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Sopa lady Curzon * Pollo a la paprika
Ensalada «Clara» * Arroz
Manzanas rellenas con salsa de espuma de vino Toast con queso

11 de abril de 1957

Esta cena reportó 717.850 francos suizos

Sopa

Lady Curzon era la esposa del virrey de la India, lord Curzon. Su esposo era autor de libros de política. Ella redactaba recetas de cocina. Para su sopa de tortuga, recomienda las patas delanteras de los sabrosos animales. Ellas contienen la carne más sabrosa. Como especias debe tomarse dragón y tomillo, jengibre, nuez moscada, clavo, así como curry. Un vasito de Sherry forma parte de la sopa, en la que, de ser posible, deben nadar, además, huevos de tortuga, salchichitas de los intestinos y un relleno de las entrañas del animal. Sin embargo, si a alguien le parece todo esto demasiado complicado, puede comprar en la tienda una lata de sopa de tortuga preparada, pero no debe olvidar añadir un fuerte sorbo de Sherry y una tacita de crema batida.

Pollo a la páprika

Sé asa, como de costumbre, un pollo tierno en mantequilla, pero no se deja tostar demasiado, y se divide a continuación, según su tamaño, en cuatro o seis pedazos, se deja en caliente. Se hace hervir una cebolla bien picada y una cucharadita de té de páprika en la mantequilla utilizada para el pollo, hirviendo a continuación con un poco de agua o caldo, se añade una abundante cantidad de crema batida, agitada previamente con un poco de maizena, se añade sal y, eventualmente, también páprika. Para reforzar el color rojo, se añade a la salsa algo de jugo de tomate, el cual, sin embargo, no debe dar demasiado sabor. Se colocan los pedazos de pollo en la salsa y se dejan cocer algunos minutos en ella.

Arroz

El arroz se «pega» casi siempre como una pasta. Y, sin embargo, ¡resulta tan fácil obtener el arroz suelto! Hay que tener en cuenta que el arroz, después de haber sido bien lavado, se deja hervir durante 10-15 minutos en la cantidad de agua deseada. Se pasa luego a un tamiz, donde se lava bajo agua fría. ¡Este es el «truco para eliminar la pegajosa harina de arroz! Poco antes de servirlo se calienta el arroz en el mismo tamiz, encima de agua hirviendo, sólo por medio del vapor. Solamente en la misma fuente con que se sirve en la mesa se añaden mantequilla, sal o también, según los gustos, curry, azafrán o pimienta.

Manzanas rellenas con salsa de espuma de vino

Se mondan manzanas de igual tamaño, bien maduras, y se dejan hervir lentamente en un jarabe de azúcar y vainilla, sin que se deshagan. Se separan después de la salsa, y se dejan gotear sobre un tamiz. Entonces se quita aparte la piel de varias almendras, se las corta en pequeños pedacitos, se colocan sobre una lancha y se tuestan al horno las manzanas ya bien secas se empapan ahora con licor, ron o coñac, y se rellenan con los pedacitos de almendra. Se colocan sobre una bandeja y se añade luego la salsa de vino espumoso: dos yemas de huevo se agitan hasta formar espuma con 100 gramos de azúcar, 20 gramos de polvo de maíz o almidón con media taza de agua, se añade luego un cuarto de litro de vino blanco calentándolo todo sobre una llama pequeña, agitando continuamente Se baten a espuma las dos claras de huevo, se añaden a la masa, dando eventualmente un nuevo sabor con ron, arrak, coñac, etc.

Toast con queso

Se untan pequeñas rebanadas de pan blanco con una gruesa capa de mantequilla en el centro. Una rebanada de queso -sólo está indicado el de Emmental o Edam- se coloca sobre el pan. Las rebanadas se colocan luego en una plancha, que se introduce en el horno, bien caliente, durante cinco minutos, hasta que adquieren un tono amarillo dorado. Se sirven muy calientes.

¡Volvamos, pues, a la cocina en la gran mansión!

—La ensalada nunca debe establecer contacto con algo metálico -dijo Thomas Lieven.

Kitty contemplaba como hipnotizada las delgadas manos de su patrono y escuchaba su docta disertación con nuevos estremecimientos.

—Para preparar la salsa hay que tomar una punta de cuchillo, de pimienta, una punta de cuchillo de sal, una cuchara de las de té de mostaza picante. Un huevo duro, rallado. Mucho perejil. Más puerro. Cuatro cucharadas de las de sopa de aceite de oliva original italiano. Kitty, ¡el aceite, por favor!

Sonrojándose, Kitty le alargó el aceite.

—He dicho cuatro cucharadas. Y ahora un cuarto de litro de natilla, agria o dulce, esto es cuestión de gustos. Yo la prefiero agria...

En aquel momento se abrió la puerta y entró un gigante. Llevaba pantalones a franjas negras y grises, una chaqueta a franjas azul blancas, una camisa blanca y corbata del mismo, color. El cabello al estilo prusiano, como un cepillo. Si en lugar de tener cabello hubiese lucido una calva, entonces se le hubiese podido haber tomado por el doble de Yul Brynner.

—¿Qué hay, Bastián? -preguntó Thomas Lieven.

Arrastrando ligeramente las palabras, con ligero acento francés, respondió el criado:

—Acaba de llegar el señor director Schallenberg.

—Puntual al minuto -comentó Thomas-. Con ese hombre se podrá trabajar.

Se desató el delantal.

—La cena dentro de diez minutos. Bastián servirá. Y usted, hija mía, está libre esta noche.

Mientras Thomas Lieven se lavaba las manos en el cuarto de baño, de losetas negras, Bastián le pasó una vez más el cepillo por el smoking.

—¿Qué aspecto tiene el señor director?

—El usual -respondió el gigante- Robusto y gordo. Nuca de toro y barriga en punta. Provinciano.

—No suena desfavorable.

—Tiene dos cicatrices.

—Retiro todo lo dicho.

Thomas se puso la chaqueta del smoking.

Y en aquel momento observó algo, y dijo con disgusto:

—Bastián, ¡te has acercado a la botella de coñac!

—Sólo un trago. Estaba tan excitado...

—¡No vuelvas a hacerlo! Si ocurriera algo peligroso precisaría de tu despierta cabeza. No podrás apalear al señor director si estás bebido.

—¡A ése me lo cargo incluso en el delirium tremensl

—¡Silencio! ¿Has entendido bien lo de los timbres? -Sí.

—Repítelo.

—Un timbre: he de servir el siguiente plato. Dos timbres: entro las fotocopias. Tres timbres: entro con la porra.

—Te estaría muy agradecido -dijo Thomas Lieven, pasando la lima por sus uñas-, de que no invirtieras el orden.

No sólo de caviar vive el hombre
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