlo contado al principio, lo que hizo Thomas Lieven con las acciones de la DESU. Obtuvo un beneficio de 717.850 francos suizos y con este dinero emprendió el viaje a la Riviera en compañía de la hermosa y joven Hélène de Couville a la que había conocido en Zurich.
La noche en que la dulce Hélène se convirtió en su amante, en el hotel de lujo Carlton, en Cannes, Thomas Lieven sufrió una desagradable sorpresa. De pronto Hélène se puso a llorar.
—Te he mentido. Ay, mi querido Thomas, tengo que decírtelo, trabajo para el servicio secreto americano... El FBI quiere que trabajes para ellos... o, en caso contrario, te liquidarán...
Thomas dejó a solas a la desesperada mujer. En su dormitorio se sentó junto a la ventana abierta y fijó su mirada en las estrellas que brillaban sobre el Mediterráneo. Thomas Lieven meditó sobre su vida, recordó aquellas aventuras que habían comenzado aquel caluroso día de mayo del año 1939...