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El 13 de octubre de 1943, Italia declaraba la guerra a Alemania. El 6 de noviembre, los rusos conquistaban Kiev.

Durante aquel invierno, el movimiento de la Resistencia francesa se fue haciendo cada vez más peligroso y potente. A cada día que pasaba, los alemanes iban perdiendo el control de la situación. Con agrio humor contemplaban Thomas Lieven y sus amigos en el hotel Lutetia la actitud de los traficantes franceses y de las cortesanas. Hasta aquellos momentos habían pactado con los alemanes, pero ahora empezaban a hacer gala de su patriotismo. Los miembros más antiguos de los bajos fondos descubrían de pronto sus impulsos patrióticos y ponían sus conocimientos especiales al servicio de la Resistencia. Con ello se ganaban un «salvoconducto» para los inciertos tiempos que se avecinaban. Y las cortesanas de mayor éxito en la ciudad, entregaban sus joyas, tan difícilmente adquiridas, a la Resistencia...

Ocupantes y ocupados vivían dominados por una extraña fiebre. Cada vez más perdían el dinero, la decencia y la moral, su valor y significado. La vida se parecía a un baile sobre un volcán. Del modo más absurdo que cabe imaginarse despilfarraban los nuevos ricos sus fortunas. Cada vez más oscuras y denigrantes eran las acciones de ciertos círculos..., tanto por el bando alemán como por el francés.

El Abwehr trabajaba a marchas forzadas. De los casos en que intervino Thomas Lieven durante los meses de invierno, citaremos solamente cuatro:

Primero. Por los días en que Roosevelt, Churchill y Stalin se reunían en conferencia en Teherán, descubrió Thomas Lieven, con pruebas tangibles, que un tal Werner Lamm, amigo personal de Hermann Goering, era un individuo de dudosa fama.

Ese Lamm había urdido una bonita trama para encubrir sus transacciones ilegales bajo el manto de una acción político-económica. Con el llamado «pool de las alfombras», dominaba Inglaterra desde hacía años el mercado de las alfombras en el mundo entero. El señor Lamm le dijo a su amigo el mariscal del Reich:

—¡Voy a destruir ese «pool» de los ingleses!

Esto impresionó a Goering. Autorizó a Lamm para que mandara unas 6.000 alfombras de Holanda a París. Estas alfombras procedían, en su mayor parte, de propiedad privada judía. Lamm las había robado o confiscado. Instaló una bonita tienda en los Campos Elíseos y... se dedicó a vender alfombras. Pero, mientras tanto, seguía comprando y robando alfombras en Francia. Y nadie tenía valor de pedirle cuentas al amigo personal de Goering.

¿Nadie?

En colaboración con el coronel Werthe y el pequeño comandante Brenner, le tendió Thomas Lieven una trampa al señor Lamm. Hizo llegar a sus oídos la dirección de una finca rural de las afueras de París que pertenecía a un judío y en donde había maravillosas alfombras de Esmirna y persas.

La finca pertenecía, efectivamente, a un judío..., pero sudamericano. Esto no lo sabía Lamm. Mandó confiscar las alfombras y esto fue su perdición.

La Embajada sudamericana protestó cerca del decano del Cuerpo diplomático, el cónsul general noruego Nordling. Y éste se presentó al comandante general militar alemán en Francia, el general Karl Heinrich von Stülpnagel.

El escándalo fue tan comentado por los diplomáticos neutrales en París, que incluso ni Goering se atrevió ya a proteger a su amigo. El señor Lamm perdió toda su fortuna y fue a parar a la cárcel...

Segundo. Del mismo modo procedió nuestro amigo con los profesores Dienstag y Landwend, que por las navidades del año 1943, por aquellos días en que los ingleses hundían ante la costa de Noruega el acorazado Scharnhorst, se dedicaban a comprar en Francia, en nombre del mariscal del Reich, objetos de arte y cuadros... con francos falsificados en las cercanías de Stuttgart.

Thomas Lieven descubrió que cuatro lienzos que los dos profesores habían comprado en París procedían de la propiedad del diplomático suizo Eugen Treumer, a quien acababan de ser robados.

De nuevo intervino el comandante general alemán en Francia. El escándalo adquirió proporciones tan alarmantes, que Goering fue llamado a presencia de Hitler.

A propósito de ese incidente: los dos ladrones profesionales que se llevaron los cuatro cuadros de casa de Eugen Treumer, y que luego los hicieron llegar a manos de los dos profesores, eran viejos amigos de Thomas Lieven. Les pagó muy bien esta intervención en el caso y la policía jamás descubrió sus huellas...

Tercero. El 4 de enero de 1944 cruzaron los rusos la antigua frontera polaca. El 22 de enero desembarcaron en Italia, cerca de Anzio, las tropas aliadas a retaguardia de las posiciones alemanas. Casi por los mismos días organizó Lieven su «negocio de los limones».

A principios del año había recibido nuestro amigo una carta desde Burdeos. Esta carta procedía de un antiguo especialista en forzar cajas fuertes y a quien Thomas conocía de haber formado parte de la banda de Chantal Tessier en Marsella. La carta, escrita en un papel muy malo, y con muchas faltas de ortografía, decía:

Querido amigo. Aquí en el muelle hay un almacén que es vigilado por la Marina de guerra alemana. Hay allí 420 toneladas de papel de fumar, dispuesto para ser embarcado. Puesto que América ha entrado en la guerra, ese papel no ha podido ser embarcado. Se trata, amigo mío, de excelente papel, precio de venta diez francos suizos el kilo. Una fortuna. El SD quiere apoderarse del papel por considerarlo «propiedad enemiga». Por esto apresúrate, amigo mío.

Thomas Lieven se dio prisa. Sabía que aquello de que se apoderaba el SD era en beneficio de unos pocos solamente. Se fue a Burdeos. Allí, el comandante Brenner conocía a un capitán de navío de la Marina de guerra. Y desde un principio Thomas Lieven se entendió muy bien con el capitán de navío.

Desde el asunto de los cuadros, Thomas gozaba de la íntima amistad del diplomático Eugen Treumer. Por mediación de Treumer le recomendó Thomas al capitán de navío a un hombre en Basilea que estaba dispuesto a comprar el papel americano. Precio: Setecientos sesenta mil francos suizos.

Ante esta cifra capituló, incluso, la Marina de guerra alemana. En una época en que los trenes estaban atestados, en que no había trenes suficientes para el transporte de tropas, cuatrocientas veinte toneladas de papel de fumar atravesaron toda Francia, con destino a Basilea.

Thomas Lieven cuidó en todo momento que la mercancía llegara sin contratiempos de ninguna clase a su punto de destino. ¡Setecientos sesenta mil francos! Una cantidad capaz de poner en pie a un moribundo.

La Marina de guerra alemana se benefició de la transacción: Con los setecientos sesenta mil francos suizos compraron en España limones ricos en vitaminas para los tripulantes de los barcos, tan expuestos al escorbuto, sobre todo, las tripulaciones de los submarinos. Y Thomas Lieven recibió como comisión y en señal de agradecimiento treinta mil marcos alemanes.

Cuarto. El 19 de marzo de 1944 llegaron las tropas rusas a la frontera rumana. Aquel mismo día se presentaba Thomas Lieven en compañía del coronel Werthe y del comandante Brenner en la ciudad de Poitiers. Habían recibido la señal de alarma de una tal Charlotte Régnier, una nueva agente del Abwehr de París.

Charlotte Régnier, de cuarenta años de edad, rubia, de pecho lleno, poco agraciada y muy nerviosa, era considerada, desde hacía algún tiempo, como la mejor colaboradora del Abwehr en aquella zona. El pequeño comandante Brenner había logrado ganarse a la escritora francesa para los servicios alemanes. Casi a diario sus informes, siempre sensacionales, provocaban el mayor desconcierto en el hotel Lutetia.

Charlotte Régnier había informado de la creación de un nuevo y potente Maquis en las cercanías de Poitiers. Más de doscientos franceses fueron arrestados e interrogados durante muchos días...

Y doscientos franceses fueron, poco después, puestos en libertad. El sonderführer Lieven logró averiguar que el comandante Brenner no había contratado en verdad a una superagente. La rubia Charlotte hacía sólo medio año había sido dada de baja en un sanatorio mental. Los médicos habían declarado que no era peligrosa..., pero la mujer estaba loca...

No sólo de caviar vive el hombre
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